Bien flaco servicio prestan a Josu Jon Imaz los partidos y los medios de comunicación asentados en la capital del Reino con las encendidas loas que están cantándole en su anuncio de retirada.
Es muy mala cosa que te alaben aquellos que se supone que deberían ser tus oponentes. Lo he dicho muchas veces hablando de Santiago Carrillo: si la plana mayor del anticomunismo español lo ascendió a los altares y en ellos lo mantiene –bien remunerado, por cierto– presentándolo como gran patriota y fino estratega, es porque le agradecen los servicios prestados. Si no, de qué.
La prensa de Madrid califica a Josu Jon Imaz de «pactista». Es un término confuso. El PNV ha sido siempre un partido dispuesto a la negociación y el pacto. Con todo bicho viviente. También con los gobiernos de Madrid. Durante la presidencia de Arzalluz, pactó a diestro y siniestro. Bastante más a diestro que a siniestro, a decir verdad. Gobernó en Vitoria con el PSOE y votó la designación de Aznar para inquilino de la Moncloa. Si eso no es pactismo, que venga Dios y lo vea. Lo que ahora se debate dentro del PNV no es una cuestión de predisposición abstracta a los pactos, en general, sino un asunto de línea política concreta. Los hay que creen que, para conservar las altas cotas de poder que tienen hoy en el entramado social vasco, lo que más les conviene es llegar a un entendimiento con el PSOE, como el que funcionó (es una manera de hablar) en los tiempos de Ardanza, y los hay que consideran que pueden mantener su hegemonía apoyándose en el juego de alianzas que fundamenta el actual gobierno de Ibarretxe. Dicho sea así por simplificar.
En la discusión sobre la tan traída y llevada transversalidad hay muy poca filosofía pura. La prueba de ello es que, a la hora de afrontar la coyuntura política navarra, tanto los tirios como los troyanos del PNV apostaron por el pacto entre Na-Bai y PSN. Si gobernar con los socialistas fuera un crimen de lesa patria, lo sería tanto en Vitoria como en Pamplona.
¿Modernos contra soberanistas? No creo que los llamados soberanistas estén tan fanatizados y tan en las nubes como algunos comentaristas capitalinos pretenden, ni que los del supuesto aggiornamento del que habla hoy El País estén tan pegados a la realidad como sostiene ese periódico.
Coincido con el discurso de Josu Jon Imaz en que las soberanías, las fronteras y la entidad concreta de los estados-nación tienen en la Europa de hoy un significado muy distinto –y mucho más restringido– del que poseían apenas hace unas décadas. Eso es casi una evidencia. Pero coincido también con Ibarretxe en que, si fuera tan abrumadoramente cierto que las soberanías nacionales se han diluido en el seno de la UE hasta volverse casi insignificantes, nadie debería objetar que Euskadi alcanzara un reconocimiento internacional semejante al que tiene, por ejemplo, Luxemburgo, pequeñísimo estado de entidad nacional más que imprecisa. Eppur…
Hay mucho analista central que habla dando por hecho que la designación de Imaz como presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV fue resultado del apoyo mayoritario que obtuvo en la organización jeltzale de Bizkaia, que es, con mucho, la más numerosa del Partido Nacionalista. Sin embargo, a mí me han tratado de convencer –sin éxito, porque carezco del conocimiento directo necesario– de que el triunfo de Imaz se debió al sistema electoral interno que tiene su partido, en razón del cual un candidato puede resultar electo a pesar de estar respaldado por menos militantes que su oponente.
Yo no descartaría que Imaz haya hecho cuentas de cara a la próxima Asamblea Nacional del PNV, que debe realizarse en diciembre, y que su decisión de no presentarse a la reelección sea el resultado de ese cálculo.
Dicho lo cual, no oculto que a mí siempre me ha caído bien. Imaz es un hombre discreto, educado, que no levanta la voz, que no sólo habla, sino que también escucha, y que tiene sentido del humor.
Si me toca discrepar de alguien, prefiero cien mil veces que sea así.
¿Ha sido buena idea dar a conocer su renuncia casi tres meses antes del momento oficial del relevo? ¿No va a dejar al PNV durante demasiado tiempo en una situación de problemática interinidad?
Doy por hecho que, como hombre reflexivo que es, éste ha tenido que ser uno de los factores que más ha sopesado. Seguro.
Habrá que indagar, entonces, para conocer las razones de fondo que le han movido a anunciar, apenas iniciado el combate, que está decidido a bajarse del cuadrilátero dentro de un par de asaltos.
Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: El abrazo del oso.