2008/04/11 06:00:00 GMT+2
Todos los usuarios de buscadores en la Red sabemos de la importancia de acotar bien el centro de nuestro interés para encontrar exactamente lo que buscamos, porque, si no, corremos el riesgo de vernos sumergidos en una avalancha de datos en la que nos resulta imposible desenvolvernos.
Lo del correo electrónico puede ser aún peor. Para mí lo está siendo, por lo menos. En la actualidad, recibo tal cantidad de electrocartas que me resulta imposible administrarlas. No me refiero a correo “basura”, publicidades y divertimentos de ésos que ahora tanto fabrican y difunden los trabajadores con pocas ganas de trabajar, sino de cartas específicamente escritas para mí por personas que quieren comentarme algo concreto, del tipo que sea (la gama de posibilidades es muy amplia: desde una reflexión política hasta un asunto de índole laboral, la tramitación de una factura o la invitación a tal o cual acontecimiento, público o privado).
Ayer me sentí desbordado por completo. Tras haber eliminado de mi buzón de correo electrónico todo lo que tenía aspecto de ser “basura”, haciéndolo a lo bestia y con riesgo de tirar a la papelera mensajes que lo mismo me interesaban, me quedé con más de un centenar de cartas.
Me entró un total desaliento.
Lo comenté con mi mujer, que se distraía viendo en su ordenador un pase de fotos muy bonitas: “El problema no es que me sea imposible responder todo ese correo. ¡Es que ni siquiera tengo tiempo suficiente para leerlo!”
Se rió. “Contrata a alguien que lo lea y te haga una criba”, me dijo, sabiendo de sobra que no tengo medios para contratar a nadie.
“No me bastaría con contratar a una persona. Necesitaría dos” –le seguí la broma.
De verdad: que te hable demasiada gente a la vez es como si no te hablara nadie. No te dicen nada: te aturden. Y es algo que, además, no tiene remedio, porque cada una de las personas que te habla no tiene conciencia de estar haciéndolo a la vez que muchas más.
Añadid a eso los teléfonos.
Escrito por: ortiz.2008/04/11 06:00:00 GMT+2
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2008/04/09 06:30:00 GMT+2
Dicen que Albert Einstein solía afirmar: “Sólo conozco dos cosas infinitas: el espacio y la estupidez humana”.
Mi primo Emilio Sánchez Ortiz, al que no le incomoda el humor negro –me da que es cosa de familia–, escribió hace años una sombría reflexión en un libro de apotegmas: “De que hay vida después de la muerte yo soy la prueba evidente”.
Mezclo ambas ideas y me sale una tercera: de que la estupidez humana es infinita yo soy la prueba evidente.
Ayer, un amigo me hizo ver cuán absurdo resulta que deje espacio en mi web a los comentarios sobre las columnas que saco en el diario Público. Su argumentación fue tan redonda que me llevó directamente a concluir que en algunas ocasiones soy bastante limitado de entendederas.
“Tus columnas en Público se pueden comentar en la web del propio diario”, me dijo. “Dado que tú no sueles leer esos comentarios, no te aporta nada que figuren en tu blog. En cambio, te beneficia que aparezcan en la versión electrónica de Público, porque dan más eco a tus escritos.”
“Otra cosa son tus Apuntes”, prosiguió (lo cito de memoria: no tomé nota literal de sus palabras). “Ahí sí tiene sentido que abras la puerta a los comentarios de los lectores. Pero para ello sería conveniente que separaras otra vez las columnas de los Apuntes, de modo que no se monte el lío que a veces hay ahora entre quienes escriben sobre lo uno y quienes lo hacen sobre lo otro. Quien quiera decirte algo en privado, puede hacerlo por e-mail. Y quien quiera comentar en público lo que escribes, también tiene modo de hacerlo.”
Sólo pude hacer una cosa: darle la razón. Y obrar en consecuencia.
Escrito por: ortiz.2008/04/09 06:30:00 GMT+2
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2008/03/22 05:30:00 GMT+1
Llevo mes y medio (o algo así) sin escribir Apuntes del Natural y algunos amigos me preguntan cómo me sienta. «¡Tantos años haciéndolo…!», me dicen.
Y es verdad que escribí esos Apuntes a diario durante muchos años. Pero también es cierto que pasé muchos más años antes de eso sin escribirlos.
De modo que tengo costumbre de lo uno y de lo otro.
Puesto que os debo la sinceridad, al menos a algunos (y también a algunas, a las que he de citar explícitamente, porque para mí el masculino ni las abarca ni es neutro), habré de reconocer que me siento muy apacible con este parcial silencio.
Desde hace ya algún tiempo, me he distanciado del lado sentimental de la escritura. Asumo que ni yo soy capaz de expresar con la suficiente claridad lo que pienso (muy probablemente porque no lo pienso con la suficiente claridad) ni la mayor parte de la gente que me lee (supongo que como lógica consecuencia de lo anterior) es capaz de entender medianamente bien lo que quiero decir. Por lo que me cuentan –yo he dejado de leer los comentarios que suscitan mis escritos: me entristecía ojearlos y decidí dejar de hacerlo–, mis columnas siguen sin animar demasiado a la reflexión independiente y desprejuiciada. O sea, que no sirven para gran cosa. Parece que valen, eso sí, para que algunos hagan vudú con mi persona, atribuyéndome de todo, lo cual tengo entendido que es un buen modo de liberarse de los traumas propios. Quizá en ese sentido, tirando a freudiano, sí sea de alguna utilidad.
En tiempos me definí como «opinante compulsivo». Eso tenía relación con mi vieja idea, harto ingenua, de que lo importante es razonar, es decir, animar a razonar. Vas tú y dices cómo ves las cosas, para que los demás hagan lo mismo, y así tratamos de ir aclarándonos.
Valiente bobada. Según mi experiencia, es poquísimo el personal que reflexiona sobre lo que le rodea con el deseo de entender. Lo único que pretende es justificarse, y con eso va que chuta.
Bah, qué más da. De momento, me limito a hacer la cuenta atrás, viendo cómo se acerca, despacio pero gozoso, el día de mi jubilación.
No aspiro a más. Así que llegue, escribiré cuando me apetezca, y para mí mismo. No me hará falta ni publicarlo. ¿Para qué? Es antiecológico. ¡Se ha puesto tan cara la tinta invisible!
Homenajearé una vez más en silencio a mi buen maestro Blas: «Porque escribir es viento fugitivo / y publicar, columna arrinconada / digo vivir, vivir, como si nada / hubiera de quedar de lo que escribo».
Escrito por: ortiz.2008/03/22 05:30:00 GMT+1
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2008/02/07 05:30:00 GMT+1
Varios lectores y lectoras me han escrito preguntándome por qué en los últimos días no he escrito Apuntes del Natural.
Ni lo he hecho ni volveré a hacerlo, al menos durante un cierto tiempo.
Subir a mi blog las columnas de Público me produce muy poco engorro y, como las escribo casi siempre por la mañana, puedo dejarlas “dormir” en el archivo para que el robot las haga visibles a la madrugada siguiente, sin tener que ocuparme yo de nada más. En cambio, los Apuntes los redactaba a partir de las 4 o las 5 de la madrugada. A veces incluso antes. Contribuían a acentuar mi insomnio.
No soy nada rápido escribiendo. Repaso, consulto y corrijo una y otra vez. Eso quita mucho el sueño.
Los Apuntes me suponían bastante trabajo. A cambio, ningún beneficio económico. En tiempos me reportaron alguna satisfacción sentimental, por la comunidad que creí que habían contribuido a formar, pero ya no lo veo nada claro. Me parece que no hay correspondencia, ni de lejos, entre el esfuerzo invertido y la satisfacción recibida.
Cortar el grifo de los Apuntes confío que me ayude, para empezar, a dormir más, cosa que mi salud agradecerá. Y también a atender con más celo determinadas tareas remuneradas que con mucha frecuencia he puesto en segundo plano durante los últimos años en mi particular jerarquía de ocupaciones diarias.
Asegura el tópico que “sólo se equivocan los que hacen cosas”. Es un modo –que entiendo– de elogiar a los más entusiastas y emprendedores. Pero yo he llegado al punto en el que ya me planteo el asunto al revés, y reformulo la recomendación: "cuanto menos te expones a los pimpampum al uso, menos pelotazos te llevas en los morros".
Gabriel Aresti, gran poeta vasco, escribió en los años sesenta un poema en el que bromeaba con el dicho evangélico según el cual, si te dan un bofetón en una mejilla, debes poner la otra. Ironizaba el autor de Harri eta Herri diciendo –el poema es en euskera: cito de memoria la traducción– que las gentes de los tiempos de Cristo debían de ser mucho más rápidas, porque a él, por lo menos, todas las bofetadas se las daban en la misma mejilla.
Muy pertinente, la idea.
Escrito por: ortiz.2008/02/07 05:30:00 GMT+1
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2008/02/03 05:30:00 GMT+1
Algunos amigos creen que últimamente estoy más crispado e irascible de lo que debería. Y me lo dicen.
En mi tradición ideológica y de pandilla, la crítica franca, por severa que sea, nunca nos la hemos tomado como un insulto, sino como un intento de ayuda. Entre los amigos solíamos citarnos, medio en serio medio en broma, una sentencia de Mao Zedong, que decía: “Y si crees que quien te critica es injusto, no lo condenes: tómate sus palabras como una advertencia”.
Quien no te quiere no te criticará jamás: le importas un bledo y no ve razón para tomarse ese trabajo y arriesgarse a que te cabrees.
Vista así, la crítica es una demostración de afecto.
En concreto, creo que las críticas que me han dirigido los amigos a los que me he referido antes pueden ser en buena medida justas. Es verdad que, aunque no creo que lo haya dejado traslucir demasiado en lo que escribo en los medios de amplia difusión, los diversos avatares personales que me ha tocado padecer en los últimos meses, con sucesivas visitas a hospitales y funerarias, no me han mejorado demasiado el humor. Y eso es muy fácil que haya influido en mi comportamiento social. Soy materialista: concibo el cuerpo humano como un todo, en el que se funden razonamientos y sentimientos.
Me vigilaré más. Recordaré el verso de César Vallejo: “¡Cuídate de ti mismo!”
En serio: gracias por las críticas.
Escrito por: ortiz.2008/02/03 05:30:00 GMT+1
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2008/02/02 06:55:00 GMT+1
No creo que sea de mayor interés disputar sobre las razones de mi enfado con la autora del blog En el portal de Belén, porque creo que tengo derecho a enfadarme con quien me parece, pero, antes de abandonar definitivamente el asunto, sí quisiera precisar tres extremos.
1º) Yo no he despedido a nadie, porque este sitio web no es una empresa. Aquí no hay relaciones laborales. Tampoco he silenciado a nadie, porque cualquiera es libre de establecer su propio blog independiente y escribir en él lo que tenga a bien, exactamente como hice yo mismo hace ocho años. De hecho, cuento con muchos amigos y conocidos que tienen sus blogs, y ni ellos me han pedido que los aloje en www.javierortiz.net ni a mí se me ha ocurrido ofrecérselo.
He descrito a menudo este rincón de la Red como una pequeña reunión de amigos. Uno se junta con quien se siente a gusto, y eso es todo.
2º) Lo que me disgustó de la autora de ese blog es que –y no por primera vez– se aventurara a abordar asuntos que me afectan de manera muy personal sin haberlos tratado previamente conmigo. En este último caso, procedió a formular un montón de juicios nada amables sobre la vida interna del periódico para el que trabajo apoyándose en una mezcla de suposiciones personales y de rumores sin contrastar.
Si vio que yo no comentaba la contratación de Ekaizer por Público, pillándome el asunto de tan cerca, ¿qué le costaba tener en cuenta mi punto de vista y mis conocimientos antes de decidirse a enmendarme la plana supliendo mi silencio?
Los demás aceptamos sin ningún problema que ella, por las razones de prudencia que le convinieran, decidiera retirar su retrato y su apellido de su blog, convirtiéndolo en un anónimo. Pero ser muy cauto con los asuntos propios, y temerario y atolondrado con los ajenos, no es un comportamiento que cuadre con mi idea de compañerismo.
3º) Ha habido varios foreros que han interpretado este enfado mío como “una muestra más” de mi tendencia, según ellos contrastada, de someterme a los intereses de las empresas y a los jefes para los que trabajo. No conocen mi trayectoria y hablan por hablar. No saben que me he despedido de varios empleos por negarme a aceptar instrucciones que violentaban mis principios. Por citar un caso que alguno menciona: mis muestras de reconocimiento personal al trato que recibí en su día de Pedro J. Ramírez las he formulado sólo una vez finalizada mi relación laboral con El Mundo, y precisamente por eso: porque ya no podían ser interpretadas como una muestra de sumisión. Cuando, hace ya bastantes años, me sentí maltratado por la empresa editora de El Mundo, lo primero que hice fue demandarla ante la Magistratura de Trabajo, pese a las amenazas que me dirigieron.
Lo que sucede ahora con Público es que me parece que todavía está por asentarse y por definirse del todo. Ya veo por qué caminos transita, pero todavía están por fijarse los márgenes de su vereda concreta.
De momento, mi posición es la tradicional británica: “esperar y ver”. No tengo prisa por enjuiciar a los responsables de ese periódico. Y tampoco quiero que nadie se piense que, supuestos amigos mediantes, les he declarado ya la guerra.
Y menos todavía que lo he hecho recurriendo a falsedades.
Escrito por: ortiz.2008/02/02 06:55:00 GMT+1
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2008/01/31 06:10:00 GMT+1
Es de pena el espíritu acrítico de muchos de los y las periodistas de los medios audiovisuales españoles. Me dejan perplejo montones de expresiones que utilizan continuamente en los informativos, sobre las que es evidente que no se han parado a pensar nunca. (Puede que el sueldo no les dé para tanto.) *
Quizá el tópico que me irrita más es ése que les lleva a calificar de “compañeros sentimentales” a las malas bestias que asesinan a su pareja o ex pareja.
Aparentemente, la razón que tienen para no llamarlo directamente “marido” o “ex marido” es que se toman muy en serio que él y ella no hubieran pasado nunca por el altar, o por el juzgado. Me parece un escrúpulo un tanto bobo, pero allá ellos. En todo caso, que esas dos personas nunca hubieran formalizado jurídica o eclesialmente su relación no hace que, una vez concluida, su vínculo subsiguiente merezca el adjetivo de “sentimental”. En castellano, lo sentimental se refiere siempre a asuntos vinculados con el amor o la ternura, y no parece el caso. ¿Que la ha matado su ex novio, o su ex pareja, o su ex ligue? Pues díganlo tal cual, y a freír puñetas. ¡“Su compañero sentimental”! ¡Pues menos mal que era sentimental, que si llega a ser desconsiderado!
Ayer vi/oí un informativo –creo que de Antena 3, porque era la hora de comer y había estado comprobando que el capítulo diario de los Simpson ya me lo sabía de memoria, porque era la duodécima vez que lo emitían– en el que contaron que el último asesino machista del año “actuó bajo los efectos de las drogas y el alcohol”. Como si eso explicara (¿justificara?) algo.
Jamás he conocido a una persona de natural afable y pacífico que, por mucha droga y mucho alcohol que se hubiera metido en el cuerpo, se convirtiera súbitamente en violenta y agresiva. El pacífico colocado es eso: un pacífico que está colocado. Puede ponerse plasta y farfullar chorradas, pero de ahí no pasa.
Los despechados, celosos y posesivos que la emprenden a navajazos o a tiros contra sus ex son todo lo contrario. Se trata de gente de trastienda agresiva y violenta, por lo general reprimida (más o menos). En su caso, la ingestión de drogas y alcohol no puede tomarse como una eximente, sino como un agravante. Eran un montón de basura a la que ellos mismos decidieron echar combustible y prender fuego. Vaya piezas.
Y llega un periodista topiquero y los califica de “compañeros sentimentales”.
Como diría Aznar: cero patatero. Ni compañeros ni sentimentales.
______________
(*) Y no digamos en los programas sobre deportes (o sea, sobre fútbol, porque en España el fútbol es, al 98%, sinónimo de “deportes”, en general). Éstos van de cliché en cliché. En los últimos tiempos se han inventado un idioma propio, plagado de exotismos peregrinos. Ahora ya nadie “se anticipa”, sino que “anticipa”, a secas. Cuando un jugador se abalanza sobre otro, lo “encima”. En fin… Últimamente veo el fútbol quitando el sonido de la tele. La alternativa es poner el Carrusel Deportivo de la Ser, que, como se pasa el tiempo escenificando anuncios o hablando de cualquier otra cosa, no te incomoda tratando de contarte lo que está pasando en el terreno de juego.
Escrito por: ortiz.2008/01/31 06:10:00 GMT+1
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2008/01/30 07:00:00 GMT+1
A veces paso un cierto tiempo sin leer lo que aparece en los blogs que alojo como huéspedes en mi web.
Ayer, un conocido me telefoneó para preguntarme, visiblemente perplejo, qué sentido tenía un comentario referido a Público que apareció el pasado 23 en el blog titulado En el portal de Belén dentro de www.javierortiz.net.
Como no lo había leído, no pude responderle. Así que, en cuanto llegué a casa, lo leí. Y me quedé de piedra.
Basándose en un solo dato verificable y verificado –la contratación de Ernesto Ekaizer para el periódico en el que trabajo–, la autora procedía a realizar un montón de especulaciones despectivas e hirientes tanto para el director de Público como para sus propietarios, todas ellas basadas en hipótesis y suposiciones fruto de su libre imaginación o, alternativamente, según confesión propia, en chismes. El comentario de referencia utilizaba como base de apoyo latiguillos tan faltos de rigor como “os habréis dado cuenta…” (?), “tal vez…”, “a lo mejor…” (sic!), “no es descartable…”, “me cotillearon…”
Huelga decir que no se tomó el trabajo de escribirme previamente para pedirme información sobre lo que iba a escribir. Prefirió basarse en sus propias intuiciones, no especialmente benévolas, aderezándolas con algún cotilleo.
El asunto tiene dos vertientes.
La primera es la que he comentado hasta aquí: se refiere a la frivolidad con la que alguna gente pone en circulación especies sobre asuntos de los que lo ignora todo.
La segunda tiene que ver con la buena educación. Si alguien monta una cena de amigos y, según comienza el ágape, un comensal se levanta y escupe con mala baba en el plato de sopa del anfitrión, no creo que nadie se extrañaría demasiado si el dueño de la casa se levanta y pide al maleducado que recoja su abrigo y se vaya con viento fresco.
La autora de El portal de Belén ha escupido con tan escasa consideración como nulo rigor en el plato de sopa que sirve de alimento a quien le dio alojo en este rincón de la web. O sea, en el mío. Ahora –me dicen– hay un montón de gente en la Red que comenta que, “según se lee en www.javierortiz.net”, Público tiene un “director en la sombra” y que su director actual “tal vez está ya recogiendo sus cosas”.
Esa mujer me ha metido, el diablo sabrá por qué, en un lío de mucho cuidado.
Es la tercera vez que me deja perplejo. En la primera, me atacó a mí, directamente (ya ni siquiera recuerdo a cuento de qué chorrada, pero, eso sí, con mucha fiereza). En la segunda, se dedicó a especular sobre las (para ella) aviesas intenciones por las que la gente que gestiona técnicamente esta web –tan buenos profesionales como demostrados amigos– me presta ayuda.
Ésta, ya digo, es la tercera.
Ha conseguido aburrirme, más que cabrearme.
Hay un refrán árabe que dice que, cuando alguien te la juega por primera vez, la culpa es suya, pero que, cuando lo hace por segunda vez, la culpa es ya tuya. El refrán no preveía una tercera.
Ya no me queda más remedio: cruz y raya. Solicito educadamente a Belén que recoja su abrigo y su portal y se vaya de mi casa.
Que inaugure su propio blog independiente. Eso está al alcance de cualquiera.
Ya tengo suficientes problemas por mí mismo. No necesito gente que me cree más.
Escrito por: ortiz.2008/01/30 07:00:00 GMT+1
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2008/01/29 07:55:00 GMT+1
Empezaré por asumir que mi broma de ayer, tirando a chorra, relacionando las evasivas de Rajoy (“salirse por peteneras”) y su naturaleza gallega, no pasaba de ser eso, una broma chorra, que trataba de suscitar una leve sonrisa, sin más.
Hubiera podido habérmela ahorrado, y de hecho pensé en ahorrármela, pero no encontraba modo mejor de rematar la columna y tenía que acabar con la cosa y ocuparme a escape de otro asunto.
Lo que sí pido a mis críticos, y al personal en general, es que se documente un poco antes de escribir. Una consulta a los estupendos buscadores que hay en internet habría ahorrado a alguno pretender que Rajoy no es gallego. Según sus biografías oficiales, nació en Santiago de Compostela. Quien pretenda que sus biógrafos mienten, que aporte datos, no rumores.
Quizá lo hubieran tenido más complicado otros para establecer que José María Calleja es vasco, dado que en sus reseñas biográficas, ignoro por qué, no suele citar su lugar de nacimiento. Pero no tener claro que algo sea falso no autoriza a afirmarlo como cierto. Él mismo me dijo que era oriundo de León. Berciano, me parece recordar. El Bierzo es una región que me encanta –algo muy sencillo, porque es encantadora– y que ha aportado al gremio periodístico muchas piezas (bastantes penosas, otras muy estimables), pero desde luego no forma parte de Euskadi, por más expansivo que uno se ponga.
Tampoco me deja indiferente que algunos se aventuren a afirmar que mis referencias al carácter gallego (que tampoco suelo frecuentar, y menos en esos términos esencialistas) son “de diván”, dada mi ascendencia parcialmente gallega. Lo que me transmitieron mi abuelo Javier y su hija Maritxu (o sea, mi madre) fue una visión apaciblemente desconfiada de la especie humana, que el uno y la otra relacionaban con un modo de ser bastante generalizado en la Galicia de antaño. Mi abuelo tuvo motivos para alimentar esa manera de ver la vida, porque hubo de exiliarse a Irún, escapando de los carabineros corruptos de su pueblo orensano, que vivían del contrabando y temían que él los denunciara. Él no quería pendencias, pero las tuvo.
Pasado el tiempo, me encontré con que un cierto guerrillero vietnamita, llamado Ho Chi-min, difundía entre los suyos una consigna que, cada vez que me la topaba en los panfletos de la época, me recordaba inevitablemente a mi abuelo gallego: “Siempre preparados para lo peor”.
Algo más tarde, supe que había una expresión irlandesa que definía un estado de ánimo muy similar, que también he heredado (¿tal vez por celta?). Ellos hablan de “la desesperación tranquila”.
Pero, bueno, tomémonos todo esto con la debida distancia.
Castelao era gallego. Franco también.
Mayor Oreja es vasco. Yo también.
Son cosas que ocurren.
Escrito por: ortiz.2008/01/29 07:55:00 GMT+1
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2008/01/28 06:45:00 GMT+1
Hay bastante gente que se equivoca conmigo y que cree que hay asuntos de los que no escribo, o apenas lo hago, porque no quiero tomar postura ante ellos. Hace pocos días, un lector mandaba un comentario en el que decía que yo, como todos los trotskistas (¿yo, trotskista?), denuncio algunos atropellos pero oculto otros, porque en realidad los apruebo.
Algunos más me ponen de vuelta y media porque, según ellos, me preocupa mucho la integridad física de los detenidos a los que acusan de ser miembros de ETA, pero jamás me he interesado por las víctimas de ETA.
“¿Qué dijiste tú cuando lo de Miguel Ángel Blanco?”, me increpan.
Les respondo. El 12 de julio de 1997, la víspera del asesinato de Miguel Ángel Blanco, publiqué en El Mundo una columna titulada: “No lo matéis, por favor”, que concluía así:
«Amnistía Internacional pidió ayer que todo aquél que pueda tener algún ascendiente lo haga valer para salvar a este pobre hombre. Patxi Zabaleta respondió ayer a ese llamamiento. También lo hizo el ex concejal de Herri Batasuna y compañero de Blanco, Eduardo Egia Aramburu. El gesto les honra. Quiero unir mi voz a las suyas. Más que a otras.
»No sé si mi petición tendrá alguna influencia sobre los secuestradores, pero la haré, por si acaso. Por favor, no lo matéis. Os lo suplico. No me obliguéis a odiaros.»
Tomé partido, y neto. Como lo he tomado muchas otras veces. Cada vez que lo he considerado imprescindible. Como cuando lo de Hipercor. Como cuando el atentado de la T-4. Incluso he explicado en detalle por qué detesto la expresión “víctimas inocentes”: no creo que ningún atentado produzca víctimas culpables.
Otra cosa es que algunos prefirieran que aprovechara esos casos para razonar mi repulsa de los asesinatos de ETA desde su propia perspectiva política.
Lo que sí es cierto es que a menudo no escribo o escribo muy poco de determinados asuntos porque considero que los grandes medios ya hablan de ellos todo lo necesario e incluso bastante más. Así que prefiero centrar mi atención en noticias o realidades que otros destacan menos, o no destacan en absoluto, o las destacan de un modo descaradamente desenfocado.
De no ser así, hoy habría escrito mi columna para Público comentando las declaraciones de Fidel Castro en las que considera que el hundimiento de la URSS fue para él “como si dejara de salir el sol”. En una conversación con Luiz Inácio Lula da Silva, de la que dio referencia ayer el diario cubano Juventud Rebelde, Castro alabó el buen trato que siempre recibió Cuba de la Unión Soviética.
Bien: eso daría para un artículo largo y enjundioso, en el que debería figurar todo. Por ejemplo, cómo Jruschov jugó con Cuba durante la crisis de los misiles, moviendo a voluntad las piezas de su partida con Kennedy sin consultar con el Gobierno de Castro. ¿O ya ha olvidado el comandante que él mismo, francamente cabreado, incitó a las masas cubanas a manifestarse por las calles de la Habana al grito de “¡Nikita, mariquita (sic), lo que se da no se quita!»? ¿Tampoco se acuerda de los sucesivos intentos del Partido Comunista de la Unión Soviética de doblegar al PC de Cuba sirviéndose con descaro de politicastros del viejo partido prosoviético cubano, el Partido Socialista Popular, que actuaron como agentes dobles, a los que los propios castristas denunciaron y castigaron?
La URSS proporcionó petróleo, maquinaria y otras mercancías a Cuba cobrándole muy poco; a cambio, le compró azúcar y otros productos pagándoselos muy bien. Eso es un hecho. Pero incluso esa balanza comercial tan ventajosa hubo analistas cubanos que la valoraron ya en su momento como un arma de doble filo: la economía cubana se acomodó demasiado a lo que le venía dado y no hizo el suficiente esfuerzo por “apoyarse en sus propias fuerzas”, como se decía por aquel entonces.
De todos es sabido el poquísimo aprecio que Ernesto Guevara acabó profesando al régimen soviético. Tenía sus razones. Y acabó pagando por ello: de hecho, la dirección prosoviética del Partido Comunista de Bolivia le racaneó todo el apoyo que pudo, boicoteando su última y fatal aventura guerrillera.
Bien, vale, pero ¿cómo hacer para abordar en la plaza pública una discusión como la que acabo de amagar (estos Apuntes del Natural son, por fortuna, como una charla entre amigos) sin que parezca que me sumo al coro de los que creen que Castro es algo así como el enemigo público número uno de todos los demócratas, en tanto Bush, o Hu Jintao, o Putin, son honorabilísimos gobernantes?
Imposible. Y más cuando uno no escribe larguísimos artículos profesorales –sólo me faltaría tener que escribir a diario larguísimos artículos profesorales–, sino escuetas columnas de 2.200 caracteres.
Por eso elijo como elijo mi temario. Y quien crea que me meto sin parar con quienes me meto porque los demás me parecen estupendos, que lo crea.
__________
Nota.– Me escribe un lector: "Anteayer Público sacó la opinión de un lector que se metía muy duro contigo. ¿Qué quiere decir eso?". Respuesta: quiere decir, sin más, que hay lectores de Público a los que no les gusta lo que escribo, y tienen derecho a que el diario dé cuenta de sus opiniones. En otras ocasiones han recogido opiniones favorables. El pluralismo es eso. Me parece muy bien.
Escrito por: ortiz.2008/01/28 06:45:00 GMT+1
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