Ayer día 28, se nos murió Javier Ortiz (temprano madrugó la madrugada) y hoy, al leer la noticia me he escondido detrás del cigarro para aguantar la sensación de tristeza lindante con la congoja. Como a mi edad, soy también de la cosecha del 48, tenemos la lágrima cada vez más fácil no he reprimido lo que de natural me pedía el cuerpo.
Luego, tras ese primer momento de sentir algo que podría definir como bajar otro peldaño más en la orfandad ideológica, en la pérdida de referentes, en la seguridad de que Javier estaba escribiendo lo que yo escribiría si tuviera su talento… me he zambullido en su blog y he encontrado una prueba más de porqué lo admiraba tanto.
Quercus. Un poco más huérfanos. 29 de abril de 2009.
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