Cada semana me persigue la idea de dejar de escribir esta columna al enfrentarme al odioso ritual de lo habitual: decidir qué tema derramar sobre el papel, y cómo hacerlo. Me asalta el pánico a aburrir, la fobia a carecer de punto de vista, y el vértigo a resultar tan inocuo como hollar -de nuevo- el Annapurna. Y aunque sigo defendiendo el humor como la mejor arma para descargar una idea, me he dado cuenta de que mi lucha armada es tan subversiva como una canción de Maná. Siempre he invertido en la risa, pero últimamente mi sonrisa se está invirtiendo. La obligación de sacar el periscopio para tratar de otear la realidad me pone cada vez de peor hostia. Seamos serios: la actualidad es tan gris-ceniza que los diarios deberían llevar una pastillica de Prozac al dorso. Y aunque haya kalhendaris que se empeñan en decirnos que hoy vivimos mejor que hace un año, leo que las llamadas al teléfono de la esperanza se han disparado.
Aun así siempre hay algún lector que me anima diciendo que le arranqué una sonrisa. Ahora soy yo quien demanda unas risas a crédito. Curiosamente, la última sonrisa me la ha prestado la muerte. El viernes pasado acudí a un divertido y sentido homenaje póstumo al columnista Javier Ortiz, a quien descubrí en la red apenas dos años antes de su muerte viaje a Jamaica. Y digo yo que ya podían resucitarlo por esas tierras de vudú. Porque aunque personas como mi amigo Iturri mantienen viva su memoria, no es suficiente. Necesitamos más resentidos sociales con humor. Todavía quedan algunos, pero éstos no están en los medios sino en los bares.
Siempre que me preguntaban por mi columna de cabecera respondía que mi favorita es la columna jónica; como buen columnista diletante, carezco de caprichos intelectuales. Ahora tengo uno: Javier Ortiz. Basta el ejemplo de cómo se despidió el muy cabrón. Hasta en la última línea de su obituario dejó un mensaje cachondo: "En fin, otro puesto de trabajo disponible, algo es algo". Algo ya es mucho, Javier.
Angel Aldarondo. Jajaja :-(. El topo (Noticias de Gipuzkoa). 6 de mayo de 2010.
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