Hace algunos años, creo que 8 ó 9, escribí un correo a Javier Ortiz, quien por entonces publicaba en “El Mundo”, haciéndole algunos comentarios sobre su última columna, y explicándole que yo era, como muchas otras personas, una lectora asidua, y admiradora, de su sección. Me contestó de inmediato, muy amable y muy halagüeño. Así comenzó una amistad que con el tiempo se hizo íntima, y que duró varios años, hasta que se rompió hace algo más de un año por motivos que no vienen al caso.
No vienen al caso, sobre todo, porque esta noche Javier ha muerto, para mi gran sorpresa. Parece que padecía una seria enfermedad hepática, de la que yo tenía noticia a través del propio enfermo, ya que como era habitual en él no tuvo reparos en explicar pública y personalmente la grave situación por la que atravesaba, a través de su blog.
Quién, sin embargo, podía imaginar, con esa poca información, que estaba al borde de la defunción.
Me imagino el tremendo hueco que deja en casa y lo muchísimo que lo añorarán sus amigos, que son cantidad. Algunos son también amigos míos, y un par de ellos han tenido la bondad de informarme del fallecimiento de Javier, cosa que les agradezco infinito, ya que habría sido mucho peor saberlo por otras fuentes.
Me habría gustado mucho llegar a este ominoso día teniendo como amigo a Javier, pero por desgracia eso no ha sido posible. Qué le vamos a hacer.
Me queda, sin embargo, la fortuna de poder recordar un montón de ratos divertidos que pasé junto a Javier, y que forman parte de algunos de los mejores recuerdos que poseo. Solíamos reírnos mucho de casi todo, también cuando hablábamos por teléfono. Además me quedan algunas cosas que me enseñó, personalmente y a través de sus escritos. Escritos que eran muy buenos por lo general, y en general también tremendamente acertados.
Lamento, cómo no, que haya muerto antes de tener la oportunidad de pasar algunos años tranquilos en su casa de Aigües, ya retirado del mundanal ruido laboral. Su retiro tranquilo era su esperanza, y su única preocupación seria últimamente, antes de caer enfermo.
Era un hombre singular, desde luego. Al menos, eso es indiscutible.
En fin, macho, un beso y hasta luego,
Belentxo
Belén Martos. Javier. 28 de abril de 2009.
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