El año pasado, al término del curso de verano Palestina/Israel, un Estado, los participantes -palestinos, israelíes y europeos- acordaron una declaración pública en la que expresaron su "creencia en que sólo un Estado democrático en toda la Palestina histórica proporciona la única base moral y práctica para una paz justa y sostenible". Frente a la opción que domina las negociaciones internacionales auspiciadas por las grandes potencias, la de los dos Estados, la reclamación de un único Estado para el conflictivo territorio apenas ha encontrado eco más allá de un reducido ámbito académico e intelectual.
La apuesta por un único Estado parte de una doble constatación:
1) el fracaso del denominado "proceso de Oslo" y sus patéticas derivaciones (Hoja de Ruta, Annapolis), basado en el principio de los dos Estados, pero siempre con las cartas marcadas en favor del protegido israelí, como denunció desde el principio el finado Edward Said.
2) el déficit democrático del Estado de Israel, estrechamente ligado a su consideración de Estado "judío", tal y como reafirmó George W. Bush en la Conferencia de Annapolis, y a la militarización de la vida política del país.
En Israel, la izquierda más lúcida -una minoría ínfima, es verdad (1)- es consciente de que la democracia israelí se ha ido corrompiendo moralmente al tiempo que la ocupación acentuaba su carácter criminal y se reforzaba el apartheid en los territorios ocupados y en el mismo Israel. Gideon Levy, columnista de Haaretz, se lamenta con amargura:
"Israel, "la única democracia de Oriente Medio", ya no es una democracia. Ninguna democracia del mundo es una democracia cuando en su patio trasero tiene lugar una agresiva ocupación militar. La democracia no puede ser parcial, no puede estar limitada por una línea demográfica o territorial. O se es una democracia o no se es. Israel no lo es." (2)
La solución del conflicto palestino pasaría por una transformación de la sociedad israelí. La propuesta de un Estado único en el que "quepan todos" parte también, pues, de la certeza de que un Estado colonial, racial, no democrático y militarizado difícilmente podrá coexistir en paz con un Estado palestino dividido y débil. En esas condiciones, un Estado palestino probablemente acabaría constituyéndose como un protectorado internacional al estilo de Kosova, si no quiere depender en la práctica del gobierno israelí. No cabe descartar desplazamientos forzosos de población, y me refiero a los palestinos de Israel (o "arabe-israelíes").
A favor de la solución de un Estado encontramos a intelectuales de la talla de Edward Said (ya fallecido), Omar Barghouti, Azmi Bishara o Ilan Pappe. La solución "uniestatal" vuelve a cobrar atractivo en un momento de hartazgo y de desilusión. Un año después de iniciarse la segunda intifada, Said -perteneciente a la diáspora palestina, no hay que olvidarlo- escribió lo siguiente:
"What we never concentrated on enough was the fact that to counteract Zionist exclusivism, we would have to provide a solution to the conflict that, in Mandela's second phrase, would assert our common humanity as Jews and Arabs. Most of us still cannot accept the idea that Israeli Jews are here to stay, that they will not go away, any more than Palestinians will go away. This is understandably very hard for Palestinians to accept, since they are still in the process of losing their land and being persecuted on a daily basis. But, with our irresponsible and unreflective suggestion in what we have said that they will be forced to leave (like the Crusades), we did not focus enough on ending the military occupation as a moral imperative or on providing a form for their security and self-determinism that did not abrogate ours. This, and not the preposterous hope that a volatile American president would give us a state, ought to have been the basis of a mass campaign everywhere. Two people in one land. Or, equality for all. Or, one person one vote. Or, a common humanity asserted in a binational state."
Sin embargo, esta idea está lejos de ser compartida por todos los que, tanto desde el lado palestino como desde el israelí, se oponen a la ocupación. Quienes rechazan esta opción sostienen que hoy en día esta propuesta es simplemente inviable. Semejante transformación del Estado de Israel no parece esperar a la vuelta de la esquina. Aunque fuera deseable sería imposible ponerla en práctica, por la oposición de la inmensa mayoría de los israelíes y de los propios palestinos. Así que, aún asumiendo las carencias señaladas, sería preferible apostar por un Estado palestino que conviviera con Israel. Esta es la opinión de Uri Avnery, pero también de Noam Chomsky (3). Según Avnery, aunque ese Estado fuera viable en la práctica "dominarían los israelíes". ""Los israelíes se ocuparán de que los palestinos sean leñadores y aguadores durante muchísimo tiempo. Será una ocupación con otros medios. No pondrá fin al conflicto, sino que inaugurará otra fase." Avnery y Chomsky añaden que los judíos no están dispuestos a vivir en un Estado como minoría, sobre todo si se pone en práctica el derecho de retorno de los refugiados.
Ambas posturas me parecen acertadas, por lo que me cuesta tomar partido resueltamente por una de las dos. Yo preferiría que el Estado de Israel perdiera su carácter colonial y dejara de caracterizarse como judío, que la sociedad se democratizara y que desapareciera el apartheid encubierto contra la población árabe. Es decir, que superara de una vez por todas el sionismo, esa variante de del nacionalismo. Sólo de esta manera sería posible concebir una solución justa con un único Estado que abarcara lo que hoy es Israel, Gaza y Cisjordania. Si Israel no contara con el apoyo financiero y militar masivo de los Estados Unidos, tal vez este proceso se habría producido ya hace mucho tiempo en una suerte de implosión del Estado colonial o en una evolución al modo sudafricano, como deseaba Said. Pero mientras los Estados Unidos continúen dopando la maquinaria israelí, y las respectivas poblaciones mantengan fuertes posiciones nacionalistas, va a ser muy difícil que tal cosa se produzca, al menos no en el corto plazo. Así que probablemente la opción de los dos Estados sea por el momento la única con posibilidades de prosperar, la única que cuenta al menos con un consenso amplio.
Tal vez lo mejor sea, una vez más, enemigo de lo bueno.
1 Destacan Uri Avnery, Michel Warschawski, Amira Hass, entre otros. Algunas de estas "voces israelíes contra la ocupación" se recogen en el recién publicado "La revolución sionista ha muerto", editado por Michel Warschawski (Ed. Bellaterra, 2008), que no he tenido el gusto de leer.
2 Cuarenta años después, Gideon Levy. La Vanguardia Dossier nº 25, octubre-diciembre 2007.
3 Hace cuatro décadas sostenía lo contrario, pero entonces no se había consolidado un movimiento palestino nacionalista fuerte, ni había un movimiento islamista fuerte como Hamás, ni se había producido la primera intifada. Chomsky ha sido muy criticado por este motivo. Ver, por ejemplo, Noah Cohen, Apologetics for Injustice in Palestine? Responding to Chomsky on the one-state solution.
Comentarios
Muy interesante, Samuel, como siempre :)
Personalmente mucho me temo que hasta que los USA no dejen de ser la potencia hegemónica del planeta, y sigan proporcionando material bélico e impunidad diplomática a los genicidas de Israel, no va a ser posible lograr solución alguna a este problema tan grave. Con esto no estoy defendiendo la pasividad frente a éste problema, sino señalando lo que creo evidente.
Sólo espero que el valiente y sufrido pueblo Palestino resista...
Otra opción es que los pueblos de EUROPA y USA castigasen electoralmente a sus políticos por mirar a otro lado en éste asunto, pero ello me parece aún más improbable que el escenario anterior.
Escrito por: Izaam.2008/03/04 15:22:51.400000 GMT+1