Cuando este periódico cumplió su número 1.000, en agosto del año pasado, le llamamos para que nos escribiera el habitual panegírico que no superara las 20 líneas. La conversación superó los 45 minutos de reloj. En realidad, los 45 minutos fueron de monólogo del indómito periodista donostiarra, hablando de lo divino y de lo humano. Una muestra de su permanente vitalismo, como lo demuestra esa última genialidad suya que fue no dejar al albur de cualquier rellenapáginas su propio obituario y dejarlo escrito con más de dos años de antelación con ese irónico inicio de fallecimiento por parada cardio-respiratoria. Nadie mejor que él para explicar quién fue él en realidad.
Cuando en noviembre de 2007 falleció su hermano José Mari, recibimos en la redacción una esquela muy propia de quien nos dejó ayer. La esquela comenzaba con un "murió ayer en Donostia, a los 70 años, sin haber recibido sacramentos ni bendiciones apostólicas... ".
En el fondo, refleja el espíritu rebelde aquel joven donostiarra metido en todo tipo de publicaciones comunistas y antifranquistas que le valieron detenciones, cárcel y exilio. A la muerte de Franco, más de lo mismo, como el fallecido explica en su obituario prematuro que, al ser prematuro, obvió señalar que desde septiembre de 2007 fue la firma de referencia del periódico Público , donde recaló tras una dilatada trayectoria en El Mundo, que concluyó con desacuerdos quasigenéticos con el director. En Euskadi, alternaba sus intervenciones en EiTB y Radio Euskadi con sus colaboraciones con Noticias de Gipuzkoa y el resto de cabeceras de este grupo editorial. Ayer, de parada cardio-respiratoria, nos dejó uno de esos rara avis que todavía tenían la ilusión y la fe de pensar que el periodismo debería estar por encima de otros intereses menos nobles. Ayer, en los foros había cientos de comentarios con un denominador común, que era el reconocimiento a quien nos contaba día a día las verdades del barquero.
Guillermo Nagore. Las verdades del barquero. Noticias de Gipuzkoa. 29 de abril de 2009.
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