Acabo de escribir una columna para Público que trata, con bastante socarronería, sobre la lotería, el azar y la suerte. La he escrito de madrugada, antes de que se celebre el sorteo de la Lotería de Navidad, de modo que está hecha sin rencor. Ignoro si me va a tocar algo, poco o nada.
En el fondo, no sé si me gustaría que me lloviera del cielo un dineral. Unos cuantos euros me vendrían bien, como a cualquiera, pero es posible que muchos me trajeran más problemas que ventajas.
El rico nace, no se hace.
Yo nací en una familia de clase media, que pasaba a veces por apuros económicos, sobre todo por culpa de su tamaño (éramos diez cuerpos, o sea, diez bocas, bajo el mismo techo, cuando no se apuntaba alguno más).
Pese a los apuros, como mi padre provenía de una estirpe tirando a aristocrática, fui educado en la displicencia hacia las necesidades materiales.
Eso no te hace millonario, pero te prepara para serlo.
Cuando a mi hermano Bobi le tocaron bastantes millones en la Lotería de Navidad de ahora hace 24 años, tuvo un comportamiento muy propio de la estirpe familiar.
Me preguntó qué quería de regalo. Le dije que un vídeo. (Entonces casi nadie tenía un aparato de ésos y, además, eran carísimos.) Me mandó bastante más dinero del que costaba el artilugio y, cuando le dije que sobraban varios miles de pesetas, me respondió: “Gástatelos en gambas”.
Poco tiempo después, coincidimos en un viaje a París. Fue una noche de locura. Nos llevó a uno de los cabarets de más lujo (ya no recuerdo si fue el Moulin Rouge o el Folies Bergère, pero algo de ese tipo), nos invitó de madrugada a ostras con Moët Chandon en una terraza de lo más chic en los Campos Elíseos…
Lo hacía todo sin darse aires de nada, como una travesura propia de críos cómplices.
Fue un millonario encantador.
También empleó parte de las ganancias en financiar un grupo de teatro de Vitoria, lo que le acarreó la muerte: se estrelló con su coche de madrugada a la vuelta de un ensayo.
No es fácil decidir en qué consiste la suerte. Aunque, en lo que respecta a mi hermano Bobi, yo sí lo tengo claro: la suerte fue conocerlo.
Comentarios
Con lo de que el rico nace, me has recordado la patética imagen de quien fue el casero de mi local durante años: nació rico, heredero de fortunas y propiedades, aunque vivió tan tristemente que ni siquiera dejó herencia porque no tuvo a quién; su secretaria, cuando ya estaba enterrado sin esquela y mientras apañaba papeles, decía a los vecinos que el hombre 'estaba mejorando' en el hospital. Tanta riqueza para ser un desgraciado, vaya.
Me fastidió al morirse un año antes del traspaso del alquiler y dejarme a merced de la inmobiliaria que se quedó al final con todo, pero está claro que su vida no fue envidiable. Recuerdo la frase de una gran mujer refiriéndose a su caso: "Era tan pobre que solo tenía dinero".
Escrito por: pakua.2007/12/22 17:53:49.594000 GMT+1
http://www.javierortiz.net/voz/pako