El otro día mi hija J. me dijo papá, tu mandas en lo importante y yo en lo divertido. Me lo decía con ese tonillo suyo de ¡no te enteras!, y lo hacía a propósito de mi negativa a enrollarla en el columpio, para que luego las leyes de la física la dieran vueltas como una peonza. Yo, que soy padre, veía en el uso torcido del columpio el peligro de dos cadenas enrollándose en su cuello; ella veía la diversión lisérgica de un mareo ligero. Ella estaba en camino –siempre zigzagueante, distraído, en este caso rotativo-, yo estaba expectante. Temeroso.
A principios de esta semana el Ayuntamiento de Ahora Madrid anunció que había consensuado con la Policía Municipal un plan para luchar contra la venta ambulante, tema socialmente candente en Barcelona y que, hasta ahora, en Madrid no figuraba en la agenda pública.
Es la enésima vez que el personal del Ayuntamiento de Madrid se enfunda el careto de gestor responsable y asiente mientras pasa silbando por su mente un qué coño pinto yo aquí. O así lo imagino, al menos. Lo cierto es que, sopesándolo a bulto y en función de mi experiencia personal, aprecio que hay hoy en el centro de Madrid menos manteros de los que había hace unos años. No existe ningún problema de convivencia ocasionado por la venta ambulante y tampoco es este un tema que preocupe especialmente a mis convencinos, según he podido cotillear en el metro.
Se trata, otra vez, de subrayar y dar naturaleza de autenticidad a invenciones nada inocentes de la derecha. Como si tildáramos de deleznable la obra de unos titiriteros o dimitiéramos por unos chistes.
Es cierto que al Ayuntamiento del cambio no se le puede acusar de escatimar en detalles. Han tenido el detalle de agrupar el aumento de redadas policiales con una serie de medidas de integración laboral para los manteros. Son detallistas y han hecho un Plan Integral. El problema es que uno no imagina al policía de turno dejando de lado la engorrosa labor de pedir los papeles para entregar folletos informativos de los programas de creados ad hoc ; ni al juez cafre dejando de enviar a Centros de Internamiento para Extranjeros o a prisión preventiva a los manteros tras las redadas en sus pisos, tal y como ha sucedido recientemente en Barcelona. El detallismo puede llegar a ser cobertura empalagosa para las vías fangosas del Estado.
Podríamos caer en la trampa de argumentar –como hacen muchos miembros de Ahora Madrid- que una administración no puede obviar sus obligaciones legales, por terribles que estas sean, y que lo que cabe es llevar a cabo los cambios preceptivos en las ordenanzas y leyes. Mientras -los legajos y etapas de la administración llevan su tiempo-, cobertura y palabras. Sin embargo, esta argumentación caería en la negación de la realidad: la policía municipal ya echa a los manteros a diario ¿es prioritario un plan que agudice la presión policial sobre estos como el que se ha anunciado?
Vamos a dar un paso más al frente. Yo creo que sí cabe introducir una buena dosis de desobediencia institucional –que le echen los cargos electos y asesores imaginación, ellos son los que se aventuraron y cobran-. O cabe o la aventura institucional no podrá nunca ser del cambio, precisamente porque los renglones rectos los imprimieron quienes están conformes con la situación.
Además de justo y emocionante, resulta divertido (alegre,festivo y de buen humor) imaginar una administración que defienda (priorice) los problemas de los trabajadores precarios, la gente sin hogar, renta u oportunidades. Lo demás es tan triste como la realidad que se ve por la ventana: lo que ya teníamos. Algo en sintonía con esto debieron pensar los migrantes, trabajadores precarios o desahuciados que arrimaron el hombro en la conformación del frente electoral en Madrid hace algo más de un año.
Los problemas de vestir el gesto responsable y ocuparnos de las cosas que llevan el marchamo de importantes, dejando de lado las que de verdad nos divertían, son un poquito parecidos a los que un padre afronta cuando se sorprende diciendo las palabras que tanto detestaba en el suyo propio -¡no te daré vueltas, los columpios van de atrás a delante-, con la diferencia de que es mentira aquello de que la administración sea papá Estado: nuestro Estado no quiere filialmente y a todos por igual, a algunos de nuestros vecinos los encarcela por tratar de sobrevivir.
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