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2022/11/14 11:44:4.087672 GMT+1

Un optimista

Hay domingos cuyo aire presenta tal liviandad que, sin apenas rozamiento, te permiten avanzar más que en una década. Domingos que, pese a esta cualidad etérea, ocupan en la memoria mayor espacio que el resto del taco del calendario. Se hinchan del ambiente y ahí se quedan, flotando, rebotando en las esquinas de la sesera. Con un poco de suerte, consiguen desplazar el humo denso de la tristeza. O, por lo menos, lo disipan un poco para que podamos volver a mirar al frente.

Ayer por la mañana salió el sol en el sitio donde vivo. Tuvimos una manifestación por la sanidad pública mayor que todas las que han sido por aquí en la última década (exceptuando quizá el mejor 8M). Ni en sus noches más lúbricas la derecha ha soñado con montar algo así. No hay gran angular para atrapar el vaivén de las mareas haciéndonos cosquillas en las plantas de los pies durante la marcha, sacando nuestras sonrisas más luminosas y afilando las miradas cómplices. Ni en sus sueños más lúbricos. Y que aun así no sepamos como quitarlos de en medio... A ver si andando hoy hemos empezado a encontrar el camino. Ojalá.

“¡SANIDAD PÚ-BLI-CA! ¡SANIDAD PÚ-BLI-CA!”. Me fijé en que el grito era tan unánime que dejaba poco espacio para otras proclamas habituales de las manifestaciones y ocurrencias ingeniosas, tan celebradas en otras citas. Sí, alguna hubo, pero sobre todo fue “S¡ANIDAD PÚ-BLI-CA! ¡SANIDAD PÚ-BLI-CA!”.

Hace solo unos días leía que “una de los aspectos más intrigantes y menos comprendidos de la historia de la comunicación tiene que ver con la fuerza de las melodías. En la mayor parte de las sociedades, casi todo el mundo comparte un repertorio común de melodías, características de su cultura, que llevan a todas partes en su cabeza”. Las palabras, provenientes de La poesía y la policía –un maravilloso libro del historiador Robert Darnton sobre la sátira social popular en el París del XVIII–venían a mi cabeza con el poder sísmico de la proclama compartida.

No tengo ganas hoy de analizar. Es esta una de esas mañanas sin resaca que la saciedad de la fiesta se puede aun paladear. No hemos andado nada –y hasta mi pie derecho, aquejado de fascitis plantar, está menos dolorido pese a los kilómetros de ayer– pero me encuentro optimista. Con el soniquete en la cabeza de los gritos compartidos.

 

Escrito por: eltransito.2022/11/14 11:44:4.087672 GMT+1
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