Hay gente que debería consultar antes de morirse. No porque carezcan del sagrado derecho a palmar de improviso, eso no puede quitárselo nadie, pero tendrían que hacer un ejercicio de responsabilidad y preguntar antes. Porque siempre existe la posibilidad de que los demás no estemos de acuerdo.
Una de esas personas era Javier Ortiz, columnista vasco al que no se le ha ocurrido otra cosa que fallecer esta madrugada sin tener la deferencia de pedir permiso a nadie.
Presencia habitual en los medios públicos de Euskadi y peso pesado de la prensa nacional, Ortiz era columnista de Público desde el nacimiento del periódico. Para mí Ortiz era, lo confieso, lo mejor de Público. Lo sigue siendo todavía hoy, pero no lo será ya mañana.
Hay gente cuya opinión, jamás impuesta, siempre opinada, acaba convirtiéndose en un salvavidas mental en este mundo de naufragios continuos. Hay gente, como Ortiz, que invierte toda su vida en soñar con Jamaica. Y, de tanto soñarla, un día acaban despertándose en sus playas, donde la prisa se mueve despacio y nadie malgasta el tiempo en lamentaciones. Donde esa alegría que Ortiz reivindicaba es la opinión mayoritaria y, precisamente por eso, los columnistas pueden por fin descansar.
Agur, señor Ortiz. Seguiremos leyéndole en mitad de la tormenta.
José A. Pérez. Y se fue a Jamaica. 28 de abril de 2009.
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