La muerte de Javier Ortiz este 28 de abril ha sido sin duda un duro
golpe no sólo para sus amigas y amigos más cercanos, sino también para
gentes de distintas generaciones que llegamos a conocerle. En el caso
de buena parte de quienes escribimos en esta revista /1 , porque
compartimos en nuestra juventud con él desde diferentes organizaciones
las mismas esperanzas e ilusiones; luego, porque le seguimos la pista
en esa labor que él recuerda en su propio obituario: su dedicación “con gran entusiasmo a cultivar el noble género del panfleto. Sin parar. A diario. Año tras año”.
Porque ése creo que fue el principal rasgo que le caracterizó: su
vocación panfletaria, en el mejor sentido del término, al servicio de
la denuncia de todo tipo de injusticias siempre, eso sí, con ironía,
buen humor y mejor escritura. Quienes militábamos en la LCR le
conocimos, primero, una vez alcanzada la legalidad, como director del
periódico del MC (Movimiento Comunista), Servir al Pueblo, desde donde
sabemos que intentó siempre darle un estilo abierto. Ese esfuerzo se
vio confirmado con su papel como editorialista, con el seudónimo de
Ramón Collar, en el “quincenario de información y crítica” Saida,
una experiencia esperanzadora de periódico de la casi totalidad de la
izquierda revolucionaria, incluyendo a la libertaria, surgida en
septiembre de 1977, y que tropezó repetidamente con la censura del
gobierno de la UCD y de los tribunales. El caso más sonado fue la
publicación de un dossier titulado “¡Viva la República!”
en el número 11 de esa revista, en diciembre de 1977, que costó el
procesamiento y posterior encarcelamiento durante un mes por “injurias
al Jefe del Estado” del director “oficial” (Miguel Bayón) y de 4
dirigentes de organizaciones de la izquierda radical -entre ellos
Miguel Romero, por la LCR- que se declararon coautores de los dos
artículos motivo de la acusación, uno de ellos escrito por Javier. Por
cierto que la (re)lectura de los editoriales y de los artículos que
aparecieron en sus sucesivos números durante los pocos –pero intensos-
años de vida de esta revista podría ser muy útil para desmitificar esa
visión idílica de la “transición” que se nos sigue vendiendo.
Como el propio Javier cuenta, su trayectoria ya definitivamente
periodística le llevó después a recorrer distintos medios, destacando
entre ellos su participación en la nueva aventura que supuso el diario
Liberación, en donde fue uno de sus principales animadores como
redactor-jefe de una de sus secciones, durante la primera mitad del
decenio de los 80. Tras esa nueva experiencia frustrada hubo que
esperar a la irrupción del diario El Mundo
a comienzos del decenio siguiente para seguir sus artículos y su papel
como redactor-jefe. Fue entonces cuando, invitado a participar como
coeditor en la colección de fascículos “Historia del comunismo” que
acompañó durante 38 semanas a ese periódico, concidí regularmente
durante unos pocos meses con Javier y pude tratarle más de cerca. Una
de las cosas que contó fue que se había dedicado durante varios años a
escribir una obra crítica sobre Stalin que finalmente no había
conseguido publicar; en el capítulo 10 de esa colección escribió un
artículo titulado “’Koba’: Años grises”, que constituye una modesta pero rigurosa muestra de ese esfuerzo inédito.
Sin embargo, la relación de Javier Ortiz con el director de El Mundo,
pese a las ilusiones iniciales, no fue nunca fácil, sobre todo a medida
que la trayectoria seguida por Pedro J. Ramírez le llevó cada vez más a
la derecha y a la práctica constante del “amarillismo” periodístico.
Por eso, cuando nos encontrábamos con Javier en algún acto político o
mesa redonda (especialmente en relación con el “conflicto vasco”,
materia sobre la que fue hasta el final de su vida uno de los pocos que
se prestaban a dar la cara e ir contracorriente en Madrid), él podía
contarnos su incomodidad creciente pero, a la vez, se consolaba con sus
desahogos en su columna propia y en sus actividades y sucesivos libros
que iría publicando. Pero el estallido del conflicto era inevitable y
así ocurrió a partir del año 2000 hasta su ruptura definitiva en 2004.
Afortunadamente para él, su página web le permitió luego mantener una
relación cotidiana con sus lectores y, después, la aparición del diario
Público le volvió a ofrecer la oportunidad de hacerlo también en papel hasta su último día de vida.
Ahora, tras su muerte, le echaremos en falta por su ejemplo, su buen
humor, su cordialidad y su escritura pero también porque era alguien de
la misma estirpe de un Vázquez Montalbán, al que se refería en uno de
sus últimos artículos: un disidente permanente, en el que se reconocía
la gente insumisa –vieja y joven- que sigue luchando por cambiar el
mundo de base, en medio de un mundo de “opinión publicada” cada vez más
uniforme.
Jaime Pastor, Javier Ortiz, un referente de la izquierda insumisa y del panfleto bien escrito.
Este texto se publicará en VIENTO SUR nº 103, a finales de mayo 2009
2009/05/08 06:01:00 GMT+2
Javier Ortiz, un referente de la izquierda insumisa y del panfleto bien escrito
Escrito por: Jaime Pastor.2009/05/08 06:01:00 GMT+2
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