Ya se amontonan los que lo tienen clarísimo: si se ha producido el fraude de Forum Filatélico y Afinsa, la responsabilidad recae sobre el Gobierno, por no haberlo detectado desde su inicio. Estamos en las de siempre: «Piove? Porco Governo!» Si algo va mal, la culpa sólo puede ser del Gobierno. ¿De quién, si no? A los denunciantes antigubernamentales les da igual que se les diga que ambas empresas venían siendo investigadas desde hace tiempo y que ha habido que esperar a que los datos incriminatorios justificaran la puesta en marcha del procedimiento judicial. «¡Tenían que haber avisado mucho antes a los pobres inversores!», responden.
Dejaré sentado, antes de nada, que no presupongo que se trate de un fraude. Delego esa tarea en los tribunales, que para eso están. Pero, si de avisar se habla, para mí que los hechos mismos ya avisaban bastante por sí solos. Por si la propia fijación de ambas empresas con los sellos de correos no resultara ya de por sí un tanto mosqueante –que lo resultaba–, estaba la evidencia de que anduvieran vendiendo en la plaza pública, como quien dice, duros a cuatro pesetas. No hace falta ser Hércules Poirot para sospechar que, si alguien te ofrece por tu dinero una rentabilidad muy superior a la que aseguran todas las entidades financieras convencionales y ortodoxas, ahí hay algo raro. Y si lees la letra pequeña de la oferta y descubres que quienes te la hacen no están cubiertos por ningún fondo de garantía, pues para qué te cuento.
No quisiera ofender a nadie que no se lo merezca, pero he de decir que algunas reclamaciones me dejan perplejo. Es como si un jugador de ruleta se quejara al Gobierno diciendo: «¡He apostado fuerte al 37 durante toda la noche y he acabado perdiendo medio millón! ¡Quiero que me lo devuelvan!». La respuesta cae por su propio peso: no cabe correr riesgos y, a la vez, reclamar seguridad. Si un ciudadano monta una empresa, no tiene éxito y quiebra, ha de comerse el marrón él solito, pese a haber invertido en ello no sólo su dinero sino también su trabajo. Siendo así, ¿por qué quienes se aventuran en operaciones financieras especulativas habrían de estar protegidos por la Hacienda pública?
La vieja sabiduría popular les da la respuesta precisa: la avaricia rompe el saco. ¿Se pensaban que quienes invertían sus ahorros en bonos del Estado, o en fondos de pensiones, o en productos financieros similares, lo hacían porque son tontos de baba que no se habían enterado de que la filatelia era el chollo del siglo?
A más de uno se le ha quedado ahora la cara del que descubre que el billete de lotería premiado que había comprado en la calle a un tipo con aspecto honradísimo, pensándose que estaba haciendo con ello el negocio de su vida, era en realidad falso.
A mí los primos nunca me han conmovido especialmente.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Piove, Porco Governo!