Hace veinte años que se unificó Alemania pero también Yemen, en un proceso complicado que tardó en asentarse, lo que no se logró hasta que finalizó el conflicto civil de 1994-1995, que consolidó el predominio de las élites del norte a costa de la clase dirigente del sur que provenía de la burocracia socialista. Si la unificación alemana simboliza principalmente el fin de una era, la unificación yemení, cuya suerte vendrá ligada a la primera Guerra del Golfo, bien podría representar el inicio de otra época, más confusa, que se precipitará tras el 11 de septiembre de 2001.
Yemen es la rara avis de la península arábiga: es el país más pobre, el más poblado, con un Estado muy dependiente de la financiación externa (FMI y Banco Mundial), la única república en medio de monarquías petroleras, donde los islamistas han participado en el sistema político en diversos momentos, cuyo sur costero vivió el colonialismo británico y una experiencia socialista única, y en cuyas planicies el norte buena parte de la población profesa el zaidismo, una variante del chiísmo que estuvo en la base del imamato milenario de Yemen, que desapareció con el advenimiento de la república en 1962 bajo la tutela del Egipto de Nasser. Estas peculiaridades convierten a Yemen en un caso fascinante donde la discusión entre modernidad y antimodernidad, entre occidentalización y acervo islámico se sale de los parámetros habituales.
Para intentar comprender la complejidad política de Yemen, viene muy bien un interesante artículo de François Burgat y Laurent Bonnefoy que publicó en julio la Casa Árabe. Burgat vivió varios años en Yemen, que ocupa un lugar especial en su libro "El islamismo en tiempos de al Qaeda". Burgat y Bonnefoy destacan que "desde los años sesenta, el régimen se ha ido construyendo basándose esencialmente en la inclusión y en la voluntad de superar los dualismos históricos y sociales", lo que le diferencia de otros regímenes árabes más represivos. Sin embargo, el equilibrio imperfecto entre estructuras tribales, islamistas y otros actores se ha visto amenazado por el autoritarismo creciente el poder y por presiones externas relacionadas con la "guerra contra el terrorismo" llevada a cabo por los Estados Unidos y sus aliados.
El artículo precede la última ofensiva del gobierno yemenita contra la
rebelión hutista, en la que determinados clanes zaidíes de la región norteña de Sa'da se enfrentan al
gobierno de Alí Abdulá Saleh desde 2004, y que en los últimos días se ha agravado con el intervencionismo militar de Arabia Saudí. Esto es lo que ambos autores explicaban al respecto en un extracto (los subrayados son míos):
"la fractura política más grave se ha producido en otro ámbito: en los cimientos del acuerdo histórico esencial, alcanzado a finales de los años sesenta al cabo de la larga guerra civil, entre los fundadores de la República y el bando de los monárquicos zaidíes, herederos del régimen milenario del desaparecido imamato, que se convirtieron, desde la instauración de la República, en los «perdedores» de la historia contemporánea del país. El lamentable «asunto al-Huthi» y sus millares de muertos, ocultados durante demasiado tiempo, representan indudablemente, a día de hoy, la revelación más cruda del reverso más oscuro del régimen político yemení y de la imposición unilateral de las exigencias represivas estadounidenses en el Yemen.
En el contexto post-11 de septiembre, y ante las crecientes exigencias de Washington, el régimen se ha mostrado ansioso por ofrecer a sus «aliados» pruebas de su implicación en la lucha antiterrorista. De hecho, la obsesión por las cuestiones de seguridad ha favorecido un endurecimiento, que se materializó de forma un tanto estrafalaria a partir de junio de 2004 en una campaña militar de enormes proporciones llevada a cabo en el norte del país contra un grupo que no se podía plantear, con un mínimo de seriedad, que estuviera realmente amenazando a la estabilidad del régimen republicano: la Juventud Creyente (al-Shabab al-Mu’min), liderado sucesivamente por Husayn Badr al-Din al-Huthi, hasta su eliminación física en septiembre de 2004, y después por su padre Badr al-Din y su hermano ‘Abd al-Malik.
Descendiente de una familia aristocrática de Yemen del Norte, Husayn Badr al-Din al-Huthi fue uno de los fundadores del Partido de la Verdad (Hizb al-Haqq) en 1990, reminiscencia en plena era republicana de la expresión política del rito zaidí en el que se apoyó el imamato. De 1993 a 1997 fue diputado del partido, cuyas alianzas oscilaban entre la oposición (antes de la guerra civil de 1994) y el partido en el poder, el CPG, del cual uno de sus hermanos, Yahya, era diputado en el parlamento en 2004. En 1997, al no lograr renovar su mandato parlamentario, Husayn creó, animado por el jefe de Estado, una asociación religiosa llamada Juventud Creyente, cuyo objetivo consistía en reavivar el zaidismo. Tras el 11 de septiembre de 2001, al-Huthi, considerándose tal vez menos atado que los líderes electos a las consignas de moderación del régimen, comenzó a expresar sin ambages el resentimiento popular antiestadounidense y antiisraelí. Su asociación utilizaba sobre todo un eslogan que llamaba a la «muerte de Israel» y «de los Estados Unidos» y a la «victoria del islam», fórmulas por lo demás muy poco «zaidíes» y relativamente banales en el ambiente religioso y político suscitado por la campaña estadounidense contra Afganistán primero y contra Iraq después. A partir de finales de 2002, el jefe de Estado decidió acusar explícitamente a al-Huthi de estar dañando las relaciones con los Estados Unidos con la virulencia de sus palabras. Ante las quejas al respecto expresadas por el embajador estadounidense Edmund Hull, poco después el presidente aprovechó un alto realizado en una mezquita de Sa‘da, en su ruta de peregrinaje hacia la Meca, para fingirse escandalizado por los eslóganes radicales lanzados en su presencia.
Tomando como excusa una escaramuza entre miembros de la Juventud Creyente y unos soldados, el gobierno lanzó el 18 de junio de 2004 una gran ofensiva en Sa‘da contra ese grupo al que antaño había apoyado para que hiciera de contrapeso de los salafistas presentes en esta región cercana a la frontera saudí. El ejército subestimó la resistencia de una zona durante mucho tiempo ignorada por las políticas de desarrollo estatales. Tras el fracaso de los diversos intentos de conciliación tribal-religiosa, la violencia se intensificó y los pueblos fueron bombardeados por el ejército con el apoyo tanto militar como intelectual de militantes islamistas sunníes, siempre dispuestos a estigmatizar al zaidismo, declarándolo contrario al islam. La extremada dureza de los combates, que sólo se interrumpieron en septiembre de 2004 con la muerte de Husayn al-Huthi para reanudarse en marzo de 2005 y proseguir de forma episódica desde entonces, ha provocado la muerte de miles de personas, entre civiles, militares y rebeldes. En cuanto a la mediación de Qatar en busca de una solución pacífica, los resultados han sido bien pobres. En la primavera de 2008, el asesinato de un diputado de la región de Sa‘da, seguido del atentado contra una mezquita cercana al régimen, llevaron la guerra a una fase nueva, más intensa y brutal. La zona de combate se amplió y alcanzó, en mayo de 2008, los alrededores de la capital. En julio, el presidente Saleh declaró unilateralmente el final de las hostilidades y anunció el lanzamiento de ambiciosos programas de desarrollo en la región de Sa‘da. El alto el fuego, aunque respetado en su conjunto, parece sin embargo muy frágil y son numerosos los observadores que no creen en una solución definitiva de este sangriento conflicto.
En paralelo a los enfrentamientos armados, el gobierno desencadenó a partir de 2004 una dura campaña represiva contra los intelectuales zaidíes, prohibiendo numerosos libros y ordenando el cierre temporal de periódicos. En junio de 2008, el periodista ‘Abd al-Karim al-Jaywani fue condenado a seis años de prisión por sus supuestos vínculos con la rebelión. Finalmente, el presidente Saleh lo indultó a finales de septiembre, con ocasión del Ramadán.
Con el fin de preservar al máximo el equilibrio republicano construido desde la revolución de 1962, el gobierno decidió dirigir el grueso de la represión contra los «perdedores de la historia» encarnados por la minoría zaidí, en vez de hacerlo contra los islamistas sunníes, procedentes o no del movimiento de los Hermanos Musulmanes. Incluso al contrario, de alguna manera instrumentalizó esta guerra para volver a legitimarse a sus ojos. Como ocurrió en 1994, durante la guerra contra las antiguas élites socialistas del extinto Yemen del Sur, el régimen hizo patente su «defensa de las esencias de la nación» (unidad y república) oponiéndose a un grupo cuya adscripción básica (al zaidismo) sobredimensionó para no tener que asumir sus reivindicaciones totalmente «modernas» (que coinciden con el rechazo popular a la política militar estadounidense), asimilándolo de este modo al antiguo régimen del imamato. Así, para evitar atacar el nacionalismo políticamente prometedor del jefe zaidí, el régimen le atribuyó un programa a la par «reaccionario» y «antinacional»: la restauración del antiguo régimen y la colusión, a través del Hizb Allah libanés, con el extranjero (esto es, con el Irán chií). Pero esta estrategia no ha estado exenta de contradicciones. Ha reabierto, por un lado, una fractura sectaria que el pacto que puso fin a la guerra civil había logrado superar. Paradójicamente, puede revelarse además contraproducente (¿cómo es posible que el régimen no cayera en ello cuando lanzaba sus primeros ataques?), pues ha supuesto una identificación implícita del muy popular rechazo de la política estadounidense con un zaidismo potencialmente opositor.
Husayn al-Huthi negó las acusaciones formuladas varias veces por el régimen, tanto en medios de comunicación internacionales (la BBC entre ellos) como mediante manifestaciones simbólicas de lealtad al régimen republicano y a su jefe de Estado, blandiendo la bandera republicana frente a los asaltos del ejército. Sin embargo, gracias a una eficaz propaganda que convirtió de repente a la Juventud Creyente en un «grupo terrorista financiado por Irán», el gobierno ha logrado criminalizar sin reservas a los «rebeldes chiíes» así como a otros colaboradores de al-Huthi, ha animado a la estigmatización de zaidíes y sayyids por los militantes islamistas sunníes y ha inscrito su campaña represiva en el marco siempre vendible de «la lucha antiterrorista». Sin embargo, la Juventud Creyente no comparte gran cosa con al-Qaeda, más allá de una retórica antisionista y anti-estadounidense superficial, que no llega a constituir una amenaza real ni para el poder del presidente Saleh ni para los Estados Unidos. "
2009/11/08 12:46:43.100000 GMT+1
Rebelión en Yemen
Escrito por: Samuel.2009/11/08 12:46:43.100000 GMT+1
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Comentarios
La verdad es que la zona de Sa'ada (como buena parte de Yemen, por otro lado) siempre ha estado fuera del control del gobierno central de Sana. Los periodos de calma han respondido, más bien, a pactos puntuales con las tribus, pero siempre con enfrentamientos y escaramuzas militares esporádicos. Prueba de ello es que la mayoría de las veces es imposible franquear los checkpoints de acceso a la zona (al menos yo no conseguí nunca que me permitieran llegar hasta Saada tampoco antes de 2001 y desde los propios checkpoints se oían los disparos, algo que tampoco es raro en el país con más armas del mundo). Es difícil encontrar información, pero en alguna ocasión he leído que también anda por medio el petróleo y la costumbre de Arabia Saudí de ir moviendo la inhóspita y vaga frontera en pleno Rub al-Jali a su conveniencia para apropiarse de nuevos yacimientos.
Un cooperante yemení que trabaja con la organización británica Islamic Relief en la zona cuenta un poco cuál era la situación humanitaria hace una semana, antes de que Saleh y Abdulá intensificaran los ataques: http://www.thenational.ae/apps/pbcs.dll/article?AID=/20091031/WEEKENDER/710309819/1080/OPINION
Un saludo
Escrito por: algarabía.2009/11/08 14:54:10.919000 GMT+1
algarabia.blogia.com
Escrito por: algarabía.2009/11/08 15:07:44.684000 GMT+1
algarabia.blogia.com
Escrito por: Samuel.2009/11/08 22:46:22.132000 GMT+1
www.javierortiz.net/voz/samuel
Samuel, ¿sabes que gracias a Javier Ortiz leí una novela llamada "La Pesca de Salmón en el Yemen" ("Salmon Fishing in the Yemen")? No es que sirva como retrato sociopolítico del país, pero sí para dar a entender que es un país peculiar, ajeno a los estereotipos islamófobos. No sé si lo leíste, en todo caso lo comento para quien esté interesado.
Todavía estoy leyendo el artúculo, y me está gustando mucho. Ya te comentaré mi opinión final. Un saludo.
Escrito por: Gonzaga.2009/11/09 14:41:49.680000 GMT+1
Escrito por: Muchas gracias.2010/02/03 12:06:49.051000 GMT+1