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2007/01/10 07:25:00 GMT+1

Disparatado y predecible

Cuando leí ayer el comunicado de ETA, comenté que reunía una doble condición aparentemente paradójica: era tan disparatado como predecible.

Disparatado por dos razones elementales. Primera, porque ninguna fuerza armada puede pretender –sin hacer el ridículo, se entiende– que está en tregua pero que actuará cada vez que le venga en gana, sencillamente porque ésas no son las reglas de las treguas, sino las de la contienda. Y segunda, porque ninguna fuerza armada puede enfadarse porque el enemigo no colabore con ella, salvo que tenga al Gila de los chistes bélicos como referente teórico e inspirador estratégico.

Sin embargo, las lumbreras de ETA tienen esa costumbre (y de ahí que su comunicado resultara predecible): cuando dan un aviso de bomba y la policía española no desaloja el lugar con la antelación necesaria, se quejan de lo mal que las fuerzas del enemigo siguen sus instrucciones. ¿Y por qué confían en la eficaz y pronta colaboración del enemigo? ¿Y por qué presuponen que no hay mandos de la policía española con designios políticos particulares, que lo mismo no pasan por hacer lo que ellos quieren?

Se han cargado la tregua y, hagan los juegos florales que quieran, la cosa no tiene vuelta de hoja. Que se lo cuenten a los familiares de los exiliados y los presos, que ya habían empezado a ilusionarse con la cuenta atrás. Y pasen copia de ello a las asociaciones de inmigrantes ecuatorianos, que ya verán el uso higiénico que hacen de sus comunicados.

ETA vive marcada por una maldición histórica, que le persigue desde sus orígenes (y sé de lo que hablo). Cada vez que le surgen unos dirigentes que ponen cierto interés en pensar, aparecen otros que los quitan de enmedio. Éstos de ahora siguen sin asumir el cruel raciocinio que se atribuye a Luis María Ansón: para el Estado español, ellos no pasan de ser una úlcera, que duele y fastidia, pero no pone en peligro nada fundamental. El Estado español no sólo no corre riesgo, sino que se fortalece gracias a ellos, porque mientras estén ahí, poniendo bombas y matando, no habrá modo de plantear seria y serenamente otros problemas. El del federalismo, por ejemplo. O el del confederalismo.

Se lo dije hace un par de semanas a un importante líder del nacionalismo institucional vasco: «Estoy deseando que la maldita “cuestión nacional” se resuelva de una puñetera vez para que la izquierda vasca y la derecha vasca empecemos a hablar de lo mucho que nos separa».

No me contestó nada. Tampoco estoy muy seguro de que me estuviera haciendo caso.

Escrito por: ortiz.2007/01/10 07:25:00 GMT+1
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2007/01/09 05:00:00 GMT+1

Para bajársela

El dependiente de El Corte Inglés, departamento de informática, mira al cliente con toda la seriedad que acierta a fingir.

–Entonces, yo pongo esto, y se me bajan (sic) todas las películas que quiero, ¿no? –le pregunta el aspirante a comprador.

–Bueno, no. No exactamente –sonríe el joven aspirante a vendedor–. Esto es un disco duro exterior. En sí mismo, él, por su cuenta, no hace nada.

–¿No sirve para bajar películas? –le suelta el otro, mosqueado–. ¡Porque yo tengo un amigo que sabe mucho de informática y me ha dicho que con esto yo me bajo películas!

–Para bajarse películas, como usted dice, hay servidores, hay programas... Este aparato por el que usted se interesa sirve para almacenar. Cualquier cosa. Fotos, programas, libros... Y películas también, claro. Lo que sea.

–Vamos a ver –insiste el otro–. Si yo le digo a esto que me baje la última de James Bond, ¿me la baja a no?

El dependiente me mira, ve que estoy a punto de partirme de la risa y se contagia.

–Perdone, pero no tengo ni idea de qué se la sube y qué se la baja –responde.

El cliente no entiende nada. Pero es del género insistente.

–A ver... En todo caso, esta marca ¿es de fiar?

Ya no puedo reprimirme e intervengo.

–No, señor. Perdone que me meta en su conversación... Esta marca no es de fiar. Ninguna marca es de fiar. Pero no le pida al vendedor que lo confiese. Él está ahí para vender, no para criticar cómo está el mercado.

Veo que el vendedor se da la vuelta para que no se le note la juerga.

Los dos nos disolvemos pacíficamente.

El aspirante a cliente se nos queda mirando, perplejo.

Escrito por: ortiz.2007/01/09 05:00:00 GMT+1
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2007/01/08 05:00:00 GMT+1

Sirviéndose de las víctimas

El historial de las víctimas de ETA es más que revelador: desde un prototorturador, como Melitón Manzanas, y un segundo espada de cuadrilla fascista, como el almirante Luis Carrero Blanco, a dos inmigrantes ecuatorianos, pasando por un capitán de farmacia demócrata y por un par de pinches de cocina.

Eso, sin contar con las niñas y los niños que se le han puesto de por medio a lo largo de los últimos decenios.

Así es la verdad y así la asumo, pero no estoy dispuesto a caer en la monserga, tan al uso y para mí tan odiosa, que habla, habla y no para de hablar de las víctimas inocentes.

Para que haya víctimas inocentes tiene que haber víctimas culpables. Y en mi criterio, todas las víctimas son inocentes, por lo menos hasta que un tribunal constituido conforme a criterios de equidad dictamine lo contrario tras celebrar un juicio en condiciones, en el que el acusado pueda defenderse.

En todo caso, lo que nunca podrá dictaminar ese tribunal, si es que realmente ha sido constituido con criterios de equidad, es que haya que matar al acusado. Porque tal vez haya gente que merece morir, pero no hay ninguna sociedad digna, sana y sensata que merezca matar.

Si ETA fuera algo de lo que pretende ser (no digo todo: digo algo, tan sólo), debería estar anonadada por el crimen que acaba de cometer en Madrid.

Me importa un bledo si lo ha hecho queriendo o sin querer (o queriendo, pero no tanto), si deseaba o no matar emigrantes ecuatorianos o si le hubiera dado lo mismo que fueran senegaleses sin papeles, turistas del Québec o incluso –quién sabe– mediadores de paz recién llegados de Sudáfrica o del Ulster. Cuando uno pone una bomba tan tremenda, en un sitio así y en esas condiciones, es que está tan obcecado con lo suyo que todo lo demás, hechas las cuentas finales, se la suda.

Cuando uno es así, uno es odioso. De todas todas.

Pero que no me vengan los otros, desde el Borbón hasta el último comentarista de radio, ejerciendo de plañideras de opereta, fingiéndose compungidos por el fallecimiento de «estos dos ciudadanos de allende los mares que habían elegido vivir entre nosotros». ¿Pretenden que nos creamos que estos dos pobres les merecen más consideración lacrimal que diez magrebíes, cincuenta nigerianos o cien etíopes, de ésos que fallecen todos los días tratando de «vivir entre nosotros» y fracasando en el intento, o no pudiendo ni siquiera planteárselo, a la vista de lo que cobran los traficantes de carne humana?

Su conmiseración es tan evidentemente hipócrita, instrumental e interesada que obliga a torcer el gesto. Por favor: no nos tomen por idiotas. Paguen lo que tengan que pagar, fleten aviones, organicen las exequias de rigor y, entretanto, queden en silencio.

En cuanto a los asesinos, les digo algo que quizá les suene: nosotros no olvidamos.

Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Sirviéndose de las víctimas.

Escrito por: ortiz.2007/01/08 05:00:00 GMT+1
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2007/01/07 08:35:00 GMT+1

En el foro

Un lector me reconviene amablemente por mi uso reiterado de la expresión «Gobierno de Madrid» para referirme al Ejecutivo español. Dice que Madrid tiene ya dos gobiernos propios (el de la comunidad autónoma y el municipal) y que esa desgracia por partida doble debería despertar mis instintos caritativos y hacerme desistir del intento de endilgarle un tercer gobierno que no es realmente suyo.

Aparte de reírle la gracia –porque la tiene–, le respondí telegráficamente que no vea en mí la menor animadversión hacia la ciudad de referencia, en la que paso buena parte de mi tiempo. Así sea sin entusiasmo particular, me siento parcialmente madrileño, no sólo por razones de residencia administrativa, sino también porque en Madrid he vivido la mayor parte de mi vida (tres décadas) y porque una parte de mi familia es gata (*). No sé si será verdad que los de Bilbao nacen donde les da la gana, pero los de San Sebastián nacemos donde nos nacen, y yo, al menos, me lo tomo como mera circunstancia: no lo pedí, como no lo pidió mi padre, al que lo nacieron en la calle de Hortaleza, pegadito a Augusto Figueroa.

Lo que cabe discutir –porque no es fácil inclinarse de un lado u otro– es si las capitales de los estados ganan o pierden por tener esa condición. Es verdad que deben padecer el rollo de ser identificadas con el poder correspondiente («Moscú ha hecho saber a Londres y París que, mientras Washington y Roma no acepten...», etcétera), y que eso las somete a suplicios complementarios (ser objetivo de los grupos terroristas, muy concretamente), pero también se aprovechan de algunos beneficios. No sé qué parte de la población de Madrid se alimentará de la capitalidad del Estado, pero me malicio que bastante.

La cosa puede parecer anecdótica –y lo es en parte–, pero tiene también su aquel: el Instituto Social de la Marina español, para el que trabajé durante tres años, tiene su sede... en Madrid. Que, como todo el mundo sabe, es un famoso centro marítimo.

Si a esa circunstancia se le añade el hecho de que la sede en cuestión está en la calle de Génova, juntito a la Audiencia Nacional y a la fortaleza del Partido Popular, y que se asienta en la casa natal de José Antonio Primo de Rivera... pues qué quieren ustedes que les diga. Demasiados simbolismos a la vez.

___

(*) La Academia Española recoge en su diccionario este uso cheli del sustantivo/adjetivo «gato». Dice: «10. m. coloq. Hombre nacido en Madrid.» ¡Estupendo! Y con las mujeres ¿qué hacemos? ¿Es tan difícil escribir «persona» en lugar de «hombre»?

Escrito por: ortiz.2007/01/07 08:35:00 GMT+1
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2007/01/06 09:30:00 GMT+1

No hay mentiras bonitas

Todos los periódicos de hoy que he ojeado por internet se refieren a los Reyes Magos de Oriente como si existieran, y escriben con perfecto aplomo sobre su visita, sobre los regalos que han dejado a los niños, etcétera. Hacen todo lo que pueden para que ningún chavalín o chavalita se entere de la verdad por la prensa.

Recuerdo que, hace años, escribí una columna en la que hablé a favor del mito de los Reyes Magos. Creo que lo hice por oposición a lo de Papá Noel, esa promoción de la Coca-Cola que demuestra lo astutas que pueden ser las multinacionales (las criaturas, lógicamente, prefieren recibir regalos al comienzo de las vacaciones; no al final).

El caso es que mi hija Ane se agarró un rebote de mucho cuidado: me puso de vuelta y media acusándome de incoherente, porque de niña nunca traté de engañarla ni con la historia de los Reyes Magos, ni con la de Papá Noel (y eso que estábamos en Francia) ni, todavía menos, con la de Santa Claus, o sea, San Nicolás. ¡De pronto, treinta años después, me descolgaba añorando el engaño de los Reyes Magos!

Tenía razón, como casi siempre. Pero mi error no estaba en lo que hice de joven, sino en las tonterías bobaliconas que escribí de mayor.

No hay mentiras bonitas. Es infinitamente preferible ilusionar y enamorar con la verdad. A los niños y a los mayores.

Claro que también cuesta más. No en dinero, sino en imaginación, en cariño, en interés, en dedicación.

¿Los Reyes, los padres? Lo que tienen que ser los padres es republicanos.

En cuanto a los medios de comunicación que se ponen de acuerdo para mentir... En fin, sin palabras. La conclusión es demasiado evidente.

Escrito por: ortiz.2007/01/06 09:30:00 GMT+1
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2007/01/05 10:55:00 GMT+1

Entre lo muy malo y lo imposible

Hay quien considera –ésa es una de las hipótesis que yo también he manejado en los últimos días– que el atentado de ETA en Barajas puede contribuir a la mejora de las expectativas electorales del PP, e incluso ayudarle decisivamente a recuperar el Gobierno de España.

Tras darle bastantes vueltas al asunto, y aunque las motivaciones que siente el personal cuando se planta ante una urna sigan siendo para mí un arcano indescifrable, he llegado a una conclusión: no lo sé.

Vayamos por partes.

Es perfectamente posible que una porción importante del electorado que dio su voto al PSOE en marzo de 2004 esté muy insatisfecha con el churro que ha resultado la negociación de Rodríguez Zapatero con ETA. Bien. Pero, primero: la negociación con ETA es sólo un capítulo de los que habrán de evaluar los electores a la hora de juzgar la labor de Zapatero en 2008; segundo: quizá se hayan dado cuenta ya de que, cuando un diálogo entre dos fracasa, no hay por qué atribuir la culpa automáticamente a una de las partes; y tercero, y principal: cabe que piensen que no hay nada que indique que, porque este intento de diálogo haya ido mal, los partidarios de no dialogar sean capaces de hacerlo mejor.

Es verdad que somos muchos los que criticamos cómo ha gestionado Zapatero el abortado proceso de paz en Euskadi. Pero cada cual por sus razones, no siempre coincidentes. Y a veces incluso contradictorias. Unos piensan que lo ha intentado poco. Otros, que lo ha intentado mal. Otros, que no ha sabido administrar los plazos. Otros, que no ha ayudado a la otra parte a convencer a los suyos de que el asunto valía la pena e iba en serio.

¿Cuántos, de los inicialmente partidarios del proceso de paz, han concluido que fue un error intentarlo? Quizá no tantos.

Por lo que llevo hablado, oído y leído de los unos y los otros, el principal activo de Zapatero sigue siendo que encarna el no PP. Para muchísimos votantes, lo más importante, lo fundamental, lo realmente decisivo, es que los Acebes, los Zaplanas y las Aguirres no se hagan con el mando completo de España. (Se ve que Rajoy no cuenta ni para los unos ni para los otros.)

En estos últimos días se les nota especialmente crecidos, lo cual suscita (no menos especialmente) las alarmas de quienes no comulgan –y excúsenme el chiste fácil– con su ideario de intransigencia y derechismo a ultranza.

Ya digo que no sé, pero es posible que no se equivoquen del todo los que me dicen que lo que se dirimirá finalmente en las urnas no es quién debe estar en el Gobierno, sino quién no debe estar bajo ningún concepto. Aunque haya que tragar carros y carretas, soportar torpezas y aguantar incompetencias descomunales.

Yo no he votado casi nunca, no sé si porque no me tomo demasiado en serio mi voto o si porque me lo tomo demasiado en serio. Pero una cosa sí tengo clara ahora mismo: lo que sea, pero el PP no.

Por lo que me cuentan, parece que hay bastante más gente que siente igual que yo en ese aspecto. Gente que se dice: con Zapatero, vale, muy mal; pero es que con el PP, imposible.

Nota.– Pido paciencia a lectores y correspondientes, a algunos de los cuales los noto irritados. Ya sé que en los últimos días escribo tarde mis apuntes y apenas atiendo a la correspondencia. Estamos de vacaciones, tenemos actividades lúdicas, trasnochamos, trabajamos poco. No sé si tengo derecho a ello. Si no lo tengo, me lo tomo. Carezco de psicoanalista, pero sé que, si lo tuviera, me lo recomendaría.

Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Entre lo fatal y lo imposible.

Escrito por: ortiz.2007/01/05 10:55:00 GMT+1
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2007/01/04 10:25:00 GMT+1

Lo dijo Blas

Hay rumores de que ETA va a publicar un comunicado para decir que puso la bomba en la T-4 de Barajas con la exclusiva intención de advertir al Gobierno español de su capacidad operativa, pero sin ningún deseo de provocar víctimas, que lamenta lo sucedido y que no da por rota la tregua.

Si lo hace, ya lo comentaremos con el debido detalle, pero de momento convendrá que todos –no sólo ETA– asumamos el hecho de que el llamado proceso de paz, tal como arrancó tras la declaración de alto el fuego de marzo, se ha ido a pique. La tregua de ETA puede volver, porque eso sólo depende de ETA, pero el diálogo del Gobierno con ETA y los amagos de distensión asociados a él (porque tampoco hubo mucho más que amagos) han saltado por los aires sin remedio. Si vuelve a haber algo de eso,  lo que supongo que acabará por suceder, será en otro momento y en condiciones distintas. Es decir, más tarde, con más dificultades... y con más víctimas de por medio. Con más víctimas de todo tipo.

El Gobierno está filtrando ahora a diestro y siniestro que tenía preparado un cambio de política penitenciaria con respecto a los presos vascos. Dice que empezaría a notarse en febrero y que ya se lo había hecho saber a ETA. Supongo que pretende demostrar con ello que su posición no era tan inmovilista como parecía (y como él mismo alardeaba de que era). No asume dos errores fundamentales que ha cometido: primero, utilizar como moneda de cambio política el reconocimiento de los derechos legales de los presos; segundo, tardar casi un año en disponerse a adoptar las primeras medidas positivas, sin haber parado durante todo ese tiempo de insistir en las negativas. 

Batasuna está pasando también por un calvario de mucho cuidado. Las declaraciones que hicieron ayer varios de sus dirigentes transparentaban su perplejidad y su desolación. No les llega la camisa al cuerpo, pero no sólo por el trago que les supone dar la cara después de lo ocurrido, sino también porque se dan cuenta de la larga y penosa travesía del desierto que les espera por delante. Imagino que no pocos de ellos se estarán planteando lo mismo que me consta que rumian otros de bandos distintos, pero también implicados en el proceso de paz, o sea, las ganas de decir: «Lo siento. No doy más de mí. Seguid vosotros, si podéis. Yo estoy demasiado cansado».

Para mí que no hay nadie, para estas alturas, que no quisiera que el reloj empezara a correr a toda velocidad para atrás, hasta plantarnos en el 29 de diciembre. Supongo que los jefes de ETA desearían regresar incluso a días anteriores, cuando tomaron la decisión de hacer lo que luego se les ha ido tan terriblemente de las manos.

No estamos ante nada nuevo. Sófocles se limitó a copiar de la propia realidad. Shakespeare no fantaseó para crear el tenebroso mar de fondo de sus dramas. Es mucha la gente que, movida por tales o cuales pasiones –el honor, la familia, la patria: cosas de ésas–, comete actos de consecuencias terribles, no pretendidas, y además irreversibles, que provocan la desolación general, incluida la suya misma.

Un bilbaino lo escribió en 16 versos:

Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces,
saber que somos luz, y sufrir frío,
humanamente esclavos de la muerte.

Detrás del hombre viene dando gritos
el abismo, delante abre sus hélices
el vértigo, y ahogándose en sí mismo,
en medio de los dos, el miedo crece.

 Humanamente hablando, es lo que digo,
no hay forma de morir que no se hiele.
La sombra es brava y vivo es el cuchillo.
Qué hacer, hombre de Dios, sino caerte. 

Humanamente en tierra, es lo que elijo.
Caerme horriblemente, para siempre.
Caerme, revertir, no haber nacido
humanamente nuca en ningún vientre.

Lo dijo Blas y amén, punto redondo.

Escrito por: ortiz.2007/01/04 10:25:00 GMT+1
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2007/01/03 09:50:00 GMT+1

Dos mesas (segunda parte)

En las actuales condiciones, y al margen de los deseos que cada cual pueda evidenciar –me temo que más de uno sigue confundiendo sus deseos con las realidades–, sólo queda una vía por la que podría propiciarse el fin de la violencia de ETA: la demostración práctica de que esa violencia no tiene sentido porque las aspiraciones mayoritarias de la población vasca, en lo relativo al reconocimiento y a la expresión de su identidad nacional, pueden ir obteniendo satisfacción por métodos pacíficos.

Ahí es donde debería cobrar toda su importancia la otra mesa, de la que tanto se ha hablado en general, como pieza clave del proyecto de pacificación y normalización de Euskadi, pero de la que tan poco concreto se ha sabido a lo largo de los últimos meses. Si ese foro, abierto en principio al conjunto de las fuerzas políticas vascas, avanzara en el establecimiento de un amplio consenso con respecto a lo que convendría que fuera el futuro de Euskal Herria como colectividad nacional, el despropósito de la actividad de ETA se iría haciendo patente también para el conjunto de su propia base social.

Sin embargo, el avance por ese camino tropieza con obstáculos de todo tipo, tanto circunstanciales como estratégicos.

Los circunstanciales son bastante obvios: el atentado de la T-4 va a dificultar, si es que no a impedir –de momento también a impedir–, que esa mesa, en la que la presencia de Batasuna es tan imprescindible como la del PSE-PSOE, pueda siquiera funcionar. Tal como se han puesto las cosas, las posibilidades de que Batasuna encuentre reconocimiento oficial y reciba un trato normalizado son nulas. Es posible que los socialistas sigan reuniéndose con los dirigentes de la izquierda abertzale, pero a buen seguro que lo harán a escondidas, evitando como sea la foto.

Las dificultades estratégicas son también muy grandes. Porque cualquier intento de llegar a un acuerdo con el poder central del Estado relativo al reconocimiento político de la personalidad nacional de Euskal Herria va a chocar frontalmente no sólo con la tradicional cerrazón españolista de los sustentadores de ese poder, sino también con la hostilidad, renovada y ahora aumentada, de buena parte de la propia población española, que tiene en sus manos un instrumento decisivo, de potencialidades devastadoras: el voto.

He estado a punto de escribir: «No quiero ni pensar lo que sucedería si, a raíz de todo esto, el PP regresara al Gobierno central». Pero tanto da lo que yo quiera o no quiera pensar: esa posibilidad no sólo existe, sino que ha ganado muchos enteros en las últimas horas. Y con el PP en la Moncloa, los progresos en el plano estrictamente político se harían todavía más difíciles.

Hace tres meses escribí un artículo para el foro internacional Safe Democracy (Por qué puede fracasar la paz en el País Vasco, lo titulé) en el que apelé a la tópica imagen del choque de trenes para expresar que, tal como veía las cosas, no podía descartar en absoluto que el proceso de paz saltara por los aires, gracias a la cerrazón combinada de los unos y los otros. No menciono ese augurio para hacer gala de lucidez, como algún amigo me ha recriminado, sino para subrayar los peligros que presenta el optimismo infundado.

Un colega muy majo, al que tengo gran aprecio, suele decir mucho: «Quiero creer que...». Eso es voluntarismo, sin más. No le veo las ventajas. Ponerse en la mejor de las hipótesis puede ayudar a las personas a sufrir menos, pero lo más útil, no a efectos subjetivos sino sociales, es evaluar siempre qué posibilidades hay de que sea la peor de las hipótesis la que realmente se verifique.

El certero Alberto Piris me señaló en cierta ocasión que esa querencia mía a prepararme para lo peor, que no sé de dónde me viene, es un principio básico de la ciencia militar. Lo que pasa es que hay mucha gente que se apunta sin pensárselo dos veces a la gracieta aquella de Groucho Marx según la cual hablar de inteligencia militar es incurrir en una contradicción in terminis.

Ni por el forro. Los militares han estudiado mucho y muy bien a lo largo de la Historia en qué consiste eso de ganar y de perder. Y qué hay que hacer para lograr lo primero y evitar lo segundo.

Parece mentira que una organización que se hacía llamar «ETA militar» haya demostrado tan poca pericia en ese arte.

Ahora, en todo caso, estamos en la situación provocada por la peor de las hipótesis.

¿Qué se puede hacer?

Regreso a las cuestiones de filosofía. Primer punto: aceptemos que hay problemas que, cuando están irremediablemente mal planteados, no tienen solución. Segundo: recordemos que ningún realismo justifica la pasividad.

Hay que seguir intentándolo. Por imperativo moral, ya que no por esperanza.

Escrito por: ortiz.2007/01/03 09:50:00 GMT+1
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2007/01/02 09:00:00 GMT+1

Dos mesas (I)

Pasadas ya unas cuantas horas del atentado de la T-4, examinados los hechos con más calma y vistas las reacciones de quienes han tenido capacidad para reaccionar –Batasuna se ha quedado como sin habla, tal vez porque todavía ni siquiera sabe a qué atenerse–, cabe empezar ya a establecer algunos diagnósticos y a proponer ciertas perspectivas.

Desde el célebre discurso de Anoeta, en el que Batasuna fijó su estrategia, casi todas las fuerzas políticas, a excepción del PP, han estado conformes en que en el llamado «conflicto vasco» hay que diferenciar netamente dos problemas que son de naturaleza y carácter distintos y que, por ello mismo, requieren vías específicas de solución: de un lado, el problema de la violencia de ETA, del otro, el de la relación o engarce del País Vasco con (o en) el conjunto español. De ahí que se empezara a hablar de manera sistemática de la necesidad de establecer dos mesas de negociación: una, en la que ETA y el Gobierno central habrían de alcanzar un acuerdo que permitiera el adiós a las armas definitivo; otra, en la que las fuerzas políticas vascas, sin exclusión, elaborarían una  propuesta unificada «de cara a Madrid».

En el primer terreno las cosas han estado desde el principio rematadamente confusas. Según se desprende de lo ocurrido, ETA y el Gobierno de Zapatero no han estado de acuerdo nunca ni siquiera en el objetivo de la mesa que se les había asignado en el esquema global antes mencionado. El Gobierno, aunque prefiriera por razones estéticas no expresarlo así de crudamente, lo único que quería era pactar los términos de la rendición de ETA. Ésta, por su parte, actuaba como si se dispusiera a negociar un armisticio entre contendientes irreductibles.

El comportamiento del Ejecutivo de Zapatero ha sido a estos efectos muy torpe. Debería haber actuado de modo que la negociación pudiera ir deslizándose hacia su terreno. Lo podría haber conseguido, tal vez, adoptando algunas medidas visibles de política penitenciaria y otras de tipo legislativo y judicial, pero o no se ha atrevido a asumir el coste político de esas audacias, o no ha captado lo importantes que eran, o ambas cosas a la vez.

Lo de ETA es aún peor, incluso miradas las cosas desde su punto de vista. Para empezar, nunca asumió realmente la lógica del planteamiento de Anoeta. Durante estos meses, no ha parado de interferir en debates que se suponía que debían ser abordados exclusivamente por las fuerzas políticas. Ha tratado de condicionar la marcha de esos debates no sólo con proclamas más o menos teóricas perfectamente extemporáneas, sino también mediante acciones violentas de uno u otro tipo (incitando a la kale borroka, reabasteciéndose de armas y explosivos, etc.) que, por la propia lógica del alto el fuego, tendría que haber excluido.

Aunque mi conocimiento de los entresijos actuales de ETA es nulo, estas incoherencias de comportamiento me obligan a pensar que en su interior, al igual que en el de la izquierda abertzale –de eso si se tiene más noticia–, hay contradicciones que van mucho más allá de las meras discrepancias tácticas.

Mi conclusión, ya digo que especulativa, viene muy reforzada por el modo en que se ha producido la ruptura del alto el fuego, que ha sido completamente ajeno a las reglas del juego a las que ETA siempre se ha atenido.

¿Está ETA monolíticamente unificada o caóticamente dividida? Lo que no tiene vuelta de hoja, por desgracia, es que la mesa de negociación de ETA con el Gobierno se ha ido al garete, y que lo ha hecho además en unas condiciones que hacen muy difícil su restitución. Porque toda una serie de viejos lugares comunes («ETA no miente», «ETA es fiel a sus compromisos», «ETA avisa», etc.) ha dejado de valer, y ya no puede haber político, sea nacionalista vasco, nacionalista español, republicano irlandés, premio Nobel argentino o experto sudafricano, que se fíe de lo que le dicen los presuntos dirigentes de ETA, porque pueden decirle hoy una cosa y pasado mañana ocurrir cualquier otra. Dicho sea en la jerga de los diplomáticos: se ha producido «una crisis de interlocución». O en román paladino: no tiene sentido sentarte a hablar con alguien que no sabes ni quién es ni a quién representa realmente.

Pero, como he dicho al inicio, todo el asunto del proceso vasco se concretaba en dos mesas. Mañana me referiré a la otra, y a las posibilidades que tiene la otra de reducir la importancia de ésta.

 

Nota.– A partir de esta semana de arranque de 2007, mis dos columnas semanales en El Mundo aparecerán publicadas los sábados y los lunes (no los lunes y los jueves, como hasta ahora, ni los miércoles y los sábados, como antes). Si Dios quiere.

Escrito por: ortiz.2007/01/02 09:00:00 GMT+1
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2007/01/01 09:40:00 GMT+1

Entre lo comprensible y lo inaceptable

He recibido bastantes críticas al artículo que escribí anteayer para Noticias de Gipuzkoa, del que me hice eco ayer en estos Apuntes. Algunas críticas se dirigen contra el artículo en su conjunto, reprochándome haber puesto a caldo a todo dios y hablar como si yo estuviera libre de cualquier falta. El tono del escrito y los términos que empleé fueron, en efecto, muy duros y despectivos. Reflejaban el enfado, el abatimiento y la decepción que me entraron tras saber del atentado de la T-4. De haberlo escrito ahora, el aparato verbal me habría resultado más contenido, desde luego, pero las tesis de fondo serían las mismas, a saber: 1ª) la responsabilidad del atentado del aeropuerto de Barajas es de ETA;  y 2ª) la culpa del fracaso de este intento de proceso de paz recae sobre todos sus protagonistas, en particular sobre los dos principales: la propia ETA y el Gobierno de Madrid.

Estaría dispuesto a asumir también mi cuota de culpa, pero no veo cuál podría ser. Mi único papel en este asunto ha sido el de comentarista y, en esa condición, creo haber cumplido con mi deber al señalar los peligros que se corrían, reconviniendo muy en especial a quienes, de forma en mi opinión irresponsable, daban la tregua por irreversible. Todavía el pasado viernes, en una tertulia de Radio Nacional de España en Cataluña, volví a mostrar mi alarma por la pasividad del Gobierno de Zapatero, que tantos meses después del inicio de la tregua no sólo seguía sin mover un dedo en asuntos tan claves como la situación de los presos y la ilegalidad de Batasuna, sino que, además, alardeaba de no haber hecho nada «relevante», según reiterada expresión de Pérez Rubalcaba.

Los hay también que, según sus propias inclinaciones políticas –perfectamente lícitas, por supuesto–, me achacan no tener en cuenta las condicionantes a los que han estado sometidos los unos o los otros. Sí los tengo en cuenta.

Entiendo muy bien, por ejemplo, las enormes dificultades que ha afrontado Rodríguez Zapatero, sometido a un acoso político y mediático realmente feroz. Pero, sin desconocer en absoluto esa presión (¿cómo podría pasarme desapercibida, si la tengo delante de las narices todos los días?), creo que es justo responder que, en primer lugar, Zapatero contribuyó a la crianza de los cuervos que luego se le han lanzado a los ojos (fue adalid del pacto antiterrorista y de la ley de partidos que ahora tanto aplauden el PP y sus propagandistas) y que, en segundo lugar, no podía desconocer que, si se metía por la vía de la negociación con ETA, iba a tener que aguantar el chaparrón, y hacerlo sin pestañear, con todas sus consecuencias. Su intento de estar en la procesión y repicando no auguraba nada bueno.

Del lado de la izquierda abertzale me critican porque, dicen, no tengo en cuenta que una apuesta tan decidida por la paz como la suya podía ser inicialmente unilateral, para poner en marcha el proceso, pero precisaba de prontas contrapartidas visibles, a la vez simbólicas y concretas, que avalaran lo bien fundado de su estrategia y tranquilizaran a los sectores más intransigentes de su propia base social. Y que no han recibido nada de eso, sino todo lo contrario: leña y más leña de la Audiencia Nacional, inmovilismo total en la política penitenciaria, acoso policial, etc., etc.

¿Que no lo tengo en cuenta? ¡Claro que sí! ¡Pero si hago colección de correos electrónicos de lectores habituales que me declaran que están aburridos de leerme todo eso cada dos por tres! Lo sé de sobra, pero respondo con dos argumentos. El primero es de principios: no estoy dispuesto a ir a ningún lado con gente que es capaz de volar un aparcamiento público, corriendo el riesgo de que suceda lo que, según todas las trazas, ha sucedido en este caso.  En segundo lugar: esa vía, además de perversa, es políticamente inútil. La experiencia ha demostrado ya hasta la saciedad que  la insistencia de ETA en la lucha armada sólo sirve para crear más dificultades a los objetivos que se supone que persigue. Mírense las sucesivas plataformas reivindicativas de la propia izquierda abertzale desde los años ochenta hasta ahora: cada vez más a la baja. Por ese camino, no van a conseguir ni salvar los muebles. Y encima se trata de muebles que ni siquiera son suyos. 

Comprensibles son muchas cosas. Aceptables, muchas menos.

 

Notas varias. – A quienes no voy a responder, porque no veo cómo, es a quienes me dicen que si opino lo que opino es porque me paga El Mundo y su perverso propietario de piscinas, ni a quienes me espetan que si zahiero a Zapatero es porque añoro a Aznar, ni a los que sostienen que, como en el fondo soy un antiespañol anarquista (sic), jamás podré entender a las gentes bien nacidas (resic!). Si algún día tengo humor para ello, reproduciré aquí algunas de las cartas subidas de tono que me llegan. Hay un individuo que me escribe cada tanto concentrando sus críticas en la constatación, realmente inapelable, de que estoy gordo y viejo. (Me entran ganas de pedirle que me mande una foto suya. Para enriquecer el debate, más que nada. Si está como Paul Newman a la altura de El golpe, juro que me daré por vencido.)

Escrito por: ortiz.2007/01/01 09:40:00 GMT+1
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