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2008/05/31 06:00:00 GMT+2

Presentaciones de libros

He bromeado más de una vez –mañana sacaré en Público una columna sobre ello– con lo deprimente que puede ser firmar libros en una caseta de la Feria del ramo, de ésas que se realizan en Madrid todos los años por estas fechas. (Hablo de la Feria del Libro de Madrid no porque crea que las de otras ciudades son distintas, sino porque mi experiencia personal se limita a la de la capital de España.)

Me viene sudor frío sólo de recordarme en esos trances. Son como pesadillas.

Pero la firma (o la falta de firma) de libros en la Feria no es la única actividad relacionada con la producción editorial que tiende a resultar enojosa. Otra, y no menor, es la presentación pública de las obras, propias o ajenas.

Por lo general, los actos de presentación de libros suelen consistir en que el autor y dos o tres conocidos suyos se suben a un estrado desde el que peroran durante un rato sobre las virtudes de la obra y del propio autor ante unas cuantas decenas de personas, amigos y deudos, meros curiosos u ociosos profesionales. A veces hay también alguien que dice unas palabras en nombre de la editorial.

Lo más frecuente es que el público sea escaso y que los medios de comunicación den poca o ninguna cuenta de la ceremonia.

El pasado miércoles asistí a la presentación de Espejos, la última obra de Eduardo Galeano. El salón de actos de la Casa de las Américas, junto a la Plaza de la Cibeles, en Madrid, estaba de bote en bote. Galeano ensayó un formato de presentación que me pareció bien: habló él, sin más. Con su voz grave de locutor de radio, leyó muy bien leídas algunas páginas de su libro, seleccionadas con un criterio fijo: todas se referían a personas excluidas o relegadas por la maquinaria del sistema socioeconómico mundialmente imperante.

Hasta ahí todo estuvo muy bien. Pero, cuando terminó con lo suyo, no sé si él, los organizadores o todos en comandita cometieron un grave error: abrieron un turno de preguntas. Para estas alturas de la vida, sé de sobra que casi todos los coloquios de ese estilo son un petardo. El mundo está lleno de gente que se siente frustrada porque hubiera querido ser ella la que diera la conferencia y aprovecha las oportunidades de ese estilo para soltarse unos rollos larguísimos y, por lo general, indescifrables. Cuando me toca coordinar un acto de presentación de un libro (cosa no muy rara, dada mi condición de director de colección de la editorial Foca), doy por concluida la sesión en cuanto cierra la boca el autor. Suelto un “Muchas gracias por haber venido”, y a la calle todos.

Otra posibilidad que me parece digna de consideración es no presentar los libros. El pasado lunes comí con un autor, del que vamos a sacar una muy interesante obra en estos mismos días, que me dijo que no quería que organizáramos un acto para presentar su trabajo. “Me da vergüenza”, me confesó. Se lo aplaudí. “No creo que vendieras muchos más libros por hacerlo”, le contesté.

En la gran mayoría de los casos, la presentación pública de los libros es un rito perfectamente prescindible. Tiene más valor promocional la aparición de una reseña en un diario de amplia difusión o una entrevista en la radio –no digamos en la televisión– que la hora y media de riguroso peñazo en una sala de conferencias.

Pero se siguen haciendo. Sin parar. En Madrid, todos los días hay un taco de convocatorias de ese género. Si un medio de comunicación se propusiera cubrirlas todas, debería duplicar su plantilla.

Bien mirado, sería el lado más positivo de la cosa.

Escrito por: ortiz.2008/05/31 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: madrid 2008 galeano apuntes libros | Permalink | Comentarios (5) | Referencias (0)

Comentarios

En todas partes hay gente q se siente frustrada, y si no, un ejemplo: yo sigo varios varios blogs, y siempre q me parece pertinente, hago un comentario, pero cortito, para no cansar ni aburrir.
Debo de ser la única q piensa así. :))))
Saludos.

Escrito por: Helua.2008/05/31 14:59:40.086000 GMT+2

A propósito del "no sabe, pero contesta", un caso de escuela:

En un reportaje sobre las encuestas realizado por una televisión canadiense, se dedicaron a preguntar a los viandantes y ante las cámaras cual era su opinión sobre Fulano de tal, un polémico presentador de un no menos polémico programa de TV. Todos los entrevistados se mostraban mas o menos críticos con Fulano de tal y con su programa. Algunos con matices.

Lo mas interesante es que el Fulano de Tal y su programa no existian en realidad. Bastaba con plantear las preguntas de una cierta forma para que los entrevistados dieran la opinion esperada sobre algo que nunca existió.

Escrito por: joan.2008/05/31 15:41:22.164000 GMT+2

Joan, fue más divertido lo que hicieron en París en el 68. Se "inventaron" un fulano, y "conmemoraron" el aniversario no sé de qué (su nacimiento o su muerte, ni idea). Fue un tipo tan importante que varios personajes públicos opinaron sobre él... Tomando el hilo del apunte, daría para un libro hablar sobre presentaciones de libros xD, he asistido a algunas donde el debate posterior sí fue muy interesante (p.ej. un libro que se presentó en su día para dar datos sobre la impostura de la "constitución europea", cuadró que había representantes sindicales y la cosa se convirtió en un flujo de opiniones valiosas, pero no dejó de ser algo en cierto modo ajeno al libro en sí, aunque el propósito del libro era movilizar un voto no en el referéndum), pero quizás el problema radique en que se haga más hincapié en el aspecto social-lúdico del asunto más que en la propia presentación del libro (en ese caso, como dice JOR, "muchas gracias por haber venido" xDDD). A fin de cuentas, no deja de ser un acto de marketing, y el dejar hablar a gente sin control previo no deja de ser una carencia organizativa...

Escrito por: Ego.2008/05/31 16:04:6.247000 GMT+2

No se nos debe olvidar que la ignorancia es atrevida. Lo que darian algunos poe ponerse delante de una "alcachofa".

Escrito por: Violeta.2008/05/31 16:08:43.626000 GMT+2

Publicado en El Mundo (edición Castilla y León) en Mayo de 2.005.  mén de resaltar la gran paradoja: los únicos mentores de una l



NO SABE PERO CONTESTA



Carlos Taibo, uno de esos trotamundos de la disidencia intelectual, habló el jueves en Valladolid. Curtido cómo uno está en el triste cobijo de los cuatro gatos que decoramos estas citas, asombra ver su capacidad de convocatoria. Eso ya es adrenalina para un tiempo.


Amén de resaltar la gran paradoja: los únicos mentores de una lectura sosegada de la letra (la grande y la pequeña) de ese pretendido tratado constitucional son los postulantes del “no” mientras los patronos del voto afirmativo escamotean su contenido difundiendo vaguedades, Carlos, tirando de sus nutrientes intelectuales ironizó sobre el nuevo tipo de encuestas al uso de cara al referéndum. Al consabido si-no-no sabe/no contesta se le debe agregar un cuarto epígrafe: no sabe pero contesta, aun más, no sabe pero acata. En realidad la sociedad que estamos construyendo parece el sueño de Esquilache, aquel ministro de Carlos III, máximo exponente del despotismo ilustrado, menos de lo segundo que de lo primero. La inercia social al uso conlleva un desencanto de tal calibre que el personal por hastío dimite de su labor crítica. Del todo para el pueblo pero sin el pueblo al que hagan lo que quieran se cierra un círculo que recrea un panorama parejo. Como entonces el único motín quizá provenga de la reacción nostálgica. Del resto, sumisión por cansancio o desidia.


En éstas la televisión asume el rol de Oráculo de Delfos, de prontuario ético, capaz por saturación de dibujar el abanico de gustos y necesidades. Algún programa se escapa de la vorágine y pretende hablar de ideas, de libros. Al margen de gustos o tendencias, el que modera Sánchez Dragó es uno de ellos y a veces dan una clave aunque, como días atrás, lo hagan de forma inconsciente; el elenco de polemistas intercambiaban ejemplos de malos usos del lenguaje, uno de ellos con rostro sorprendido relató que los chiquillos para negar usaban la expresión “va a ser que no”. Nadie dio respuesta. A la par que los más mimetizan actitudes recogidas de la tele como las ratas aprenden en las jaulas experimentales, los sabios analizan el por qué pero la realidad se les escapa entre los dedos.


La conciencia se evade refugiándose en los cuarteles de invierno y el resto no sabe pero opina lo que le han coreado mil veces. Dad al poder una tele y moverá el mundo. A su gusto.


Escrito por: Joaquín.2008/05/31 22:23:25.751000 GMT+2

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