Se cuenta en las escuelas de periodismo –ignoro si será verdad o mito: no he tenido ocasión de comprobarlo– que hace muchos años, en tiempos de la Guerra de Vietnam, The Washington Post publicó una noticia en la que se leía: “Según un miembro de la Casa Blanca que no quiere revelar su identidad, pero que es Henry Kissinger…”.
El famoso off the record (o sea: “Yo te lo cuento, pero no me cites”) es un recurso lícito. Pero con dos condiciones.
La primera es que esté previamente pactado. Un periodista no tiene por qué ocultar la identidad de su fuente si no ha llegado de antemano al acuerdo de mantenerla en secreto.
La segunda condición es que no se abuse de ese recurso hasta el extremo de que las informaciones se fundamenten de arriba abajo en declaraciones que nadie asume como propias.
En los últimos días se han publicado un montón de crónicas sobre la crisis interna del Partido Popular basadas en disensiones, planes, augurios y dicterios que aparecen siempre atribuidos a fuentes supuestamente muy solventes, pero todas ellas unánimemente innominadas. Algún periódico que se dice “de referencia” ha llegado a publicar en portada noticias… ¡en las que no figuraba ni una sola atribución de fuente!
Parece que en las altas esferas del PP todo el mundo quiere largar, pero nadie desea aparecer con nombres y apellidos, respaldando lo que larga.
Seguirán haciéndolo, en la medida en que se lo consintamos. Ése es un mal hábito al que los periodistas deberíamos poner coto, tanto por nosotros mismos (para no ser utilizados como instrumentos de oscuras conspiraciones) como, también y sobre todo, por respeto a quienes nos leen o nos escuchan, que tienen derecho a saber quién dice u opina cada cosa, para que cada palo aguante su vela.
Insisto: no me opongo a que se cite a alguien que oculta su identidad. Pero como excepción, no como norma. Me desazona toparme a diario con largas crónicas sustentadas de principio a fin en declaraciones de no se sabe quién: “Según fuentes próximas a…”, “Un alto dirigente confiesa…”, “Círculos vinculados con…”
Que den la cara. O, si no, que se callen. O silenciémoslos, mientras no se retraten.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (4 de junio de 2008). También publicó apunte ese día: De calles y de libros.