Frente al resurgimiento de un pensamiento basado
en los bienes comunes nos encontramos con una feroz reacción propietaria, del mismo modo en que el poder ha reaccionado durante la crisis con ajustes neoliberales frente al posible desarrollo de alternativas
económicas más democráticas. Un buen ejemplo es el Acuerdo Comercial contra la Falsificación, más conocido por sus siglas en inglés, ACTA.
Después de tres años de negociaciones, a principios de octubre los países
negociadores aprobaron en Tokio un texto casi definitivo del mismo. En
principio, sólo quedaron pendientes algunos flecos que no alterarían la
sustancia del tratado.
La apropiación privativa del conocimiento
Con el ACTA los países signatarios aspiran a reforzar el ejercicio de los derechos de propiedad intelectual
entre ellos. Las grandes empresas occidentales de la industrias
farmacéutica, de la biotecnología, del software o del entretenimiento
esperan así limitar los reveses judiciales orientando la regulación a su
favor. Su interpretación de lo que constituye una vulneración de dichos
derechos es extensiva: se vulnera la propiedad cuando se comparten
archivos "protegidos" o cuando un agricultor usa semillas que
contienen genes modificados genéticamente sin pagar regalías. Con los bienes inmateriales la propiedad privada se entiende más como una reserva exclusiva de utilidades que como un dominio material absoluto. Hasta la
fecha han participado en las negociaciones Australia, Canadá, Japón, la
República de Corea, México, Marruecos, Nueva Zelanda, Singapur, Suiza,
los Estados Unidos y la Unión Europea. Es decir,
en su mayoría países con un cierto grado de desarrollo y productores de
bienes y servicios "intensivos en conocimiento". O dicho de otro modo,
hablamos de países donde la reorganización de la producción en torno a
la valorización económica del conocimiento colectivo afecta a arraigados
intereses corporativos. El problema para el capital estriba en que las
nuevas formas de organización de la producción no se corresponden
todavía con un régimen consolidado de propiedad privada (mediante
esos monopolios temporales que son los derechos de propiedad
intelectual) que permita obtener una renta a partir de la explotación
del trabajo inmaterial. Aunque con los bienes inmateriales la propiedad privada se entienda más como
una reserva exclusiva de utilidades que como un dominio material
absoluto, al aplicarse al conocimiento (bien público o común por excelencia), se acaba
obstaculizando aquello que se supone que quiere fomentar: la creatividad
y la innovación. Un acta de expropiación puede acabar convirtiéndose en un acta de defunción.
Las negociaciones del acuerdo se llevaron a
cabo en secreto hasta que en mayo de 2008 Wikileaks filtró un documento de trabajo sobre el mismo. El primer borrador oficial no se publicó hasta abril de este año. Buena parte de las críticas se han centrado en la falta de transparencia de las negociaciones y en el arsenal punitivo que se prevé contra los usuarios de contenidos protegidos. Los primeros documentos que circularon introducían elementos como la regla de los tres avisos (three strikes),
que obliga a los proveedores de servicios de internet a controlar,
filtrar y cortar el acceso a la red a los usuarios que descarguen
contenidos objeto de derechos de propiedad intelectual y que actualmente
aplican países como Francia. También buscaban consagrar la
responsabilidad civil y criminal de los proveedores de servicios por
vulneración de los derechos de autor (copyright). E imponían
controles en frontera que podían perjudicar a países exportadores de
medicamentos genéricos como India. En general, el borrador destacaba por
la relativa desprotección del interés público frente a
los intereses privados.
Desde entonces la movilización internacional contra el acuerdo no ha dejado de crecer, con multitud de colectivos que convergen en sitios activistas como La Quadrature, Knowledge Ecology International, Act on ACTA (del grupo parlamentario europeo Los Verdes/Alianza Libre Europea) o el blog del abogado canadiense Michael Geist.
Philippe Aigrain, uno de los cofundadores de La Quadrature, destaca dos
características de estos movimientos pro-común: una es la creciente
integración entre actores dispares (quienes están a favor del software
libre, quienes fomentan el acceso libre a los medicamentos, los
campesinos que se oponen al monopolio propietario de los organismos
genéticamente modificados); y otra -esencial- es que no se limitan a una mera resistencia contra la apropiación, sino que participan activamente en la construcción de dichos bienes comunes.
Por su parte, y tras haber sido ninguneado en una primera etapa, el
Parlamento Europeo se convirtió este año en un campo de batalla político
fundamental (el Tratado de Lisboa le otorga más competencias en materia
de comercio internacional). Ya en marzo exigió a la Comisión Europea que lo mantuviera informado y que tuviera en cuenta sus resoluciones.
Al final el texto consolidado del acuerdo
que anunciaron los
principales negociadores hace unos días difiere en no pocos
puntos de la versión que se filtró en mayo de 2008, lo que de por sí
constituye un éxito de la presión social. En buena medida desaparece de
la letra del tratado algunos elementos que en la práctica equivalían a
una aplicación a nivel mundial de la legislación estadounidense sobre
propiedad intelectual (la Digital Millenium Copyright Act),
que va más allá de lo que regula el acervo comunitario europeo. Por
ejemplo, se elimina la obligación de los
proveedores de servicios de desconectar las conexiones de los
infractores, aunque no se descarta que algunos gobiernos así lo decidan. No obstante, tanto la administración de Barack Obama, que
parece tener mucha
prisa por firmar el acuerdo antes de las elecciones de noviembre, como
la Unión Europea, se muestran satisfechos. Y es que aunque no se hayan incorporado las medidas más controvertidas sí que se exige a los Estados parte
que prevean
procedimientos y sanciones que permitan actuar contra los infractores. Para determinar el monto de daños por infracción a los derechos de propiedad intelectual, las autoridades judiciales podrán considerar "cualquier medida legítima de valor presentada por el titular de derechos" (artículo 2.2.1). Además, el mismo término "piratería" se mantiene en la versión final y
aparece con relativa frecuencia a lo largo del documento. Podrán haberse suavizado algunos aspectos de la letra del tratado, pero
el espíritu sigue siendo el mismo.
La dificultad de lograr un consenso global
El ACTA, al ser un acuerdo plurilateral, está siendo negociado por un grupo reducido de países al margen de la Organización Mundial de Comercio (OMC), aunque se basa en uno de sus principales tratados, el del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC),
que sí se aplica a todos los Estados miembros de dicha organización. El
ADPIC es único en el contexto de la OMC, pues en lugar de prohibir
restricciones a la circulación (de mercancías, de servicios) impone obligaciones positivas a
los gobiernos, incluyendo estándares mínimos de observancia. Un ejemplo
más de cómo el "mercado" en el capitalismo es sobre todo una
construcción jurídica que precisa de un intervencionismo activo y
constante de los Estados. La inclusión del ADPIC en el marco de la OMC
al finalizar la Ronda de Uruguay en 1994 fue el resultado de las
presiones estadounidenses y europeas, que buscaban ante todo que los
países "en vías de desarrollo" aplicaran unas regulaciones en materia de
propiedad intelectual más exigentes que las previstas por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual.
Su aplicación implica unos costes administrativos y económicos que
apenas se compensan: los países que no produzcan bienes y servicios que
incorporen tecnologías y conocimientos "protegidos" se ven obligados a
pagar elevadas rentas que son transferidas
al exterior (básicamente a Estados Unidos y a Europa). Por no hablar de
los costes sociales en el ámbito, por ejemplo, de la salud pública. Si
estos países acabaron por aceptar fue a cambio de concesiones en materia
textil o agrícola y, años más tarde, por la inclusión de flexibilidades
en la importación de productos farmacéuticos patentados fabricados al
amparo de licencias obligatorias.
Sin embargo, una cosa fue ratificar el ADPIC y otra muy diferente aplicar de manera efectiva los principios que contienen, sobre todo si es en el sentido que pretenden las transnacionales de los países OCDE. Muchos países "en vías de desarrollo" tienen muy pocos incentivos para hacerlo: con la ronda comercial de Doha estancada las posibilidades de obtener contrapartidas en áreas como la agricultura se han evaporado. De ahí que, por un lado, los países ricos hayan tratado de negociar un acuerdo como el ACTA y que, por otro, Estados Unidos y la Unión Europea hayan tratado de incluir capítulos sobre observancia de la propiedad intelectual en las negociaciones de acuerdos bilaterales de libre comercio (como los que ha celebrado la UE con Colombia, Perú y Corea del Sur). Estos acuerdos bilaterales amplían las obligaciones existentes en el ADPIC y crean otras nuevas que no figuran en el acuerdo multilateral. Una tendencia que no gusta a un gobierno que tiene mucho que decir en este tema: el gobierno chino.
Un final aún por escribir
El próximo miércoles 20 de octubre el Parlamento Europeo debatirá el ACTA. El mismo día en que se debate, por cierto, el informe Figueiredo sobre una renta mínima en Europa. En noviembre la asamblea votará una resolución en sesión plenaria. En cualquier caso, esta institución aún deberá dar su visto bueno para que dicho tratado pueda entrar en vigor en la Unión Europea por lo que la acción ciudadana en este espacio continuará siendo importantísima. El Senado mexicano ya ha mostrado su oposición al mismo.
Pero el debate no debería reducirse a la búsqueda de un precario equilibrio entre derechos, entre una noción expansiva de los derechos de propiedad intelectual y los derechos a la intimidad, al acceso al conocimiento o la misma libertad de expresión. Tal vez lo más notable de este conflicto político sea que se haya puesto en discusión el mismo régimen de propiedad, algo que los funcionarios que negocian el acuerdo suelen dar por sentado. Es ese régimen el que sobredetermina el modo de producción y, en última instancia, la posibilidad de democracia. No se trata por tanto de rechazar toda forma de propiedad, sino de configurar nuevos regímenes de propiedad común que permitan la libertad de todos.
2010/10/17 18:45:16.319000 GMT+2
Un ACTA de defunción
Escrito por: Samuel.2010/10/17 18:45:16.319000 GMT+2
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...rong>etiquetas: acta, comercio, adpic, omc, internet, propiedad intelectual, salud &187; noticia original Referenciado por: Un ACTA de defunción | El diario digital 2010/10/18 10:00:21.194000 GMT+2
Comentarios
Lo que más me ha dejado frío es que "cualquier medida legítima de valor presentada por el titular de derechos" sea considerada a la hora de sancionar a los infractores. Por la misma regla de tres, podrían dejar que la víctima de una violación decida la pena para el violador, o que los familiares de un asesinado decidan la pena para el homicida. Será porque no he estudiado Derecho, pero me parece más propio de la Edad Media que de un Estado de Derecho. No entendí en cambio que "impone obligaciones positivas a los gobiernos, incluyendo estándares mínimos de observancia." ¿Se trata de fomentar el proteccionismo, para que, por ejemplo, un medicamento no sea producido en otro país sin pagar la patente?
Supongo que el miércoles podremos ver otro capítulo en directo en el Parlamento Europeo -y, como señalas, habrá oferta 2x1: el ACTA y el Informe Figueiredo. Cuando subiste aquel enlace para seguir el debate sobre las expulsiones a gitanos en Francia, no logré verlo bien, me lo haré mirar (agradezco consejos). Y las críticas al ACTA, ¿sólo proceden de grupos como Los Verdes/ALE, o entre los partidos del establecimiento hay también reticencias? Saludos.
Escrito por: Gonzaga.2010/10/18 17:39:36.154000 GMT+2
Parece que el miércoles es lo último que debatirá el Parlamento, así que no sé cuánto tiempo le dedicarán. En principio rechazan el ACTA el grupo Izquierda Unitaria Europea (aunque no mencionan el debate en su último boletín) y hay eurodiputados críticos entre los liberales y socialdemócratas, pero son los Verdes los que han dado a este tema una importancia especial que incluye la creación del sitio web de referencia. Hace poco populares, liberales y ultraderecha votaron a favor de un informe "sobre el ejercicio de los derechos de propiedad intelectual en el mercado interior" que insiste en "la posibilidad de proceder contra los infractores de los derechos de la propiedad intelectual". Los socialistas lo rechazaron por mayoría e incluso la socialista francesa Françoise Castex declaró que el texto, "al asimilar compartir archivos con fines no comerciales a la falsificación y al robo", estaba "criminalizando a millones de internautas". Una opinión muy diferente a la del gobierno español. El juego político está relativamente abierto, pues la disciplina de grupo no es la misma que en los parlamentos nacionales.
Escrito por: Samuel.2010/10/18 19:10:25.421000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/samuel