No sé qué hará ETA con Miguel Ángel Blanco. Me temo lo peor. Los secuestradores saben que el Gobierno no va a acceder a sus demandas. En realidad, aunque Aznar quisiera hacerlo, no podría: en 48 horas no hay tiempo material para trasladar a Euskadi a todos los presos vascos. Además, no hay dónde meterlos.
-Es imposible concentraros en cárceles vascas; no tienen capacidad suficiente -dijeron a Txikierdi los de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco, cuando fueron a hablar con él a la cárcel.
-No es mi problema -contestó el exdirigente de ETA.
Resolver prácticamente las dificultades no es su problema.
Sí el mío. Me preocupan los presos, y sus familiares. Quisiera que su drama tuviera una salida digna. Y pronta. Estoy de acuerdo con acercarlos a tierra vasca: la pena de cárcel debe limitarse a la privación de libertad, sin castigos añadidos. También me preocupa ese Ortega Lara de mirada extraviada, vagando en la angustia, muerto en vida. Dios, qué horror: lo imagino despertando cada mañana, día tras día, mes tras mes, sin saber si volvería a ver la luz del cielo.
Y me preocupa la vida de Miguel Ángel Blanco Garrido.
Nihil humanum a me alienum puto. También me preocupan los secuestradores.
De todas las alternativas que tenía ETA, ha ido a elegir la aparentemente más absurda. Podía haber secuestrado a alguien, para demostrar que la liberación de Ortega Lara no pasó de ser un trueque. Podía también haber cometido un atentado mortal, sin mediar amenaza ni ponerle plazo. Pero, ¿qué sentido tiene secuestrar a alguien fijando condiciones materialmente imposibles a 48 horas vista?
Vengarse. Quiere vengar la afrenta. Sabe que ha cometido una pifia con José Antonio Ortega Lara. Sabe que una parte de sus simpatizantes se ha sentido vejada: entre abochornada -por cómplice- y ridícula -por burlada-. Y quiere disipar ese horizonte. Que se deje de hablar del zulo, y de su humedad, y del orinal, y del póster de Donosti bajo la nieve, y de la guarrería de la cocina, y del perro de Kafka. Cambio de decorado: ahora toca Miguel Ángel Blanco Garrido.
Amnistía Internacional pidió ayer que todo aquél que pueda tener algún ascendiente lo haga valer para salvar a este pobre hombre. Patxi Zabaleta respondió ayer a ese llamamiento. También lo hizo el exconcejal de Herri Batasuna y compañero de Blanco, Eduardo Egia Aramburu. El gesto les honra. Quiero unir mi voz a las suyas. Más que a otras.
No sé si mi petición tendrá alguna influencia sobre los secuestradores, pero la haré, por si acaso. Por favor, no lo matéis. Os lo suplico.
No me obliguéis a odiaros.
Javier Ortiz. El Mundo (12 de julio de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de julio de 2010.
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