2009/07/03 06:01:00 GMT+2
Ha muerto Javier Ortiz, un amigo al que nunca conocí personalmente, pero que sabía expresar con finura lo que yo pensaba incluso antes de que pasara por mi cabeza.
Existe la inmortalidad, consiste en dejar sobre los vivos la marca de tu nobleza. Javier Ortiz, fue un hombre sin precio, por tanto un hombre que ya estaba de sobra en este mundo, yo he admirado a mucha gente, pero como decía un viejo amigo, cuando cumples los cincuenta ya estás en riesgo severo de ver a tus admirados arrastrados por el fango. No he tenido tiempo para ver de este modo a Javier Ortiz, aspiro a que nadie lo tenga para verme a mí callar ante los molinos de viento, siempre por supuesto, salvando las diferencias entre el oro y lo dorado. Agur Javier.
Hilario. Los jesuitas trataron de encauzarlo por el buen camino, pero él descubrió muy pronto que era comunista. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Hilario.2009/07/03 06:01:00 GMT+2
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2009/07/02 06:01:00 GMT+2
Gauzatxo batek ernegatzen ninduen bere tertulietan. Beti edo gehienetan ados geundela. Horrela ez zen posible askotan ezadostasunak duen
kontraste argibide sano hura lortzea.
Bere umorea nirearen tankerakoa da... zen. Gure ezkutuko pailazo beltza gutxien komeni zaigunean bere kasa ateratzen zaiguna. Konformismoaren antidotoa. Inkorrektoa. Asaldagarria. Desenpatikoa.
Probokatzaile hutsa.
Berak ere horrela egiten zituen etsaiak. Bere kasuan denborarekin miresleak izango zirenak. Ikasleak eta entzule eta irakurle fidelak fidelitatean ez baina leialtasunean oinarritu ohi
zenak.
Ezkerretan kokatzen zenuela? Ba, derrepente eskuinaldeko defentsa batekin aterako zitzaizun lasai aski eta hura sutsu defendituko akrazia ariketa eder eta ausart batean.
Demokrazia akuatiko hau onartu ezinik. Gehienetan bere buruaren aurka. Mugak joaz. Ez ginen ezagutzen pertsonalki.
Eta imajina dezaket, ni inoiz entzun banau, maruja-tik gora edo behera kalifikatuko ninduen gupidarik gabe. Balitz ezagutu izan bagina, lagunak izango ginen, prefosta. Balitz ez da existitzen, ordea.
Radio Euskadiko MQP ez da berdina izango. Jabier Ortizi ez nion inoiz esan zenbat maite nuen. Zenbat algara eginarazi zizkidan bere pailazo beltzak. Zenbat adostu nituen bere arrazoi sakon bermatuak. Arin esanak. Ukitu ninduen euskarari zor zion errespetua eta mina. Erdarari zion zainketa eta maisutasuna.
Beno, heldu da. Betirako gazte izango da gure memorian eta berriro horrekin bizitzen ikasi behar besteok. Berari ez nion esan, baina beste guziei esango dizuet jarraitzeko. Behar eta maite zaituztegula. Inor kendu gabe. Ahal dela.
Amaia Zubiria. Jabier Ortiz. Berria. 13 de mayo de 2009.
A continuación una traducción al castellano del texto:
Una cosa me sacaba de mis casillas en sus tertulias. Que siempre o casi siempre estábamos de acuerdo. Así, no era posible conseguir ese sano y clarificador contraste que a veces produce el desacuerdo.
Su humor es (era) parecido al mío. Sacamos el payaso negro que escondemos cuando menos nos conviene. Antídoto del conformismo. Incorrecto. Enojoso. Desempático. Netamente provocador.
Él también conseguía así enemigos. Que, en su caso, serían admiradores con el tiempo. Aprendices, oyentes y lectores fieles, de alguien que habitualmente se basaba más en la lealtad que en la fidelidad.
¿Que lo situabas a la izquierda? Pues de repente te salía tranquilamente con una defensa de la derecha y la defendía fervientemente en un ejercicio de acracia bello y atrevido.
Sin poder aceptar esta democracia acuática. Muchas veces contra sí mismo. Rozando los límites. No nos conocíamos personalmente.
Y podría imaginármelo, si es que me ha oído alguna vez, tildándome de maruja, inmisericorde. En cambio, si nos hubiéramos conocido, habríamos sido amigos, sin duda. Pero el condicional no existe.
MQP de Radio Euskadi ya no será lo mismo. A Javier Ortiz no le dije jamás lo mucho que le quería. Cuántas risotadas me provocó su payaso negro. Cuántas veces estuve de acuerdo con sus firmes y profundas razones. Dichas amenamente. Me cautivó el respeto y el dolor que le tenía al euskara. Su vigilancia y maestría con el castellano.
Bueno, se acabó. Siempre permanecerá joven en nuestra memoria y deberemos aprender a convivir con ello los demás. A él no se lo dije, pero a todos los demás os diré que continuéis. Que os necesitamos y os queremos. Sin prescindir de nadie. Se puede.
Escrito por: Amaia Zubiria.2009/07/02 06:01:00 GMT+2
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2009/07/01 06:01:00 GMT+2
Hará diez años o algo más, cuando trabajábamos juntos en «El Mundo», Javier Ortiz me contó que su obituario estaba escrito. En aquella época hacía frecuentes viajes en coche: «Si me mato en la carretera, no encarguéis mi necrológica, ya la he escrito yo y está en el cajón», dijo. Como no le creí, me enseñó el texto. Pese a su previsión, no se
libra de que escribamos sobre él. Los amigos no son buenos para redactar obituarios, por la falta de distancia, y de Ortiz lo fui: disculpen que me muestre partidaria.
Él fue mi primer jefe, allá por 1995, y entonces ya tenía una larga carrera como periodista. Comenzó con la redacción de panfletos antifranquistas, y prosiguió en «Liberación» y «El Mundo», cuya edición vasca puso en marcha en 1992. Cuando regresó a Madrid como subdirector de Opinión, él y Pedro G. Cuartango me enseñaron las virtudes periodísticas (de Pedro J. Ramírez aprendí los vicios y que es mejor que la gente no sepa cómo se hacen las salchichas).
Era un jefe atípico. En cierta ocasión había que
escribir un editorial sobre Derechos Humanos, apetecible para ambos y, valiéndose de su cargo, decidió que nos lo jugáramos a los chinos (gané, por cierto). Le disgustaba que las palabras partieran al final de la línea, y le gustaba dedicar tiempo infinito a argumentar su posición. Se podía no coincidir con ella, pero la defendía con
honestidad, como reconocen hasta sus enemigos, al menos los honestos. Lo ha hecho hasta el final, como columnista de «Público» el último año
y medio.
Discrepábamos respecto al nacionalismo, dolorosamente en los últimos tiempos, pero nos unían cosas más trascendentes, como la fascinación por los errores del lenguaje: la última risotada nos la dimos a cuenta de alguien que trabajaba en una gran empresa y nos dijo que quería «llegar alto en el colofón».
Me enseñó cómo ser fiel a los hechos: compruébalos dos veces, solía decir, y cuando te den la razón, tres. Sabía de la predisposición humana a creer lo que confirma nuestros prejuicios, tan peligrosa en los periodistas. No me dejó dicho
cuántas veces hay que confirmar la muerte inesperada de un amigo. Me lo aseguran cuatro colegas. Lo he visto en media docena de webs. He leído su propio obituario, el que me enseñó hará más de una década, retocado al paso de los años, como los testamentos. Y aún no me lo creo. Espero
que sea otra de sus bromas.
Irene Lozano. El periodista honrado. ABC. 1 de mayo de 2009.
Escrito por: Irene Lozano.2009/07/01 06:01:00 GMT+2
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2009/06/30 06:01:00 GMT+2
Descubrí a Javier Ortiz Estévez en vísperas de una guerra, la del Golfo, allá por el año 1990. Tenía 16 años. Entonces me dio por comprar
El Mundo, el único diario de ámbito estatal que entonces se opuso a los tambores de guerra que sonaban desde Washington. Años más tarde, cuando aquel periódico se había convertido en otra cosa, supe que en aquella época Javier Ortiz había sido subdirector y jefe de Opinión del diario.
Por aquel entonces no existía internet, y guardaba todos los ejemplares de El Mundo,
al menos los que hacían referencia a acontecimientos que me parecían lo suficientemente importantes: tras la Guerra del Golfo vino la
desintegración de Yugoslavia. Cosas de mi lado friqui. El papel se volvió amarillo y luego me cansé de Rojo, de Pedro J. Nunca de Javier. Desde entonces leí sus columnas con voracidad. Sus opiniones sobre cualquier cosa y su rebeldía natural representaban un oasis en una prensa de las vanidades a la que le costaba mirar más allá de su propio ombligo.
El 25 julio de 2000 comenzó a publicar en la web su Diario de un resentido social. Desde entonces, y gracias al amor que Javier profesaba por el oficio de escribir, se puede decir que le he leído casi a diario. Al igual que mucha gente, durante los últimos nueve años lo primero que he hecho por la mañana, si disponía de un ordenador y conexión a internet, ha sido leer su Diario, sus columnas, sus Apuntes del Natural.
No era el único enamorado de su prosa precisa. Al poco de inaugurar su página web, un grupo de seguidores y amigos abrieron una lista de correo electrónico que pronto llamarían Patera. Yo me presenté el cuatro de octubre de 2000 con el mensaje número 797. Cuatro años después la lista había dado para veinte mil mensajes más y para conocer a muy buenas personas, incluyendo a Javier, que de vez en cuando hacía acto de presencia virtual.
Por razones personales y profesionales que me han convertido en un extranjero en cualquier lugar, a Javier, como a la mayoría de l@s compañer@s de Patera, apenas pude conocerle personalmente,
cosa que lamento de veras. Es mucho lo que he aprendido de Javier, es inmenso lo que he ganado con la gente a la que involuntariamente me ha
acercado. Nos hemos leído más que visto. Lo que no impidió que en un momento dado me acogiera en su página web, junto con otras Voces Amigas que hoy también están de luto.
Ahora no tengo cabeza para pensar ni para escribir, sólo un vacío en el alma, cuánta razón tienen algunas canciones. Me quedo con su inconformismo, su generosidad, y ese sentido del humor que ha sabido conservar hasta el final.
Gracias por todo, maestro Javier.
Samuel Quilombo. Huérfano. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Samuel Quilombo.2009/06/30 06:01:00 GMT+2
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2009/06/29 06:01:00 GMT+2
Esto no se le hace a un amigo. La última vez que hablamos me dijiste que de salud bien, bueno, "que dentro de un orden", o sea, especificaste, "es que estoy algo jodido". Por una vez, echaste balones fuera, habilidad que no te correspondió en toda tu vida porque eras más de al pan, pan. La cosa es que te has muerto por sorpresa, sin hacer más ruido que esa obra maestra del humor negro, el obituario que dejaste escrito en tu blog. Sabes que, después de ese tiempo espeso en el que cada uno tiró por su lado con el baúl de sus agonías colegiales, sus tentaciones revolucionarias, sus fidelidades e infidelidades ideológicas, sabes, decía, que nuestro reencuentro en Bolueta cuando
reapareciste como maestro de obras de El Mundo del País Vasco y casi me seduces, sabes, repito, que a partir de entonces mantuvimos una
firme amistad, cada uno desde su trinchera informativa. Te tenté, confieso públicamente, te eché el lazo para contar contigo en la aventura del Noticias y me diste la larga cambiada de que estabas ya mayor. ¡Una mierda, mayor! Javier Ortiz, maestro, sólo puedo agradecerte el haber escrito para nuestros periódicos siempre que te lo pedí. Fuiste una firma de lujo, y mira que te lo pagamos mal, me refiero a lo lejos que estuvimos de tu caché. Ha sido un honor, Javier, compartir oficio y complicidad con un rojo de los de antes, un rojo que basaba su ideología en el respeto al
adversario y que tuvo la grandiosa habilidad de reírse de sí mismo cuando quizá parecía que se reía de los demás. Pero esto, Javier, no se hace. Digo lo de morirte sin avisar.
Pablo Muñoz. Javier, amigo y colega. Noticias de Gipuzkoa. 29 de abril de 2009.
Escrito por: Pablo Muñoz.2009/06/29 06:01:00 GMT+2
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2009/06/28 06:01:00 GMT+2
Va cargado de dolor este diario de hoy, y antes de saber del suceso de portada, la muerte bullía en esta columna con un nombre propio, el de Javier Ortiz, periodista. Para muchos, maestro. Él entendía la Comunicación de modo más abierto que su hornada generacional, donde muchos compañeros suyos se empeñan en ver al demonio en Internet y a satán en la tele. En ese mar de opinadores, pocos escribían cómo él.
En 2000, Javier abrió su ventana digital (www.javierortiz.net), activa hasta ese último artículo del 28 de abril, tocado por más de doscientos mensajes de congoja. Miembro fundador del vecino periódico El Mundo, donde fue jefe del área de Opinión, Javier trabajaba ahora como comentarista de Público, un nuevo diario madrileño, un nuevo medio, en suma, para favorecer que este oficio siga entero, siga como recuento de cosas desde ángulos distintos sin discutir la hegemonía de los hechos. En un país de países donde se premia esconder la valentía, donde se impulsa convertir la opinión en fotocopia de folios con mucho blanco, mucho blando, Ortiz
defendía el tener criterio propio, el riesgo de equivocarse al exponerlo, y la virtud de razonarlo con usted, contigo, conmigo. La mirada incómoda, ese libro colectivo en relación con el fallecimiento (quizá asesinato) del reportero gallego José Couso, incluye un artículo donde Javier recalca la valía del trabajo de los fotógrafos y cámaras de televisión que... no buscan, encuentran. Línea de trabajo que él elevó hasta el extremo. Contra ciertas reticencias de
su entorno cercano, este donostiarra logró que médicos y allegados le permitieran tener su ordenador portátil en la habitación del hospital
donde falleció, y donde dictó desde su cama las columnas del panteón final, el de su libertad de expresión donde no faltó la ironía tiznada de crudeza al redactar su propio obituario. En Radio Obradoiro (102.1 FM), tras un par de entrevistas, quedó postpuesta la tercera el pasado otoño y, al cambiar de año, descuidé la pista de esa charla sabiendo que con él siempre se podía contar para un buen rato de buena radio. Con él, la conversación siempre se enredaba en temas candentes, temas valientes, con unos minutos para la habitual alusión a esa Euskadi suya, esa Euskadi nuestra en cuya emisora pública le han hecho un
homenaje recuperando algunas de sus intervenciones. Antes de morir, escribió su propio obituario:
"... Falleció ayer de parada cardio-respiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar... Así que en ésas estamos (bueno, él ya
no)... En fin, otro puesto de trabajo disponible. Algo es algo". (Fragmento)
Xabier Sanmartín. Javier Ortiz, baja en el partido columnista. El Correo Gallego. 4 de mayo de 2009.
Escrito por: Xabier Sanmartín.2009/06/28 06:01:00 GMT+2
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2009/06/27 06:01:00 GMT+2
En la madrugada de ayer martes 28, temprano como gustaba de leerle, marchó Javier.
Este aguerrido periodista, hombre cabal y ciudadano coherentemente comprometido, ha sido una de las voces, y siempre pluma, enredado en el
momento histórico que nos ha tocado vivir.
Le conocí personalmente allá por el año 2001 en la parroquia. Unas jornadas sobre la novel ley
penal del menor. Me sorprendió su agilidad mental y su visión tan cercana a la nuestra en lo que a niños y niñas se refería. De ahí el titulo de la primera columna que nos dedicó: "Otra vez los 400 golpes", que publicó el 7 de Diciembre de ese mismo año.
Después tuvimos ocasión de tener una larga charla en su propia casa cuando fui a llevarle unos documentos sobre la red de control social que se había creado en torno a familias y sus hijos de sectores sociales pobres. Aquel documento que él leyó con exquisito interés, y del que por cierto
y aprovechando este comentario, decir que ningún partido en el Congreso de los Diputados acusó recibo del mismo. Y a todos se envió.
Charlamos en alguna otra ocasión, pero siempre fue a través de sus escritos desde donde fui descubriendo al hombre sensible a las realidades de los excluidos. Así mismo, con esa versátil y socarrona pluma diaria, fui sintiéndome entre sus amistades. Así era él. No hacían falta grandes
protocolos para sentirse nombrado y animado por su palabra.
El 2 de abril de 2007 le llamé por teléfono. Andaba agobiado con la amenaza del cierre de la parroquia que se cernía sobre todos nosotros. Sus pausadas y profundas palabras fueron todo un canto al aliento y a la resistencia. Lo dejó plasmado en esa maravillosa columna que escribió un día después. La tituló El golpe 401 y fue una verdadera inyección de esperanza y solidaridad en esos meses recios que se avecinaban.
Esta mañana, cuando las amigas -sus amigas- de Hetaira nos han comunicado este desenlace, he sentido -y de ahí el título- otro golpe en mi
interior. Sí. Un golpe seco por la pérdida de un periodista que nos acercaba a la realidad, por cruda y compleja que esta fuera, con la sencillez y claridad que sólo las personas profundas y honestas
aciertan a expresar.
No sé cómo homenajear a este maestro. Seguramente la sencillez en sus formas y la firmeza en sus creencias sea la manera más elocuente de tener presente a quien mucho nos enseñó.
Contaba Charo su mujer esta tarde en el tanatorio que, por la mañana, un viejito desconocido para ella se acercó hasta el cuerpo presente de Javier con la intención de despedir y homenajear a quien durante mucho tiempo incitó una manera seria y atrevida de marchar por la vida.
Pues a este anciano desconocido me uno. Que el mejor homenaje a Javier Ortiz sea continuar nuestro camino con sencillez, valentía y solidaridad
desde los infiernos de este mundo. Él, yo así lo creo, gozará del abrazo de la humanidad. Y, en esa Jamaica prevista e imaginada, nos espera.
Javier Baeza. El golpe 402... a Javier Ortiz. 29 de abril de 2009.
Escrito por: Javier Baeza.2009/06/27 06:01:00 GMT+2
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2009/06/26 06:01:00 GMT+2
Es triste comenzar un blog con la muerte de una persona. Pero eso ha sido lo que me ha llevado a ello. Minutos antes de comer me enteré del fallecimiento de un periodista de esos que aprecias, de los que lees cada día y te hace ver las cosas de otra manera. Hablo de Javier Ortiz, un hombre que relataba sus pensamientos con una claridad pasmosa y se expresaba sin tapujos. En unas 100 líneas de periódico, dibujaba
un universo, sencillo y crítico. El argumento era su poder.
Era un crítico que criticaba y que sabía criticar. De esos hay pocos.
Sútil, enamorado de la prosa y constante en su trabajo, Ortiz soñaba con cambiar el estado de las cosas. Soñaba con un mundo más justo que se apagó, al menos para él, con una parada cardio-respiratoria. Trabajó hasta el último instante y escribió su propio obituario en el diario donde trabajó hasta el último suspiro.
Aurelio Estrella. Comienzo por el final. 29 de abril de 2009.
Escrito por: aurelio estrella.2009/06/26 06:01:00 GMT+2
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2009/06/25 06:01:00 GMT+2
A Javier Ortiz lo he querido como se quiere a un buen amigo. Me consta que se asomó a este Cuaderno de Campo en numerosas ocasiones, aunque solo dejara constancia de ello una sola vez, que yo sepa. De lo que estoy seguro es de que nos guardábamos mutua
simpatía, aunque no nos hayamos conocido en persona. Mil gracias le sean dadas de nuevo a la internet por ello.
Algo de flashback, por si la memoria me falla más adelante:
A finales del año 1999 estuvo un par de meses viviendo en Londres -en la isla británica- este
que escribe. Googleando con el ordenador de Phil Yeoman -por aquel entonces concejal laborista que me tenía hospedado en su casa (por causas que ahora no vienen a cuento)-, comencé a seguirle la pista
“online” a través de internet a Javier Ortiz, al que yo ya le seguía la pista, en papel, desde los inicios de El Mundo.
Cuando nació ese diario, yo trabajaba de Secretario del grupo municipal de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Cartagena (comencé en las
elecciones del 89 y lo dejé en las del 95). El grupo pagaba los tres diarios locales que yo compraba en el quiosco que regentaba Fina (a la
sazón, viuda del pintor cartagenero Enrique Gabriel Navarro), hoy ya fallecida.
Adolfo (marido de la entonces concejala de IU Teresa Rosique, mi jefa) me pidió que comprara algunos números iniciales de El Mundo. Adolfo era
parte oficiosa del grupo municipal, aunque no cobrara, y yo, que sí cobraba (más incluso que la concejala) le ayudaba a confeccionar una hemeroteca con noticias sobre el trabajo del grupo municipal y sobre asuntos de actualidad de la comarca y la región, que luego servían de fondo documental para las mociones, ruegos y preguntas que el grupo
elaboraba.
Me aficioné a leer a Javier Ortiz (y a Gabriel Albiac, Umbral, Gala…), y empecé a comprar el diario con mi sueldo. Teresa lo advirtió y un día
me dijo que lo metiera como gastos del grupo. Así lo hice.
De esa época guardo una buena colección de viñetas de El Roto. Ya iré metiendo algunas por aquí, si algún día me animo a ello.
O sea, que fue en Londres cuando, empecé a seguirle la pista a Javier Ortiz, y me hice asiduo de sus columnas de opinión. Más tarde (finales
del 2001), ya en Cartagena, llegué a conocer La patera y empecé a participar.
La patera entonces era una lista de correo administrada por un tal Pako (y Pablo Susinos). Sabiendo que los que escribían eran lectores de Javier Ortiz, como yo, y estando con ganas de discusión política, me di de alta y me di a conocer. A diario nos llegábamos a juntar con 50 o 60 comentarios de lo más variopinto, con lo que leerlo todo, era bastante complicado. Pero todo lo que aprendí, no está escrito. Y además me permitió intercambiar emails con Javier Ortiz. Al principio La Patera era una lista de correo
abierta, en la que podías leer en abierto cualquier comentario de los pateranos, y sólo para escribir tenías que darte de alta.
Luego La Patera cambió de nombre y de formato. Se llamó y se llama Islapatera y es una lista de correo privado: para leer y escribir tienes que darte de alta, previa autorización de alguno de sus miembros. Y es que tuvimos algunas malas experiencias con unos “trolls” maleducados.
Para mí es imposible hablar de Javier Ortiz sin mencionar la Islapatera. Y es que seguro que esta isla tiene algo de la Jamaica de Javier Ortiz.
Otro día sigo…
Miguel García Quesada. De isla en isla. 1 de mayo de 2009.
Escrito por: Miguel García Quesada.2009/06/25 06:01:00 GMT+2
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2009/06/24 06:01:00 GMT+2
Querido Javier Ortiz:
Cada domingo en el programa de MQP (en la "Mesa
a Tres Bandas") te escuchaba y sobre todo me gustaba escucharte tus parabienes, o paramales o paranormales, según cual te tocara ese día a
ti en suerte, como los toros en las corridas de Vista Alegre.
Tu ingenio, tu cascarrabiez, tus banderillas en plena cruz del cogote de algún o alguna "vache espagnole", me hacían reflexionar desde el acuerdo y el desacuerdo, pero siempre con la sensación de que eras un jodido que ya te habías pasado por delante con tu saber hacer, ingenio y brillantez.. esa brillantez de andar por casa, la que va calando y llega a ser indispensable.
Recuerdo que cuando Dani o Iratxe leían alguno de mis parabienes o paramales, (los enviados por los oyentes) esperaba si echabáis una sonrisilla, tú o tu compadre Javier Vizcaíno o si pensabas algún comentario.
No te puedo decir la alegría que sentía de saber que lo podías haber oído ese día.
Se ha dicho todo de ti, hasta creo que estaban haciendo una tesis doctoral (¡la leche tú!), así que sólo decirte, como dije ayer, que no se te
ocurra volverte a morir, que además de ser muy feo el asunto, es una broma que en esta ocasión no nos hace ni pizca la gracia.
Por ahora, me hago a la idea de que estés de vacaciones cerca de la palmera de la playa.
Dejo tus últimos diarios aquí, en los que se va traduciendo tu denuncia de un sistema lento y muchas veces ineficaz sanitario que comparto al
100%, contrastado con la calidad y calidez de sus profesionales, desde la limpiadora hasta el cirujano.
Y sobre todo donde al leerte, dan ganas de estrecharte fuerte y cariñosamente entre los brazos para hacerte pasar ese trago de enfermedad.
Muchos besos, Javier, allá donde estés.
Vuelve pronto.
Sonia G. Querido Javier Ortiz. 29 de abril de 2009.
Escrito por: Sonia G.2009/06/24 06:01:00 GMT+2
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