Esta madrugada ha fallecido Javier Ortiz. Lo ha hecho a los 61 años de edad en Alicante, donde tenía una residencia. Javier escribía diariamente para Público, y anteriormente yo le había conocido por sus disonantes columnas en El Mundo. Como muchos podréis apreciar, el link a su página es una de los que ofrezco en el lateral de la derecha, desafortunadamente ordenado alfabéticamente y no meritoriamente, como debía haber sido. Su columna, “El dedo en la llaga”, era una de las pocas imprescindibles que debía leer cada mañana. Su estilo, siempre desconfiado y quisquilloso, era inconfundible. Quizás se excedía en las puntillas que le sacaba a los matices del lenguaje, pero a día de hoy es algo totalmente perdonable.
Javier Ortiz argumentaba como nadie. Todos sus acusaciones o apuntes estaban perfectamente desarrollados, paso por paso, con una conclusión final que servía de escalafón final de su argumentación. A veces irónico. Otras, enfadado. Pero siempre con serenidad y un humor envidiable.
Javier llevaba dos líneas en sus escritos: sus columnas periodísticas y sus “Apuntes del natural“, que un día fueron columnas, y a día de hoy eran artículos personales para los que visitábamos su página. En ellos escribía cosas que no eran “importantes”, en el sentido de que nadie le pagaría por escribirlas, pero desde luego hoy, con perspectiva, veo que eran más de lo que pretendía ser. A lo mejor nos contaba que no se llevaba bien con los cables de su televisión, que había preparado un buen bacalao para sus amigos, que no le gustaba que le llamaran a casa los comerciales o ironizaba sobre los comentaristas de algún partido de fútbol.
Es curioso cómo funciona esto de internet. No conoces físicamente a una persona, pero eres capaz de sentir su pérdida como si se tratara de alguien cercano. A través de sus escritos he llegado a pensar que le conocía, y resulta que nunca voy a saber si realmente le conocía o no.
Hay gente que quiere conocer a Messi. Otro sueñan con estar con Metallica, a los Rolling o a U2. Otro quieren conocer a Fernando Alonso, a Pamela Anderson o a Barack Obama. Yo quería conocer a Javier Ortiz. Siempre me ha intrigado quién era realmente ese risueño hombre de barba y pelo blano, con pinta rechoncha y desenfadada, que leía diariamente y con quien mantenía una afinidad ideológica de calado.
Ahora sé que nunca llegaré a conocerle. Pero voy a hacer como él y voy a buscarle la parte positiva al asunto: así nunca me defraudará; siempre mantendré un recuerdo intachable de él.
Javier, allá dónde vayas, bidaia on!
PS. Javier ha muerto y nos ha dejado escrito su propio obituario (24 de enero de 2007). No os lo perdáis.
La Ramera Escarlata. Javier Ortiz: agur, compadre! 28 de abril de 2009.
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