Es célebre la sentencia que masculló Alfonso Guerra cuando controlaba el aparato del PSOE: “El que se mueve no sale en la foto”. Era un aviso destinado a quienes sentían la tentación de ejercer de disidentes dentro de su partido: prietas las filas y en orden cerrado, porque quien se sale del bloque monolítico corre el riesgo de quedarse fuera ya para siempre. Y fuera –otra frase muy repetida por entonces– “hace mucho frío”.
No deja de ser curioso que a él y a sus más fieles partidarios (los llamados “guerristas”) les tocara confirmar esa advertencia con el paso de los años. Se movieron y, poco a poco, dejaron de salir en la foto.
El PP también funcionó así en los tiempos de Aznar. Nada más acceder a la dirección del partido refundado, Aznar maniobró para quitarse de encima a cuantos podían hacerle sombra, empezando por Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Luego, ya como presidente del Gobierno, no perdonó a ningún ministro que le llevara la contraria (caso de Manuel Pimentel) o que intrigara sin su permiso (caso de Isabel Tocino o, de modo más retorcido, Francisco Álvarez-Cascos).
El PP de Mariano Rajoy es todo lo contrario. Definitivamente, con él todo aquel que quiere salir en la foto lo mejor que puede hacer es moverse. Y cuanto más se mueve, más sale. Todos los medios de comunicación –fotógrafos incluidos, puesto que de fotos se trata– están pendientes de que se muevan, para retratarlos. Y como se mueva alguien nuevo, mejor que mejor.
El actual presidente del PP ha llegado a conseguir el esperpento de tener tres manifestaciones delante de su sede central: una, mínima, en su contra; otra, todavía más imperceptible, a su favor, y la tercera y más nutrida, la de los periodistas empeñados en hablar de las otras dos.
Rajoy es la imagen misma de la perplejidad y la incertidumbre. Simpatizo con ambos sentimientos, que a mí también me acompañan con bastante más frecuencia de la que me convendría. Pero yo me dedico a comentar lo que veo, oigo y leo, sin más pretensiones. No presido ningún partido de avezados navajeros. Y, desde luego, no tengo la menor pretensión de llegar a ser jefe del Gobierno de España.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (27 de mayo de 2008). También publicó apunte ese día: Pollack y Garzón.