«Nos tenemos que mover en este asunto sólo sobre la base de los hechos, y a día de hoy no está acreditada la relación ETA-islamistas en la comisión del atentado [del 11-M]. Lo que no hay que hacer es especular», declaró el martes Ignacio Astarloa, último secretario de Estado de Seguridad durante la Presidencia de Aznar y actual secretario ejecutivo de Libertades Públicas, Seguridad y Justicia del Partido Popular.
Cuando lo oí, me quedé perplejo. Porque yo, como todo el mundo –como todo el mundo en este rincón del mundo–, sabía que los dirigentes del PP han tenido como seña de identidad desde hace tres años la machacona alusión a la mano oculta de ETA en los atentados del 11-M y daba por supuesto que, de decidirse a abandonar ese leit motiv de su política, tendrían que hacerlo muy poco a poco, dejando transcurrir el tiempo, sin brusquedades.
Pero no. Han pasado de sostener lo uno a afirmar lo otro en cosa de nada, sin transición, abandonando a su suerte la imaginativa teoría conspiratoria que tanto alimentaron y sumándose a las filas de quienes reclaman que las acusaciones que se lancen en relación al 11-M vayan siempre respaldadas por datos y hechos constatables. ¡«Lo que no hay que hacer es especular»! La frase de Astarloa bien puede traducir por: «Lo que no hay que hacer es lo que llevamos tres años haciendo».
De haberse tratado de algún otro directivo del PP, más zascandil –Zaplana, por ejemplo–, yo no habría descartado de entrada la posibilidad de que sus palabras fueran fruto de un momentáneo e incontrolado impulso personal. Pero, si por algo es conocido Astarloa, es por su incapacidad casi genética para mostrarse ni una sola pizca más imprudente de lo acordado en los órganos colegiados de su partido. Si dijo eso es porque ésa es la nueva línea que han decidido seguir.
Debí pensar que se preparaba un golpe de timón importante en la nave popular cuando leí lo que escribió mi buen amigo Jesús Cutillas en su blog el pasado 23 de marzo: «Llevo oyendo la mañana de la COPE prácticamente desde el 11-M. Hoy FJLS [Federico Jiménez Losantos] ha dicho por primera vez que él no dice que ETA esté detrás de los atentados; que lo que pasa es que no sabe quién está detrás de ellos y que hay muchas irregularidades en el juicio». El gladiador de las ondas que capitanea Las mañanas de la Cope –de cuyas hablanzas me suelo enterar por el Cocidito madrileño de Javi Vizcaíno, a falta de contacto directo– pasó ese día de sostener que los atentados del 11-M fueron obra conjunta de fanáticos islamistas y terroristas de ETA a admitir que esa hipótesis carece de base que la sustente, limitándose a insistir en que las explicaciones oficiales dadas hasta ahora presentan aspectos confusos y contradictorios.
Jiménez Losantos tiene que saber que ése es un paupérrimo refugio, porque no puede ignorar que jamás de los jamases un crimen con tanta gente implicada ha sido aclarado en todos sus extremos, pero se ve que es consciente –a diferencia de quienes han puesto a punto la posición que asumió Astarloa el pasado martes– de que un cambio tan brusco como el que se proponen debe someterse a un proceso de descompresión paulatina, semejante al que siguen los submarinistas que emergen desde aguas profundas.
Es como cuando se saca a la luz del día a alguien que ha estado durante mucho tiempo en la obscuridad más completa. Conviene irlo habituando poco a poco, haciéndolo pasar por estadios intermedios de penumbra. Eso es lo que el portaestandarte de las ondas episcopales y otros como él han empezado a hacer con sus huestes, que estarán con el PP todo lo que haga falta, pero todavía son capaces de distinguir lo blanco de lo negro.
Tengo curiosidad por saber hasta qué punto este monumental renuncio al que estamos asistiendo pasa factura electoral a la derecha española. No me atrevo a aventurarlo. A veces pienso que es impepinable que una parte sustancial de sus votantes, cuando vea que la teoría de la conspiración se diluye cual azucarillo en un café de 80 céntimos, se sentirá decepcionada y engañada, y optará por negar a los del PP su respaldo en las urnas. Pero entonces me acuerdo de los efectos que el fanatismo suele tener muy a menudo sobre la humana capacidad de discernimiento e imagino que las bases del PP pueden ser capaces de apechugar con eso y con lo que sea. Ya veremos.