Barack Obama visita el castillo de Cape Coast, antigua plaza comercial esclavista, en Ghana (11 de julio de 2009). Fotografía: AP/Haraz N. Ghanbari.
La expectación por la primera visita de Barack Obama al África subsahariana como presidente de los Estados Unidos era enorme. Tras su visita a Rusia y después de la cumbre del G-8 en Italia, finalmente Obama se decidió hacer una parada en la pequeña Ghana frente al país de su padre, Kenia, o frente al gigante nigeriano. Tras las discutidas elecciones celebradas en Kenia en diciembre de 2007 y los sangrientos enfrentamientos que se produjeron inmediatamente después, que acabaron desembocando en un frágil gobierno de coalición entre los contendientes Mwai Kibaki y Raila Odinga, el país había dejado de representar el modelo de estabilidad política que Obama desea promover en África negra. El reciente informe del Relator Especial de la ONU, Philip Alston, en el que denunciaba la actuación de "escuadrones de la muerte" gubernamentales durante los primeros meses de 2008, no facilitó las cosas. Además, Kenia está demasiado implicada en un conflicto terrible como el somalí, y ha sido un actor clave en la red de secuestros (extraordinary renditions) que impulsó George W. Bush.
En Ghana, en cambio, las elecciones presidenciales de diciembre de
2008 dieron la victoria a John Atta Mills por un estrechísimo margen
(40.000 votos de diferencia con Nana Akufo-Addo, del antiguo partido
gobernante New Patriotic Party, el margen más estrecho de los procesos
electorales africanos desarrollados hasta la fecha), sin que ello diera
lugar a disputas como las que se produjeron en Kenia. Lo cual no
significa que no persistan tensiones como en el reino de Dagbon, donde el conflicto interclánico
ha impedido la elección de un rey que sustituya al asesinado en 2002. A
la alternancia electoral pacífica se unía los buenos datos
macroeconómicos de Ghana, un país cuyo PIB creció un 5,7% en 2007 y
que espera crecer un 4,7 % en 2009, según The Economist. Dos
elementos, el político y el económico, muy importantes para la
operación de relaciones públicas lanzada por el presidente
norteamericano, quien cuida mucho el aspecto simbólico: Ghana es el primer país negroafricano que accedió a la independencia
tras la descolonización, y una visita a Cape Coast, como a Gorée en Senegal, bien vale una foto.
El discurso del presidente Barack Obama ante el parlamento ghanés en Accra el pasado 11 de julio se dirigió a un continente, no a un país, en tanto que representante de un linaje con raíces africanas. Obama destacó explícitamente el ejemplo de Ghana frente a los problemas de Kenia, y se centró en el llamado buen gobierno, que es la solución mágica de los chamanes occidentales, especialmente del Banco Mundial, a los problemas africanos. Al menos no hizo gala de la arrogancia colonial de Nicolas Sarkozy. El presidente estadounidense no se entrevistó con ningún medio local (¿para qué, si puedes hacerlo a la CNN?), pero a cambio mensajes clave de dicho discurso fueron enviados mediante SMS a miles de teléfonos móviles en África. Mensajes como éste: "The 21st century will be shaped by what happens not just in Rome or Moscow or Washington, but by what happens in Accra as well." Puedo imaginarme la cara del ghanés que haya recibido semejante SMS, mientras sufre el bloqueo de Accra impuesto por las exigencias del gobierno estadounidense en materia de seguridad.
Muchos ghaneses desconfían del interés estadounidense en el país y en la región. Ghana, que actualmente exporta principalmente cacao y oro, comenzará a extraer petróleo de manera significativa a partir de 2010. Aunque Obama desea que Estados Unidos dependa menos del petróleo y de los proveedores árabes, su país sigue teniendo el golfo de Guinea en el punto de mira. Y Ghana podría albergar en el futuro la sede de Africom, como ha dejado caer Obama en su discurso.
De momento, la operación de encanto del nuevo presidente le está permitiendo ganar amigos en África, algo muy útil cuando se trata de aprobar resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero Estados Unidos tiene hoy poco que ofrecer, visados aparte, teniendo en cuenta la difícil situación por la que atraviesa, y África tiene otros pretendientes. Su situación es opuesta a la de Mansa Musa, emperador de Malí a inicios del siglo XIV. En 1324 Musa inició una peregrinación a la Meca (el Hajj) que duraría dos años. Cuentan las crónicas que a su paso por Egipto, Musa llegó con camellos cargados de oro. Allí donó tanto y compró tantas cosas que hundió el precio del oro por unos doce años y tuvo que endeudarse para volver a su país. Obama viaja con unos Estados Unidos ya endeudados, enfangado en guerras varias, con relaciones diplomáticas que reparar, problemas internos y en plena recesión económica.
Mansa Musa, emperador de Malí. Extracto del maravilloso Atlas Catalán (1375), del geógrafo judío mallorquín Abraham Cresques. Biblioteca Nacional de París.
La paradoja es que, pese al declive y debido a su posición todavía central en el mundo, quienes gobiernan, y muchos de los gobernados, esperan mucho del emperador, más de lo que éste puede realmente aportar aunque quisiera. Barack Obama haría bien en no destacar tanto sus ancestros
africanos. La familia africana es muy extensa, y no es muy correcto que
tan ilustre y bien posicionado descendiente no contribuya a su
sostenimiento.
Comentarios
Respecto al último punto, no sé si Barack sentirá tanto el peso de su ascendencia africana como para realmente ayudar a África, pero desde luego los africanos lo tienen claro si esperan algo de EEUU.
Escrito por: .2009/07/17 10:49:9.260000 GMT+2