2015/12/09 15:34:34.848320 GMT+1
El día del debate (ése, el partido del siglo, el de quedar a verlo con pizzas y vuvucelas), alguien escribió en twitter unos versos de Gil de Biedma. Tras un rato de intentar descifrar qué alusión culterana escondían sobre alguno de los candidatos (o sobre Soraya, que pasaba por allí), pensé: eres gilipollas, tío.
Una carrera electoral muy loca desde las elecciones europeas a hoy -¿o mañana?- nos ha dejado secos de política. Sí, de política, al margen de la representación y la televidencia. Al margen del comentario forofo, el click y la adhesión.
Mientras el 15M se ha convertido en el hilo que todo lo ensarta (y es mentado sin fin), la única potencia del fenómeno que no admite discusión –la politización de la calle y en la calle- se ha derretido, dejando charcos en el sofá, en el plató, en la silla del comedor del bar de menú del día, presidido por la tertulia televisiva.
A ver si pasan estos charcos de deshielo y podemos volver a mojarnos el culo en primera persona, confundidos con un montón de gente diversa. Volver a hacer política mojados en sudor.
Escrito por: eltransito.2015/12/09 15:34:34.848320 GMT+1
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2015/12/01 16:27:25.087019 GMT+1
Esta mañana me quitaron una verruga en el cuello en un ambulatorio del barrio de Peñagrande.
Se trata de una zona de Madrid enorme, que ha crecido mucho recientemente sobre un núcleo anterior más popular, fruto del boom del desarrollismo sesentero. Éste, a su vez, lo hizo sobre las casas de tipología rural que fueron salpicando la zona desde los años veinte en las cercanías del camino de Peña Grande, que unía el pueblo de El Pardo con la Carretera de Francia (hoy calle Bravo Murillo).
Es decir, el extrarradio rural más inmediatamente cercano a Madrid por su noroeste hasta bien entrado el siglo XX. Por eso hay casoplones, torres acristaladas de oficinas a orillas de la M-30, viejas casas de veraneo burguesas convertidas en clínicas privadas, comunidades de vecinos amuralladas al estilo de las clases medias desde los noventa y algunas casas bajas, rara avis, que subsisten por allí y por allá como pueden. Y descampados, en su parte más noroeste, aún, muchos descampados.
No hay aquí espacio –ni yo conozco la zona- como para juzgar este desarrollo urbano. No. Lo que me venía a la cabeza hoy es la sensación de extrañamiento, el vértigo sedimentado durante años (no tantos, unas generaciones), que ha tenido que asaltar las vidas de gentes cuyo entorno ha cambiado tan radicalmente. Como de aplastamiento.
En la foto, una pequeña comunidad cerrada de casas bajas con patios comunes que subsiste. En su nuca, sin dejarle respirar, sin metro alguno de tregua, un edificio de oficinas alto que parece querer comérselo. Las Bahamas los aplastan.
Escrito por: eltransito.2015/12/01 16:27:25.087019 GMT+1
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2015/11/30 20:43:36.568909 GMT+1
Camino de un recado con mi hija de cinco años. De noche. Julia va suelta por la acera, yo escucho una voz potente detrás, en un idioma que no reconozco. Instintivamente acerco un poco a Julia a mi cuerpo. Sin más.
-“Señor no, por favor, racismo no”.
-Estoy confuso, ni siquiera sabía que mi gesto había entablado comunicación alguna, mucho menos aún que podría haber molestado a alguien.
- El, árabe, me explica que “lo de París” nada tiene que ver con los suyos, yo trato de indicarle que en absoluto pienso eso, y que lamento mucho si le he hecho sentir mal de alguna forma. Conversamos unos minutos con intercambio, me temo, algo errática, y acabamos dándonos un abrazo en la acera de los pares de Bravo Murillo. Sonreímos amistosos. Me pide que “eduque a la niña lejos del racismo”. Asiento, claro.
Aún así, creo que ninguno de los dos nos vamos del todo satisfechos.
Es posible ¿por qué no? que cayera en un tic racista. Me parece que nadie está libre de ello. No lo sé. Pero lo importante aquí no es si yo encontré con una mancha en mi bonito constructo de persona intachable, lo importante es ÉL, porque él era la condensación de un clima de islamofobia que corre el peligro de tornar en tóxico.
Escrito por: eltransito.2015/11/30 20:43:36.568909 GMT+1
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2015/11/27 18:12:55.992197 GMT+1
El banco de un parque da para mucho. Para comerse un bocata, echarse una siesta -si no lo dificulta el llamado urbanismo defensivo-, tener una buena tertulia, con y sin cervezas, o una sesión de sexo.
Los que tenemos hijos solemos ya delimitar más la cosa: el banco de la zona infantil del parque. Allí, dicta la lógica, tenemos que tener los sentidos grapados a ese suspiro que corre de un lado al otro, se cae, pelea, ríe y trata de escapar.
Pero los que somos padres sabemos que a veces se nos va la cabeza a otro lado (lo justo para volver sobresaltados al instante). Este post larguísimo salió de algunas de esas reflexiones de parque.
Sobre el orden, el concepto de seguridad y el miedo pensados desde y sobre el parque infantil.
Escrito por: eltransito.2015/11/27 18:12:55.992197 GMT+1
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2015/11/26 16:09:22.083763 GMT+1
Andaba absorto en el andén del tren de Cercanías, hiperconectado al mundo y ajeno a los metros cuadrados que ocupaban aquellos cuyo aliento podría sentir de no tener los sentidos vueltos hacia dentro, como un calcetín. Con el móvil.
Dialogando con noticias de amigos emigrados, con sombras de las vidas de gentes cuya localización confundo...
De repente, un estremecimiento en el ambiente ha tirado de mi cabeza - ¡BLUP!- asomo súbitamente por el cuello de la botella. Alguien, cuya estela pude intuir había pasado rozándome, había cruzado las vías del tren. Casi no lo cuenta. Hay trenes de mercancías sin parada, de los que sabes su velocidad por el ruido y las chispas en los raíles.
Estaba en el centro de un momentáneo torbellino, en el centro del mundo AHORA y ALLÍ durante UN minuto para una decena, o dos, de personas. Y no sabía nada, apenas el aire moviéndose alrededor por la gesticulación pesada y los respingos hidráulicos de aquellas personas. Golpeándome por todos lados. Y palabras viudas entre los murmullos a partir de las cuales construí un relato detallado en mi cabeza.
Escrito por: eltransito.2015/11/26 16:09:22.083763 GMT+1
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2015/11/25 19:11:4.026865 GMT+1
Queridos Javier (y amigos de su comunidad),
Me infundía cierto respeto escribir bajo tu nombre en la barra de direcciones del navegador. Ya ves. Me hacía ilusión –mucha- también, no creas. Y aquí estamos, trasladando al html de tu portal de blogs los mensajes breves que cada día dejo en un canal de Telegram. Se trata de un experimento que pretende ser merodeador de la cotidianidad de unas pocas personas, colándose sin permiso en su barra de notificaciones (casi) a diario.
Pensé que esos mensajes deberían quedar debidamente archivados y disponibles para su consulta también fuera de ese canal hermético. No porque los considere importantes…es que soy bibliotecario, ya tú sabes.
No sé si el medio es el mensaje, pero estoy seguro de que lo condiciona, así que por fuerza estos posts serán cortos (de un tiempo de lectura en torno al minuto) y, a menudo, se mezclarán con mi vida diaria. Así solían ser los blogs antes de que todo el mundo quisiera ser periodista, nada nuevo.
Quien quiera leerme en extenso puede pasarse por mi blog La bitácora de eltránsito. Allí escribo arrebatos sobre Historia, Ciudad y Política. Aquí lo mismo: destilado, desnudo y desde el yo.
Escrito por: eltransito.2015/11/25 19:11:4.026865 GMT+1
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eltransitotxt
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2015/11/18 19:28:40.528246 GMT+1
Últimamente todo el mundo se sube al caballo del sentido común como motor político ¿Quién puede estar en contra? EL MÁS ELEMENTAL SENTIDO COMÚN.
Llamo ahora a escena a John Carlin, que es, a ojos de la opinión pública, un periodista prestigioso, revestido del manto del sentido común. Ayer mismo:
Así, quizá, haya que entender al fenómeno terrorista que nos amenazará y nos perseguirá durante muchos años más en los estadios, en los bares, en los aviones, en los trenes: como una peste, una plaga, una fuerza letal de la naturaleza como la malaria o el cáncer. Podremos tomar medidas para minimizar los riesgos, pero no podremos eliminarlos de nuestras vidas. Por más que nos cueste, tendremos que encomendarnos a la policía y a los servicios secretos, a reconciliarnos con las escuchas telefónicas y al acceso a nuestros mensajes por Internet. Las bienintencionadas campañas de los Julian Assange y los Edward Snowden de repente se vuelven no solo irrelevantes sino irresponsables. El precio de que la CIA se entere de que vemos porno, o somos infieles a nuestros cónyuges, u odiamos a nuestros jefes vale la pena pagarlo si la recompensa es que salvemos un par de vidas. Si no, que se lo pregunten a los padres de las víctimas de Bataclan.
En un tono ¿muy razonable?
El problema del sentido común es que, de un lado podemos encontrarnos que, siendo un concepto intachable, quizá -como la verdad, la justicia o la diversión- no contenga las mismas esencias para todo el mundo. De otro lado, puede suceder que siendo efectivamente COMÚN, sea el destilado de décadas de pensamiento único, dejando poco espacio a los márgenes.
Por último acontece que el sentido común, condicionado por hostiones y shocks, pueda sufrir mutaciones tan repugnantes como la que se aprecia en las palabras de John Carlin.
Escrito por: eltransito.2015/11/18 19:28:40.528246 GMT+1
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2015/11/16 19:37:28.761983 GMT+1
El otro día me llamó una amiga. Una antigua compañera de trabajo con la que hablo muy de tarde en tarde.
-"Sí, ha muerto hoy. Vaya palo, aquí estamos todas rotas. Era tan joven...¡puto cáncer!"
Le agradecí mucho, y muy sinceramente, que me llamara para contármelo. Compartimos algún silencio, frases manidas y un estremecimiento denso antes de pasar a la ronda de repasos: "Bueno, ¿qué tal todo por ahí?"
Pensando en ello días después no fui capaz de saber cómo ha llegado a ser normal que el tiempo transcurrido dicte que podemos volver a hablar sólo por temas trascendentales. Bodas, entierros y jubilaciones.
¿Qué tal hacer lo contrario? Llamar a gente a la que no ves hace mucho para decirle que has ido a contar un cuento a la clase de tu hijo y has salido dando brinquitos de emoción ; darle parte de que llevas varios meses en racha, contarle que simplemente te has acordado de aquellas risas que os echasteis con el cliente que llevaba un calcetín de cada color. O lo contrario. Que estabas triste (porque sí) y pensaste que querías hablar con él. Que el diente de tu hijo te tiene como un muerto en vida y necesitas un poco de conversación para no dormirte al volante.
Yo espero hablar con mi amiga mucho antes de que caiga el siguiente. No os muráis antes de que interiorice este pensamiento, anda...
*Mensaje mandado en Telegram el 16/11/2015
Escrito por: eltransito.2015/11/16 19:37:28.761983 GMT+1
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2015/11/16 19:34:19.674689 GMT+1
Hoy en mi trabajo hicieron un minuto de silencio por las matanzas de París. "Hicieron" no porque yo no haya participado a propósito, sino porque a los del turno de tarde no suelen incluirnos en el transcurrir normal del lugar.
Aquello de "si lo que vas a decir no es más bello que el silencio..." El silencio es solemne, serio, misterioso. En él cabe creer ver sugeridos valores e imaginarle miradas sabias. Interiores. Es prestigioso esto de callar en compañía.
Callar juntos es un acto de autoafirmación ritual. Un monólogo simbólico incapacitado para convertirse -las más de las veces- en diálogo (pésame, condolencia si se quiere), en tanto en cuanto el dolorido no está presente. A nivel institucional reafirma a la propia institución (el Estado, la normalidad), y a nivel personal nos confirma a cada uno de nosotros dentro.
No tengo nada contra los actos simbólicos de pertenencia -las fiestas patronales me encantan, de hecho-, ni siquiera tengo nada contra los minutos de silencio, a pesar de que soy de natural receloso de Estados y normalidades.
El alboroto tiene mala prensa. La algarabía, lo vociferante, es disonante y feo. Es, sin embargo, desacato y preámbulo del diálogo también. El bullicio es insumisión, heterogeneidad y vida.
Por probar ¿qué tal un minuto de gritar muy fuerte la próxima vez? Y ponernos a hablar luego.
Escrito por: eltransito.2015/11/16 19:34:19.674689 GMT+1
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2015/11/05 19:45:45.708897 GMT+1
A menudo, cuando surgen conversaciones sobre gentrificación, cierre de locales o "modernización" de los barrios, la cosa se convierte en una letanía de opiniones del tipo "las cosas tienen que cambiar" o "las cosas ya no son lo que eran". En círculo. Yo creo que la renovación del comercio y las formas de vida es consustancial a la ciudad, pero también pienso que la renovación radical, impuesta por la hipercomercialización de la calle, destruye la diversidad y pinta el paisaje urbano con el maquillaje del payaso que se esconde mustio bajo los colores.
A mí me ayuda imaginar que se para el mundo. Visualizar que eres el único superviviente, como en esas películas en las que crece la hiedra por todos lados. El barrio que quedó parado en el momento en el que la renovación de sus calles era gradual, con sus bares de cartel de plástico setentero, su ferretería y -también- su moderna tienda de complementos, lo imagino como el lugar al que hacer expediciones desde el escondite subterráneo: a buscar víveres, objetos para la hacer la vida diaria y recordar lo que solía ser el mundo antes del apocalipsis. En cambio, el barrio de al lado, en el que todo se llenó de franquicias, o de tiendas de diseño, en el corto lapso de una década, lo imagino como un decorado roto de tipografías idénticas. Un desierto almeriense y hueco de modernidad destinado a ser las ruinas después del año de los zombis.
Os recomiendo este programa de Barrio Canino sobre Malasaña (Madrid) en el que tuve la suerte de participar la semana pasada. No hablamos exactamente de zombis pero quedó bien.
Escrito por: eltransito.2015/11/05 19:45:45.708897 GMT+1
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