2006/08/13 09:45:00 GMT+2
Se atribuye a diversos filósofos –casi siempre a Hegel– la sentencia «Si los hechos me contradicen, peor para los hechos». Fuera su autor el que fuere, no mostró demasiada afición por el saber, que es la teórica y etimológica esencia de la filosofía. Los hechos no tienen culpa de nada. Ni virtud: escapan a las categorías humanas. Lo que debe hacer nuestro pensamiento es respetarlos.
A veces lo que ocurre contraría nuestras ideas previas (nuestros pre-juicios). Cuando sucede tal, vale que demos un repaso a los supuestos hechos, para comprobar si han sido debidamente constatados. Pero, una vez visto que sí, lo que procede no es discutirlos, sino interpretarlos, rindiéndonos a cuantas realidades se nos impongan y reflexionando a partir de ellas.
Es casi un lugar común por estos lares que la inmigración ilegal masiva que están recibiendo los países más ricos de la UE, España entre ellos, tiene firme asiento en dos factores que se potencian mutuamente: la ostentación que de nuestra riqueza –todo lo relativa que se quiera, pero real– hacen los medios de comunicación que nos sirven de escaparate ante el mundo pobre, de un lado, y de otro, la permisividad de nuestras leyes, contaminadas por nuestro tradicional liberalismo político. Se configura así lo que un político en feliz decadencia denominó «el efecto llamada». Por describir el mecanismo más por la brava: que empezamos por darles a entender que eso es Jauja, que luego nuestras leyes no los ponen en su sitio como Dios manda, y que se nos vienen en oleadas.
Un estudio sociológico publicado recientemente en Euskadi y realizado con todos los avales académicos constata que las tres provincias componentes de la Comunidad Autónoma Vasca registran una tasa de inmigración muy inferior a la media española, y ello pese a que la legislación existente al respecto en el territorio autónomo es, en términos generales, la menos restrictiva del Estado español.
Ahí hay algo que no encaja: se supone que, con una legislación laxa y en una zona de nivel de vida alto –todo ello en términos comparativos, se entiende–, debería generarse un efecto llamada de primera.
Pero no. Lo que nos devuelve al inicio de estas líneas: si los hechos contradicen el ideario al uso, habrá que estudiar en qué falla el ideario al uso; no los hechos.
Dicen los que han estudiado más y con menos prejuicios estas cosas que la razón de ese aparente contrasentido está en que, para que se produzca el famoso efecto llamada, no basta con que en la zona en cuestión haya un buen nivel de vida, ni con que la legislación sobre entrada de extranjeros no sea allí demasiado draconiana; que lo esencial es que, además y sobre todo, exista una atractiva demanda de empleo. Que haya corrido –por el Magreb, por el África negra, por el Este de Europa– la noticia de que en ese sitio, el que sea, contratan fácil y sin hacer demasiadas preguntas. Lo cual sucede mucho en España en dos sectores: primero y principal, la agricultura; segundo, aunque en rápido auge, la construcción.
¿Es ahí donde reside la madre del cordero? Tal vez. Porque en la Comunidad Autónoma Vasca no hay apenas propiedades agrícolas explotadas a gran escala. Y porque la Inspección de Trabajo, aunque diste de la perfección, tiene allí condiciones más adecuadas para vigilar cómo funciona el gremio del ladrillo. Ergo...
Lo que nos retrotrae a algo tan viejo y tan conocido como es la ley de la oferta y la demanda. ¿Qué vienen buscando los que vienen? Lo que les han dicho que pueden encontrar. Buscan empleo donde les han dicho que pueden encontrarlo. Si les dijeran que no hay demasiado empleo y que además no tienen nada que hacer sin papeles, no vendrían.
Volviendo el asunto por pasiva: parece confirmarse que, una vez más, la verdadera cuestión no es la pobreza del Tercer Mundo, sino la codicia del Primero.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Oferta y demanda.
Escrito por: ortiz.2006/08/13 09:45:00 GMT+2
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2006/08/12 07:00:00 GMT+2
Sé que oigo, leo y veo (esto
último menos) muchos noticiarios al cabo del día, pero de lo que tengo
muchísimas dudas es de que sea una persona bien informada.
Me he puesto a pensar esto tras
tomar nota de las últimas presuntas noticias sobre los presuntos atentados que
presuntos «terroristas de origen mahometano» (acabo de oír esa barbaridad en un
boletín radiofónico) se dice que pretendían cometer en aviones con procedencia
británica y destino estadounidense.
¿Qué hay de cierto en lo que
están contando? (Obsérvese que soy moderado: no he escrito «¿Hay algo de
cierto en lo que están contando?»)
El asunto, en su conjunto, tiene
un aire bastante inverosímil, pero eso tampoco me lleva a presumir que sea
falso. Más inverosímil resulta que pueda existir alguien como José María Aznar,
y existe.
Lo que me resulta más sospechoso
es que los mentados terroristas nacidos en pleno centro del Corán, según la
radio que he pillado, planearan cometer esos tremendos atentados a partir de
Gran Bretaña en el preciso momento en el que Tony Blair necesitaba urgentemente
que los medios de comunicación hablaran de algo que no fuera su apoyo a las
potencias del Eje Washington-Tel Aviv, y que ese algo, a poder ser, tuviera
relación con islámicos terroristas malísimos que finalmente no resultaran
brasileños.
Yo, de todas maneras y por si
acaso, acabo de decidir que a partir de ahora no entra en mi casa nadie que
lleve en la mano algo que no sea transparente.
Un periódico, por ejemplo.
Escrito por: ortiz.2006/08/12 07:00:00 GMT+2
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2006/08/11 08:30:00 GMT+2
Si uno se fiara
de las apariencias y creyera que es verdad lo que dicen los políticos de
profesión, tendría muchas dificultades para entender lo que está sucediendo en
la política vasca. Veamos. Punto 1: salvo el PP, todos los partidos consideran
que BHBEHO (siglas de «Batasuna Herri Batasuna Euskal Herritarrok Ocomoseleponga»)
tiene que estar presente en la vida política oficial porque su acuerdo –el de su base social– es necesario para la
PNESMPT (siglas de «Pacificación y Normalización de Euskadi Sin Mayores Precisiones
Territoriales».) Punto 2: BHBEHO no
puede estar presente en la vida política oficial
a todos los efectos por dos razones que parecen la misma pero que no lo
son: porque fue ilegalizada en virtud de una ley ad hoc y porque los jueces de ANETOP (siglas de «Audiencia
Nacional Ex Tribunal de Orden Público») se
empeñan en aplicar esa ley cuando se les pone. Punto 3: según esa ley, ningún
otro partido estaría capacitado para entrevistarse con BHBEHO sin incurrir en
delito, pero (punto 4) esa posibilidad de la ley ha sido anulada de hecho, con
gran disgusto del PTSJPV (siglas de «Presidente del Tribunal Superior de
Justicia del País Vasco»), porque los de TOPSPP (siglas de «Todos los Otros Partidos
Salvo el PP») han decidido que es una bobada y que prescinden de ella, y los
mendas de ANETOP se han dado cuenta de que quedarían muy mal si metieran a
TOPSPP en la cárcel. Punto 5: establecido el
punto 4, bastaría con que los de TOPSPP se comportaran en cualquier otro
punto del orden del día político igual que hacen a la hora de reunirse a hablar
con BHBEHO –por ejemplo, cuando BHBEHO convoca una manifestación–, lo que
tendría como resultado que ANETOP habría de meterse sus prohibiciones por salva
sea la parte, reclamando a GZFMPED (siglas de «Gobierno de Zapatero, Fiscalía, Mayoría
Parlamentaria y Estado de Derecho») que procediera a la liquidación por derribo
de la Ley de Partidos Políticos.
¿Y por qué no se
hace eso? Pues no lo sé, pero sospecho que por las mismas razones que hicieron
que a la hora de la Transición española, allá por 1977, algunos partidos aceptaran
que el Gobierno de turno los legalizara a ellos, pero no a otros. Se cuenta, y
con bastante detalle, que por aquellas fechas un tal Felipe González sugirió a
un tal Adolfo Suárez que mantuviera en la ilegalidad al PC (siglas de «Partido
Comunista», no de «Personal Computer») por lo menos hasta después de las
primeras elecciones, porque no había que facilitar las cosas a «los
comunistas». Nada demasiado escandaloso, si se tiene en cuenta que un tal
Santiago Carrillo aceptó poco después presentarse ante las urnas sin importarle
que todavía hubiera partidos de izquierda no admitidos en la legalidad. Lo
recuerdo bien, porque hubo varios de ellos, vascos de origen y coaligados para
la ocasión, que me pidieron in extremis, por
razones de plazo (yo estaba en Madrid, y ellos no), que registrara a mi nombre unas siglas, cosa que hice, como
favor personal. Las siglas eran EE, abreviatura de Euskadiko Ezkerra.
Me pregunto si
seguirán figurando a mi nombre en la clase 16 de la oficina de patentes y
marcas.
Y es que, al
final, las siglas que acaban imponiéndose, desde los tiempos de Francisco de
Quevedo, tan excelente escritor como vendedor de amigos, son siempre las
mismas: AYC. O sea, Ande Yo Caliente.
Escrito por: ortiz.2006/08/11 08:30:00 GMT+2
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2006/08/10 06:30:00 GMT+2
Hay muletillas
periodísticas tan repetidas por los profesionales del ramo que se convierten en
auténticas plagas, hasta que cambia la moda como por ensalmo y ya no vuelven a
oírse nunca, o casi. Los que llevamos muchos años en el oficio solemos hacer
recuento de ellas. Guardamos un recuerdo entrañable –los recuerdos
periodísticos siempre son «entrañables»– para «la pertinaz sequía». Hace algunos años, toda sequía que se preciara
tenía que ser «pertinaz». Nada de «larga», «duradera», «terrible»... No;
siempre «pertinaz».
Ahora sufrimos el ataque de los «espectáculos dantescos». ¡Pobre Galicia, pobres
bosques... y pobre Dante!
En tiempos del
franquismo, todos los editorialistas españoles topiqueros –perdón por el
pleonasmo– nos castigaban un par de veces por semana con algo de lo que se
declaraban «dolorosamente hartos». Nunca
estaban cansados, ahítos, hasta el gorro o meramente hartos: siempre
«dolorosamente hartos».
Bueno, pues hoy
es el día en el que yo, columnista topiquero, apelo a las fuentes primigenias y
me manifiesto «dolorosamente harto».
Estoy
dolorosamente harto de las chorradas de Baltasar Garzón.
Es insufrible el
empeño en ser noticia que padece ese
hombre.
Y es una plastez
su falta de rigor.
Batasuna ha sido
disuelta y, a la vez, suspendida de actividad. No sé si alguien será capaz de
comerse esa ensalada, tirando a indigesta, pero en todo caso, en términos
jurídicos, no veo yo cómo un juez puede llamar a declarar a alguien en tanto
que dirigente de una organización inexistente. Puede ordenar su detención para
acusarlo de dirigir una organización ilegal, pero citarlo como testigo para
preguntarle si él, en tanto que dirigente de una organización inexistente, sabe
si su organización inexistente está detrás de una manifestación convocada por
un particular, es propio de alguien que está tan absorto mirándose al espejo
que no puede ni ocuparse de la lógica elemental de las decisiones que toma.
Si yo fuera
dirigente de la izquierda abertzale –cosa imposible por infinitos conceptos–,
me manifestaría «dolorosamente harto» de todo esto y, en vez de pedirle al PSOE
que no boicotee el proceso, cosa que ya suena a «pertinaz sequía» y a
«espectáculo dantesco», propondría a los míos que nos declaráramos en huelga de
actividad institucional y nos fuéramos a casa, dejándole al Gobierno de Madrid
un único mensaje: «Puesto que ustedes dicen que tienen claro que nosotros
(nosotros, no otros) somos necesarios para resolver los problemas, avísennos
cuando hayan puesto orden en su guirigay jurídico y esté claro que se nos
permite actuar. Mientras todo lo que tengan que decir es que quisieran que
nosotros no fuéramos nosotros, sino otros, olvídennos».
Con lo cual nos
ahorraríamos un montón de rollos y de patochadas.
Escrito por: ortiz.2006/08/10 06:30:00 GMT+2
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2006/08/09 06:00:00 GMT+2
Estoy dispuesto a promover la creación de una fundación, o algo de ese estilo, que se llame «In Vino Veritas», dedicada a propagar la idea científica y demostrable de que lo único que hacen los alcoholes y estupefacientes de toda suerte es ayudar a que se exteriorice el fuero interno de las personas, pero que inventar, lo que se dice inventar, no inventan nada. Si eres borde o mala persona, ándate con ojo, porque lo mismo medio litro de orujo te desinhibe y nos lo demuestras, pero si eres un buen tipo, ándate con ojo, porque lo mismo te haces polvo el hígado, pero a los demás sólo nos habrá de preocupar tu estado de salud y lo pesadito que puedas ponerte, pero no nuestra integridad, porque no hay orujo que convierta a un buen tipo en un cabrón.
Como explicó muy didácticamente Mao Zedong, las causas externas actúan a través de las causas internas, razón por la cual el calor puede lograr que un huevo se convierta en pollo, pero no hay calor que transforme una piedra en pollo. Pondré yo un ejemplo más local y menos amarillo: tengo un amigo que derivó en alcohólico, por esas cosas que tiene la vida, y que luego dejó de beber, por esas cosas que también tiene la vida, pero siempre, en un estado y en el otro, fue –sigue siendo, por fortuna– un individuo educado y pacífico, al que nunca le dio por agredir a nadie. Lo más cercano que ha tenido en su existencia al verbo agredir es el verbo agradar, que lo conjuga sobre todo en su voz pasiva.
In vino veritas? En el vino no está la verdad, porque la verdad no está en ninguna parte, pero tenían razón los clásicos latinos que pusieron esa idea en circulación. Los tipos que ofenden, hieren y matan echando la culpa a la ingesta de sustancias estupefacientes son, amén de agresores, unos falsarios.
Me imagino harto de grifa (que nunca la he probado) y nadando en alcohol (que sí), puesto delante de una adolescente inmovilizada e invitado a violarla. Por mis muertos que me liaría a mamporros con quienes propiciaran esa escena. In vino veritas.
No sé qué asociación de soldados de los EEUU ha pedido que, a la hora de juzgar a un grupo de compañeros suyos que han sentado en el banquillo por torturar, violar y matar a una niña iraquí, se tenga en cuenta «el estrés que les llevó a consumir alcohol y estupefacientes».
Yo pediría que se juzgara no sólo a quienes cometieron el crimen, sino también a toda la soldadesca que muestra complicidad con los criminales, fingiendo que no entienden esa proposición tan sencilla: no hay calor que convierta una piedra en pollo.
Lo que en realidad están respaldando es otra proposición que por aquí conocemos muy bien: «Hoy por ti, mañana por mí».
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: In vino veritas.
Escrito por: ortiz.2006/08/09 06:00:00 GMT+2
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2006/08/08 08:00:00 GMT+2
Tal vez la culpa
sea mía, que tengo las tripas con problemas (y ya se sabe cómo son las cosas
psicosomáticas, que cuando son psico
se vuelven somáticas y cuando son somáticas se vuelven psico), pero me he levantado esta mañana con la conciencia clara de
haber dormido mal y con la sensación confusa de haber pasado la noche en
duermevela oyendo noticias apocalípticas. (*)
Como quiera que
estoy perdido en mi refugio de la montaña mediterránea, los noticiarios radiofónicos
que me llegan de hora en hora (**) tienen no poco de local, lo que hace que se
refieran con insistencia a dos elementos típicos de por aquí: el fuego y el
agua. Hay general acuerdo en que nos sobra fuego y carecemos de agua.
En las penosas
condiciones en que me encuentro ahora mismo, no me atrevería a retar a nadie a
nada, pero de aquí a dentro de pocas horas seguro que estoy en condiciones de
discutir con quien sea en defensa de la tesis de que los problemas que tiene
nuestra zona con el fuego y con el agua no los tiene ni con el fuego ni con el
agua, sino con esa cosa absurda que llamamos hombre.
Los incendios
tienen muy diversos orígenes, que van desde la degradación del medio natural
hasta la imprudencia de bastante personal, pasando por la premeditación y
alevosía de los más variopintos negociantes. Pero la insuficiencia de agua
(desalinizada, se entiende) tiene una razón que las engloba todas: por mucha
agua que hubiera por aquí, siempre sería poca. Han decidido que quieren tener
un hábitat propio del norte de Europa en lo que es, dicho en pocas palabras,
una avanzadilla de África. Quieren tener agua potable para muchos millones de
personas en donde sólo la puede haber, y con dificultades, para un par de
millones. Quieren tener césped a gogó para cientos de campos de golf, para
miles de jardines, en un espacio en el que el césped no pinta nada, porque se
da de tortas con la Naturaleza. Quieren tener cultivos y más cultivos de
regadío en sitios en los que ese tipo de agricultura es un disparate.
Están locos. Si
lograran abastecer de agua todo lo que su megalomanía y su insaciable ambición
de dinero les sugiere, entonces se plantearían llenar esto de fiordos. Y hacer una
réplica de los Grandes Lagos. Y del Niágara mismo, rebautizado como Zaplana
Falls.
Entretanto,
ponen a parir al Gobierno central porque objeta que quizá hay algo en todo eso
que no acaba de ser sensato. Y se cagan en la España verde, por insolidaria.
_____________
(*) Oyéndolas,
además, en voces tan inmaduras como torpes e incultas. ¿Qué razón hay para que
las grandes cadenas de radio sólo empleen (es un decir) a becarias pijas? Podría
darla, pero prefiero no insultar a la inteligencia de mis lectores. Y de mis
lectoras. Estoy seguro de que les basta con imaginar el aire baboso de algunos
directivos.
(**) Por lo que
he podido comprobar, los programas nocturnos que ofrecen las radios entre
informativo e informativo son casi más apocalípticos que las propias noticias.
Incitan a la pobre audiencia a exhibir lo peor de sí misma, relatando sin
ningún pudor experiencias personales de efectos mucho más fulminantes que mis
males gástricos.
Escrito por: ortiz.2006/08/08 08:00:00 GMT+2
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2006/08/07 06:58:00 GMT+2
Me telefonea mi
buen amigo Gervasio Guzmán. «¡Tío, tú no tienes ni idea de las querellas
internas de los judíos!», me espeta. Ha leído la satisfacción que me ha
producido tener noticia de una reciente manifestación en Nueva York en contra
del sionismo congregada por seguidores de la religión hebraica, de la rama de
los llamados «ortodoxos», y se burla de mi ignorancia. «Pero, ¿no sabes que
ésos son los más fanáticos de todos? Están en contra del Estado de Israel, pero
no porque quieran una sociedad en la que puedan convivir en tolerancia judíos y
palestinos, ¡sino porque consideran que no debe haber un Estado judío hasta el
advenimiento del Mesías!».
Es cierto que no
para de sorprenderme la amplitud de mi ignorancia. Cuanto más consciente me
hago de ella, más asumo que la broma que suelo hacer a costa de la burrería de
algunos periodistas («Con todo lo que ése ignora podría escribirse una
enciclopedia mucho más completa que la Británica») debería empezar por
aplicármela a mí mismo. Mi principal fuente de información sobre los vericuetos
del judaísmo son los sarcasmos de Woody Allen y los improperios de un par de
amigos míos que son judíos, pero ateos, y que odian los propósitos que dieron
origen al Estado de Israel (y, ya de paso, a no pocos de sus propios
familiares, que los alientan).
Considerado lo
cual, respondo a mi amigo Gervasio Guzmán –cuyos ancestros se opusieron a los
pogromos sevillanos de las postrimerías del siglo XIV en razón de rivalidades
aristocráticas– que soy partidario de una confluencia
táctica con los hebreos ortodoxos. «Podemos
oponernos conjuntamente al Estado de Israel», le digo, «hasta el advenimiento
del Mesías». «¡Pero si tú no crees en esas cosas!», me replica. «Razón de más»,
arguyo. «Si el Mesías no viene nunca, nuestra alianza puede ser muy duradera».
Aunque me salgo
por esos cerros de Úbeda tan sólo para disimular mi ignorancia, no le miento a
Gervasio cuando le digo que tampoco me opondría a confluir con los hebreos ortodoxos si de ello se derivara una ventaja
para la causa que defiendo. Huelga decir que es un asunto carente de
trascendencia práctica, porque mis criterios no pintan ni un pijo en este
asunto, pero Gervasio insiste en él, porque sabe que afecta a otras materias
sobre las que solemos discutir y que sí nos pillan de cerca.
–¿Sigues en las
mismas, eh? Como confluiste tácticamente con
Amedo cuando la historia de los GAL, ¿no?– me suelta.
–Por supuesto –le
respondo–. Si quieres combatir el hampa política y el terrorismo de Estado,
tienes que saber cómo funciona. Yo nunca tuve tratos personales con Amedo, pero
sólo porque no era mi papel. Aprobé que otros los tuvieran. Depende de las
situaciones. Por contra, cuando hace unos meses me hicieron llegar el original
del libro de Amedo para publicarlo, lo devolví. No me interesó ni como editor
ni como periodista, porque no aportaba nada al esclarecimiento de lo sucedido.
Era sólo un burdo intento de autojustificarse.
–Tú y tus confluencias tácticas... –sigue
ironizando Gervasio.
–Sí.
–Como la que
mantienes con El Mundo.
–¡Sin duda! Hay
gente que se cree que me pone en un brete cuando me habla de ello, pero se
equivoca. Es algo que tiene una explicación muy sencilla y muy presentable: el
periódico considera, al menos por el momento, que le conviene contar en sus
páginas con un «disidente profesional» como yo, y a mí me interesa contar con un
medio que difunde en cientos de miles de ejemplares lo que escribo, y que
contribuye a mi manutención. Es una relación clara y leal, sobre la que es
tontería llamarse a engaño. Nadie piensa que mis criterios tengan nada que ver
con la línea editorial de El Mundo. Ni
lo contrario.
–Pues muchos no
entienden esa confluencia.
–Hay muchos que
no entienden muchas cosas. Yo me conformo con apañarme con las mías.
Y me despido
educadamente de Gervasio y pongo fin a la conversación, que van a dar las 7 de
la mañana y no son horas.
Escrito por: ortiz.2006/08/07 06:58:00 GMT+2
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2006/08/06 12:00:00 GMT+2
Siempre he recordado –y siempre he recordado a los demás– lo
que exclamó el patriarca de la socialdemocracia alemana Augusto Bebel en cierta
ocasión en que un importante periódico reaccionario de su país se refirió a él
en términos elogiosos: «¡Ah, viejo Bebel! ¿Qué tontería habrás hecho para que
esta gentuza te alabe?».
No pretendo que
la lógica que guiaba ese pensamiento de Bebel sea infalible –ninguna lo es–,
pero la experiencia me ha enseñado que uno de los mejores métodos para saber
qué es lo que realmente conviene a tu causa en la lucha política –al menos en
la lucha política– es poner la vista en lo contrario de lo que tus enemigos te
incitan a realizar. Si lo que te dispones a hacer merece sus alabanzas,
malo. Si las recibe lo que ya has
hecho, peor. Es una norma pedestre, pero eficaz.
Hay ocasiones en
las que esa regla es aplicable a rajatabla. El ejemplo más acabado que me viene
a la memoria es el de la política del PCE de Santiago Carrillo durante la
Transición. Siempre me he preguntado cómo tanta buena gente, tan probada en
momentos terribles, dificilísimos –no me refiero a Carrillo, sino a la
militancia de su partido–, pudo tomarse como una prueba de astucia que tipos
como Fraga o Martín Villa alabaran su «buen juicio», su «sensatez» y hasta su «patriotismo».
Se cuenta que Goebbels decía: «Cuando oigo hablar de intelectualidad, saco la
pistola» (*). Yo, cuando oigo hablar de patriotismo, no siento ningún deseo de
empuñar un arma –supongo que mi aversión a la dialéctica de los puños y las
pistolas es una de las manifestaciones más claras de mi carencia de espíritu
patriótico–, pero me pongo de inmediato en guardia, esperándome lo peor. Con
sobrada razón en el caso de Carrillo durante la Transición: hizo como nadie el
juego de sus teóricos enemigos.
¿A cuento de qué
me vienen estos pensamientos? A que ayer por la noche oí en la radio decir que
el Gobierno de Israel estaría dispuesto a aceptar el plan de alto el fuego que
proponen mano a mano los ejecutivos de Washington y París. Cogí un papel y, con
la lógica del bueno de Bebel en la cabeza, escribí: «1º) Si los sionistas
quieren que la guerra se detenga, es que han llegado a la conclusión de que su
continuidad les perjudica. 2º) Si el plan que proponen Bush y Chirac es del
gusto de los sionistas, sólo puede ser perverso: de tal conjunción de intereses
no puede esperarse nada bueno.»
A continuación
repasé mi correo electrónico y vi una foto que me enviaba un amigo. Era de una
manifestación de judíos ortodoxos en Nueva York. Llevaban por delante una pancarta
en la que podía leerse: «Sionismo =
Brutalidad». Y me entraron ganas de entonar las muy bellas notas de un himno
religioso que suele cantarse a capella en las iglesias protestantes
anglosajonas. La música es de Bach y la letra empieza diciendo: «Because all
men are brothers...». ¡Todos los hombres, hermanos! No es verdad, pero
sería tan hermoso si lo fuera...
_________
(*) Para mí que la
cita es apócrifa, porque el ministro de propaganda de Hitler era, amén de un
grandísimo hijo de perra, un hombre muy culto, lo que no tiene nada de
incompatible.
Escrito por: ortiz.2006/08/06 12:00:00 GMT+2
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2006/08/05 06:00:00 GMT+2
La Comisión formada en el Parlamento de la Comunidad Valenciana para investigar las circunstancias del accidente que provocó la muerte de 43 personas hace un mes ha cerrado sus trabajos con una conclusión que estaba ya dictada antes de que empezara a reunirse: nadie, salvo el conductor del tren, tiene ninguna responsabilidad en lo sucedido. Según la mayoría parlamentaria del PP, esa línea de metro contaba con medidas de seguridad suficientes cuando se produjo la tragedia, de modo que ningún responsable de la empresa pública concernida tiene por qué arrepentirse de nada, y menos todavía renunciar a su cargo.
Lo que no resulta sencillo de entender –lo que no cabe entender de ningún modo, por decirlo sin ambages– es que, contando ese tramo de la línea 1 del tren metropolitano de Valencia con las medidas de seguridad suficientes, según el gobierno de la Generalitat, éste haya decidido la instalación de otro recurso de seguridad suplementario. Porque, una de dos: o el nuevo recurso (una baliza de control de la velocidad de los vehículos) es necesario, y en tal caso el dispositivo de seguridad existente en el momento del siniestro era deficiente, o el control ya era bastante, y entonces lo que van a instalar es superfluo y constituye un uso abusivo del erario, esto es, un despilfarro.
He oído a un caballerete perteneciente al tinglado afirmar que la baliza la van a colocar «a la vista de la alarma social que se ha creado». Dicho sea con todos los respetos, eso no es una explicación, sino otra estupidez. Porque o la alarma social está justificada, y en consecuencia hacen bien en atenderla, o no tiene razón de ser, en cuyo caso en lo que deben gastar sus energías y sus dineros es en explicar a la población que puede estar tranquila porque, salvo conjunción astral nefanda o reiterado designio fatídico del Supremo Hacedor, en el Metro de Valencia todo debe ir, por así decirlo, sobre ruedas.
No son sólo las coartadas manejadas en este caso por las autoridades autonómicas las que ponen a prueba mi apego a la lógica; también las tomas de posición de algunos representantes sindicales. A ellos no les preocupa que los políticos funcionariales del PP queden mal, o incluso muy mal. Lo que les inquieta es verse arrastrados en la caída. Tras el accidente, empezaron por echarse las manos a la cabeza: si ellos ya lo habían avisado, si esa línea del metro es una caca, si a éstos del PP no hay por dónde cogerlos, etc., etc. Pero, de repente, descubrieron la papeleta que se les presentaba. Porque, si sostenían que esa línea del tren metropolitano de Valencia carece de las medidas de seguridad imprescindibles, estaban obligados a reclamar su cierre cautelar. Lo cual, de llevarse a cabo, implicaría un follón laboral de mil narices. ¿Solución? La única que se les ocurrió: se apuntaron a todo a la vez. A las horas pares, declaraban que la línea puede seguir funcionando sin ningún problema. A las impares, que es urgente añadirle medidas de seguridad. Que todo está en orden, pero que varios responsables deben dimitir ya mismo. Y así.
Recuerdo una expresión sardónica que le oí hace años a un amigo valenciano, hombre de humor más británico que fallero. Le pregunté cómo se las arreglaba un determinado político de izquierdas de su tierra para unir en el mismo escrito ideas que se daban de tortas entre sí. Me respondió: «Con grapas. Escribe lo uno y lo otro y lo junta grapando los folios».
Se ve que aquel político hizo escuela.
Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Con grapas.
Escrito por: ortiz.2006/08/05 06:00:00 GMT+2
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2006/08/04 07:45:00 GMT+2
El Defensor del Pueblo se muestra muy crítico con el proceso de paz en Euskadi. También con el Estatut catalán, cuya promulgación va a recurrir ante el Tribunal Constitucional.
Hace ya años que el Defensor del Pueblo, en la actualidad Enrique Múgica Herzog, expresa opiniones políticas que están más en sintonía con el PP que con el partido con el que supuestamente se identifica, que es el PSOE.
Que sintonice con el PP es lo de menos. Lo de más es que no debería manifestar ninguna opinión de carácter partidista, al menos cuando habla en tanto que Defensor del Pueblo.
Hace años que Enrique Múgica apenas hace nada que quepa identificar con la responsabilidad institucional y suprapartidista que ostenta, sea porque lo que hace es llamativamente partidista, sea porque no hace nada, de ningún tipo, salvo pasárselo bien, fumar grandes puros –todo un ejemplo sanitario– y lucir su palmito en los palcos taurinos y futboleros.
La culpa no la tiene él. Siempre ha sido así. En el fondo, quiero decir. Siempre se ha comportado con una total desenvoltura. Todavía me acuerdo de cómo se desenvolvía en los tiempos de la Transición, cuando era uno de los responsables de la financiación del PSOE. ¡Ay, qué maletines aquellos! No se tomaba el trabajo de disimular, por lo menos con la gente más próxima.
(En mi caso la proximidad era geográfica: ambos donostiarras; él, amigo de mis hermanos mayores; sus padres y abuelos, clientes de la gestoría de mi padre... ¿Cómo se llamaba su abuelo? Willy Herzog Grauer, creo recordar. Sería un perfecto desagradecido –y no lo soy– si me olvidara de las muestras de deferencia que he recibido de Enrique Múgica. En especial en aquella ocasión, en 1976, cuando hizo gestiones ante el entonces ministro de la Policía, Rodolfo Martín Villa, para que su gentuza de la Brigada Político-Social no me torturara. No tuvo éxito, pero lo intentó.)
Lo de la Oficina española del Defensor del Pueblo es ejemplar. Tuvo durante años a su frente a una perfecta nulidad, Fernando Álvarez de Miranda, que llegaba a dormirse sobre la mesa de su despacho cuando le tocaba repasar papeles. Su preparación jurídico-política era tan excelsa que en cierta ocasión tuvo que llamar por teléfono a «un experto» para que le explicara que era «eso del derecho de autodeterminación» del que le estábamos hablando. Volvió escandalizado: «¡Que me dicen que eso podría suponer la independencia de las regiones!», clamó, en medio del apenas disimulado cachondeo general. Era tan mediocre que daba hasta pena. Tuvieron luego al frente del tinglado a dos adjuntos realmente competentes. Uno, Antonio Rovira, que, como era inteligente, sensible, discreto en la expresión de sus opiniones políticas personales, fino jurista y buena persona, se lo quitaron de encima en cuanto pudieron. El otro, un hermano de José María Aznar que honraba el apellido. También lo marginaron. España es así.
Múgica ha conseguido que la Oficina española del Defensor del Pueblo regrese a los tiempos de Álvarez de Miranda: no sirve para casi nada, y para lo poco que sirve es malo. ¿Gracias a quién? Gracias al PP, que tuvo la habilidad de encontrar a un militante socialista que ideológica y políticamente es de los suyos, y a tope. No hay problema: si Enrique lo deja o hay que quitarlo de ahí por fuerza mayor, siempre cabrá recurrir a alguna Rosa Díez o algún Nicolasín Redondo que se muestre a la bajura de las circunstancias.
Escrito por: ortiz.2006/08/04 07:45:00 GMT+2
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