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2007/06/09 06:15:00 GMT+2

A la deriva

Comí ayer con el corresponsal en Cuba de un importante medio de comunicación europeo. Él no es ni castrista ni anticastrista: se limita a mirar la realidad social y política cubana sin prejuicios, y a evaluar lo que le parece positivo y lo que considera negativo. Una cosa sí tiene clara: «A los cubanos que proclaman su deseo de que el capitalismo se instaure libremente en Cuba, les digo: 'Si eso ocurre, Cuba acabará por parecerse a los países de su entorno, como la República Dominicana, o Haití. Es lo lógico. Una cosa sí puedo asegurarles: no se parecerá a Canadá'».

Mi interlocutor se mostró muy crítico con relación a la política del Gobierno de Zapatero hacia Cuba. Técnicamente crítico, podría decirse. «Mandan allí una importante delegación que mantiene encuentros con los dirigentes cubanos y establecen una política española propia con respecto a la coyuntura de la isla. Es una posición crítica hacia el régimen castrista, pero no antagónica, que el Gobierno de La Habana acoge con respeto. Bien. Se vuelven para España y, a los cuatro días, se suben al estrado con Condoleezza Rice en Madrid y dicen que el Gobierno español persigue el mismo fin que el de Washington, es decir, derrocar el régimen de Castro. Si Moratinos se lo hubiera susurrado a la oreja a la secretaria de Estado, sería una muestra de cinismo, pero no una imbecilidad. Proclamarlo en público significó tirar por la borda todo el trabajo que habían hecho días antes en La Habana. Es de una falta de inteligencia política increíble. Demuestra, además, que no conocen cómo funciona Washington. Bush jamás perdonará a Zapatero lo que le hizo en Irak. Lo odia también por su apuesta por la Unión Europea como rival de EEUU. No le vale de nada ponerse simpático con esto o con lo otro. Pierde el tiempo haciéndolo.»

Acabada esa reflexión –que, por supuesto, fue más larga y pormenorizada–, añadió: «No sigo con el suficiente detalle la política de acá, pero tengo la impresión de que Zapatero ha mostrado la misma torpeza y el mismo espíritu vacilante y pusilánime con respecto al proceso de paz en el País Vasco». E ironizó: «Podía haber tomado ejemplo de Aznar, que hizo en todo momento lo que le pareció oportuno, sin que le temblara el pulso, así se le llenaran las calles de millones de manifestantes».

«Con la misma firmeza que promoví el proceso de paz», proclama ahora Zapatero enfáticamente, un día sí y otro también, «perseguiré ahora las acciones terroristas». Si realmente fuera con la misma firmeza (con la misma falta de firmeza, más bien), ETA no lo tendría tan mal. Pero, por lo que se ve, esta firmeza le sale mucho mejor que la otra.

Claro que no es lo mismo. Ayer también, me hizo una breve entrevista telefónica otro corresponsal extranjero, éste de una agencia de prensa internacional. «¿Cree usted que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha presionado a los jueces para que encarcelen a Otegi?», me preguntó, entre otras cosas. «No, no lo creo. No le hacía falta. A los jueces les bastaba con constatar que el fiscal del caso pedía la confirmación de la condena. De todos modos, eso es nadar a favor de corriente. A las altas instancias de la Justicia española no hay que jalearlas nada para que empujen en ese sentido. Lo complicado es refrenarlas».

«Y ahora, ¿qué va a pasar?», siguió.

«No lo sé», le dije. «Nada bueno, supongo».

Escrito por: ortiz.2007/06/09 06:15:00 GMT+2
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2007/06/08 05:00:00 GMT+2

¿Gracias? De nada

Un amigo me recuerda el texto de las pequeñas pancartas que muchos norteamericanos colgaron de sus balcones en abril de 1980, cuando fracasó estrepitosamente el intento de rescate de los rehenes que Irán tenía encerrados en la embajada de Washington en Teherán. El mensaje era para el presidente James Carter. Decía: «Gracias por haberlo intentado».

Mi amigo cree que un mensaje semejante podría hacérsele llegar ahora al presidente del Gobierno español: no ha conseguido que ETA deje las armas, pero por lo menos él lo ha intentado.

La comparación no me convence ni poco ni mucho. En primer lugar, porque la tragicómica aventura militar que patrocinó Carter con el nombre de Operación Garra de Águila  fue un compendio de ilegalidades, amén de prodigiosamente chapucera. No parece el mejor espejo en el que mirarse.

Y en segundo lugar porque tampoco está tan claro que Zapatero lo haya intentado realmente.

No dudo de que le habría gustado intentarlo. Supongo que, cuando se puso manos a la obra, lo hizo pensando en esforzarse cuanto hiciera falta para llevarla a término. Pero, así que chocó con las graves dificultades que se interponían en el camino de su ambiciosa empresa, perdió fuelle. Y no sólo dejó de hacer lo que debería haber hecho, sino que, además, hizo con frecuencia lo que no debía.

Dos son los obstáculos principales que se le pusieron por delante.

El primero, la actitud de la oposición, cerradamente hostil al intento.

Cuando Felipe González se metió –sin demasiado entusiasmo, todo sea dicho– en el berenjenal de las conversaciones de Argel, pudo conseguir que el conjunto de las fuerzas políticas respaldaran la iniciativa con más o menos entusiasmo, asumiendo las posiciones sobre la «salida negociada» que luego se plasmarían en los pactos de Madrid (noviembre de 1987) y Ajuria Enea (enero de 1988). (En el papel que en 1987-1988 jugó el partido de la derecha, a la sazón llamado Alianza Popular, tuvo importancia decisiva la actitud positiva de su entonces presidente, Antonio Hernández Mancha, que refrenó la furia de sus compañeros más reacios. Pero ése es otro capítulo.)

Tampoco encontró ninguna oposición José María Aznar cuando anunció el 3 de noviembre de 1998 que representantes de su Gobierno iban a reunirse con «el entorno del Movimiento Vasco de Liberación», según su propia fórmula. Todo lo contrario: el resto de las fuerzas políticas, empezando por el PSOE, dirigido por Joaquín Almunia, le animaron a seguir adelante.

En cambio, Zapatero se ha encontrado con la enemiga más furiosa de la derecha. De toda la derecha y en todas sus variantes (política, judicial, religiosa, mediática…), dispuesta a no darle el menor respiro y a no pasarle una. Es muy difícil conducir un proceso como ése bajo una presión tan intensa. No sé si podría hacerse tirando por la calle de en medio, con mucho carácter y una determinación férrea. Lo que sí sé es que Zapatero no se atrevió a hacerlo. Lejos de ello, no paró de tirar piedras contra su propio tejado, tratando de aplacar la ira de la derecha.

El otro obstáculo con el que fue a chocar Zapatero lo representó la propia ETA. Según el esquema de Anoeta, se suponía que a ETA le correspondía negociar con el Gobierno de Madrid sólo los aspectos «militares» del conflicto (las condiciones del cese de su actividad armada), quedando para los partidos la discusión sobre las diversas opciones políticas que se plantea Euskadi en tanto que entidad nacional. No fue así. En la práctica, y dijera inicialmente lo que dijera, ETA nunca se atuvo al esquema trazado por Otegi en Anoeta. Ni renunció a tutelar el debate político ni se planteó con sinceridad el cese definitivo de su acción violenta. Con lo cual, tampoco por ese lado podía avanzarse gran cosa en el proceso de pacificación.

De modo que no podemos agradecer a Zapatero haber intentado lo que de hecho nunca llegó a intentar realmente.

Nota de edición: Javier publicó una columna de parecido título en El Mundo: ¿Muchas gracias? De nada.

Escrito por: ortiz.2007/06/08 05:00:00 GMT+2
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2007/06/07 07:55:00 GMT+2

Palos de ciego

Es muy posible que haya bastante gente que, al enterarse de que Iñaki de Juana Chaos ha sido reingresado en prisión para cumplir en cautiverio el resto de su última condena, se haya dicho para sus adentros: «¡Agradéceselo a tus amigos!» Y es cierto: no se puede decir que ETA le haya hecho ningún favor. Pero lo esencial del asunto no está ahí. Lo verdaderamente significativo es que la medida adoptada contra De Juana demuestra la falsedad de todas las argumentaciones oficiales anteriores, que pretendían que se había iniciado con él la vía de la excarcelación por razones específicas, ajustadas a su caso, que no tenían nada que ver ni con la tregua, ni con el diálogo con ETA, ni con nada de ese género. Su peripecia última es casi un paradigma de las falsedades del supuesto Estado de Derecho: se evitó que saliera de la cárcel «construyendo imputaciones» ad hoc contra él, sometiéndolo a un procesamiento absurdo e imponiéndole una condena prefabricada; se le rebajó la pena por razones políticas; se le trasladó a un hospital donostiarra por idéntico motivo; se le permitió empezar a salir y pasear en semilibertad con la misma intencionalidad… y se le mete de nuevo en la cárcel como venganza porque las cosas han tirado por donde no debían.

El resultado de todo ello será, objetivamente –otra cosa es que muchos no lo perciban así por ahora–, un aumento en el ya importante grado de descrédito del Estado de Derecho y una muestra palmaria de la utilización de la Justicia con fines políticos.

Ayer Garzón prohibió a dos dirigentes de Batasuna que viajaran al extranjero. Otro que se pasa al bando de la venganza.

Hoy el Tribunal Supremo tiene que estudiar una sentencia que, según lo que resuelva, puede determinar que Arnaldo Otegi también tenga que ir a la cárcel.

Todas éstas son pésimas noticias. Desde que ETA dio a conocer su resolución de no mantener el alto el fuego, la gran mayoría de los responsables políticos se pusieron a declarar muy solemnemente que «la organización terrorista no nos va a marcar la agenda». Sin embargo, cuanto está ocurriendo desde el lunes demuestra exactamente lo contrario. El Gobierno central, y la mayoría de sus seguidores en todos los campos, incluido el mediático, se han dejado dominar por la rabieta que han pillado. Y, como les suele suceder a las criaturas enrabietadas, chillan y dan patadas en todas las direcciones, sin pensar siquiera en las consecuencias de lo que están haciendo, ni en qué harán cuando se les pase el berrinche y hayan de encarar de nuevo la realidad.

Algunos han mantenido un cierto nivel de serenidad que es de agradecer. Me sorprendió (para bien) Patxi López, el líder de los socialistas vascos, que, en medio de la barahúnda, declaró que es el momento de volver «a pactos como el de Ajuria Enea y el de Madrid». Es una toma de posición interesante, por dos razones: porque no cita el último pacto antiterrorista PP-PSOE y porque toma como referencia unos acuerdos que dejaban abierta la puerta a una salida dialogada del conflicto. Más previsibles, pero también estimables, han sido otras declaraciones también serenas, casi todas ellas producidas en Euskal Herria. Hasta Sanz, el presidente navarro, se ha mostrado cauto, aunque sea por obvias razones oportunistas.

Aunque en esta vida apenas hay nada que sea totalmente seguro, tiendo a dar por hecho que, en un plazo no muy lejano, todos habrán de volver a plantear las cosas en un terreno muy similar al que estaban antes del pasado diciembre. Con una diferencia fundamental: que, para conseguirlo, ETA tendrá que cumplir condiciones más severas que las del año pasado. Se ha dicho muchas veces, y siempre con razón: tanto más prolonga ETA su propio fin, tanto peores son las condiciones en las que se ve obligada a abordarlo. Cuánto más hubiera ganado si hubiera dejado todo resuelto en Argel.

Escrito por: ortiz.2007/06/07 07:55:00 GMT+2
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2007/06/06 05:00:00 GMT+2

El juicio del 11-M

Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán. «¿Qué te está pareciendo este último tramo del juicio del 11-M?», se interesa. «Pues, si quieres que te diga la verdad, Gervasio, me está pareciendo poco, porque apenas lo estoy siguiendo», le respondo. Se extraña: «¿Cómo es eso? ¿No te interesa un asunto de tanta importancia?» «Lo que no acaba de apasionarme es el juicio», le digo. «Saqué mis conclusiones generales al principio, y los asuntos más de detalle me dejan bastante frío. Que si éste participó de esta o la otra manera, que si aquel fue autor intelectual, instigador o jaleador en la sombra, que si la composición del explosivo utilizado… Son extremos que tendrán mucha relevancia penal, no lo dudo, pero que carecen casi por completo de trascendencia política».

A Gervasio le extrañó que descartara desde el principio la posibilidad de que los atentados del 11-M hubieran resultado de la colaboración entre ETA y la mezcolanza de delincuentes y fanáticos a los que la acusación fiscal atribuye la autoría. En las primerísimas horas que siguieron a las explosiones, cuando aún no se conocía nada (empezando por la magnitud del horror, siguiendo por las declaraciones de Otegi y continuando por el hallazgo de la furgoneta), pensé que la barbaridad podía ser obra de ETA. Una vez puesta de manifiesto la participación directa en los hechos de obsesos religiosos adoradores de Al Qaeda, ya dejé a ETA fuera de mis sospechas. No sólo porque ETA nunca ha realizado atentados mano a mano con otra organización, sino porque, además, en esa época lo hubiera hecho todavía menos: estaba obsesionada por el temor a las infiltraciones policiales y un grupo de esa procedencia tenía todas las posibilidades de llevar a la Policía no ya detrás, sino dentro. Mi convicción se convirtió en casi absoluta –diría absoluta del todo si no fuera porque huyo de los absolutos como de la peste–, cuando supe que, además, se trataba de un grupo con fuertes componentes de delincuencia común. Con gente así, ETA no colaboraría ni en una partida de bolos.

«Pero, ¿crees tú realmente que la banda esa de desgarramantas que se sienta en el banquillo de los acusados pudo ser capaz de organizar una serie de atentados de tanta complejidad?», se extraña Gervasio.

Ése es otro argumento que he oído mucho y que no me conmueve nada. Para empezar, los tales desgarramantas fallaron en la parte más compleja del asunto, que era la coincidencia entre los trenes. Lo que acabaron haciendo fue tremendo, pero no demasiado complicado. En segundo lugar: si a un Gobierno como el de EEUU le basta con sentar a un solo acusado en el banquillo para afirmar que ha juzgado los atentados del 11-S (a un acusado que, ya que hablamos de desgarramantas, podría presentarse a un concurso de la especialidad con plenas posibilidades de éxito), ¿qué tiene de ridículo lo logrado por la Policía española en la investigación de los crímenes del 11-M? Cuando hizo el ridículo la Policía española –eso sí, a conciencia–, fue durante toda la fase en la que los atentados se fueron gestando; no luego.

Teniendo claros esos dos asuntos, y el primero en particular, el resto me resulta muy secundario. Hay días que presto algo más de interés al juicio, otros que menos y algunos, nada: oigo los titulares y me vale. No veo que haya nada que obligue a especializarse en esta causa a un comentarista de la realidad que mete las narices en tropecientos aspectos de la vida en sus más variadas manifestaciones.

Que la mies es mucha, y el obrero, autónomo.

Escrito por: ortiz.2007/06/06 05:00:00 GMT+2
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2007/06/05 07:00:00 GMT+2

El fin del alto el fuego

ETA ha dado por finalizado su llamado «alto el fuego permanente».

La noticia me sugiere comentarios de dos órdenes de distinta naturaleza, que no mezclo y que tengo mucho interés en que nadie interprete que mezclo: de un lado, los que se refieren a la propia ETA; del otro, los que tienen que ver con todo lo que no es ETA.

Empezaré con los primeros.

ETA asegura en su comunicado que va a reemprender las acciones violentas «para defender a Euskal Herria». Eso sólo demuestra el abismo de subjetivismo en el que está hundida. Habla de una Euskal Herria mítica, que no tiene nada que ver con la Euskal Herria real. La Euskal Herria real no quiere, en su aplastante mayoría, que ETA la defienda, porque se las arregla muy bien para defenderse por sí misma y porque rechaza los métodos de supuesta defensa que utiliza ETA.

ETA sabe que una muy amplia mayoría de los vascos, incluyendo buena parte de los integrantes de la izquierda abertzale, desea que se quite de en medio de una vez por todas. De lo que se deduce que considera que tiene más autoridad para hablar en nombre del pueblo vasco que el propio pueblo vasco.

En esa misma línea: es delirante que reclame el derecho de los vascos a decidir, cuando ella misma niega a los vascos el derecho a decidir sobre la práctica o el cese de la lucha armada.

Es vicio habitual de ETA responsabilizar a los demás de sus propios actos. Lo hemos visto una y otra vez desde los inicios de su actividad y, muy recientemente, con ocasión del atentado de la T-4: según ella, la culpa de que se produjeran dos víctimas mortales no la tuvieron quienes colocaron la bomba, sino quienes fracasaron en la tarea de desalojar por completo el aparcamiento. Por mi parte –y creo que por la de cualquiera que tenga dos dedos de frente–, sostengo que el único modo de asegurarse de que una bomba no provoque víctimas es no ponerla. Si ETA reanuda sus acciones violentas, como dice que va a hacer, todos los males que cause, personales y materiales, serán de su total y exclusiva responsabilidad.

Éste es el primer conjunto de comentarios que me suscita la noticia.

El segundo –que, como ya he señalado antes, sitúo en otro ámbito y a otro nivel– se refiere a la desdichada actuación que han tenido durante estos meses de tregua muchos que hubieran podido ayudar a prolongarla y a dirigirla por la senda de la pacificación definitiva.

Pienso, en primer lugar, en algunos estamentos judiciales clave (Audiencia Nacional, Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional) que no sólo no han hecho nada para facilitar el proceso de paz, sino que han hecho mucho para boicotearlo.

El PP ha actuado en idéntico sentido en el plano político.

El Gobierno central, acobardado en buena medida por la actitud del poder judicial y por la presión política y mediática de la derecha, y paralizado en parte también por sus propias contradicciones internas, ha actuado de manera contradictoria pero, sobre todo, ha hecho muy poco, como si esperara que las cosas fueran resolviéndose por sí solas.

Dentro de Euskadi, han sido demasiadas las fuerzas políticas, empezando por el propio Gobierno Vasco, las que ha cometido el error de desorientar a la población insistiendo machaconamente en que el proceso de paz era «irreversible». Dando por imposible la marcha atrás, se justificaba la parálisis de los esfuerzos y la falta de iniciativas concretas. Los intereses sectarios y las expectativas electorales han primado demasiadas veces sobre la necesidad de empujar hacia delante.

La parte sensata de la izquierda abertzale ha fracasado también lastimosamente por falta de valor. A ella le correspondía dejar claro a ETA que no estaba dispuesta a transigir con sus continuas interferencias en el terreno político y todavía menos con sus amagos de regreso a las acciones violentas. En ese sentido, el atentado de la T-4 representó la gran ocasión perdida. Si se hubiera plantado allí, no estaríamos hoy donde estamos. Los dirigentes de Batasuna sinceramente interesados en asentar la paz y en que la lucha se desarrolle por vías exclusivamente políticas han demostrado que, por desgracia, en realidad pintan muy poco, tal vez porque no se atreven a pintar más.

Y, de momento, me paro aquí. Tiempo habrá –y bien que lo siento– de seguir reflexionando sobre todo esto.

_____________

Nota.– Ya había subido hoy un Apunte, diferente de éste. Lo he retirado en aras de la actualidad. Lo incluiré mañana.

Escrito por: ortiz.2007/06/05 07:00:00 GMT+2
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2007/06/04 07:45:00 GMT+2

Como hace siglos

No he leído comentarios sobre una noticia aparecida el pasado sábado en la que se daba publicidad al II Informe Internacional de Violencia contra la Mujer coordinado por el Centro Reina Sofía. Del informe se deduce que España no es, ni de lejos, un lugar que destaque comparativamente por los muchos casos de violencia machista. Estados como el Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Hungría, Eslovenia y Suiza están por encima en ese desdichado ranking. De otros, como Italia, Irlanda, Francia y Grecia, ni siquiera se sabe qué lugar ocupan, porque no proporcionan datos, si es que los tienen.

De hecho, son aplastante mayoría los países del mundo que ni siquiera se toman el trabajo de llevar la cuenta de esos sucesos. (Las cuentas, habría que decir, porque son dos, al menos: la de las mujeres víctimas de graves actos de violencia machista dentro del marco familiar, protagonizados por padres y hermanos, por un lado, y, por otro, la de aquellas que son víctimas de sus parejas o ex parejas masculinas.) El desinterés por conocer la realidad demuestra de manera inapelable la ausencia de intención de corregirla.

El dato sobre España me parece digno de mención, pero no porque crea que de él se deduce que aquí estamos exagerando la importancia del problema –que haya quien esté todavía peor no significa que lo nuestro sea tolerable–, sino porque refuta los prejuicios sobre la relación de causa-efecto entre la violencia contra las mujeres y el tópico machismo extremo de los latinos. Las mujeres no son víctimas de ninguna particularidad cultural, sino del sistema patriarcal, que sigue imperando en la totalidad del mundo, incluyendo aquellos países en los que los usos y costumbres sociales van orientándose poco a poco en el sentido de la igualdad.

Ayer, según regresaba en coche para Madrid, oí en la radio a un experto en no me acuerdo qué argumentando que «más allá de los avances científicos y tecnológicos, los hombres actuales son esencialmente iguales a los que vivieron en los siglos XII o XIII». Él no hablaba de estas materias, pero no pude evitar relacionarlas.

Y pensé que lo peor del caso es que probablemente tiene razón.

Escrito por: ortiz.2007/06/04 07:45:00 GMT+2
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2007/06/03 06:15:00 GMT+2

Por dos razones

«El Mundo» me ha pedido, para la sección «En la Red», que publica los domingos –en la que enfrenta dos posiciones opuestas ante un mismo dilema–, que responda a la pregunta: «Le parece bien un Gobierno de coalición en Navarra con un presidente de UPN y un vicepresidente socialista?». La defensa del la asume el periodista José Joaquín Iriarte. En defensa del no escribí el texto que viene a continuación. (Debo aclarar que estuve tentado de empezar el escrito diciendo: «No me parecería bien ese Gobierno, pero eso tampoco tiene nada de especial. Estoy por conocer un Gobierno que me parezca bien»).

A fuerza de no hablar sobre Navarra sino para especular con los hipotéticos intentos de los unos o los otros de chalanear a su costa, hay quien ya no es capaz de pensar en la Comunidad Foral sino desde la perspectiva de su estatus regional. Pero Navarra es mucho más, como cualquiera puede entender a nada que piense en ello.

Navarra es, sobre todo, el pueblo de Navarra, que, como cualquier otro pueblo, tiene necesidades de todo orden: económicas (con todas sus subdivisiones: industriales, agrícolas, de servicios), sociales (apartado todavía más amplio), culturales (incluyendo las educativas y las lingüísticas), de conservación de la naturaleza, de ocio... Y que, como cualquier otro pueblo, también cuenta con fuerzas políticas que discuten sobre el mejor modo de atender esas necesidades.

Se pretende que la Unión del Pueblo Navarro (UPN) y el Partido Socialista de Navarra (PSN) tienen posiciones comunes en cuanto a la defensa de la identidad regional. Eso no es exacto, y no hay más que leer los documentos programáticos de uno y otro partido para apreciar la existencia de matices de importancia. En todo caso, la proximidad de posiciones entre UPN y PSN habría que buscarla en su similar negativa a aceptar que se discuta la posibilidad de que Navarra pudiera llegar algún día a formar parte de una entidad política común con las tres provincias de la actual Comunidad Autónoma Vasca (CAV). Pero ése es un aspecto que, por mucho que haya quien se empeñe en magnificarlo, hoy en día es muy secundario, puesto que no hay ningún partido con posibilidades de gobernar en la Comunidad Foral que proponga que se aborde esa discusión a corto o medio plazo. Incluso Nafarroa Bai ha declarado que en ningún caso lo plantearía dentro de la próxima legislatura.

En esas circunstancias, es la otra gran línea divisoria (la que divide a la derecha tradicional navarra, singularmente inmovilista y retrógrada, de las fuerzas políticas que muestran más voluntad de progreso) la que aparece en primer plano. Y, vistas las cosas desde esa perspectiva, práctica y concreta, parece claro que el PSN está bastante más cerca de Nafarroa Bai y de Izquierda Unida que de UPN. Lo están, sin lugar a dudas, tanto su base militante como la mayoría de sus votantes.

A esta razón ideológico-política de primer orden, que por sí sola ya sería suficiente como para aconsejarle rechazar la coalición con UPN, el PSN habría de añadir otra de signo netamente partidista: su presencia como compañero de viaje en un Gobierno presidido por Miguel Sanz le obligaría a asumir un coste político muy importante, convirtiéndose en cooperador necesario de posiciones políticas y sociales incompatibles con los postulados progresistas más elementales. Tendría que cargar con fardos tales como la actitud de rechazo de UPN a la práctica del aborto en la red sanitaria pública, o como su labor beligerante en contra del euskara (hablado por una parte importante de la propia población navarra, cuyos derechos sanciona la ley foral), o como su absurdo cerrilismo antivasco (Navarra tiene actualmente acuerdos de cooperación con todos sus vecinos, incluida la Aquitania francesa, pero se niega a hacer lo propio con la CAV). Eso, por no citar más que tres aspectos de trago amargo para los socialistas.

Y eso, en vísperas de unas elecciones generales en las que UPN (o sea, el PP), será el gran rival del PSN (o sea, el PSOE).

Escrito por: ortiz.2007/06/03 06:15:00 GMT+2
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2007/06/02 05:00:00 GMT+2

Malalai Joya

Que nuestra ciudadanía rechazara indignada la participación del Ejército español en la última Guerra de Irak y vea ahora con buenos ojos su presencia en Afganistán sólo se explica por lo poco y mal informada que está.

La intervención armada internacional en Afganistán sirvió para acabar con el régimen cruel de los talibán, sí, pero también para sustituirlo por un poder político controlado en lo esencial por los señores de la guerra, gente sin escrúpulos enriquecida, en lo esencial, gracias al tráfico de droga, y tan fundamentalista y machista como los propios talibán. No son apreciaciones mías: las tomo de informes suscritos por organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, que respaldan lo que le oí decir a una feminista afgana: «Se diferencian de los talibán en que no llevan la barba tan larga».

Las tropas internacionales defienden allí un poder político impresentable. Tanto en el Gobierno como en el Parlamento, sientan sus reales individuos que están acusados de numerosos crímenes de guerra. La llamada comunidad internacional, capitaneada por EEUU, no sólo no ha hecho nada por llevarlos ante los tribunales, sino que les ha prestado su apoyo y los ha aupado al poder, por la simple y pura razón de que sirven sus intereses.

Un caso reciente ilustra esta realidad. Está protagonizado por Malalai Joya, la más joven integrante del Parlamento afgano. Pese a su juventud (tiene 29 años), cuenta con un largo historial de luchadora por los derechos de las mujeres y los niños. Ya a los 19 años impartía cursos de alfabetización para mujeres. De ahí pasó a dirigir un orfanato y un centro de salud. En 2003 despertó el interés de no pocos foros internacionales por sus denuncias concretas sobre la implicación de los señores de la guerra en la redacción de la nueva Constitución afgana. Cuando se celebraron elecciones dos años después, salió designada parlamentaria por la provincia de Fará. En la Cámara Baja ha sido desde entonces la protagonista de constantes denuncias de la composición del propio Parlamento y de las actividades de muchos de sus miembros.

Tras una de sus críticas, en la que sostuvo que ese Parlamento es peor que un establo, porque en los establos hay animales útiles, la Cámara tomó el pasado 21 de mayo la resolución de privarle de su condición de parlamentaria, limitar sus movimientos y llevarla a juicio, demostrando cómo se entienden allí el derecho de crítica parlamentaria y la libertad de expresión.

Joya, que ha sobrevivido ya a cuatro intentos de asesinato, ha dejado claro que no va a cerrar la boca. Human Right Watch ha exigido que cese la persecución contra ella. Luisa Morgantini, vicepresidenta del Parlamento Europeo, se ha sumado a la demanda.

Conviene que se sepa la clase de poder afgano que está protegiendo nuestro Gobierno, tan humanitario él.

Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Malalai Joya.

Escrito por: ortiz.2007/06/02 05:00:00 GMT+2
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2007/06/01 05:00:00 GMT+2

¡Pedid lo imposible!

Hay decisiones que son de cajón. Que casi no son ni decisiones. ANV de Pamplona anunció ayer que respaldará con sus dos votos a la candidatura a alcalde o alcaldesa que se presente como alternativa a la de UPN. ¿Qué hubiera podido hacer, si no? ¿Asumir la responsabilidad de que la derecha pamplonesa siga gobernando el municipio? No tenía más remedio. Sus propios votantes no hubieran entendido –ni aceptado– otra cosa.

En teoría, los concejales del Partido Socialista de Navarra tampoco tienen otra opción. Otra opción sensata, quiero decir. Cierto es que podrían aceptar la invitación de UPN a formar coalición, pero ¿en qué situación quedarían? De segundones de la derecha, obligados durante toda una legislatura a respaldar una política que se da de patadas con el programa con el que pidieron el voto y eso, además, a un año de unas elecciones generales en las que su propio aliado sería su principal enemigo. Es verdad que de algunos miembros del PSOE puedo creérmelo todo, incluso que sean incapaces de apreciar sus propios intereses, pero algo así me parecería realmente excesivo.

Además, el argumento de que ellos prometieron no pactar en ningún caso con ANV carecería de sentido. En este caso no habría ni asomo de pacto de por medio. Lo que ningún partido puede evitar es que otro partido vote lo mismo que él. ¿O habrá de renunciar a sus propias opciones y adoptar las del contrario sólo para evitar la coincidencia?

En realidad, eso ya lo han hecho los socialistas en anteriores ocasiones. Y también el PP. Hace algunos años, en el Parlamento de Vitoria, ambos votaron lo mismo que los parlamentarios de la izquierda abertzale para impedir que el Gobierno de Ibarretxe pudiera sacar adelante los Presupuestos de la Comunidad Autónoma. Hicieron algo más: aplicaron la misma táctica obstruccionista que los de Otegi, negándose a entrar en la Cámara. Aquello ya no fue una coincidencia. Fueron dos.

El propio Ibarretxe hizo lo mismo a la hora de la votación del proyecto de reforma del Estatuto de Gernika. No negoció el respaldo de los parlamentarios del PCTV. Se lo dieron, lo cual le vino muy bien, aunque luego no sirviera para gran cosa.

No me he puesto a ello, pero estoy seguro de que no me costaría gran cosa hacer una amplia lista de situaciones en las que el partido X vota al partido Y, que no es su aliado y con el que incluso se lleva bastante mal, para evitar que venza el partido Z. Que el  partido Y sale beneficiado va de suyo. Pero es absurdo reclamarle que, para no aprovecharse del voto del partido X, respalde al partido Z.

Es lo que algunos exigen al PSN que haga en Pamplona. No les importa lo absurdo que sea.

 Sucede que, cuando están de por medio los intereses partidistas, hasta la derecha más derecha recupera uno de los lemas típicos del viejo Mayo francés: «¡Sed realistas! ¡Pedid lo imposible!»

Escrito por: ortiz.2007/06/01 05:00:00 GMT+2
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2007/05/31 10:00:00 GMT+2

El voto de la corrupción

Me escribe un lector: «Tú, que pasas buena parte del año en el País Valenciano y que te conoces aquello, ¿cómo explicas el aplastante apoyo que recibe allí el PP, pese a las barbaridades que está haciendo y a los muchos casos de corrupción en los que está implicado?»

Lo primero que conviene precisar es que, si bien es cierto que paso bastante tiempo –menos del que quisiera– en una casa de campo situada cerca del mar, a las afueras de un pequeño pueblo de Alicante, tampoco puede decirse precisamente que viva inmerso en aquella sociedad. Mi casa está aislada (aunque cada vez menos: ya me han colocado a kilómetro y medio la típica urbanización) y yo me aprovecho de ello para huir del mundanal ruido y pasar las horas y los días disfrutando de esa situación privilegiada y trabajando en unas condiciones de paz muy difíciles de encontrar hoy en día.

Pero, bueno, sí, algo me entero: oigo las radios locales, observo el entorno, cuando bajo a la civilización a hacer compras o a algún recado capto el ambiente, oigo las conversaciones de los vecinos, hojeo el diario Información… En fin que, incluso viviendo como yo, quieras que no, sí, te haces una idea.

Mi idea es que una parte importante de aquella sociedad sobrevive, o incluso vive relativamente bien, gracias a la vigencia de prácticas más que problemáticas.

Algunos medios han expresado su asombro ante el hecho de que los escándalos inmobiliarios, las irregularidades urbanísticas y el maltrato del medio natural demostrado por las autoridades no hayan provocado el castigo electoral que se merecerían. A mí no me sorprende. Es muchísima la gente que vive gracias a todo eso. No son sólo las inmobiliarias ni las empresas de construcción. Ni siquiera la mano de obra que se sube al andamio, que en proporción cada vez mayor es inmigrante. Son todos los abastecedores de material de construcción, los fontaneros, los electricistas, los carpinteros, los ferreteros, los fabricantes de gres, los que instalan minijardines… y los que tienen restaurantes y bares por la zona, y los de los mini-markets… Podría alargar la lista hasta llenar varias páginas. A todo ese ejército de gente, la idea de que pudiera llegar una autoridad que dijera que ya está bien, que se acabó la diversión, le pone los pelos de punta.

Tened en cuenta, además, que una proporción considerable –muy considerable– de ese trajín se realiza en condiciones de dudosa legalidad, cuando no de plena ilegalidad. Es muy probable que sean más las transacciones que se hacen sin declarar el IVA que las que lo hacen constar. Supongo que no hará falta que os diga que menudean los empleos que funcionan sin contrato de trabajo. Como salieran elegidos unos políticos que dieran prioridad a las inspecciones fiscales y de trabajo, sería para ellos un desastre total.

El PP es el partido que asegura que todo eso siga funcionando a tope. ¿Que hay políticos del PP corruptos? Normal: son expresión de una realidad en la que la corrupción se alterna con la corruptela. ¿Que los jefes del PP son ideológicamente mucho más carcas que la mayoría? Bueno, pues que lo sean: con no hacerles caso en eso, santas pascuas. Además, es público y notorio que una cosa es lo que dicen y otra lo que hacen.

Excuso decir que ese mundo no abarca a la totalidad de la población. Ni mucho menos. Ni siquiera a la totalidad de la población con derecho de voto. La prueba electoral de ello está en que el PP ha vencido, pero lo ha hecho obteniendo el 52,3% de los votos sobre una participación del 69,5%. Eso, a ojo de buen cubero, da algo así como un 36% del censo. De modo que es ampliamente mayoritaria la parte de la población del País Valenciano que no ha votado al PP.

También habré de dejar constancia que he descrito –he caricaturizado– la situación en una zona eminentemente turística. El interior es otra cosa, aunque allí tampoco falte la corrupción (algún día hablaremos de las industrias del juguete y del calzado, por ejemplo).

Pero, en fin, se trataba de dar una primera respuesta a una pregunta interesante, y eso es lo que he pretendido hacer.

Nota.– Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán. «Pero bueno, Javier, ¿qué te ha pasado hoy? ¡Casi las 10 y todavía no has subido tu Apunte diario! ¿No te encuentras bien?» Le he contestado la verdad: «Estoy perfectamente. Cuando he estado mal, entre enfermo y convaleciente, ha sido estos días pasados. Hoy, ya recuperado, he dormido a pierna suelta, para tomarme venganza».

Escrito por: ortiz.2007/05/31 10:00:00 GMT+2
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