Desde el momento en que juró como Presidente de los Estados Unidos,
Barack Hussein Obama no sólo actualizó el sitio web de la Casa Blanca. Se hizo responsable de dos guerras, otras
operaciones militares "contra el terrorismo" (Somalia, Filipinas, etc.) y miles de detenidos ilegalmente en
todo el mundo, muchos de ellos en secreto; los 245 de Guantánamo son
sólo la punta visible del iceberg. Por este motivo es muy importante que haya anunciado el cierre de Guantánamo y sobre todo de las prisiones secretas y campos de detención, pero habrá que leer la letra pequeña de las órdenes ejecutivas que ha firmado.
Terminar con el obsceno reconocimiento público de la tortura es una cosa -imprescindible-,
pero renunciar a poder hacer lo
que gobiernos anteriores han hecho desde mucho antes de la llegada de George W. Bush, otra. En fin, lo quiera o no, cada día que pase
sin que ponga fin a las aventuras imperiales iniciadas por el anterior
gobierno acumulará una deuda de sangre y destrucción.
Barack Obama es el presidente más fuerte y el más debil que ha tenido
Estados Unidos en las últimas décadas. El más fuerte por el
impresionante apoyo popular que se ha ganado, no sólo en Estados
Unidos. Si algo tiene de africano es
su auctoritas, por contraposición al imperium que los neoconservadores han querido preservar de manera obsesiva. Pero también es el
más débil, porque su país ya no está en condiciones de imponer un
liderazgo por sí solo -como ha reconocido en su discurso inaugural- y porque la
nefasta herencia económica de tres décadas de neoliberalismo y otras inercias del sistema político
estadounidense pesarán como una losa sobre casi cualquier cosa que
intente.
El mismo día 20 el gobierno chino publicó su Sexto Libro Blanco sobre Defensa Nacional, lo que posiblemente no sea casual. Como si el destinatario principal fuera el mismo Obama. La agencia estatal Xinhua destaca del Libro Blanco que China nunca buscará la hegemonía ni llevará a cabo una expansión militar por más que se desarrolle. China, que sigue siendo el principal poseedor de deuda estadounidense pese a resentir los efectos de la crisis económica mundial, declara oponerse a la agresión, la expansión y ampliación de alianzas militares y muestra su preocupación por el renovado interés militar de EE UU en la región de Asia-Pacífico. También ha desvelado públicamente su doctrina nuclear, opuesta a un primer uso del arma atómica. Aseguran que ningún arma nuclear china apuntará a ningún país en tiempos de paz, aunque si EE UU no cambia radicalmente su política exterior será dudoso que se embarquen en ningún proceso de desarme multilateral. Los dirigentes chinos saben que la centralidad que ha vuelto a ocupar su país en el sistema internacional poco le debe a un militarismo expansionista, pese al incremento del presupuesto de defensa en los últimos años. Obama y su secretaria de Estado deberán mirar a Asia. Y ser más humildes.
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