Recuerdo con una sonrisa la memorable escena de Amanece, que no es poco en la que el médico alaba la actitud del recién muerto diciendo algo así como “qué irse…, qué morir, nunca había visto una muerte de tal belleza, tan magnífica…”. También recuerdo la idea recurrente del Libro Tibetano de la vida y de la muerte que explica la importancia de preparar adecuadamente la muerte para que este vital (¿?) y trascendente instante sea vivido es un estado de conciencia claro, con sosiego y entereza.
Conocí a Javier Ortiz a través del magnífico blog Cuaderno de Campo. Desde entonces he leído habitualmente sus columnas periodísticas y he seguido sus pensamientos en su web y sus blog El dedo en la llaga y Apuntes del natural. Me encantaban sus análisis. Y su biografía.
Hace unos días murió, pero el día anterior dejó escrito su obituario. Lo he leído y me resulta increíble, por lo escrito y por la acción que significa. Lo coloco a continuación, pues me parece una joya que deseo quede presente aquí.
Marciano Ansotano. Javier Ortiz. 2 de mayo de 2009.
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