Transgredir las normas o el orden establecido podía haber sido una de las constantes en la vida y obra del -para mucho- insigne columnista de origen donostiarra desaparecido hace unos días en Madrid. Más de cuarenta años prodigándose en diversos medios con una tan inusual como imaginativa ironía y humor sarcástico pero siempre con una conciencia clara en el fondo de sus reflexiones, merece un homenaje de recuerdo por parte de esa izquierda de la que él apenas utilizó siglas concretas, aunque su constante y excelente relación con antiguos ex colegas de partido evidencian su origen en el terreno ideológico.
Cuando cito lo de diversos medios lo hago en su más amplia expresión. Javier Ortiz inició su largo periplo desde la clandestinidad y en pleno exilio en Francia con apenas 18 años. Sedicente -o autodefinido- convencido comunista desde los quince años, huyó de Donostia empujado por alguna orden de busca y captura de la Policía franquista y supo adaptarse e incluso aprovechó esta circunstancia para ofrecer una perspectiva original del comunismo, lucha de clases o involución -¡perdón, revolución!- en Euskal Herria, aunque ni acotar este marco ni los sistemas teóricos de lucha y militancia que durante tantos años y en miles de líneas ha defendido el columnista donostiarra, abierta o implícitamente, hayan sido admitidos por el mundo abertzale tradicional o contemporáneo. Tanto Servir al Pueblo como Zutik habrán podido ser lecturas de culto para parte de los jefes de la hoy llamada izquierda radical vasca pero habrán ocultado los ejemplares debajo de la almohada por ese miedo a contagiarse o ser acusados de españolismo.
Porque en todo este largo viaje a Jamaica, el único hombre que me ha hablado de París-1968 en primera persona tenía muy claro el vehículo a utilizar en el mismo aunque los medios fuesen -insisto- tan diversos. Tanto como para anteponer la ilusión de un proyecto de periodismo moderno, abierto, plural e influyente a la línea ideológica que pudiese propiciar el citado medio, contrastando netamente con el suyo. La autointegración de Ortiz a la creación de El Mundo y su convencido empeño en la fundación y desarrollo inicial de la edición del País Vasco se fundamentó en el quijotesco ideario de poder cambiar las cosas desde el esfuerzo y el trabajo cotidiano bien hecho, en la verdad ante la fuerza, en la constancia frente a la desidia. Hacer y hacerlo bien para convencer al mundo. La conformación de la plantilla de aquella redacción por el propio Ortiz fue un buen ejemplo de esas intenciones de apertura ideológica o política.
No considero que fuese nada fácil la situación del columnista/comunista donostiarra en esas fechas de embajador del, ya por entonces, segundo diario más importante de Madrid en Bilbao. Un detalle hace que la compare con la de un entrenador de fútbol que estuvo en Iruñea y más recientemente en Madrid, al que en México llamaban El Vasco y aquí El Mexicano . A pesar de ser Javier un hombre libre de toda sospecha en ambas direcciones. Pedrojota podía estar tranquilo de que en la redacción de Bolueta no se iba a guardar un arsenal de ETA y los de la izquierda consecuente vasca podían dormir tranquilos porque sabían de los intentos de defensa de la identidad vasca por parte del entonces subdirector de la edición de Euskal Herria.
Dos trabajos realizados en los últimos años podrían parecer otros tantos guiños al nacionalismo vasco. Pueden serlo pero los dos interesantes libros con sendas entrevistas biográficas a Ibarretxe y Arzalluz (por orden de publicación) van mucho más allá. La intención -confesada- de Ortiz en los mismos es la de ofrecer la credibilidad con la que supuestamente él contaba fuera de Euskal Herria, para hacer justicia a la entrega e influencia de estos dos personajes en la historia política reciente de Euskadi. En contraposición de la consideración de bestias negras que tiene de ellos una gran masa de la ciudadanía de España, fundamentalmente derechosa.
Cuántas veces habrá hecho de tripas corazón con su conciencia de izquierdista y de vasco, en aquel empeño -logrado- de sus jefes en desbancar al socialista Felipe González de La Moncloa o de ataques indiscriminados contra su país del alma por parte de ideólogos de ese diario. Su empeño en lograr una prensa libre le daba fuerza para seguir en ese viaje al paraíso de Jamaica, símbolo para él de esa libertad como, por ejemplo, han sabido plasmar Ricardo y Nacho en la viñeta homenaje a su amigo donostiarra.
Javier, no me importa haber transgredido tus últimas voluntades porque, primero, esto no es un obituario al uso sino un intento de homenaje y segundo, porque tú eres precisamente la referencia para tomarme esta suerte de libertades. ¡Espéranos en Jamaica!
Josu Torre, publicado en Deia el 5 de mayo y en Noticias de Gipuzkoa el 11 de mayo.
Comentarios
Escrito por: Javier D..2009/05/17 11:37:42.159000 GMT+2
Escrito por: PWJO.2009/05/17 11:46:53.008000 GMT+2