Anoche murió Javier Ortiz, columnista de Público y periodista de larga trayectoria. Durante mucho tiempo, fue jefe de Opinión de El Mundo, cuando El Mundo era ideológicamente otra cosa. Al derivar el periódico hacia posiciones por todos conocidas, se quedó con una columna semanal como una especie de pequeño reducto de la izquierda rodeado de adversarios. Fue uno de los colaboradores exteriores que con más interés recibió la salida de Público, con el que comenzó a colaborar casi desde el principio.
Mucho antes de todo esto, Javier, donostiarra, participó en varias publicaciones antifranquistas y pasó por prisión, época que él recordaba con una cierta distancia y sentido del humor. Había que luchar aunque los que lo hicieran de verdad fueran muy pocos.
Lo conocí sólo en una ocasión, cuando ambos presentamos un libro del embajador nicaragüense en Madrid, Augusto Zamora, con cena posterior. Coherente con sus ideas, nunca se embarcó en complicados giros ideológicos para acomodarse al momento. Si hablaba de la gente que tiempo atrás habían sido auténticos revolucionarios y ahora sólo querían cambiar la moqueta del despacho oficial, lo hacía riéndose de la condición humana. Ni buscaba héroes ni se creía que a estas alturas podrían encontrarse.
Javier Ortiz estaba en la trinchera pero sin sectarismos ni los odios cainitas habituales en los más sectarios. Por eso, conversar con él, de política, libros y periodismo, fue un placer.
Un tipo que escribía tanto, que era un auténtico profesional de la escritura, no podía dejar que otra persona se ocupara de su necrológica. Lo hizo él y la dejó preparada para cuando fuera necesario.
Y todo para acabar con algo tan vulgar como la muerte. Por parada cardio-respiratoria, como queda dicho. En fin, otro puesto de trabajo disponible. Algo es algo.
Ya le estamos echando de menos. Agur, Javier.
Iñigo Sáenz de Ugarte. Javier Ortiz. Guerra Eterna. 28 de abril de 2009.
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