Andaba absorto en el andén del tren de Cercanías, hiperconectado al mundo y ajeno a los metros cuadrados que ocupaban aquellos cuyo aliento podría sentir de no tener los sentidos vueltos hacia dentro, como un calcetín. Con el móvil.
Dialogando con noticias de amigos emigrados, con sombras de las vidas de gentes cuya localización confundo...
De repente, un estremecimiento en el ambiente ha tirado de mi cabeza - ¡BLUP!- asomo súbitamente por el cuello de la botella. Alguien, cuya estela pude intuir había pasado rozándome, había cruzado las vías del tren. Casi no lo cuenta. Hay trenes de mercancías sin parada, de los que sabes su velocidad por el ruido y las chispas en los raíles.
Estaba en el centro de un momentáneo torbellino, en el centro del mundo AHORA y ALLÍ durante UN minuto para una decena, o dos, de personas. Y no sabía nada, apenas el aire moviéndose alrededor por la gesticulación pesada y los respingos hidráulicos de aquellas personas. Golpeándome por todos lados. Y palabras viudas entre los murmullos a partir de las cuales construí un relato detallado en mi cabeza.
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