Al abrir el Público en el quiosco por las páginas de Opinión me encontré con la noticia. Me sorprendió tanto que emití un fuerte suspiro, lo habitual en las informaciones que me impactan. ¿Cómo era posible? Nada sabía de su enfermedad. Me llevé una alegría cuando lo vi subido al proyecto de este periódico, que hacía mucha falta en el mercado. Lo conocía desde su paso por El Mundo, del que huyó despavorido cuando viró el viento de su dirección, lo que hizo por coherencia y convicción íntima con sus ideas, como hicieron muchos lectores. Él tenía en su mano algo que pocos tienen: la libertad de elegir, esa que se atesora ante las tentaciones que pueden hacer perder algo mucho más valioso de lo que se puede retener. La sensación que me invadió después, ya en casa, fue la misma que se tiene cuando un buen compañero se marcha, sensación labrada después de un tiempo en el que, algunos días, modestamente, me permitían compartir página con él, con Rafael Reig y con otros inquietos lectores, mezclando opiniones. Esa es una sensación nueva en mi vida, así que Javier Ortiz ya ha dejado en ella su paso. Allá donde te encuentres, compañero… muchas gracias. Esperemos que esa libertad y esa prensa que tanto amabas tengan larga vida, como tus artículos.
Francí Xavier Muñoz. A Javier Ortiz y a la libertad. 30 de abril de 2009.
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