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2007/08/08 05:00:00 GMT+2

Padres e hijos

Como fiel oyente de la radio –de las radios–, todos los años por estas fechas me enfurezco con los disparates del becariado. Las emisoras se llenan de becarios y becarias cuya preparación deja muchísimo que desear en todos los campos, y que sueltan con perfecta alegría y casi siempre con envidiable aplomo las más variopintas barbaridades. Las largan sin inmutarse y a continuación se quedan tan anchos (y anchas), encantados de haberse conocido.

De todos modos, mi enfado es de cortísima duración. Porque soy consciente de que la culpa no la tienen ellos. Como mucho, son culpables de creer que han aprendido algo en la Universidad.

Quizá sea muy injusto, pero lo que me ha mostrado mi experiencia –que tampoco es tan limitada– es que la gente que ha estudiado Ciencias de la Información en España no aprende demasiado, pero lo poco que aprende es deplorable.

Cuando te la ponen a tu cargo y te toca enseñarles en qué consiste el periodismo práctico, tienes que empezar por quitarles un montón de bobadas de la cabeza.

Os cuento una anécdota. Siendo jefe de Opinión de El Mundo, hace algo así como quince años, me llamó la atención una lectora que enviaba unas cartas al Director que eran, de hecho, excelentísimas columnas. Hubo una, que se refería al modo en que se había desarrollado una huelga general en la Universidad, que me pareció tan brillante que la telefoneé para pedirle permiso para publicarla como artículo de opinión. A continuación le pregunté por qué no se dedicaba al periodismo. «Me encantaría, pero yo he estudiado filología, no periodismo», me dijo. «¡Tanto mejor!», le respondí.

Le propuse hacer prácticas durante el verano en la sección de Opinión de El Mundo. Las hizo y resultó ser una joya, amén de una gran persona. Hoy es crítica literaria en prensa y televisión, y una escritora de éxito. 

Tuvo su oportunidad, pero ella podría contaros que, cuando vino a hacer sus prácticas con nosotros, no sólo nos dedicamos a explicarle los rudimentos del oficio (que tampoco son demasiados), sino también a criticar sus escritos con perfecta ferocidad, necesariamente doble cuando se trata de alguien que vale de verdad y merece el esfuerzo.

Lo que me pone de los nervios de los becarios y las becarias no son ellos, sino sus jefes, que son unos vagos y unos explotadores de mil pares. Que no les dicen: «Eso que has escrito hoy no hay por dónde cogerlo». O bien: «Los has leído con una vocecita de Lolita que daba grima». O bien: «O yo me equivoco mucho contigo o puedes hacerlo cien veces mejor. Y ahora vas a demostrármelo o te saco de aquí a patadas.»

Los viejos estamos para enseñar a los jóvenes. No para aprovecharnos de ellos.

Es la deuda elementalísima que hemos de pagar a quienes hicieron eso mismo con nosotros, cuando éramos chavales.

__________

 Alguna nota suelta.– Hoy regreso a las tertulias de Radio Euskadi. De 08:30 a 09:30.

Los sábados seguiré en Radio 1, de RNE, de 09:00 a 10:00.

 Añadido general, en respuesta a un montón de correos electrónicos: de momento, no hay modo de escuchar los encuentros «cultura-deporte» que coordiné en Santa Cruz de Tenerife la pasada semana.Ya preguntaré si piensan hacer algo con ellos. La verdad es que ni siquiera sé si los grabaron. Si acaba habiendo algún modo de acceder a ellos, ya os lo diré.

Escrito por: ortiz.2007/08/08 05:00:00 GMT+2
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2007/08/07 05:55:00 GMT+2

Voto en Blanco

Sostiene el tópico que el primer deber de un político es solucionar problemas, no crearlos. Si eso fuera así, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, debería dedicarse a cualquier otro oficio.

Ocurre que, según se desprende de la experiencia, ese tópico es falso. Está demostrado que la principal ocupación de muchos políticos profesionales –dicho sea en el sentido más despectivo del término– es agrandar los problemas, o incluso crearlos, en el caso de que no los haya. Lo suyo es como lo de ese miembro de un equipo de extinción de incendios de Gran Canaria que la pasada semana, enterado de que se le agotaba el contrato, se puso a prender fuego por todas partes.

Al igual que él, José Blanco es un pirómano. Donde no hay problemas, o hay problemas que cabría resolver con relativa facilidad, él se encarga de ponerlos al pil-pil. (Iba a escribir «al rojo», pero casi mejor dejar los colores para ocasión más propicia.)

De todos modos, y puesto que los apellidos son como son, y eso no tiene remedio, habré de añadir que Blanco no es Blanco: es Blanco y su circunstancia. Y la circunstancia se llama Rodríguez Zapatero. Y, por delegación, María Teresa Fernández de la Vega, que ayer, de viaje por esos mundos de Dios, comentó la dimisión del secretario general de los socialistas navarros (chimpón, jódete patrón, saca pan y vino, chorizo y jamón, y el porrón) diciendo: «La decisión del señor Puras hay que enmarcarla dentro del marco de una decisión estrictamente personal». ¡Una decisión que hay que enmarcar dentro del marco de una decisión! Otra que va para el Nobel de Oratoria.

Tengo un par de amigas que militan en el Partido Socialista de Navarra. Dos mujeres que he conocido en los últimos tiempos y que me han obligado a corregir mis esquematismos sobre el PSN, para dar paso a criterios más matizados y sutiles. Las supongo abrumadas por lo que está ocurriendo. Es más: ni siquiera sé si para estas alturas seguirán siendo del PSN o habrán optado por tirar la toalla y dedicarse a sus cosas –y a las nuestras– por libre.

Por lo que ellas me contaron cuando empezó todo este lío, la base social del socialismo navarro tiene que estar que fuma en pipa. Si no provocan una escisión, o un abandono en masa, no andarán lejos.

Pero, como creo haber dicho ya varias veces desde hace un par de meses, lo que se dirime en este asunto no es ni el Ayuntamiento de Pamplona ni el Gobierno de Navarra. No sólo, quiero decir. No es nada que se agote en los límites de la comunidad foral. De lo que estamos hablando es de si la dirección suprema del Partido Socialista Obrero Español –y me ahorro en este caso discutir los adjetivos, salvo el de «español», por lo que tiene de geográfico– se da cuenta de que, para ganar las elecciones generales del año que viene, necesita convencer al electorado que se siente de izquierda de que está en contra de la derecha. Y la derecha, en la conciencia general, es el PP. Y UPN, desde luego.

Ya ni siquiera es un debate ideológico. Es una cuestión estrictamente práctica. Permitiendo que Sanz («Uno de los tíos más tontos que he conocido en mi vida», según me dijo hace años un periodista de derechas de muy alto copete) renueve su cargo, y hundiendo de paso en la miseria al PSN, Rodríguez Zapatero está tirando a la taza del váter decenas de miles, si es que no cientos de miles de votos.

Empiezo a plantearme si no habría que abrir un concurso para determinar quién tiene más derecho a entrar en la lista de «Uno de los Tíos Más Tontos Que He Conocido en Mi Vida».

Escrito por: ortiz.2007/08/07 05:55:00 GMT+2
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2007/08/06 03:05:00 GMT+2

Una semana de andanzas

La primera mujer con la que estuve casado (perdón por la perífrasis, pero la fórmula «mi primera mujer» se me hace cuesta arriba, por el tonillo de propietario que destila) bromea diciendo que, gracias a esta página web, hoy en día me conoce mejor de lo que nunca me conoció cuando vivimos juntos. (Por cierto que se ha vuelto a casar hace apenas unos días. No hace falta que la felicite aquí: ya lo he hecho en persona.)

Tengo algunos lectores que, sin embargo, se me quejan porque aseguran que a veces no proporciono toda la información que debería. Estos últimos días he recibido varios correos –bienhumorados, por supuesto– en los que me reprochan que he sido infiel a mi tradición comunicativa y me he guardado para mi coleto algunas historias de las que debería haber dado cuenta.

Vale, me pongo cumplidor.

Primera cosa: lo de las Jornadas de Santa Cruz de Tenerife. Han sido un asunto de trabajo, patrocinado por CajaCanarias y organizado por un amigo con el que me apetecía colaborar.

La idea general tenía su gracia: se trataba de juntar a algunas personalidades del mundo de la cultura con otras vinculadas al deporte y animarlas a intercambiar sus respectivas experiencias y su visión de la otra parte.

Yo iba de moderador.

 De las tres jornadas, dos respondieron a propuestas mías.

El lunes 30 de julio puse mano a mano a Ángel Cappa y Óscar Ladoire, y nos lo pasamos en grande. Óscar no sólo sabe de cine, de literatura y de lo que le echen, sino también de deporte. Ángel tiene un nivel cultural de quitarse la gorra (dicho sea sin ningún pelotilleo: es un tipo excepcional). Ambos tienen un excelente sentido del humor y, además, hicieron buenas migas entre sí visto y no visto.

El viernes 3 de agosto situé frente a frente a José Saramago y Pello Ruiz Cabestany. Pello, que se ha enfrentado a lo largo de su vida a no pocos riscos y a muchas cumbres, aguantó el tirón muy bien: estuvo ingenioso, certero y no se dejó amilanar por la impresionante talla de su contertulio. Saramago se mostró acerado y penetrante, como siempre. Lo que quizá a alguien le sorprendiera es que estuviera también muy divertido, y hasta un tanto guasón. A mí me tomó el pelo un buen rato –cariñoso, como es siempre conmigo– y hubo momentos en los que el público (y Pello y yo) no pudimos evitar la franca carcajada. Fueron dos horas para el recuerdo.

La jornada de en medio me tenía a mí (con vosotros estoy obligado a ser sincero) francamente aterrado. Se juntaban las gemelas Ruano, windsurfistas de pro, con el cineasta Juan Carlos Fresnadillo. De las dos mozas no sabía ni que existieran. Tengo la misma relación con el windsurf que con los Testigos de Jehová, por decirlo francamente. Con una de ellas mantuve una breve polémica sobre la monarquía: estaba a favor. Nos reímos. En cuanto a sus proezas deportivas, que son la repera, tuve que hacer un cursillo intensivo en internet para enterarme de algo, más que nada para no hacer el ridículo al cien por cien.

De Fresnadillo sí había oído hablar, por lo de la candidatura al Óscar en la modalidad de cortometrajes, por el Goya y por el éxito que está logrando en los USA con su última película, pero lo cierto es que no he visto ni un fotograma suyo, y además el cine de terror (o de horror, o como se llame) me da repelús. Me pareció un chaval muy agradable, aunque me dejó desconcertado cuando le pregunté por Bergman y Antonioni, fallecidos pocas horas antes, y me dijo que no había visto casi nada de ellos. Peculiaridades generacionales, supongo. A cambio, sabe mucho sobre Hitchcock, lo que le honra.

El otro asunto interesante (para mí) de la pasada semana es que el sábado me estrené como contertulio en Radio Nacional de España.  No he dado al suceso ninguna solemnidad porque se trata de una mera sustitución. El magazine matinal de los fines de semana de RNE («No es un día cualquiera») ha adoptado una fórmula provisional, veraniega, y el encargado del programa, Toni Marín, con el que tengo desde hace tiempo una cordial relación, me ha pedido que le acompañe en la tertulia política de los sábados, de 9 a 10 de la mañana.

Nos estrenamos el pasado 4. Me sentí cómodo, lo cual, tratándose de mí y de una cadena de radio de difusión estatal, no es poco decir.

Si la cosa fuera a más después de agosto, ya os lo contaría.

Lo que más me afectó fue lo de «…una hora menos en Canarias». Para estar a las 8 en los estudios de RNE en Santa Cruz tuve que levantarme a las 6 (uno, que es un profesional, tiene que oír las noticias y leerse los periódicos del día antes de empezar a soltar chorradas ante un micrófono). Pero, claro, habíamos estado de palique con Pello Ruiz Cabestany hasta algo así como la 1:30 de la madrugada (o sea, las 2:30 peninsulares). Lo que quiere decir que la experiencia resultó tirando a agotadora, para un vejestorio como yo.

El sábado podría haber sido un día estupendo para recuperarse. Pero no. Porque vino a vernos un amigo-amiguísimo de Gran Canaria, con el que nos liamos malamente (o sea, muy bien), y luego quedé con mi primo Emilio Sánchez-Ortiz, magnífico novelista y todavía mejor primo, y con su mujer, Tere, y luego nos fuimos de cena a La Laguna para ver a otros dos amigos de toda la vida, Francis y Pablo, con quienes pacté que iré a la Universidad de allí a dar una conferencia en octubre…

O sea, que al final he vuelto a Alacant hecho unos zorros, con todo mi reloj interno descabalado, mi sueño cualquiera sabe dónde y esperando que la normalidad venga a mí, ya que todo indica que de momento yo soy incapaz de ir a la normalidad.

En todo caso, espero que retiren sus quejas los (y las) que se me han quejado porque no cuento con detalle mis andanzas.

A nada que insistan, acabaré convertido en notario de mí mismo.

Escrito por: ortiz.2007/08/06 03:05:00 GMT+2
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2007/08/05 06:58:00 GMT+2

Lenguaje masculino

El pasado jueves me tocó presentar en Santa Cruz de Tenerife una conversación pública en la que contaba con tres personas invitadas. Dos mujeres deportistas (las hermanas Ruano, reiteradas campeonas del mundo de windsurf) y un director de cine, Juan Carlos Fresnadillo, que también está actualmente en la cresta de la ola, gracias al éxito mundial que está obteniendo su película “28 Semanas Después”.

A la hora de referirme al terceto dije: “Nuestras invitadas…”.

A mi buen amigo Gervasio Guzmán le pareció mal. “Ya te me has puesto feminista…”, me reprochó. “No, Gervasio”, le respondí. “Me he puesto demócrata, sin más. Ellas son dos y él es uno. Si la mayoría es femenina, hay que partir de ese hecho”.

Hace más de veinte años, cuando sacamos el diario Liberación, tuve una polémica del mismo estilo. Había que poner título a la acción de un grupo huelguista. Era una fábrica que contaba con algo así como 140 trabajadoras manuales y con tres trabajadores de oficinas. Yo escribí: “Las trabajadoras de…” (no recuerdo cómo se llamaba la fábrica). Un compañero me dijo: “Debes poner ‘los trabajadores’. Hay tres hombres”. ¡Tres contra 140! Le respondí lo mismo que el pasado jueves: “Lo siento, pero soy demócrata. Me atengo a la relación de mayorías y minorías”.

Al acabar el acto, Gervasio volvió a la carga. «El español tiene sus reglas, y no puedes desconocerlas. Por muchas mujeres que haya, si hay un hombre, el plural es ‘los’», insistió.

Traté de explicarle que no desconozco nada; que la cuestión es que no estoy de acuerdo, y que a veces adopto determinadas actitudes para llamar la atención sobre aquello que se supone que es “natural”, sin serlo, a lo que me opongo. «El lenguaje es reflejo de las relaciones de dominación: de poderosos sobre débiles, de ricos sobre pobres, de hombres sobre mujeres… Si no lo denuncias, si no te rebelas, ayudas a perpetuarlo», le dije.

Gervasio argumentó que no tengo la más mínima posibilidad de cambiar eso. ¡Valiente razón! ¡Como si yo me creyera que estoy en condiciones de cambiar las demás cosas contra las que me rebelo!

Allá por los inicios de la década de los setenta del pasado siglo, una escritora americana –lo he contado otras veces– inició un texto escribiendo: “En los orígenes de la Historia de la mujer (y cuando digo “la mujer” incluyo, por supuesto, a los hombres)…”

Me pareció genial.

Son muchos los graciosos (e incluso las graciosas) que hacen mofa de la costumbre que tiene el lehendakari Ibarretxe de decir “los vascos y las vascas”. Admito que hay fórmulas menos cansinas y forzadas, que son igualmente útiles a los efectos y que podría utilizar. Pero respeto su esfuerzo, que alguna vez he comentado con él. Le importa un bledo que lo ridiculicen por eso. “Lo que no se nombra no existe”, dice, retomando una fórmula a la que es muy aficionada Charo, mi compañera de fatigas.

Gervasio es muy sensible a determinadas situaciones de injusticia: Primer Mundo contra Tercer Mundo, oligarcas contra trabajadores… En cambio, no parece que las relaciones de dominación que expresa el lenguaje le conmuevan demasiado.

Quizá tenga algo que ver el hecho de que es hombre y que no parece que eso le moleste nada.

Nota de edición: Javier publicó una columna con el mismo título en El Mundo: Lenguaje masculino.

Escrito por: ortiz.2007/08/05 06:58:00 GMT+2
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2007/08/04 20:30:00 GMT+2

Seguiremos informando

Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán: “¿Te pasa algo, Javier? ¡Hoy no has escrito!”. Tiene razón, aunque no del todo. No he escrito ningún Apunte para el blog, pero sí alguna nota para mi coleto. De todos modos, no tengo ningún inconveniente en confesaros que hoy he puesto (casi) punto y final a una dura semana en la que se me han amontonado los asuntos de trabajo y de relaciones sociales (que, cuando uno es un tanto misántropo, como yo lo soy, resultan también medio de trabajo) y que, según he visto bajar el telón de todo el lío acumulado, a eso de las 10 de la mañana, hora canaria, me ha entrado un cansancio total: he decidido que era el momento de no hacer nada, salvo dormir, dormir y dormir, y atender a un amigo que ha tenido la deferencia de venirse desde Gran Canaria a Tenerife para vernos a Charo y a mí.

No he hecho el cómputo de las horas que llevo dormidas.

Anoche tuve la “gala de clausura” de las Jornadas que he venido a coordinar. Me acompañaron José Saramago y Pello Ruiz Cabestany.  Esta mañana nos he visto fotografiados en todos los periódicos locales, que han recogido el acto con generosa atención. Charo y yo estuvimos de charla con Pello hasta avanzada la madrugada. A las 6 me he levantado para oír las noticias y acercarme puntual a la sede local de Radio Nacional, donde me he estrenado como comentarista (satisfactoriamente, para mi gusto).

Mucha tensión. Mucho trabajo.

Tened en cuenta que estoy a un paso de cumplir los 60.

Ahora me toca salir para desplazarme a La Laguna, donde veré a otros amigos y habré de discutir si acepto venir a Canarias dentro de un mes o mes y pico para participar en otras Jornadas. Volveremos al hotel de Santa Cruz para hacer las maletas (llenarlas, en realidad) y dormir lo que se pueda antes de estar al amanecer de camino al aeropuerto, para regresar a la península.

Os contaría todo esto con más detalle muy a gusto, pero acaba de sonar el teléfono y me dicen que ya están esperándome en la puerta del hotel para seguir el periplo.

Bueno, mañana será otro día. Seguiremos informando.

Escrito por: ortiz.2007/08/04 20:30:00 GMT+2
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2007/08/03 12:00:00 GMT+2

Otra pifia de Blanco

Dicen las malas lenguas –que con mucha frecuencia son calificadas de “malas” tan sólo porque se atreven a hablar– que no es la dirección central del PSOE en pleno la que se opone al pacto de los socialistas navarros con NaBai e IU, sino tan sólo el núcleo duro ligado al secretario de Organización, José Blanco, que se habría empecinado en ese rechazo por una especie de sostenella y no enmendalla. Pretenden que Blanco trató en su momento de impedir el acuerdo de los socialistas catalanes con Esquerra Republicana, que no lo logró y que se ha tomado como un asunto personal que no vuelvan a darle sopas con honda.

Lo que sí resulta palmariamente cierto es que los argumentos que Blanco maneja de cara a la galería para rechazar el acuerdo “de progreso” (o sea, anti-UPN) de los socialistas navarros ni siquiera alcanzan la categoría de argumentos.

Pretender que el PSOE tiene diferencias programáticas muy importantes con NaBai es una bobada por partida doble. Primero, porque NaBai e Izquierda Unida de Navarra han limado hasta la exquisitez todas las aristas políticas de sus respectivos programas a corto plazo para que el PSN no pueda temer el menor arañazo. Segundo, porque a los dirigentes del PSOE los asuntos de programa siempre le han parecido secundarios. Es en lo poco que siguen siendo marxistas, si se me permite la humorada. Carlos Marx escribió en su Crítica del programa de Gotha que “cada paso en el movimiento real vale más que una docena de programas”. El PSOE considera que cada chanchullo en el movimiento real tiene más valor que una docena de acuerdos programáticos.

El otro gran “argumento”, según el cual pactar con NaBai perjudicaría sus posibilidades en las próximas elecciones generales, me parece aún más endeble. No creo que a los electores socialistas del Ebro para abajo NaBai les parezca peor que el Bloque gallego. Y no peor, desde luego, que Esquerra Republicana de Catalunya.

La idea que yo me hago es que el temor que mueve a la cúpula del PSOE a obrar como lo está haciendo en el caso de Navarra es el de que su partido ofrezca una imagen de reino de taifas, en el que cada organización local hace de su capa un sayo, obrando a su libre albedrío, sin que el mando central pinte nada, y que están intentado dar la impresión de que son un partido unificado (o sea, centralizado), así sea a costa de sacrificar las expectativas de una organización regional cuyo peso cuantitativo les parece decididamente menor.

Y todo ello para no ofrecer ese flanco a la crítica de la derecha. A la derecha del PP… y a la que albergan en su propio partido, con los Rodríguez Ibarra, Bono y otros Vázquez como referentes ideológico-políticos.

Lo cual es otra doble majadería. Primero, porque esa crítica carece de fundamento, y es posible demostrarlo sin demasiado esfuerzo. Y segundo, porque toda esa gente les va a dar la matraca en cualquier caso, hagan lo que hagan.

Que José Blanco es un pésimo paladín de Zapatero no me ofrece ninguna duda. Pero supongo que nadie pensará en serio que Blanco se ha nombrado secretario de Organización él mismo.

Está ahí porque Zapatero lo quiere.

Las pifias de Blanco son pifias de los dos.

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Nota de régimen interno.- Reitero a quienes me están escribiendo estos días haciéndome propuestas, formulándome consultas, pidiéndome colaboración para esto o lo otro, mandándome textos, etc., que estoy en Canarias, inmerso en la coordinación de unas jornadas  y haciendo un montón de "relaciones públicas", ocupado todo el día y en unas condiciones informáticas deplorables.

Por favor: dejad todos esos asuntos por lo menos hasta el lunes próximo, porque en estos momentos sólo sirven para abrumarme, sin más resultado práctico que ése.

Escrito por: ortiz.2007/08/03 12:00:00 GMT+2
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2007/08/02 12:40:00 GMT+2

El deporte y la patria

La peripecia seguida por la selección iraquí de fútbol, que ha ganado la Copa Asia, tiene ribetes tragicómicos, pero resulta, en lo esencial, patética. Su seleccionador, el brasileño Jorvan Vieira, admite que al principio tuvo dificultades para conseguir incluso que los jugadores de diferentes orígenes étnicos y religiosos se pasaran la pelota entre sí. Hubo de prescindir de varios por ese motivo. No sin trabajo, logró finalmente superar ese escollo, y con éxito, pero ahora el problema es que los futbolistas no se atreven a regresar a Irak. Temen ser asesinados: los unos por los unos, los otros por los otros y el resto por los de más allá.

Esa realidad, por injustificable y espantosa que la consideremos –y con razón–, tiene un sentido difícil de eludir: no siendo Irak realmente una nación, no resulta fácil que produzca una selección nacional.  Cualquier persona medianamente informada sabe que el Estado iraquí fue una creación perversa de las potencias coloniales en retirada, que concentraron su esfuerzo en dejar la región sembrada de estados tan heteróclitos, tan abigarrados, tan íntimamente contradictorios, que se vieran en la imposibilidad de unirse para cualquier misión superior que pudiera contrariar los intereses de las ex metrópolis.  

De todos modos, y hecha la salvedad de las condiciones tan especiales del fútbol nacional iraquí, lo suyo no deja de estar emparentado –levemente emparentado, pero emparentado– con otros absurdos derivados de los patriotismos o antipatriotismos deportivos y, más en general, de los sectarismos que toman el deporte por bandera, de uno u otro modo.

Pongo algunos ejemplos tomados de nuestro propio entorno, y que cada cual se los tome como quiera (pero dándoles un par de vueltas mentales antes de desdeñarlos, si es posible).

Ejemplo primero: aquí hay gente de mucho fuste mediático que es capaz de discutir largo y tendido sobre si los jugadores de la selección de la Federación Española de Fútbol (entidad que, si no me equivoco, es de derecho privado) lucen con mayor o menor donaire la enseña rojigualda… ¡en el borde de sus medias! Lo que implica, obviamente, una valoración crítica de su mayor o menor grado de españolidad. La cuestión es determinar –dicen– “si sienten los colores”.

Siguiente asunto: éste es un país en el que la lucha entre chiíes y suníes se expresa en que si un equipo de suníes juega en un campo de chiíes, los seguidores de los primeros les gritan en tono evidentemente beligerante: “¡España, España!”. Es también un país en el que la megafonía de un estadio demuestra que sus dueños han decidido que un jugador no puede llamarse Oleguer, nombre catalán, razón por la cual lo presentan como “Olegario”, en recio castellano. Y que la Constitución diga sobre las lenguas lo que le dé la gana.

Tercer asunto: vivimos en una colectividad que sólo se interesa por unas u otras prácticas deportivas si hay alguno de la aldea (más o menos amplia) que triunfa en ellas. Lo que explica que durante decenios nadie prestara por estos lares ninguna atención a las carreras de motos de elevada cilindrada, ni a las competiciones de Fórmula 1, y que de golpe y porrazo haya millones de nacionales apasionados por las unas y por las otras, y capaces de discutir sobre neumáticos de agua o de seco hasta la saciedad. Algunos deportes, tales como el golf y el tenis, experimentan oscilaciones espectaculares en la atención general según haya un Ballesteros, un García, una Arantxa o un Nadal que están en la cumbre o bien la cima de tales especialidades se quede desierta de coterráneos de éstos que con tanta frecuencia fijan su residencia en un paraíso fiscal, no vaya a ser que su dinero sirva para que se costee un asilo o una guardería en España.

¿Cómo se llama todo eso? Podría muy bien calificarse de patriotería cutre.

O, directamente, de papanatismo.

Suele decirse que las competiciones deportivas son un modo de sublimar las pulsiones bélicas de tribu, secta o nación. Tal vez deberíamos plantearnos cómo conseguir que no hubiera pulsiones bélicas de ese género.

Competición limpia, sin trastiendas tribales, sin rencores históricos. Rivalidad -incluso amistosa- entre personas, sin más.

Escrito por: ortiz.2007/08/02 12:40:00 GMT+2
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2007/08/01 13:14:28.514000 GMT+2

La plaga turística

Anuncié ayer que tenía la intención de ir a darme un chapuzón refrescante a alguna zona costera de la isla de Tenerife (en la que me encuentro por razones laborales, pero que me dejan algún tiempo libre). Finalmente fuimos con algunos familiares y amigos a la zona de Garachico, donde aún quedan pequeñas terrazas a la orilla del mar en las que es posible comer pescado fresco a precio razonable tras haber nadado un rato.

Tras una muy agradable y festiva comida, durante la cual la brisa del mar nos alivió de los terribles calores por los que atraviesan las Canarias en estos días, hube de buscar unos aseos en condiciones para realizar determinadas tareas naturales que no es preciso detallar. No fue fácil alcanzar el objetivo, porque los primeros WC que encontré sólo invitaban a poner tierra de por medio a la mayor velocidad posible. Tras un cierto examen de los alrededores, hallé un excusado limpio en el que completar mis propósitos en condiciones de higiene bastante aceptables. Pero, claro, para justificar la maniobra, hube de pedir una consumición y hacerme pasar por cliente.

La señora que atendía la barra mostraba una amabilidad generosa, tal vez un pelín excesiva, que le llevaba a proporcionar constante conversación a la parroquia. Al poco de llegar yo, derivó su monólogo hacia el más reciente y persistente de los incendios que asolan la zona. El de referencia afectaba –tal vez siga afectando– a una zona en la que, por lo visto, hay una ermita que los nativos tienen en gran estima.

–Está quedando todo aquello destrozado –dijo–, pero, bueno, a fin de cuentas, nosotros podemos soportarlo mejor, porque estamos aquí todo el año. Pero es una pena la impresión que pueden llevarse los turistas…

Me quedé perplejo. Para mí, el comentario lógico habría sido el contrario: “Al turista se le puede chamuscar la excursión del día, pero eso no es tan grave; lo peor es el desastre que nos queda a nosotros para todo el año”.

Lo comenté con un compañero de viaje canario y no se mostró sorprendido.

–Es mucha la gente canaria que cree que el turismo nos aporta muchísimo más de lo que en realidad nos trae. No se da cuenta de que los ingresos que producen buena parte de los viajes se los quedan los tour operators foráneos, extranjeros o peninsulares, y que mucho de lo que consumen los turistas cuando están aquí son productos de importación, que apenas dejan margen de beneficio a los comerciantes locales. Descuenta a eso el destrozo que los hoteles y urbanizaciones están haciendo en nuestras costas y los gastos de infraestructuras que nos causan: el agua que nos falta, la sanidad, los desperdicios… De bicoca, nada.

Yo añadiría a ese balance nada animoso el gasto moral que produce el avance del servilismo. El que se deriva de quitar importancia a lo que uno mismo padece todo el año y a sobrevalorar la mala impresión que puede llevarse el turista por esto, por lo otro o por lo de más allá.

No es fácil determinar qué tiene de turismo y qué de plaga.

Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Turismo y plaga.

Escrito por: ortiz.2007/08/01 13:14:28.514000 GMT+2
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2007/07/31 12:15:00 GMT+2

Una hora menos

Me encuentro en una extraña situación de dificultad opinante. Ayer la atribuí –y con razón– al calor asfixiante, que no me dejó pegar ojo en casi toda la noche y bloqueó definitivamente mis entendederas. Esta noche, en cambio, me he cobrado venganza y, mediante un ingenioso cambio en la colocación de la cama del hotel para situarla frente a la salida del aire acondicionado, he dormido… diez horas seguidas. Pero ése me parece que no es el único problema. Hay más. Está el asunto de las consecuencias más trágicas del calorazo, que hacen que los informativos estén repletos de noticias de incendios, que si bien son tremendos en las dos principales islas del archipiélago, no resultan demasiado propicias para el comentario cuando uno en un ignorante en la materia, como yo (salvo la del incendio provocado por un contratado del servicio de anti-incendios despechado porque se le terminaba el contrato: pero en ésa el comentario es tan obvio que no vale la pena ni hacerlo).

Dándole vueltas, me he dado cuenta de que soy víctima de algo que puede parecer muy tonto, pero que no lo está siendo en mi caso. Me refiero a la diferencia horaria entre Canarias y la península. Animal de costumbres (muy animal y muy de costumbres), tengo una especie de reloj periodístico asimilado, que hace que siga las noticias de las radios de manera instintiva a las horas clave. Pero las horas clave de Tenerife no son las de mi reloj interno, lo que hace que me esté perdiendo sin parar todos los informativos principales de las radios con sede principal en Madrid, y hasta en Euskadi, a las que podría acceder por internet (aunque para eso tendría que estar en la habitación del hotel, en la que no paso demasiado tiempo).

Así que repaso mi cuaderno de notas y es desolador: “Muerte de Bergman”, “Muerte de Antonioni”. Para decir que ninguno de los dos es santo de mi devoción, aunque en mis años mozos fui adorador del cine de Antonioni, para mí que por puro papanatismo juvenil… pues, vaya, tampoco es que sea gran cosa.

Lo más interesante que podría contaros es que ayer celebramos la primera sesión de las jornadas que he venido a coordinar. Ya he contado que responden a una idea curiosa, consistente en juntar a una persona del mundo artístico y otra perteneciente al universo del deporte y suscitar una conversación entre ellas. Ayer fue el turno de Angel Cappa y Óscar Ladoire, y debo deciros que el diálogo resultó no sólo entretenidísimo (ambos son conversadores de primera y de un nivel cultural poco común), sino además lleno de reflexiones que, sin darse aires de nada, darían para más de un ensayo. Me resultó particularmente estimulante un diálogo sobre el deporte y los patriotismos (o los sectarismos), sean de Patria “grande” o de club. Pero no puedo dar cuenta de todo ello aquí, por obvias razones de espacio. Sólo puedo deciros que os habría encantado estar. La hora y media se nos pasó volando.

 La única pena es que no hubo demasiado público. Pero de eso la culpa es mía, porque fui yo quien planteó que las jornadas se realizaran en estas fechas, por razones mías de calendario.

Dicho lo cual, y a esta hora escandalosamente tardía para vosotros –una hora menos para mí–, voy a ver si hago algo de caso a mi gente y nos vamos a dar un chapuzón, que falta nos hace.

Escrito por: ortiz.2007/07/31 12:15:00 GMT+2
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2007/07/30 08:50:00 GMT+2

Electrodependientes

He pensado unas cuantas veces durante estos últimos días en el calvario por el que han tenido que pasar los barceloneses a los que su compañía suministradora ha tenido muchísimas horas sin electricidad. Me preguntaba cómo se las habrán apañado para subsistir con estos calores veraniegos.

Esta noche he tenido ocasión de hacerme una idea bastante precisa. Estoy en Santa Cruz de Tenerife, donde hace un calor de mil pares, y o bien el aire acondicionado del hotel en el que estoy no funciona bien o yo no he acertado a regularlo como es debido, pero el caso es que me he pasado la noche empapado en sudor y sin poder conciliar el sueño, pensando obsesivamente en lo electrodependientes que nos hemos vuelto. Toda nuestra vida –incluyendo los edificios que habitamos- está en función de la electricidad y, como nos la corten o vaya mal, estamos perdidos.

La prueba más evidente es este apunte de hoy. Después de toda una noche de insomnio, mis meninges no producen ideas. Sólo sudor.

Escrito por: ortiz.2007/07/30 08:50:00 GMT+2
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