En el filme clásico de Martin Scorsese The Last Waltz, Jamie Robbie Robertson, contrapunto que fue durante muchos años de Bob Dylan en tanto que líder de The Band, relataba con excelente humor cómo había sido de desastrosa una de sus primeras actuaciones en un ruinoso local sureño: “Sólo había dos personas en el público. ¡Y empezaron a pegarse!”
Así cabría caricaturizar la última manifestación “unitaria” que se concentró en Madrid contra ETA. Hubo poca gente, pero mal avenida.
¿Lamentable? Así lo juzgaron muchos. Pero todo depende de cómo se mire.
Para empezar: cuando los desacuerdos son básicos e irrenunciables, no está mal admitirlo francamente, dejándose de hipocresías. Con toda la educación que haga falta (que siempre hace falta), pero sin fingir amores absurdos, que nadie se cree.
Eso, en relación con lo de “mal avenidos”.
Tampoco me parece tan problemático que fuera escasa la asistencia al acto. Hoy (yo creo que desde hace mucho, pero desde luego hoy) ETA no representa para el conjunto de la sociedad española un mal tan preocupante como algunos pretenden. Al personal corriente y moliente le angustia mucho más la hipoteca, el alquiler, el paro, el coste de la vida, el precio de la gasolina, el funcionamiento de las infraestructuras, la seguridad y la violencia de su barrio… ¿Que si está en contra de ETA? Pues sí, muy mayoritariamente, pero no como para situarla en la primera línea de sus preocupaciones.
En el fondo, si bien se mira, el hecho de que la concentración de la Puerta de Alcalá fuera tan rala, tan mustia, tan poco importante, puede contribuir más al desgaste de ETA que los actos tremendamente multitudinarios que vivimos en tiempos pasados, cuando todas las ciudades de España se llenaban de manifestantes y de velas encendidas.
Téngase en cuenta que el objetivo fundamental de la organización armada ha sido siempre el de resultar literalmente insufrible. Según su lógica –bastante lógica–, de sentirla como insufrible, todo el mundo se avendría a cualquier cosa para no sufrirla. Y eso le proporcionaría réditos.
Pero el hecho es que no es así.
A veces, dar la espalda es mucho más eficaz que plantar cara.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (9 de diciembre de 2007). También publicó apunte ese día: Muertos sin permiso.
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Escrito por: A.B..2007/12/09 20:18:28.730000 GMT+1