Fue sorprendente el interés que puso José María Aznar para ganarse el voto del PNV en su primera sesión de investidura, en 1996. Era un respaldo que no necesitaba, porque contaba ya con apoyos suficientes para ser nombrado presidente del Gobierno, y pagó por él un considerable precio político. Hubo quien especuló con la posibilidad de que actuara movido por una freudiana rivalidad con Felipe González y quisiera lograr un aval parlamentario superior al obtenido por su oponente en la legislatura anterior. A saber.
Rodríguez Zapatero se presenta como la antítesis de aquel Aznar. Lo cual es de agradecer en muchos aspectos, pero no en éste. En vez de buscarse aliados de sobra, ha hecho todo lo posible para no llegar a ningún compromiso con nadie. Como si no sólo le fuera indiferente ser elegido en segunda ronda, sino que lo prefiriera. Ha prodigado sonrisas y palabras amables por doquier, ha prometido toneladas de diálogo a diestro y siniestro (sobre todo a diestro), pero sin mojarse.
Es una táctica bastante lógica, desde luego. Está en condiciones de ir a su aire y buscarse en cada caso los aliados que le convengan: éstos para esto, aquéllos para aquello, los de más allá para lo otro. Pero lo que algunos tomarán como habilidosa astucia para capear todos los temporales y seguir en el machito durante otros cuatro años puede ser interpretado desde otra perspectiva política –desde la mía, sin ir más lejos– como pura mediocridad. (Mediocris llamaban los latinos al moderado y sobrio, pero también al que no hacía nada importante ni emprendía nada merecedor de recuerdo.)
En su respuesta a la intervención del portavoz del PNV, Zapatero dejó caer el martes una frase llamativa, cuestiones vascas aparte. Dijo que él está dispuesto a avanzar, pero “sin aventuras”. Josu Erkoreka, que es de Bermeo, le replicó con un aserto marinero muy bien traído: “Los barcos están más seguros en el puerto, sin duda, pero han sido hechos para navegar”.
En medio del Barrio Latino, en París, hay una estatua que recuerda a Danton y subraya una de sus máximas políticas más celebradas: “¡Audacia, más audacia, siempre audacia!” Es la misma idea.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (11 de abril de 2008). También publicó apunte ese día: Demasiado = nada.