“Se dedicó con gran entusiasmo a cultivar el noble género del panfleto. Sin parar. A diario. Año tras año.” -Javier Ortiz, periodista. De su obituario autógrafo-
Fiel a su estilo, Javier dejó escrito un obituario burlón para su propia muerte, para ahorrarse la típica necrológica “burocrática y de circunstancias”, llena de lugares comunes: la que escribiríamos quienes apenas le conocimos personalmente, por mucho que quisiéramos honrarle en su despedida.
Y en efecto, si intento escribir una columna de homenaje, donde expresar todo lo que admiré en él –su independencia, su constancia, su inteligencia, su curiosidad y su desconfianza-, en cada línea oigo su risa. Sé que él sería capaz de escribir, sólo un día después de su entierro, una columna contra sí mismo, en la que desmarcarse del dolor por la pérdida, de la tristeza general y del recuerdo emotivo, para poner el dedo en la llaga, incluso en la propia.
Se va y nos deja mucho trabajo pendiente, pues pocos periodistas ha habido con esa capacidad de trabajo, preocupado siempre por dejar lista la columna de mañana, incluso cuando en los últimos días estaba ya hospitalizado.
Javier contaba que alguna vez hizo de negro para otros. Pienso que el mejor homenaje que podemos hacerle es convertirnos en sus negros, escribir por él, para que no se note que no está, para que no vivan tranquilos los muchos corruptos y necios a quienes señaló, y para que no se alivien las llagas sobre las que siempre puso su dedo afilado.
Isaac Rosa, Para que no se note que no está Javier. 29 de abril de 2009.
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