Estoy viendo una foto de Javier, con su sonrisa abierta y su mirada invitando no sé si a sonreir con él, no sé si a rebelarme, no sé si a ambas cosas a la vez. Aún hoy me cuesta recordar a Javier. La compañía de Javier, cada segundo pasado junto a él o leyendo sus comentarios diarios, era un prodigioso compendio de aprendizaje, reflexión y diversión que él nos regalaba con naturalidad. Porque Javier, ácido y amargo a la vez, era tan lúcido y punzante en sus escritos como cálido y humano en su trato personal. Gran conversador, original y divertido, tenía tantas anécdotas a sus espaldas como para escribir varios libros. Libros autobiográficos que, por cierto, no pensaba escribir, no sé si por modestia, por pereza, porque presumía que no tendríamos tiempo para leerlos o porque prefería desgranar sus vivencias poco a poco, en cada velada, en cada reunión, en cada mágica conversación en la cual el tiempo se esfumaba, sin poderlo detener ni un instante.
Supongo que Javier esperaba tener más tiempo para seguir observando, para seguir pensando y describiendo, lamentando y criticando, para seguir riendo, para seguir viviendo. Yo también esperaba leerle y escucharle mucho más tiempo. Su paso por mi vida fue fugaz y, sin embargo, bastó para dejar un recuerdo imborrable. Javier era un referente ético, profesional y humano. Pero, recurriendo al humor negro que él nos quiso dejar como parte de su legado en su último escrito, lo bueno que tiene ser un referente es que, cuando muere, lo sigue siendo. Gracias a ello, la sonrisa y la mirada de Javier siguen aquí y sigue aquí también su original e indispensable forma de entender la vida y de hacernos a los demás amarla, mediante su uso escrito y hablado de la palabra. Javier no se marchó dejando atrás un mundo mejor, como soñaba. Pero sí logró que la pequeña parte del mundo alrededor de cada uno de nosotros fuera, gracias a su compañía, incomparablemente mejor. Javier lograba que la mente despertara diariamente con un espíritu crítico e inconformista, abriendo las ventanas cada mañana al oxigenante pensamiento crítico. Con Javier aprendí a dudar de las palabras vacías, a pensar, a expresar y a proponer otra forma de vivir basada en la reconciliación con el ser humano. Es otra de las batallas que Javier seguirá ganando después de muerto.
Marcos Fernández. Recuerdo imborrable. Texto (inédito) remitido por el autor.
Comentarios
Saludos,
Miguel
Escrito por: Miguel.2009/09/29 09:53:58.293000 GMT+2
http://www.trebol-a.com/author/miguel/
Gracias Miguel y gracias también a los que manteneis viva está página de la memoria. Para mi ha sido muy emocionante abrir hoy la página y ver mi contribución al recuerdo de Javier.
Pasa el tiempo y sigo, y seguimos, recordando a Javier.
Escrito por: Marcos.2009/09/29 19:20:21.003000 GMT+2
Escrito por: Ego.2009/09/29 21:24:31.107000 GMT+2