Toda consumación funesta conlleva desconcierto, frustración, aflicción cuando no rabiosa indignación muy en particular cuando sobreviene a destiempo. Su inaceptable destemplanza desvela pesadillas sojuzgando realidades cotidianas. Inútil rechazo alguno. Empero quizá porque resido en un peñasco atlántico ausente del empecinado empirismo de la Villa y Corte me permití mantener cebada mi pueril incredulidad. Y aún creo seguir sintiendo, ni pensando ni creyendo, sólo sintiendo que volverá a telefonear o recibiré otro de sus divertidos correos. Es mi método patentado para permanecer a su lado. Como a diario releo sus apuntes haciendo ojos nublados al calendario u otros antojos de la transitoriedad temporal quién iba a estamparme lo ineluctable en las narices.
En nuestra dilatada amistad de teléfono o electrónicas misivas mostramos refinada parquedad. Sentimentales camuflados con señuelos de implacable severidad (quebrantable a vista sin anteojeras) sólo permitíamos deslices a la ternura atildada con emociones súbitas e incontenibles en la soledad sin testigos de la complicidad consanguínea, lustre genealógico de nuestra amistad.
Fue a fines de la década cuarenta cuando sus progenitores lo presentaron en la sociedad matritense familiar. Mi obligada presencia con apenas catorce años percató la curiosa extravagancia de aquel rapaz: no se chupaba el dedo y nadie de por vida presumirá de haberlo sorprendido en tan habitual lance succionador; siempre supo servirse de los dedos del talento sobre el teclado para dar manotazos a quienes a fuer de pusilanimidad u otras conveniencias adyacentes se los liban con goloso descaro. Tras aquel día el tiempo circuló sin información digna de mención hasta veinticinco años después. Nos rencontramos en París gracias a nuestro común amigo el economista Eduardo Fioravanti, actualmente dedicado al submarinismo dando radical ejemplo a gran parte de sus colegas - apenas un 0´001 por mil economistas predijeron la crisis actual - cuya rutina consiste en dar puntada sin hilo en el tejido de sus menguados, amén de estrafalarios pronósticos. Imposiciones profilácticas antifranquistas obligaron a Eduardo a zafarse de la policía fascista gracias a la asistencia de Javier encargado de evitar la vigilancia de fronteras por vericuetos pirenaicos que pateaba a ciencia y conciencia. Acababa de entrevistar a Eduardo Fioravanti para los programas en español de la ORTF - Organización de Radio y TV Francesa - con motivo de la aparición de uno de sus libros y por puro azar me desveló su paradero. Desde entonces colaboramos asidua e intensamente. Él, uno de los responsables del MC, me permitió entrar en contacto con gran parte de la clandestinidad antifranquista. Participé en algunas reuniones informales de la cúpula del MC en su apartamento de la Rue du Delta que heredé cuando regresó a España - de Dorronsoro y del Río entre otros conservo un admirado, agudo y cordial recuerdo-. Desde entonces me entregué con denuedo a la faena de “tonto útil” apropiada para quien siempre como buen ácrata pretende mantenerse fuera de las manadas y cerca de la utópica izquierda higiénica a la que él siempre se mantuvo adscrito: en dos ocasiones perdí el pasaporte y carnet de identidad y aconsejé hacer lo propio a mis íntimos para la correspondiente falsificación y uso apropiado de sus camaradas; en varias ocasiones llegué a cruzar la frontera de Hendaya o Port Bou con mi coche cargado con pertrechos clandestinos del MC. Nunca fui pillado gracias a la pericia de Javier en ocultarlos en entresijos de la carrocería por mí ignorados. Javier relata en su blog las entrevistas que gracias a él mantuve con miembros del FPolisario, UMD o ETA cuando esta organización era tachada de independentista y no de terrorista por las autoridades galas. El acontecimiento mayor de nuestra consanguínea complicidad fue sin duda aquel programa histórico de una hora en la ORTF - cuando normas de obligado cumplimiento permitían media hora informativa - para el noticiario de la medianoche destinado a evitar la ejecución de Puig Antich (aún conservo carteles de propaganda para manifestaciones confeccionados a mano del MC). En aquel informativo los redactores unánimes infringimos las directrices francesas del servicio jugándonos el único medio de subsistencia socorrido en última instancia gracias a la deferencia solidaria de Jean Supervielle, hijo del célebre poeta galo, responsable de las redacciones de España y América Latina que se dio por no enterado; en él participé junto a los periodistas Julián Antonio Ramírez, José María Madern, Moncho Goicoechea, el Papa desde el Vaticano y en persona un Jean Paul Sartre casi ciego, Carlos Hugo de Borbón Parma, Paco Ibáñez, Xavier y Eugenio Domingo, el propio Javier Ortiz y varios etarras convocados gracias a su mediación junto a una auténtica multitud de testigos hispanos apelotonados en los pasillos y el estudio de control como nunca más volvió a acaecer en la historia de nuestra redacción. La grabación del informativo se entregaba a diario a Carrero Blanco que, según nos informaban amigos de la embajada, la escuchaba a primera hora de la mañana al volver de su habitual misa; no hace falta agregar su nula influencia en la decisión final del Dictador a pesar de la clemencia solicitada por el Vaticano. Más tarde vivimos los balbuceos de la transición alternando con algunos personajes históricos como el Conde de Barcelona - en dilatada reunión noctambula de grato recuerdo tras un informativo en casa de Gozalo, si mal no recuerdo corresponsal de ABC en París-, Calvo Serer, Vilallonga, la Duquesa Roja, Mika Etchevehere, Saura, London, Tarradellas, Leizaola, González y su por entonces fiel escudero Alfonso Guerra acompañados de Vidal Beneyto tras aquel cotarro de Suresnes en el que decidieron oportunamente moverse para salir en la foto y no lo contrario como avisaron para no ser traidores a sus acólitos cuando se hicieron con el Poder.
Continúa.Emilio Sánchez-Ortiz. Expedido a Jamaica para Javier Ortiz. Julio de 2009.
Comentarios
Querido Emilio.
Gracias a internet sé algo de tí. Sigo vivo. Estoy en Ibiza donde he fijado mi residencia. Escribo ahora novelas, dejé el ensayo hace tiempo. Me gustaría saber más de tí y recordar aquellos años nuestros en París. Comunícate conmigo. Un abrazo
Eduardo Fioravanti
efiora@wanadoo.es
Escrito por: eduardo fioravanti.2009/08/10 19:58:14.071000 GMT+2