2009/08/12 06:00:00 GMT+2
¿Por dónde empezar cuando algo tan importante ha acabado? ¿Cómo articular en palabras el sentimiento de frustración que crece como hierba salvaje en el alma de un aprendiz? ¿Cómo manejar el dolor sin caer en lo ordinario, en lo común, en las frases enlatadas del catering emocional? Un escribidor espera resultar siempre original, desnudarse de una manera diferente, aunque la orquesta de fondo esté compuesta por los mismos músicos agotados. Si
no, ¿para qué tomarse la molestia de expresarse? Hoy ni siquiera tengo ganas de música. Hoy me duele el alma.
Ya no podré leer nada más nuevo del periodista, del escritor, del columnista que fue calando en mí, que fue tejiendo con palabras limpias y valientes un pequeño hilo que me mantenía ligado al periodismo. Javier era un periodista honesto, osado, rebelde, valiente, íntegro, cabal, verdadero, astuto, racional, inteligente, humano, coherente, irónico, ácido, espléndido. Yo no digo que no haya más por estos lares, pero yo no los conozco, no los he leído.
Javier era uno de los pocos motivos que me unían al periodismo, a esta profesión –u oficio, como él decía- que se desangra por los cuatro costados, torturada por ratas y cobardes que venden su alma a todos los diablos imaginables. Javier despertaba en ellos tanto recelo –en ocasiones, odio- como envidia. Sí, envidia. Entre sus más encarnizados
enemigos se encontraban quienes no podían dar crédito a la independencia y a la valentía de Javier. Esos que no conciben que alguien deje de embolsarse dinero por no querer mirar a otro lado, por no ceder cambiando las comas de sitio o por negarse a escribir directamente al dictado. ¡Cuántos compañeros de fragata se bajaron los
pantalones en El Mundo!
Comencé a leer las columnas de Javier desde que Pedro J. parió, precisamente, ese diario. Ortiz me dijo en una ocasión: “Normalmente, los periódicos tienen un director; en el caso de El Mundo, es el
director quien tiene un periódico”. No quiero caer en un recorrido por el inmenso anecdotario que brotó de mis conversaciones con Javier. Comencé a escribir en su página web hace siete años. Conté siempre con su apoyo, con su dedicación y con sus buenas palabras. Jamás valoré tanto un juicio como el de Javier, porque él decía lo que sentía sin
faltar a su verdad, sin recurrir a la mezquina diplomacia que engalana la falacia y cubre de buenas palabras los pensamientos críticos y
sinceros. Sé que intentó ayudarme a entrar en las redacciones de algunos diarios, pero ni siquiera me enteraba por él. Otros me lo contaban, porque Javier era distinto. Aún no me puedo creer que haya
tenido que sacar a relucir tan pronto su propio obituario. Esta existencia traicionera e incomprensible adjudicó el adiós a un hombre
que para mí fue un modelo en su actitud. Ser un periodista honrado hoy en día equivale a ser valiente… y a jugarse el puesto. Javier luchó
con su pluma frente a los cañonazos del Poder, abanderó el resentimiento social en miles de columnas que hoy son lágrimas de desesperación y rabia, repartió panfletos de dignidad y libertad entre sus lectores, y trabajó sin descanso, con ahínco, con independencia y con gusto por las cosas en las que creía. Lo hizo hasta el último momento, y se ha marchado esbozando una enorme sonrisa y realizando malabarismos con ese humor negro que tanto me sorprendía. Porque a mí siempre me faltó la inteligencia necesaria para reírme de mí mismo.
Javier ya no está. Tardaré en digerirlo y sé que pensaré en él de forma cotidiana. Cuando me enfrentaba a un dilema ético, siempre me preguntaba cómo respondería ante él Javier. Las palabras se me agolpan en las puntas de los dedos, nacidas de la impotencia, de las lágrimas contenidas en medio de una oficina repleta de nudos de corbatas, estrategias de mercado y números. Escribo casi con los ojos cerrados y sin atender al característico ruido que generan las multitudes. Hoy estoy solo, aunque me rodeen cientos de personas, hoy estoy hundido, aunque simule sonrisas de medio pelo; hoy estoy ausente, aunque finja prestar atención; hoy es un día terrible.
La última vez que comimos juntos charlamos, como se suele decir, largo y tendido. Me animó entonces a escribir un libro. Pero yo le dije que no tenía tiempo. Fue una respuesta cómoda. Teníamos pendiente una comida. Para mí, un encuentro con Javier era como asistir a una clase magistral, como escarbar en las raíces del periodismo, como un viaje a la consciencia de la utilidad periodística, como si el Cuarto Poder no fuera tanto una alucinación como una realidad por la que luchar. Javier ponía el dedo en la llaga, y ¡vaya si escocía!
Un día emprendí un viaje en la Patera para compartir con él la faena de remar, para compartir con espíritus inquietos y críticos las preocupaciones, para pelear con fiereza por un mundo mejor y más justo. Soy consciente de que estamos perdiendo la batalla, pero las penas con un hombre como Javier al lado dolían menos. Algún día, dentro de muchos años, alguien del futuro estudiará qué fue eso de la prensa escrita, y cuando revuelvan entre sus ruinas descubrirán que hubo un
tal Javier Ortiz que nadó contracorriente, que reflexionó e hizo reflexionar a unos pocos, enfrentándose a los sostenedores del pensamiento único.
La ironía ha querido que hoy, este maldito 28 de abril de 2009, en la web de Público la desaparición de Javier se haya convertido en la noticia más leída del día. Ironías de la realidad irreal: hoy es el día en que Javier venció a la Milá.
Hoy nadie podrá firmar un obituario mejor que el que el propio Javier nos ha dejado. Hoy, Javier ha dado su última lección de periodismo valiente e inteligente. Ha sido también, aunque resulte paradójico, una lección vital.
Hoy me duele el alma.
Jean Valjean. Adiós, JOR. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Jean Valjean.2009/08/12 06:00:00 GMT+2
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2009/08/11 06:01:00 GMT+2
Acabo de leer que Javier Ortiz ha fallecido esta mañana de una parada cardio-respiratoria. Javier ha sido un fértil escritor, que ha participado en varios medios, ha escrito libros, ha viajado, ha militado y, en fin, ha dejado su impronta en
nuestro periodismo político. Pero lo que me gustaría destacar en este post, por encima de otras consideraciones, es que Javier, con su característica sorna, ha sido una de esas pocas personas capaces de escribir su propio obituario.
Connotaciones morbosas al margen, el hecho de poder escribir el propio obituario es un lujo al alcance de pocos porque, primero, exige aceptar el hecho cierto de que uno va a morir antes o después y, segundo, nos obliga a condensar toda una vida, la propia, en un brevísimo texto objetivo. A mí, particularmente, me costaría mucho este ejercicio, pero Javier supo hacerlo y le felicito por ello, aunque sea con carácter póstumo.
Javier no quería que un becario escribiese su obituario con cuatro notas extraídas de noticias antiguas o de comentarios de personas que
creían haberle conocido, por eso escribió este texto hace más de dos años.
La he escrito porque no quisiera que el día en que me muera cualquier gacetillero inútil arruinara mi muerte con una necrológica burocrática y de circunstancias. De modo que os encargo colectivamente de que, cuando fallezca, hagáis lo posible para que sea éste el obituario que salga publicado.
Escribir tiene estas cosas. Afortunadamente.
Luis Gosálbez. El obituario perfecto. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Luis Gosálbez.2009/08/11 06:01:00 GMT+2
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2009/08/10 06:01:00 GMT+2
Me he enterado cuando he abierto el ordenador. José Antonio del Moral lo anuncia en Facebook. Ha muerto Javier Ortiz. Sabía que últimamente
andaba pachucho porque él mismo así lo hizo público en el blog que escribía día a día desde hace un montón de años. Sabía que estaba
ingresado en un hospital y que desde allí escribía su columna diaria para Público. Pero no sabía que estuviera tan grave. De hecho, su última columna la ha publicado hoy mismo, Tres tristes tercios, la ha titulado.
Si no sospechara que le parecería un topicazo, escribiría que un periodista de raza ha muerto con las botas puestas. Así que no lo hago. Prefiero remitirme a lo que él mismo ha dejado escrito para ser leído tras su muerte. A Javier no le gustaba el género
necrológico. Decía que sólo servía para que el escribiente de la nota se diera autobombo a cuenta del fallecido y seguro que por eso ha sido él mismo quien ha escrito su propia necrológica. No puedo estar más de acuerdo. Por eso, ésta no es una nota necrológica. Si no sospechara que a Javier le parecería muy fatuo, escribiría que éste es un homenaje a un periodista de cuerpo entero, militante de la libertad y de la integridad profesional. Tampoco lo haré. Este es un simple post escrito mientras cae una lagrimilla. Le echaremos de menos.
Juan Carlos Latxaga. Ha muerto Javier Ortiz. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Juan Carlos Latxaga.2009/08/10 06:01:00 GMT+2
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2009/08/07 06:01:00 GMT+2
La notícia m'ha compungit. Era tant inesperada com trista. Encara que sembla que inesperada per a totes nosaltres, perquè ell, Javier Ortiz, un periodista que ha escrit veritats com a punys durant tota la seua vida i que ens ha fet gaudir de l'ofici del periodisme durant anys, ja ho sabia, o almenys, ho intuïa. Per això, tal i com avui recull El Mundo, va escriure el seu propi obituari i el va penjar en la seua web. Fins a la seua mort demostrat que és un dels
grans del periodisme.
Trobaré tant a faltar la seua paraula i la seua reflexió...
Aurora Mora. Javier Ortiz: adéu a un gran. 29 de abril de 2009.
Escrito por: Aurora Mora.2009/08/07 06:01:00 GMT+2
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2009/08/06 06:01:00 GMT+2
Ayer se nos marchó otro imprescindible, al menos para mí. Se nos ha ido Javier Ortiz, un columnista de la vieja guardia, de aquellos que aún dignificaban el periodismo, de aquellos por los cuales aún merecía pagar un diario para leer sus columnas...
Lo empecé a leer hace cosa de 8 años...y me atrevería a decir que me he leído casi todos sus escritos que publicaba cada día del año. Leer a
gente como Javier fue unas de mis motivaciones para crear Mi Barricada. Su blog personal estuvo enlazado a mi página casi desde el principio.
En muchas ocasiones discrepaba totalmente con su forma de pensar, pero en otros no me quedaba otra que rendirme ante su maravillosa ironía y su envidiable prosa. La lectura diaria de su columna se convirtió en una especie de droga para mí.
Mentiría si dijese que no en pocas ocasiones lo mandé a la mierda al leer alguna opinión suya sobre algún tema que otro, pero también mentiría si no dijese que hasta en aquellos escritos había un pequeño hueco para la reflexión.
Es cierto que desde la izquierda revolucionaria nunca ha sido visto como un hombre de "los nuestros", pero yo siempre lo vi así. Lo veía como un hombre que consiguió infiltrarse en las filas enemigas, con todo lo malo que esa osadía conllevaba... o al menos así me lo quiero imaginar
yo. A pesar de que nunca le perdonaré su hipocresía a la hora de hablar el tema de Euskal Herria.
Aunque en muchas ocasiones su discurso no era
tan radical como debería al menos para mí), es cierto que en muchas ocasiones puso el dedo en la llaga, como el pretendía.
Antes que un periodista, fue un gran escritor, un digno escritor. Tal vez esta sea la frase que más le defina, la citó hace poco tiempo él mismo
en su columna diaria, y era de Manuel Vázquez-Montalbán: “Te acuestas siendo un triste socialdemócrata y, por la mañana, cuando te
levantas, resulta que te has convertido en un peligroso izquierdista. Como el tiempo transcurrido te ha pillado en la cama y durmiendo, deduces que la metamorfosis no puede ser cosa tuya, sino de los demás”.
Aquí os dejo tres preciosos escritos suyos, y a continuación su propio obituario.... Sí, Javier escribió su propio obituario antes de morir, no
os lo perdáis, la ironía mostrada ante la muerte es envidiable. Os recomiendo que saquéis tiempo y los leáis. Disfrutarlos:
Perdonen, aquí un radical.
El diablo sólo está dormido.
Sueño con Jamaica.
Blog Mi Barricada. Ha muerto Javier Ortiz. 29 de abril de 2009.
Escrito por: Mi barricada.2009/08/06 06:01:00 GMT+2
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2009/08/05 06:01:00 GMT+2
Hoy ha muerto Javier Ortiz. Qué pérdida más jodida. Conocí a Ortiz a través de un amigo común, Mikel Iturria. La empresa en la que trabajó le rehizo este su sitio web, y lo dotó de una comunidad de blogs llamada Voces Amigas. De ahí a un tiempo, le pedí si podía crear este blog sobre Egunkaria, como una voz amiga más. Por supuesto que accedió, y me alentó en la denuncia del caso.
Gracias por la dignidad mostrada. Por saber escribir. Por saber denunciar. Adiós, señor Ortiz.
Me permito recordar una de sus columnas hoy: El «diaricidio» de Egunkaria.
Luistxo Fernández. Adiós a Ortiz. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Luistxo Fernández.2009/08/05 06:01:00 GMT+2
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2009/08/04 06:01:00 GMT+2
Me quedé helado cuando leí ayer en las ediciones digitales de los periódicos la muerte de Javier Ortiz.
La relevancia del personaje para el periodismo español no es para ser despreciada. Ni mucho menos. Ajeno a PRISA, Ortiz fue fichado por Pedro J. para un puesto directivo del diario EL MUNDO, en un momento en el que el crimen de Estado y la corrupción de los últimos Ejecutivos socialistas estaban a la orden del día.
En ello estuvo Javier Ortiz que, sin embargo, no se dejó abducir por Ramírez, como ha ocurrido con otros que, otrora periodistas, han pasado a ser,
simplemente, "pedrojotistas". Los ejemplos son muchos y la mayoría vienen de la izquierda.
Pero Ortiz era demasiado para Pedro J.
Quizá por ello, marginado ideológicamente pero preservando dos columnas a la semana, Ortiz se mantuvo en EL MUNDO hasta dar su último salto:
escribir diariamente en el diario PÚBLICO.
Lo conocí en una fiesta del PCE. En ella nos reveló el título de su sección: "El dedo en la llaga". Además, bromeaba, si PÚBLICO prometía mantenerse costara lo que costara durante 5 años, pensaba jubilarse.
Era todo lo que quería en estas últimas fechas. Y hablaba en ocasiones de los obituarios. Hoy hemos podido leer el suyo, escrito por él, dos años
y medio antes.
Se va un periodista, un opinador y un escritor que van a encontrar difícil parangón. Se marcha un personaje único.
No nos daremos nunca cuenta de lo que perdemos con la marcha de Javier Ortiz.
Para todos quedarán sus reflexiones en www.javierortiz.net.
Andrés Villena Oliver. Hasta siempre, Javier Ortiz. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Andrés Villena Oliver.2009/08/04 06:01:00 GMT+2
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2009/08/03 06:01:00 GMT+2
Un buen amigo me hace llegar la noticia de la muerte del periodista Javier Ortiz. He tenido a Javier Ortiz por un hombre honesto, libre e
independiente en una época en la que estos valores solo se tienen en cuenta, se estiman, y en ocasiones elogian, si son los de nuestra cuerda, los de nuestro bando y a él sirven. Porque en bandos vamos viviendo, enemigos más que diferentes.
Si hago caso de lo leído en los últimos años, no puedo poner ni de lejos en duda que Ortiz no hubiese combatido, tanto o más que otros, por la libertad y la justicia, por los derechos de todos.
Ortiz venía siendo molesto y en ocasiones denigrado de manera injusta y acerba. Casi solo por eso, la suya era una voz valiosa en una gallera donde parece llevar razón el que más grita, el que más empuja, el que tiene algo de poder de su lado
o a él sirve.
Es más que posible que independencia no sea siempre garantía de acierto, pero su ejercicio, nos guste o no, es una garantía de libertad en marcha, una apuesta de la necesaria libertad de conciencia, molesta para quien actúa desde el convencimiento de estar, siempre, diga lo que diga, en posesión de la verdad o en su aplauso.
Miguel Sánchez-Ostiz. In memoriam. 28 de abril de 2009.
Escrito por: Miguel Sánchez-Ostiz.2009/08/03 06:01:00 GMT+2
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2009/07/31 06:01:00 GMT+2
Viene de aquí
Tras haber sido encarcelado en Gerona y Carabanchel Javier regresó a
París y fue precisamente él quien despertó a su primo informador
desinformado y aún amodorrado con la noticia del fallecimiento del
Dictador, acontecimiento que desató un día de exaltación y alivio de
tantos empecinados exiliados que desde el 36 tenían preparadas las
maletas para regresar a su país: él fue uno de ellos. Desde entonces
hasta su fallecimiento permanecimos en perseverante contacto: en sus
variados desplazamientos a París, en Madrid, en esta caverna atlántica
en la que escribo ante tanta sombra desaparecida, en su piso de Madrid
o en su residencia secundaria de Aigües que compartía con su compañera
Charo, gran amor de su vida junto a su hija Ane y una legión de amigos
entrañables. En uno u otro lugar prendimos muchos candiles en
exaltantes ceremonias conniventes. Nos conocíamos a fondo. Apenas
velamos secretos entre nosotros (excepto los irremediables e
irreprochables de circunstancias políticas precisas). Pocas personas me
han conocido mejor y justo es considerar numerosos y entrañables amigos
desde mi adolescencia - entre ellos sus hermanos míos tan queridos José
María y Carlos, pintor y poeta respectivamente con quienes conviví al
paso de los años en ocasiones varias antes de iniciar mi amistad con
Javier -. A él le agradaba subrayar que éramos los cuatro únicos
artistas de la familia tras las huellas de nuestro tío abuelo Carlos
Crousselles, periodista y comediógrafo de cierto lustre, secretario
personal del Conde de Romanones, allá por las primeras décadas del
siglo pasado -Javier firmó algunas columnas en SERVIR AL PUEBLO o en
LIBERACIÓN asumiendo su identidad con insinuación admirativa -.
En hora mala hablé con él pocas horas antes de abandonarnos. Rechazó
con firmeza mi propuesta de viajar a Madrid arguyendo que se sentía muy
fatigado y abrumado por las muestras de afecto de sus visitantes. Me
aconsejó esperar diez días, plazo de la prevista alta hospitalaria,
según pensaba. Me desconcertó y conmovió su voz estremecida, casi
inaudible: “La vida me acaba de dar un buen palo hasta el punto que no
sé si merece la pena seguir con tanta privación”. Nunca antes, y en
París soportaba una situación económica penosa, había perdido el buen
humor. Cuarenta y pocas horas más tarde Charo me enviaba el atroz
mensaje. Un silencio hueco y sórdido me embargó. Silencio persistente
apenas restañable con remembranzas de inapreciables oportunidades en su
compañía: sus agudas y desternillantes críticas a quienes cocean el
idioma en los medios de comunicación o ejercen la hipocresía de lo
políticamente correcto, riendo como niños de las sombras más tristes de
nuestra alborotada supervivencia, apreciando su sostén de inapreciable
gourmet mientras saboreaba sus platos dilectos, en especial los
mariscos, escuchando música o viendo en TV partidos de futbol, sobre
todo los de la Real Sociedad que seguía con fervor de forofo sufriente
y muchos otros trances donde soltaba bridas a la indignación ante las
patojadas políticas de los líderes mundiales o las flagrantes
injusticias sociales. Mucho aprendí de él y en algunos de mis ensayos
supo excitar esquemas esquivados por descuido o imprudencia.
Por último debo confesar y confieso que no pensaba escribir estas
líneas pues suponía reconocer lo ineluctable. Pero hoy su blog reclama
recuerdos valiendo no sólo firmas de renombre sino cualquier tributo de
amistad de lectores anónimos. Con harto dolor me someto entendiendo que
quizá a Charo, Ane, Encarna, viuda de su caro hermano Boby, su hijo
Iván y sus amigos del alma, les complazca una evidencia más de
solidaria constancia dolorida, aunque no sin firme compromiso o
propósito de enmienda a la tristeza pues su alejamiento momentáneo
se asocia a la nostalgia de múltiples instantes profesionales de
insólita lucidez - parangonable a la de Larra, paradigma de su
ejecutoria periodística - y personalmente los más jocosos al aire
hilarante de Tip y Top, Coll o Gila, maestros de agudeza surreal de sus
hermanos Pepito y Boby y quien aquí por desgracia instiga su recuerdo
con una suntuosa carcajada a pulso merecida por esta puñetera
existencia.
En marzo del 2008 escribía: “Mi primo Emilio Sánchez Ortiz, al que
no le incomoda el humor negro - me da que es cosa de familia -,
escribió hace años una sombría reflexión en un libro de apotegmas: “De
que hay vida después de la muerte yo soy la prueba evidente”. Hoy me
permito abundar en paralelo a la de la viñeta de sus buenos amigos los
lúcidos humoristas Ricardo y Nacho publicada en “El Mundo”: “De que hay
vida después de la muerte de Javier no hay prueba más evidente que sus
anhelos de Jamaica” donde más pronto que tarde cual fervientes tipitopianos
volveremos a las nuestras surreales de siempre. Así será y aún más si
celebramos al clásico cuando dijo algo así como “si la muerte fuera la
muerte qué sería de los poetas” pues Javier aparte de su espléndida
ejecutoria periodística profesó también de poeta singular en la
intimidad por si no lo sabían.
Emilio Sánchez-Ortiz. Expedido a Jamaica para Javier Ortiz. Julio de 2009.
Escrito por: Emilio Sánchez-Ortiz.2009/07/31 06:01:00 GMT+2
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2009/07/30 06:01:00 GMT+2
Toda consumación funesta conlleva desconcierto, frustración, aflicción cuando no rabiosa indignación muy en particular cuando sobreviene a destiempo. Su inaceptable destemplanza desvela
pesadillas sojuzgando realidades cotidianas. Inútil rechazo alguno. Empero quizá porque resido en un peñasco atlántico ausente del empecinado empirismo de la Villa y Corte me permití mantener cebada mi pueril incredulidad. Y aún creo seguir sintiendo, ni pensando ni creyendo, sólo sintiendo que volverá a telefonear o recibiré otro de sus divertidos correos. Es mi método patentado para permanecer a su lado. Como a diario releo sus apuntes haciendo ojos nublados al calendario u otros antojos de la transitoriedad temporal quién iba a estamparme lo ineluctable en las narices.
En nuestra dilatada amistad de teléfono o
electrónicas misivas mostramos refinada parquedad. Sentimentales camuflados con señuelos de implacable severidad (quebrantable a vista sin anteojeras) sólo permitíamos deslices a la ternura atildada con emociones súbitas e incontenibles en la soledad sin testigos de la complicidad consanguínea, lustre genealógico de nuestra amistad.
Fue a fines de la década cuarenta cuando sus progenitores lo presentaron en la sociedad matritense familiar. Mi obligada presencia con apenas catorce años percató la curiosa extravagancia de aquel rapaz: no se chupaba el dedo y nadie de por vida presumirá de haberlo sorprendido en tan habitual lance succionador; siempre supo servirse de los dedos del talento sobre el teclado para dar manotazos a quienes a fuer de pusilanimidad u otras conveniencias adyacentes se los liban con goloso descaro. Tras aquel día el tiempo circuló sin información digna de mención hasta veinticinco años después. Nos rencontramos en París gracias a nuestro común
amigo el economista Eduardo Fioravanti, actualmente dedicado al submarinismo dando radical ejemplo a gran parte de sus colegas - apenas un 0´001 por mil
economistas predijeron la crisis actual - cuya rutina consiste en dar puntada sin hilo en el tejido de sus menguados, amén de estrafalarios pronósticos. Imposiciones profilácticas antifranquistas obligaron a Eduardo a zafarse de la
policía fascista gracias a la asistencia de Javier encargado de evitar la vigilancia de fronteras por vericuetos pirenaicos que pateaba a ciencia y
conciencia. Acababa de entrevistar a Eduardo Fioravanti para los programas en español de la ORTF - Organización de Radio y TV Francesa - con motivo de la aparición de uno de sus libros y por puro azar me desveló su paradero. Desde entonces colaboramos asidua e intensamente. Él, uno de los responsables del MC, me permitió entrar en contacto con gran parte de la clandestinidad antifranquista. Participé en algunas reuniones informales de la cúpula del MC en su apartamento de la Rue du Delta que heredé cuando regresó a España - de Dorronsoro y del Río entre otros conservo un admirado, agudo y cordial recuerdo-. Desde entonces me entregué con denuedo a la faena de “tonto útil” apropiada para quien siempre como buen ácrata pretende mantenerse fuera de las manadas y cerca de la utópica izquierda higiénica a la que él siempre se mantuvo adscrito: en dos ocasiones perdí el pasaporte y carnet de identidad y aconsejé hacer lo propio a mis íntimos para la correspondiente falsificación y uso apropiado de sus camaradas; en varias ocasiones llegué a cruzar la frontera de
Hendaya o Port Bou con mi coche cargado con pertrechos clandestinos del MC. Nunca fui pillado gracias a la pericia de Javier en ocultarlos en entresijos de la carrocería por mí ignorados. Javier relata en su blog las entrevistas que
gracias a él mantuve con miembros del FPolisario, UMD o ETA cuando esta organización era tachada de independentista y no de terrorista por las
autoridades galas. El acontecimiento mayor de nuestra consanguínea complicidad fue sin duda aquel programa histórico de una hora en la ORTF - cuando normas de obligado cumplimiento permitían media hora informativa - para el noticiario de la medianoche destinado a evitar la ejecución de Puig Antich (aún conservo carteles de propaganda para manifestaciones confeccionados a mano del MC). En
aquel informativo los redactores unánimes infringimos las directrices francesas del servicio jugándonos el único medio de subsistencia socorrido en última instancia gracias a la deferencia solidaria de Jean Supervielle, hijo del célebre poeta galo, responsable de las redacciones de España y América Latina que se dio por no enterado; en él participé junto a los periodistas Julián
Antonio Ramírez, José María Madern, Moncho Goicoechea, el Papa desde el Vaticano y en persona un Jean Paul Sartre casi ciego, Carlos Hugo de Borbón Parma, Paco Ibáñez, Xavier y Eugenio Domingo, el propio Javier Ortiz y varios etarras
convocados gracias a su mediación junto a una auténtica multitud de testigos hispanos apelotonados en los pasillos y el estudio de control como nunca más volvió a acaecer en la historia de nuestra redacción. La grabación del
informativo se entregaba a diario a Carrero Blanco que, según nos informaban amigos de la embajada, la escuchaba a primera hora de la mañana al volver de su habitual misa; no hace falta agregar su nula influencia en la decisión final del Dictador a pesar de la clemencia solicitada por el Vaticano. Más tarde vivimos los balbuceos de la transición alternando con algunos personajes históricos como
el Conde de Barcelona - en dilatada reunión noctambula de grato recuerdo tras un informativo en casa de Gozalo, si mal no recuerdo corresponsal de ABC en París-, Calvo Serer, Vilallonga, la Duquesa Roja, Mika Etchevehere, Saura, London, Tarradellas, Leizaola, González y su por entonces fiel escudero Alfonso Guerra acompañados de Vidal Beneyto tras aquel cotarro de Suresnes en el que decidieron
oportunamente moverse para salir en la foto y no lo contrario como avisaron para no ser traidores a sus acólitos cuando se hicieron con el Poder.
Continúa.
Emilio Sánchez-Ortiz. Expedido a Jamaica para Javier Ortiz. Julio de 2009.
Escrito por: Emilio Sánchez-Ortiz.2009/07/30 06:01:00 GMT+2
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