He tratado a jueces de diversa orientación política. Algunos muy de derechas, otros bastante de derechas, muchos oportunistas e incluso alguno –siempre hay excepciones– de izquierdas. También me ha tocado relacionarme con jueces trabajadores y diligentes y con otros llamativamente vagos.
Las protestas que están escenificando ahora me resultan curiosas. Dicen, casi a coro, que si cometen errores es porque la tarea que tienen encomendada les supera.
No conozco ni una sola profesión de riesgo que cuente con el personal y los medios necesarios. En prensa, por ejemplo (que es una profesión de riesgo, aunque casi siempre para terceros), lo típico es que siempre haya mucho menos personal del que haría falta para hacer un trabajo correcto. ¿Alguien cree que los médicos de la Seguridad Social –es otro ejemplo– están mejor? Quien piense eso, que se vaya al servicio de urgencias de cualquier hospital importante para ver en qué condiciones laboran. Sin embargo, no es frecuente que haya cirujanos que operen de apendicitis a los enfermos de páncreas y lo justifiquen alegando que están desbordados por la mucha ocupación.
Llevamos años sabiendo de resoluciones judiciales cuyos fundamentos y considerandos son de cortar y pegar. Hemos visto a jueces instructores que han copiado decenas y decenas de folios sacándolos de unos sumarios para meterlos en otros sin ni siquiera tomarse el trabajo de confirmar que los razonamientos encajaban. Eso es no estar desbordado. Eso es echarle morro y quitarse el muerto de encima de cualquier manera.
El ministro de Justicia dice que la reacción de los jueces es corporativa. Eso es como no decir nada: toda protesta de una corporación es corporativa, por definición. La cuestión no es ésa. Se trata de distinguir entre los jueces que se quejan porque realmente no dan más de sí, aunque estén desde las 6 la madrugada trabajando en su despacho, y los que se escudan en la falta de medios para disimular que ven amanecer bailando sevillanas. Porque de todo hay en su gremio, y lo saben de sobra.
Me da coraje que los que se dejan los cuernos en el oficio den la cara por los figurones y los indolentes.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (24 de octubre de 2008). También publicó apunte ese día: Más sobre cárceles.