Hay dos sectores económicos cuyo brusco descenso de actividad está resultando clave en la actual crisis económica: la venta de automóviles y la construcción de viviendas.
El de la fabricación y venta de coches es peculiar. España exporta muchos vehículos a países de economía en fuerte expansión, lo que puede ayudar a la industria del sector a aguantar el tirón mal que bien. Además, los coches son productos perecederos, de modo que la flota local, aunque sea con menos alegría y dispendio que en los años de las vacas gordas, habrá de ir renovándose.
Lo de la construcción de viviendas es harina de otro costal. Ya hace un año que las estadísticas demostraron fehacientemente que en España existen bastantes más viviendas que unidades familiares. Si había no ya sólo gente sin techo, sino cientos de miles de jóvenes obligados a seguir viviendo en el hogar de sus progenitores por imposibilidad manifiesta de costearse uno propio, estaba claro (y sigue estándolo) que era (y es) porque el mercado de la vivienda está sometido a las leyes implacables de la usura y la especulación.
En algún momento, algo, ya que no alguien –se ve que nuestro gobierno socialista no cree que esa tarea le corresponda–, había de pinchar el globo o, al menos, deshincharlo en parte. Y me congratula que la recesión económica se esté encargando de ello. No hay mal que por bien no venga, como dijo Franco tras el atentado contra Carrero. ¿Qué se pensaban éstos? ¿Que iban a continuar de por vida levantando más y más edificios, adosados, chalés y engendros ladrilleros de toda suerte hasta ocupar la totalidad de la línea de costa, y luego el resto, por entero?
Todo tiene un límite. Y en España el límite de la construcción está sobrepasado hace tiempo.
No ignoro que la crisis del gremio acarrea problemas para pobre gente. Y para gente pobre. Pero eso sucede a menudo y en muchos terrenos. Doy por hecho que si España ha dejado de fabricar minas antipersonas (¿lo habrá hecho?), también bastante gente, empleada del sector, se habrá quedado sin curro. Pero el fin era de valor superior.
Qué le haremos: nos apretamos un poco entre todos y les hacemos sitio.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (5 de julio de 2008). También publicó apunte ese día: Horario de verano.