El Vaticano está de aniversarios, aunque de más de uno prefiera no acordarse.
Es el caso del que tuvo su fecha conmemorativa el pasado domingo 20. Se cumplió ese día el 75º aniversario de la firma del Reichskonkordat, nombre que recibió el Concordato entre el Vaticano y el Estado hitleriano. Los firmantes fueron el entonces secretario de Estado vaticano, el cardenal Eugenio Pacelli –que cinco años después accedería al Papado con el nombre de Pío XII–, y el vicecanciller alemán Franz Von Papen. Gracias a ese acuerdo, la Iglesia Católica obtuvo de los gobernantes nazis diversas prerrogativas, pero pagó un elevado precio por ellas. Así, se comprometió a comunicar al Reich con carácter previo el nombramiento de los obispos y arzobispos alemanes para que el Gobierno de Hitler pudiera “constatar” que los candidatos no merecían “objeciones de carácter político general”. Por su parte, éstos, antes de tomar posesión del cargo, debían prestar juramento de fidelidad al Reich, comprometiéndose a “respetarlo y hacerlo respetar” y a defenderlo de “todo daño que [pudiera] amenazarlo”.
La firma del Concordato, como es fácil suponer, supuso un golpe moral de primera importancia para los católicos antifascistas, no sólo en Alemania, sino en todo el mundo. Primero como encargado de los asuntos exteriores del Vaticano y luego como papa, Pacelli demostró que tenía al comunismo como enemigo principal, lo que le llevó a contemporizar con el nazismo, que también le desagradaba, pero menos.
El otro aniversario al que me refiero se cumple hoy, festividad de Santiago Matamoros: hace 25 años, Pablo VI publicó la encíclica Humanæ Vitæ, en la que, como máxima autoridad de la Iglesia Católica, condenó en bloque el uso de los anticonceptivos. Son bien conocidos los males que esa prohibición, verdaderamente irresponsable, ha causado en las poblaciones de cultura católica y, en particular, lo mucho que ha contribuido a la propagación del sida, sobre todo en África. Si esa funesta encíclica no ha hecho aún más daño es porque una parte del clero católico no la ha respetado jamás.
Son asuntos desagradables, pero históricos. Y dignos de recuerdo.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (25 de julio de 2008).
Nota: el 31 de julio de 2008 Javier publicó una corrección en su columna del periódico (La invisibilidad de lo evidente).