¿Cuánto vale una hora de trabajo? ¿Mide lo mismo hoy que hace un siglo, en plena fase de consolidación del capitalismo industrial fordista?
En aquel período, la equivalencia de los productos derivaba del tiempo socialmente necesario para su producción. Pero hoy la actividad creadora de valor coincide cada vez menos con la unidad de tiempo y lugar en el interior de cada empresa.
Bajo el capitalismo cognitivo, la creciente hegemonía del trabajo inmaterial, que implica la actividad de toda la sociedad, más allá de la empresa o fábrica, dificulta una concepción de la productividad basada en fracciones de tiempo humano determinadas puestas a disposición de la empresa. No hay una proporción entre el "tiempo de trabajo" y el valor
producido. Una crisis de la medida, o del valor, que se ha ido generalizando poco a poco
Esto no quiere decir que el trabajo pierda importancia. Al contrario. Sólo que el modo de producción ha sufrido profundas modificaciones. Ahora el capital requiere una implicación activa del conocimiento y del tiempo de vida de los trabajadores para poder aprovechar las externalidades positivas de su interacción social. Es decir, una prestación total de la personalidad del trabajador que coincide a veces con su subordinación total (Emmanuel Rodríguez). En realidad, las empresas sólo "pagan" una parte de la cooperación social productiva, beneficiándose de externalidades que no figuran en los balances contables (de ahí toda la literatura sobre clusters, distritos empresariales, metrópolis productivas , etc.).
En el último número de primavera de la revista Multitudes, Antonio Negri y Carlo Vercellone lo expresan de esta manera: existe "un desfase flagrante entre el carácter cada vez más social de la producción, por un lado, y los mecanismos de formación de los salarios que siguen prisioneros de la herencia de las normas fordistas que hacen depender el acceso al ingreso del empleo. Este desfase ha contribuido fuertemente al estancamiento de los salarios reales y a la precarización de las condiciones de vida. Al mismo tiempo, asistimos a un descenso drástico del montante y de los beneficiarios de las prestaciones fundadas en derechos objetivos que resultan de la cotización social o de la ciudadanía. De lo que resulta un retorno hacia un Estado-Providencia residual que se rige por políticas centradas en categorías particulares y estigmatizadas de la población. En este marco, la prioridad que se da a prestaciones asistenciales de un montante muy débil y sometidas a una condicionalidad fuerte estructura la transición de un sistema de Welfare a un sistema de Workfare [N.del T.: régimen de coacción salarial]"
Esta concepción del trabajo desvaloriza las cualificaciones y competencias que se movilizan en la actividad laboral. Y deja un montón de trabajo sin cuantificar y por tanto sin remunerar. Para tener una idea de su valor, echen un vistazo a la bolsa.
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