En El dedo en la llaga de hoy, en Público, me refiero a cuán frecuente es que algunos barrios bien situados, ya sea en grandes capitales o en ciudades de mucho atractivo turístico, se vean abandonados por la autoridad mal llamada “competente” y cómo ese abandono facilita su degradación inicial y su posterior conversión en áreas de lujo, rentabilísimas económicamente para quienes asisten como cuervos a la muerte del viejo barrio.
Es muy difícil demostrar que esos procesos son perpetrados deliberadamente, y por eso me he cuidado de afirmar que ése sea el caso del Cabildo de Arriba santanderino, pero parece aplicable a lo que allí está sucediendo el viejo dicho según el cual “si anda como un gato, ronronea como un gato y tiene forma de gato, lo más probable es que sea un gato”. Visto el asunto del Cabildo de Santander por sus trazas exteriores y sus efectos, cualquiera diría que lo están haciendo a posta.
De todos modos, hay degradaciones y degradaciones. Y épocas y épocas. A juzgar por lo que me ha tocado vivir de cerca, para mí que el peor momento para los barrios de este estilo se vivió allá por la década de los ochenta del pasado siglo, cuando nos invadió el consumo de heroína.
Habitaba yo a la sazón en el barrio de Malasaña, en Madrid, en una calle en la que, por las razones que fuera, se daba cita lo más tirado de la zona. Parecía increíble que estuviéramos a muy pocos metros de la Gran Vía.
La desesperación de los yonquis a la búsqueda de caballo era tan fuerte que cualquier cosa resultaba posible. Hubo un día que mataron a una viejecita para robarle el televisor. A mí me entraron desde el tejado para mangarme un vídeo. Y eso que a un paso de mi casa había un prostíbulo regentado por varios policías nacionales.
La situación era tan violenta que hasta yo mismo me vi abocado a extremos disparatados. En una ocasión, una amiga me telefoneó desde el bar de enfrente para decirme que no podía atravesar la calle porque un grupo de pirados le cerraban el paso. Bajé a la carrera, armado con un machete de grandes dimensiones, de ésos que se usan para abrirse camino en la selva, y me enfrenté al grupete, fingiendo que estaba aún más chalado que ellos y que no me importaba una mierda llevarme a cualquiera por delante. Por fortuna, se lo creyeron.
Mi límite de resistencia llegó en dos tiempos. El primero fue amargo, pero relativamente pacífico. Llegaba de noche a mi casa cuando un chaval con una pinta de yonqui que tiraba de espaldas se me plantó delante apuntándome con una navaja y gritándome que le diera la cartera. Le dije que se calmara, que le daría el dinero, pero que no llevaba cartera (cosa que era verdad: lo que hacía por entonces, en previsión de situaciones como ésa, era meterme el dinero en el bolsillo y esconder el DNI y la tarjeta de crédito en los calcetines). Le di las 2.000 pesetas que tenía y se largó.
El segundo episodio fue más problemático. Como 15 días después y también de noche, me aparece delante el mismo tío, en idéntica actitud amenazante.
El resto fue muy diferente. Para empezar, yo llevaba 12.000 pesetas, que era todo lo que tenía para acabar el mes. En segundo lugar, estaba de un humor de perros. De modo que, inconsciente de mí, en vez de darle el dinero, lo que le di fue un puñetazo en la cara. A continuación, salí corriendo.
Se levantó y se vino a por mí pero, como estaba en bastante mejores condiciones físicas que él, conseguí sacarle ventaja y eludir su persecución.
Al día siguiente, cuando reflexioné con calma sobre lo sucedido, me di cuenta del lío en el que me encontraba. Seguro que el menda se había quedado con mi retrato. Era perfectamente posible que la siguiente vez que me viera, y sin mediar palabra, me metiera la navaja por los riñones.
De natural miedica, me asusté mucho y decidí abandonar Malasaña. En cosa de nada, me planté a vivir en Colmenar Viejo, a 30 kilómetros de distancia.
Es una anécdota chorra, pero ilustra sobre el asunto que he mencionado al arranque.
Son diversas las situaciones que pueden provocar que los vecinos de ese tipo de barrios los abandonen y dejen el espacio libre para la especulación inmobiliaria: que merodee gente bronca, o tirada, que todo esté sucio, que el ruido sea insufrible, que las casas no se tengan de pie… Con frecuencia, todo ello a la vez.
Hace muchos años que no paso por el lugar del centro de Madrid, a un tiro de piedra del kilómetro 0, donde sufrí los dos asaltos que he relatado, pero no me extrañaría nada que ahora aquello se encuentre mucho mejor iluminado, limpio y protegido… y que los precios de las viviendas circundantes estén por las nubes.
Comentarios
Escrito por: RinzeWind.2007/12/11 08:08:9.812000 GMT+1
http://rinzewind.org
Escrito por: Rotkib.2007/12/11 12:17:2.557000 GMT+1
La verdad es que es cierto que el barrio de Malasaña fue abandonado durante muchos años y andar por el una vez había oscurecido daba cierto canguelo, y un día, así de golpe, todo cambio y aparecio la policía patrullando y las calles empezaron a limpiarse y hoy parece otro mundo mucho más habitable.
Escrito por: Alberto.2007/12/11 12:54:22.681000 GMT+1
http://www.cabanyal.com/
Escrito por: joan.2007/12/12 06:10:11.523000 GMT+1
Te olvidas de algo importantísimo, Joan. El partido más votado en el barrio de Cabanyal en todas las elecciones, municipales, autonómicas y generales es el Partido Popular, y de calle. Y eso da qué pensar, que gente “de fuera” del barrio acuda a “defender” el Cabanyal y muchos de los de allí estén a favor de que esa avenida (Blasco Ibáñez) se prolongue, ya que creen que eso mejorará de una vez el barrio… y sus viviendas valdrán más. Recuerdo un articulo de Javier Ortiz sobre las razones que en la comarca del pueblo de Alicante donde pasa muchos ratos vota PP, y es que con la fiebre de construcción a lo bestia que hay, muchos (pintores, estucadores, albañiles etc etc se están forrando)
En fin, un argumento más para ver que incluso eso de que la mayoría tiene siempre razón (lo digo por el ansia de forrarse y prosperar a cualquier precio, no tanto por el partido en concreto al que voten) no es algo absoluto.
Escrito por: esteve.2007/12/12 13:55:16.482000 GMT+1