Me escriben algunos lectores reprochándome que me muestre tan severo con quienes estuvieron al servicio de la dictadura franquista. «Seguro que usted también cometió errores en aquel tiempo», me dicen.
Vamos a ver: errores cometemos todos, de jóvenes y de viejos. Por supuesto que he defendido muchas veces opiniones que luego he tenido que rectificar.
Pero en este asunto conviene trazar dos líneas divisorias.
La primera es la que marca la diferencia entre el error y el crimen. Una cosa es defender un planteamiento político que al cabo de un cierto tiempo se evidencia incorrecto y otra tomar decisiones prácticas que acaban truncando vidas y haciendas.
La segunda línea divisoria se refiere al interés. No merece la misma catalogación ética quien incurre en errores de apreciación de la realidad cuando está luchando contra una dictadura, comprometiendo su porvenir en ello, que quien saca partido político y económico de las barbaridades que perpetra tratando de perpetuar esa misma dictadura.
Se ha instaurado en algunos ambientes periodísticos, intelectuales y ciudadanos españoles un irritante relativismo moral que cubre cuanto sucedió por aquí entre 1936 y 1976. «Todo el mundo cometió muchos errores», dicen. «Mejor dejarlo estar; no le demos más vueltas». ¿Muchos errores? Tal vez. Pero no es lo mismo equivocarse al juzgar a tal o cual gobierno o al proponer tal o cual sistema político alternativo que al firmar una sentencia de muerte, o al ordenar que se abra fuego contra una manifestación popular, o al incautarse por la brava de los bienes de un rival político.
Por lo demás, es falso que los franquistas se equivocaran. Equivocarse es pretender una cosa y no lograrla. Cuando lo que uno quiere es medrar y lo consigue, acierta.
Javier Ortiz. El dedo en la llaga, diario Público (6 de octubre de 2007). Javier lo publicó como apunte (Distintos errores de juventud). Lo mantenemos allí porque tiene coda y unos cuantos comentarios. Subido a "Desde Jamaica" el 30 de junio de 2018.