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2009/06/03 06:01:00 GMT+2

La maleta de Javier

Me pide María que le mande alguna crítica de discos para seguir alimentando la sección de música recomendada. Es mi intención mandar esta y más críticas de discos que sean poco conocidos, pero lo que realmente hoy me pide el cuerpo es otra cosa. Lo que me pide el cuerpo es contar una anécdota que me pasó con Javier que da una idea de lo generoso que era.

Muy al principio de conocernos, hace unos nueve años, le pedí si me podía pasar unos discos antiguos de Serrat, que entonces no encontraba por ningún lado, y así convertirlos de vinilo a CD. Él no me puso ningún problema, me los dejó y ni si quiera creo que dijera un "ya me los devolverás", o "cuídalos" o cualquier cosa, nada, me los dejó como quien deja un poco de azúcar al vecino.

Los vinilos estaban en un estado más o menos bien conservados, aunque se les veía algo "trabajados". Los pasé a CD y se los devolví a los pocos días. Lo que me sorprendió, cuando se los devolví, fue la historia que me contó sobre ellos.

Resulta que cuando se iba a exiliar a Francia, al cruzar los Pirineos, las personas que pasaban iban por un lado y por otro, les llevaban la maleta para que fueran más ágiles. El caso es que en ese paso le apresaron y le metieron en la cárcel.. La maleta, al ver que no llegaba su dueño, la enterraron en un lugar convenido a la espera de que alguien la reclamara. Tras la salida de la cárcel, no recuerdo ahora después de cuanto tiempo, decidió ir a recoger la maleta, y en ella llevaba los discos de Serrat que a mi me había dejado tan desprendidamente. Me dijo que les tenía en mucha estima por haber estado en esa maleta. Evidentemente le dije que si me lo hubiera contado antes no sé si hubiera aceptado llevármelos a casa tan alegremente.

Estoy convencido que le preocupó que yo me los llevara y que no los cuidara bien, pero como digo, casi sin conocerme, me los dejó con la mejor de sus sonrisas.

Luego seguimos hablando infinidad de veces de música, estuve durante un tiempo llevando la página Web de música que ahora lleva María, y en alguna ocasión me pidió ayuda para una conferencia que tenía que dar sobre Van Morrison.

Leyendo ahora muchas de las cosas que se escriben sobre él, me hace gracia comprobar lo promiscuo que fue en amigos musicales, y a muchos nos conoció de la misma manera: hablando de música. Sirva estas pocas líneas como un agradecimiento a toda la amistad y el cariño que me regaló después de un primer correo hablando, concretamente, de Chico César, un músico brasileño.

Manuel Couceiro. La maleta de Javier. 15 de mayo de 2009.

Escrito por: Manuel Couceiro.2009/06/03 06:01:00 GMT+2
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2009/06/02 06:01:00 GMT+2

Un vasco calvo y bajito

Se ha muerto Javier Ortiz, raro caso de periodista independiente de veras. Le gustaban la música francesa y San Sebastián, como a mí. Disentíamos considerablemente, creo, -véase la muestra en este mismo blog- en todo lo demás, desde su marxismo, algo conmovedor por lo trasnochado, hasta sus nunca ocultadas simpatías por el nacionalismo vasco. Pese a lo cual he sido un fiel lector suyo durante los muchos años en que fue columnista de El Mundo, y le he seguido leyendo luego en su blog "Apuntes del natural", cuya cabecera es la imagen que encabeza este post. Y he tenido siempre por él una gran simpatía.

Lo más frecuente cuando alguien se muere es que los demás nos quedemos con la frustrante sensación de no haber dicho nunca al difunto cosas que le hubiéramos querido decir, de no haber tenido con él una última -o única- conversación que la muerte deja, así, irremediablemente pendiente. Esta vez yo he tenido la suerte de que no me haya pasado. Hace un par de años, cuando se fue de El Mundo, escribí a Ortiz una carta en la que le contaba los motivos de mi simpatía y de mi admiracion por él. La transcribo aquí, a modo de obituario -él, por cierto, dejó escrito el suyo hace unos años- y de homenaje a este "vasco calvo y bajito", como él mismo se describió.

Estimado Sr. Ortiz: Veo hoy en sus Apuntes del natural el anuncio de que deja de escribir su columna en El Mundo, y me entristece mucho la noticia, porque, como lector habitual de este periódico, también lo he sido suyo con gran placer desde hace un montón de años, usted sabrá más exactamente cuántos.

Me apetece decirle que son muy raras las ocasiones en que he estado de acuerdo con las opiniones que expresaba usted en su columna. Sobre la mayoría de las cuestiones que ha tratado usted en ella mi punto de vista, o más bien las conclusiones a las que llego desde él, suelen diferir notablemente, cuando no oponerse frontalmente, a las que alcanza usted desde el suyo.

Sin embargo, al contrario de lo que me ocurre con otros columnistas -con algunos de los cuales estoy, incluso, bastante más de acuerdo, globalmente hablando, que con usted- esta discrepancia, lejos de provocarme alguna clase de antipatía o animadversión hacia usted, ha tenido el efecto contrario. Si me permite decírselo, he desarrollado, de hecho, una simpatía bastante señalada hacia usted. Me gusta su forma de razonar, me gusta su forma de escribir y aunque, como digo, rara vez puedo compartir sus conclusiones, prácticamente siempre me parecen inteligentes, bien fundadas y francamente oxigenantes. Es, debo decirlo, un placer “discutir” con quien razona tan honrada y luminosamente. Me resulta bastante más satisfactorio, desde el punto de vista intelectual, leer una columna suya con la que no estoy de acuerdo, que leer algunas otras que, aunque lleguen a conclusiones más cercanas a las mías, lo hacen de forma y en tono que me acaba dando cierta grima “compartir”.

Siento, además, que El Mundo pierda el evidente contrapeso que su columna suponía frente a la preponderancia de otras líneas de pensamiento. Eché de menos a Albiac y su partida me pareció un empobrecimiento para el periódico; y voy a echarle aún más de menos a usted, con quien pierdo un excelente argumento frente a quienes insisten en decirme que El Mundo es un periódico de fachas.

En su honor compraré el nuevo periódico cuando salga. Dudo mucho que me cambie de periódico habitual, pero siempre es bueno tener una alternativa para cuando El Mundo me toque las narices en exceso, y hasta ahora las alternativas posibles solían tocármelas con más vehemencia aún.

Y, desde luego, seguiré leyendo sus Apuntes del Natural mientras siga usted escribiéndolos. Aparte del placer intelectual que supone leer a alguien que escribe bien, tiene claro lo que piensa -y, cuando no lo tiene claro, no tiene empacho en confesarlo así- y trata de explicarlo con franqueza, claridad e ingenio, le confieso que el ejercicio de averiguar por qué y en qué no estoy de acuerdo con lo que piensa usted es una excelente ayuda para establecer con cierto fundamento qué es exactamente lo que pienso yo. Un “contraste” nada fácil de encontrar y que le agradezco sinceramente.

Un cordial saludo.

Dos días después de enviada la mía, recibí este corto mensaje:

"No sabe qué enorme placer me ha dado su modo de encarar no ya mis escritos, sino la vida.

Tiene en mí a un amigo. Discrepante, seguro, pero amigo.

Javier Ortiz".

Júbilo matinal. Un vasco calvo y bajito. 29 de abril de 2009.

Escrito por: Júbilo matinal.2009/06/02 06:01:00 GMT+2
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2009/06/01 06:01:00 GMT+2

Tributo a JOR

Es curioso cómo a veces la pérdida de una persona a la que sólo hemos conocido por papel y prácticamente por lo que escribía públicamente (no un conocimiento privado e íntimo) pueda afectar tanto. Me pasó ayer con la muerte de Javier Ortiz.

He estado pensando al respecto y creo que le leo desde hace unos años, a bote pronto diría que por lo menos 10 años, es probable incluso que lo haga desde los tiempos de El Mundo (lo compraba en la época que le atizaban al PSOE de Felipe González y los GAL). Últimamente, además de en su blog, le solia leer en Público. Gracias a esto he podido descubrir a otros columnistas interesantes aunque ese periódico no será lo mismo, aunque pueda tener su validez. Me pasó en su día con El Pais (que nunca he comprado regularmente) y la muerte de Haro Tecglen, ese periódico en el que además de Haro, sólo valia la pena (y lo sigue haciendo) El Roto. En Público nos quedaremos con Reig, Isaac Rosa, Escolar, etc… pero siempre nos faltara algo.

De Javier Ortiz apreciaba muchas cosas pero en especial lo que escribía y cómo lo hacia, esa manera de hacer fácil lo difícil, de expresarse con claridad. Su visión de la política, la vida, la sociedad en la que much@s encontrábamos lugares.

Sé que era muy perfeccionista con lo que escribía, dándole una y otra vuelta hasta quedar satisfecho. Así mismo, sin estar de acuerdo con él en todos sus escritos e ideas, en la gran mayoría podía estarlo y muchas veces me ayudaba en discusiones (muchas de ellas “internéticas”) al enviar su apunte o columna de turno y así evitarme largas exposiciones de un tema.

Ayer, una vez asimilada la noticia, me dio por repasar las reacciones a su muerte, más allá de aquellos que sé que le conocíamos y/o seguíamos. Me encontré que somos mucha gente la que lo echaremos de menos y aunque quizás (no lo sé) a él mismo no le gustara este tipo de homenaje, no lo hago tanto por él sino por mí. Lo he hecho otras veces con personajes que no me merecen ni la mitad de respeto que éste.

Ardibeltz. Tributo a JOR y Tributo a JOR II. 30 de abril y 5 de mayo de 2009.

Escrito por: Ardibeltz.2009/06/01 06:01:00 GMT+2
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2009/05/31 06:01:00 GMT+2

Javier Ortiz

Mais um que se foi. Quando as circunstâncias me trouxeram a esta ilha africana para nela viver em alternância com largas temporadas em Lisboa, não demorei muito a conhecer, por intermédio de Pilar, alguns jornalistas que me impressionaram por o serem de um modo bastante diferente daquele ou daqueles a que me havia habituado no meu país. Foram eles Manuel Vincent, Raul del Pozo, Juan José Millás e Javier Ortiz. Alta qualidade literária, rara argúcia de espírito, sentido de humor em altíssimo grau, eis o que os caracterizava e ainda caracteriza a todos, excepto Javier Ortiz, que acaba de morrer. Dos quatro, Javier sempre foi o mais politicamente activo. Homem de esquerda que nunca ocultou ou suavizou as suas ideias, cometeu o prodígio de manter a mais firme das posturas ideológicas quando, sendo ainda jornalista de El Mundo, foi o único a contrariar, sem qualquer concessão oportunista, a deriva direitista de um jornal que o seu director, Pedro J. Ramírez, havia feito cair nos amorosos braços de José Maria Aznar. Agora morreu, não terá mais resposta a pergunta que regularmente fazíamos: “Que terá dito Javier Ortiz?”.

As nossas relações tiveram um momento particular afortunado quando lhe dei uma entrevista que viria a ser publicada, também com textos de Noam Chomsky, James Petras, Edward W. Said, Alberto Piris e Antoni Segura, num livro por ele editado, Palestina existe! (Editorial Foca) Recém-chegado eu de Israel, onde havia deixado um rasto de escândalo político e tendo de partir para os Estados Unidos, onde iria apresentar um livro e dar algumas conferências, a nossa entrevista foi, toda ela, feita por e-mail, sobrevoando o Atlântico e o continente norte-americano, de costa a costa. Conheci então melhor Javier Ortiz, a sua inteligência, o brilho da sua dialéctica, e, o melhor de tudo, a sua qualidade humana. Muitos não sabem que Javier escreveu o seu obituário, um texto supremamente irónico e desmitificador, digno de ser publicado em todos os jornais. É pena que não se faça. Seria o momento de lhe dedicarmos um último sorriso, este que tenho na cara e que, de alguma maneira, está negando a sua morte.

José Saramago. Javier Ortiz en portugués. Javier Ortiz en español. 1 de mayo de 2009.

Escrito por: José Saramago.2009/05/31 06:01:00 GMT+2
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2009/05/30 06:01:00 GMT+2

La última carta

QUERIDO Javier:

Pues ya ves, esta carta la leerás desde Jamaica. A los periodistas nos gusta escribir cartas póstumas a famosos escritores que no hemos conocido nunca. Hacemos literatura de sus frases, sus libros, sus intimidades… Y normalmente hemos sacado una cita periodística suya de un almanaque, letras sueltas que suenan bien, y, con pedantería, nos convertimos en lectores de cabecera del famoso del día. Y la verdad, esa verdad desnuda, es que de su intimidad carecemos de conocimiento suficiente para tener pena por su muerte. Pero escribimos pomposamente. Y cuando leemos lo escrito nos sentimos contentos -algunas veces- del resultado. Al fin nuestro deseo era escribir otro artículo y que alguien -menos siempre de los que esperamos- nos dijera: qué bonito.

Pero ya ves, Javier, hoy es distinto. Cuando me he despertado tú ya te habías ido de viaje. Te habías despedido tantas veces que casi no me ha sorprendido. Creo que estabas cansado de vivir viviendo. Cansado de escribir escribiendo y cansado de soñar soñando con Jamaica, una isla que nunca conociste y a la que esperabas llegar algún día. Para ti Jamaica era el más allá. La sorpresa de escapar a un paraíso con sabor a mar y rumor de palmeras. Un deseo más real que un cielo con nubes de algodón y niños gorditos con alas.

Quien lea, si lee -ya sabes que normalmente pocos pasan de la línea diez- creerá que éramos amigos del alma. No sé qué concepto tienen los demás de la amistad, pero tú decías que eras capaz de encontrar cien amigos capaces de salvarte la vida si tú les llamases. Pienso que me harás un hueco en esa enumeración fantasma que nunca pudiste hacer.

En fin, ya no compartiremos página de vez en cuando en DEIA, ni volveremos al Maider con mi hija Verónica, ni vagaremos por Bilbao otra noche lluviosa de invierno buscando un sitio para tomar la última caña. "Te debo una cena", te dije en el Dómine, después de una cuenta más alta que lo previsto. Y con tus ojillos melancólicos y traviesos dijiste un "de acuerdo" que, ahora que lo recuerdo, sonaba a "adiós".

Carmen Torres Ripa. La última carta. Deia. 29 de abril de 2009.

Escrito por: Carmen Torres Ripa.2009/05/30 06:01:00 GMT+2
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2009/05/29 06:01:00 GMT+2

Recuerdos de Javier Ortiz y Con las botas puestas

Yo no voy a hacer un obituario que ya lo dejó hecho el propio Javier. Pero me quedan muchos recuerdos y quiero ponerlos visibles.

Tal vez la experiencia más fuerte que compartí con él fueron siete días de comisaría y tres de Martutene en el verano de 1968. Cuando llegamos a la cárcel después del paso por comisaría nos sentíamos seguros, aunque no libres. Esto nos daba el relajo suficiente como para hacernos confidencias. Por ejemplo, ahí me enteré que él era uno de los autores de una revista (de las de multicopista) revolucionaria y en concreto de un artículo elogiando a Simon y Garfunkel. Desde mis posiciones ortodoxas le critiqué duramente acusándole de elogiar "música pequeño-burguesa".

Nunca olvidó esa absurda acusación y muchas veces nos reímos de ello. Por cierto aquella revista que se llamaba
Hitz
(de la que creo que salieron un par de números) era cualquier cosa menos una revista sectaria y cerrada.


Con las botas puestas

Quisiera hablar de otra de las facetas de Javier Ortiz: su actividad como blogero. Javier inició su actividad en Internet con una "página web" en el año 2000. Entonces no había plataformas blogs, pero lo que hizo Javier era un blog puro y duro. Aprendió rudimentos de html y realizaba las actualizaciones de páginas a mano.

En aquellos tiempos las páginas de moda resultaban muchas veces ilegibles llenas de gifs animados etc.., la de Javier destacaba por la preeminencia del texto lo cual la hacía clara e idealmente indexable por los buscadores. El resultado no era brillante, desde el punto de vista estético, lo cual era por una parte extraño en alguien de gusto refinado, pero era el resultado eficaz de combinar comodidad y el reinado del texto. Más tarde, manteniendo su eficacia, también le pudo dar un aspecto estético adecuado, combinado con facilidad de la administración.

Javier trabajó muchos años en El Mundo. Durante años estuvo a gusto, cuando podía criticar al gobierno socialista de Felipe Gonzalez. Cuando llegó Aznar, la cosa de la crítica se le empezó a poner más complicada. Aunque lo que decía, lo pensaba, tal vez había cosas que quería decir y que no consideraba adecuado decirlas en un periódico como El Mundo. La web, el blog, le daba libertad. Como pionero, que era en el tema, pronto fue una de las páginas más populares. Eso le llevó a conocer otro fenómeno el de los fans. Gente que le escribía, gente con la que se juntaba con él cuando viajaba, en definitiva gente que conoció y que nunca hubiera conocido de no haber tenido su blog.

Javier publicaba todos los días, así que a mi me salen como 3000 posts. Esa cantidad da para que algunos de ellos me inquietasen, otros no me gustasen (alguno me llegó a cabrear), otros me ilustrasen, me aburriesen, me dejasen indiferentes, me divirtiesen, me informasen y/o last but not least me emocionasen.

Ahora me queda releerlos.

Juan Zubilaga. Recuerdos de Javier Ortiz y Con las botas puestas. 28 de abril y 1 de mayo de 2009

Escrito por: Juan Zubillaga.2009/05/29 06:01:00 GMT+2
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2009/05/28 06:01:00 GMT+2

¿Y qué se hace con el css cuando un blogger muere?

Sabemos todos que vivimos una época histórica en la que aquellos a quienes tratas ya no son necesariamente aquellos a los que tienes cerca, aquellos a los que sigues y de los que sabes y conoces. Una época en la que (yo no, porque soy así de intelectual y no lo uso, pero) hay gente con la que el único contacto es la ventanita del msn, alguna noche de trabajo extra o de trasnoche a la deriva en la red. O las pavadas del feisbuc, o precisamente y en lo que a mí más me incumbe, las lecturas de los blogs. Y más de una vez yo he pensado ¿cómo sabremos entonces que alguien muere? ¿Cuál será la rutina para el trato de los muertos? ¿Cómo podremos saber si el silencio de ese inglés cachondo y amable que te critica las fotos es debido a otro nivel de estrés, a la distracción o en cambio a la muerte?

Todo eso ya lo tenía yo pensado de antes. Ayer leí en varios blogs que había muerto un tal Javier Ortiz, con más desinterés que pena porque, la verdad, el nombre no me sonaba de nada, hasta que hoy, leyendo la marabunta diaria de lecturas, me he encontrado con el nombre de un blog: El dedo en la llaga, que era el blog del difunto. Y resulta que sí lo conocía (a la manera distante y leída en la que en esta nueva época se puede conocer a alguien).

Así que resulta que el humilde “javier” con minúscula que firmaba esos posts era este tal Javier Ortiz. Y han subido el interés y la pena. Aunque han durado poco: resulta que Javier Ortiz era un tipo curtido en la necrológica, sección que, por ejemplo, inauguró en El Mundo, cuando trabajó allí. Y resulta que, y esto se sabía leyéndole, el tipo era un cachondo. Así que dejó escrita su propia necrológica, en un ejercicio no tanto de valentía como de sentido del humor, porque, según sus propias palabras, “no quisiera que el día en que me muera cualquier gacetillero inútil arruinara mi muerte con una necrológica burocrática y de circunstancias”.

Empieza así:

OBITUARIO

Javier Ortiz, columnista

Falleció ayer de parada cardio-respiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar, porque no hay nada más inevitable que morir de parada cardio-respiratoria. Si sigues respirando y el corazón te late, no te dan por muerto.

Así que en ésas estamos (bueno, él ya no).

(…)

Y está, entero, en su blog.

Así que desde aquí mi pésame, mi último aplauso por esa genial despedida, y mi runrún interior, ¿y qué hago ahora en el Google Reader con su feeder? Borrarlo me resulta obsceno. Dejarlo me resulta absurdo. Así que apelando a que quien lo tiene apuntado es Google, que bastante cosa absurda soporta ya, lo dejaré, pese a lo absurdo, por si resulta que algún día, quién sabe, estamos todos equivocados y por una bobada así descubrimos que en el Más Allá hay wifi.

David Ruiz, ¿Y qué se hace con el CSS cuando un blogger muere? Y la cama sin hacer. 29 de abril de 2009.

Escrito por: David Ruiz.2009/05/28 06:01:00 GMT+2
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2009/05/27 06:01:00 GMT+2

Javier Ortiz, con una sonrisa cómplice

En medio del dolor que provoca siempre la muerte de un gran amigo, no se me ocurre dedicar estas líneas a Javier en un puchero de lágrimas. Desde que tuve la suerte de conocerlo, en el año 1998 -es decir, hace once, siendo él subdirector de El Mundo y su jefe de Opinión y yo profesor en la Universidad Autónoma de Madrid-, nuestras conversaciones, cada vez más asiduas, transitaban por caminos de humor y risa. No había espacio para nada con sabor a lamento, menos aún a tragedia, sin por ello huir de la seriedad, que se hacía presente cuando hablábamos de temas que llamamos "serios".

Me gustaban su pluma mordaz y sus artículos sin concesiones, que tanta irritación provocaban a los destinatarios. Pero sobre todo me gustaba su capacidad para ser un amigo leal, como lo fue conmigo y con los otros pocos que llegamos a compartir. Compartíamos también otros denominadores. Ambos nos habíamos iniciado pronto en la militancia de izquierda, para combatir a nuestras respectivas dictaduras -la franquista él, la somocista yo-; ambos habíamos hecho del periodismo una trinchera (Javier con muchísimo más tino y calidad, debo decirlo) y, desde 1998, compartimos medios de prensa, El Mundo durante casi diez años y Público, desde la fundación de este diario.

Había otro elemento común: Javier no había abdicado de sus ideas ni ideario, a pesar de que, si lo hubiera hecho, le habría ido mejor en diversos campos terrenales. Ofertas no le faltaron; pero optó por seguir siendo lo que había sido, es decir, él mismo. Tal hecho estaba en la médula espinal de sus escritos. Podía tirar cuantas piedras quisiera sin temor de que se las devolvieran en simple o por triplicado. No hay muchos javieresortices en este mundo y esa carestía hará más notoria su prematura ausencia.

Comimos en el restaurante de tantas otras veces, cerca de su casa, por el metro El Carmen, pocos días antes de que lo internaran en el hospital. Esa fue la única vez que vi a Javier apagado. Hablamos de la muerte y me comentó que, para quedar inválido e inútil, prefería palmarla de una vez. Fue esa, también, la única vez que salió de mí un regaño, pues, le dije, años le quedaban y saldría de su enfermedad. Después hablamos, estando ya en el hospital. Quedamos en vernos pasada Semana Santa. Y Javier, que siempre había sido cumplido conmigo, me dejó esperando. No se la perdono.

Está uno tentado a ponerse triste en estas circunstancias, sin embargo, tratándose de un humano que escribió, en tono festivo, su propio nota necrológica ¿cómo no despedirte, Javier, con una sonrisa cómplice, como seguramente te habría gustado?

Augusto R. Zamora. Javier Ortiz, con una sonrisa cómplice. Público. 28 de abril de 2009.

Escrito por: Augusto R. Zamora.2009/05/27 06:01:00 GMT+2
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2009/05/26 06:01:00 GMT+2

Buenos días nos dé Dios

JAVIER ORTIZ ( DEP)

Hará un año y poko ke leo a Javier Ortiz. Y me enkanta. Ácido, kruel, krítiko y kon mucho humor… Tanto me gusta ke lo koloké en la kolumna de mis amigos (aunke él, seguro, no me konociera ni de rebote!), ahí más abajo a la derecha (lo siento, Javier) de ésta página dónde pone El dedo en la llaga.

Día a día su dedo, me hacía reir, rekapacitar, pensar… Y lutxar!

Mira si el tío era iróniko ( y he intentado evitar por todos los medios hablar en pasado en ésta kuatro irrisorias líneas, ke konste!) ke un día estando aburrido, y kon el humor sarkástiko del ke hace gala en todos sus eskritos, redaktó su propio obituario para pasar el tiempo, Hala así komo kien no kiere la kosa! Si ya te digo, un fenómeno! Y bueno, también lo hizo, “pake” no…

” Cualquier gacetillero inútil arruinara mi muerte con una necrológica burocrática y de circunstancias.”

Tal komo el kería lo publiko akí, en mi modesta página, para rendirle un pekeño homenaje (a mi manera), a la espera de ke sus amigos y editores le hagan el ke se merece.

Javier allí, también, ni un paso atrás!.

Kalvellido. Buenos días nos dé Dios? Kalvellido en la red. 28 de abril de 2009.

Escrito por: Kalvellido.2009/05/26 06:01:00 GMT+2
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2009/05/25 06:01:00 GMT+2

Javier Ortiz: una ausencia lamentable

Ha muerto un gran periodista y un hombre coherente. 61 años. Nació en Donostia-San Sebastián el 24 de enero de 1948 y ha fallecido esta madrugada en Aigües (Alicante).

Empezó a escribir en publicaciones clandestinas a los 18 años y fue detenido en algunas ocasiones -esas cosas que pasaban en el “feliz” franquismo-. Decidió exiliarse a Francia y no regresó hasta que desapareció el dictador.

Autor de diez libros, gran parte de su carrera periodística la desarrolló en El Mundo, cuando El Mundo era otra cosa. Allí le conocí, era el jefe de Opinión y me recibió. Me presenté con un elaborado texto pidiendo escribir ”opinión”, ya que la objetividad a la que obliga el periodismo cotidiano deja muchas cosas en el tintero. Y me dio la primera oportunidad en ese sentido: una de cuatro columnas simultáneas que daban otra visión de la actualidad y que creo salían los domingos.

Volví a saber de él el año pasado, al dirigirme a la editorial AKAL. Él dio el visto bueno a mi último libro, publicado precisamente en FOCA, la colección que él dirigía de la mano de su buen amigo Ramón Akal, otro gran personaje.

No hubo más trato personal. El que se deduce de leer lo que escribía y sentirse plenamente identificado. Su progresismo, su ironía, su sinceridad tajante, su honestidad. Algo que crea profundos lazos. Los estableció con muchos seguidores de su exitoso blog y de sus columnas de Público.

Siento mucho su muerte. Nos va a faltar un referente de una forma de hacer periodismo valioso y cada vez menos frecuente: el que de verdad cambia algo.

Previsoramente, dejó escrito su propio obituario. Sabía que las necrológicas suelen ser  una plétora de lugares comunes.

Y me gustó especialmente esta columna en la que se atrevió a decir algo muy impopular pero que pensábamos muchos.

Marta no somos todos

Rosa María Artal. Javier Ortiz: una ausencia lamentable. 28 de abril de 2009.

Escrito por: Rosa María Artal.2009/05/25 06:01:00 GMT+2
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