Fotografía perteneciente a la serie "Killing time", de Daniela Edburg.
Existe
una lógica detrás de los argumentos a favor del uso de la energía
nuclear. Cuando sus partidarios insisten en considerar los riesgos que
entraña como asumibles lo hacen porque parten de un marco epistémico
específico, el de la racionalidad económica y tecno-científica asociada
al capitalismo industrial. La acumulación de capital necesita un
suministro estable y creciente
de grandes cantidades de energía: de energía humana, en forma de
trabajo humano, pero también la que proviene de otras fuentes de energía
primaria (combustibles fósiles, la energía nuclear o las llamadas
energías renovables). En este marco pueden asumirse las externalidades
negativas porque no se contabilizan todos los costes en los balances de
las empresas sino que se soslayan o se socializan. Así, el riesgo de
accidentes nucleares se vuelve aceptable desde el momento en que no
supera un determinado nivel, ese a partir del cual se bloquea la
producción social y el crecimiento económico. Poco importa que las
consecuencias sean catastróficas desde cualquier otro punto de vista,
especialmente en ese tiempo largo que no existe para los economistas:
¿que son medio millón o un millón de posibles afectados por fugas radioactivas, si la propia ciencia permite convivir con enfermedades como el cáncer? ¿Qué importa que en las minas haya regularmente vertidos de uranio que contaminan ríos y napas freáticas si, al contrario que los vertidos de petróleo, no se ven o afectan a poblaciones prescindibles?
La
crítica apocalíptica no puede superar la constatación cínica, pero
también científica, irreprochable, de que "la vida sigue". La cuestión
es qué vida, para quién y cómo. Si la economía se supedita al imperativo
ecológico de la preservación de la biosfera -algo que no tiene precio
en términos económicos- o, dicho de otra manera, al 'buen vivir'
del que hablan los indígenas andinos (convertido en principio
constitucional en Ecuador y Bolivia pero un tanto devaluado por la
forma-Estado), entonces los términos de la conversación cambian
radicalmente. La conversación que propone el poder es la de una
modernidad basada en las ideas de progreso y desarrollo, de crecimiento
continuo y de una concepción de la buena vida estrecha y degradada.
Estrecha en tanto que ego-céntrica, con lo que se ignora lo común y la
integración en la llamada naturaleza. Degradada porque se articula en
torno a pasiones tristes como el miedo, porque permite nuestra contaminación cotidiana e inconsciente al tiempo que reprime el consumo voluntario de determinadas sustancias.
Por usar el lenguaje de Walter Mignolo,
es toda una matriz de poder de la que hay que irse desprendiendo, un
proceso de "descolonización epistemológica" lento pero que está en marcha. La irrupción de los movimientos indígenas en América Latina
o de la ecología política marcaron rupturas que
obligan a subvertirla: endogeneizando costes que hasta ahora se
externalizaban; asumiendo el carácter de bienes comunes de los recursos
energéticos, que hoy se traduce en subvenciones inevitables;
descentralizando la producción energética, que no precisa de nuevos
"despotismos hidráulicos" en forma de Estados fuertes u oligopolios privados (privatizados más bien).
Esta
subversión o desprendimiento debe aplicarse no sólo a la lógica de la
acumulación que apuntala la energía nuclear, sino la producción
energética en general. Megaproyectos de energía solar como Desertec
reproducen el mismo esquema con las renovables e implican en realidad
transferencias de recursos del sur al norte y de dinero público a manos
privadas. Es más, esta lógica la comparten tanto los gobiernos liberales
como los socialistas. Los gobiernos de Venezuela, Ecuador o Bolivia
siguen apostando por la extracción intensiva de recursos fósiles. El
gobierno venezolano promovía además un programa de desarrollo de la
energía nuclear que no ha suspendido hasta el accidente de Fukushima. Frente a este grave suceso, el Partido Comunista Francés reaccionó defendiendo
la industria nuclear francesa, limitándose a pedir más transparencia.
En fin, nunca han faltado quienes defienden el derecho de países como
Irán a disponer de energía nuclear si se emplea para usos civiles, algo que sólo puede reivindicarse desde la perspectiva del Estado pero no desde la de quienes buscan un cambio de paradigma. La energía nuclear, y especialmente su uso militar, permite
participar en clubes selectos como el Consejo de Seguridad de la ONU. El
mismo que consideró que había llegado el momento de cortar las alas de cierto antiguo
aliado petrolero.
2011/03/20 01:22:7.298000 GMT+1
Riesgos asumibles
Escrito por: Samuel.2011/03/20 01:22:7.298000 GMT+1
Etiquetas:
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Referenciado por: Riesgos asumibles 2011/03/20 16:20:40.621000 GMT+1
Comentarios
Con tu permiso he puesto la foto en mi perfíl de facebook. También voy a poner el artículo.
Escrito por: leo.2011/03/20 14:05:15.110000 GMT+1
La foto tiene © de Daniela Edburg.
Saludos,
Samuel
Escrito por: Samuel.2011/03/20 14:16:41.905000 GMT+1
www.javierortiz.net/voz/samuel