Hace algo más de una semana, el diario Le Monde dedicó un dossier especial al nacimiento del Nuevo Partido Anticapitalista en Francia, que ha surgido de las cenizas de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y que aspira a lograr reunir el apoyo de la fragmentada extrema izquierda francesa, o la izquierda de la izquierda, en torno a la lucha contra un enemigo común, vistas las dificultades para unirse en favor de una misma idea (lo que además suele dar lugar a complicadas sopas de letras).
He intentado traducir el artículo de Jérôme Vidal, director de la Revue internationale des livres, sobre este asunto. Vidal plantea cosas sobre las que apenas se ha reflexionado en España más allá de círculos muy minoritarios, y que por ello espero que no se malinterprete.
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"Atención al prisma del obrerismo - Jérôme Vidal, Le Monde, 6 de febrero de 2009
Quienes hace años que deploran no sólo el autismo del Partido Socialista, su incapacidad para servir de catalizador y de transmisor institucional de las reivindicaciones democráticas sino, sobre todo, su papel más o menos confeso de promotor de la transformación neoliberal y securitaria de las instituciones, deberían alegrarse de la creación de un Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). Y ello cualesquiera que sean las reservas, las dudas y los interrogantes que este partido en formación pueda suscitar.
La creación del NPA, al abrir la perspectiva del fin de la dominación exclusiva del PS a la izquierda, con un Partido Comunista y unos Verdes "satelizados", desbloquea en efecto márgenes de acción para todas las izquierdas, para todos aquellos a los que todavía importa relanzar un movimiento de transformación democrática radical de la sociedad. Digámoslo claramente: se equivocan gravemente quienes en el seno de la izquierda de la izquierda se andan con remilgos, quienes emprenden maniobras dilatorias para cuestionar el interés de la creación del NPA, aún cuando el sentido de esta creación no se haya fijado todavía.
No podemos, sin embargo, cerrar los debates, callar nuestras reservas, nuestras dudas, nuestros interrogantes, incluso nuestros desacuerdos. Nadie tiene interés en hacerlo, y menos el NPA. Aunque volvamos a encontrar en las instancias dirigentes del nuevo partido a quienes, en el momento del "caso" del pañuelo islámico, orquestaron el montaje mediático-político de la exclusión de las hermanas Lévy del liceo Henri-Wallon d'Aubervilliers en 2003 - este regalo maravilloso hecho a la derecha en el poder -, hay pocas dudas sobre el hecho de que semejante incomprensión de la cuestión postcolonial reducirá al NPA a ser un partido tan "blanco" como sus vecinos menos a la izquierda. Pero la cuestión central permanece el prisma "anticapitalista" adoptado de manera exclusiva hasta la creación del NPA.
¿Podemos todavía, después de décadas de crítica postcolonial, feminista y gay, sugerir que el heterosexismo o el racismo pueden reducirse al capitalismo, o que pueden "deducirse" del mismo, y que anticapitalismo, antisexismo y antiracismo se confunden o están necesariamente ligados? Si el capitalismo articula en su seno todas las formas de dominación, éstas no dejan de subsistir, por así decirlo, con independencia de aquel. La articulación entre las resistencias a las diferentes formas de opresión sólo puede ser entonces problemática. Vemos mal cómo una izquierda digna de tal nombre podría redesplegarse sin extraer por fin las consecuencias de este hecho.
Es cierto que los ideólogos pequeño-burgueses de la reacción anti-68 a la izquierda - que afirman, según una perspectiva teleológica que es una verdadera negación de la historia, que las luchas de las minorías por la igualdad y las luchas contra las formas contemporáneas de alienación de los años 1968, descalificadas en tanto que "crítica artista", han minado la "crítica social" y han servido de base para la ofensiva neoliberal- sólo han contribuido a mantener la mayor de las confusiones en estas cuestiones.
Si el NPA debe ser algo distinto de un partido de discurso obrerista que se esfuerza por retomar la función tribunicia propia del PCF, deberá hacer las cuentas de los efectos nocivos del "pensamiento" anti-1968. Es la condición sine qua non de la puesta en marcha de una verdadera estrategia contra-hegemónica. Desde este punto de vista, el obrerismo y el "laborismo" son, sin duda, el principal escollo al que se expone el NPA. Sobre el hecho de que la desaparición de la figura obrera, el rechazo de la condición obrera fuera del discurso político legítimo, el abandono de la crítica de la explotación y del prisma de la lucha de clases hayan contribuido a deshacer la izquierda desde hace al menos una treintena de años no tenemos ninguna duda. Pero poner término a esta desaparición, a este rechazo y a este abandono no implica de ningún modo reactivar el dispositivo retórico propio del PCF, que combinaba un anticapitalismo verbal y una práctica "laborista" de cogestión del compromiso social de los llamados "treinta gloriosos años".
Es este compromiso el que estalló en pedazos con la insubordinación obrera y las luchas "minoritarias" de los años 1968, así como con la ofensiva neoliberal contemporánea. Si el anticapitalismo del NPA tuviera por contenido real la agitación de un retorno imposible a este compromiso, cuyas condiciones históricas han pasado -como si la cuestión no consistiera en otra cosa que invertir las relaciones de fuerza y remontar así el curso de la historia-, estaría preparando porvenires de desencanto.
Desgraciadamente, tenemos que constatar que lo que domina con más frecuencia en las tomas de posición de su portavoz, Olivier Besancenot, es este obrerismo y este laborismo que a corto plazo no parecen tener como perspectiva concreta otra cosa que la defensa del empleo y, a más largo plazo, el retorno al pleno empleo y a la sociedad salarial de los "treinta gloriosos". ¿Esta perspectiva es realista, es incluso deseable? En todo caso, no tiene en cuenta la crítica del sistema salarial ni la reapertura de la cuestión de la liberación del trabajo que, desde la insubordinación obrera de los años 1968 a los movimientos de los precarios y los parados más recientes, con la crítica que estos movimientos han desarrollado del neoliberalismo y del precariado generalizado, y con la emergencia de la reivindicación de una renta óptima garantizada universal, numerosas luchas contribuyeron a mantener y a volver a poner en el orden del día.
Cualquiera que sea el carácter problemático de estos movimientos o de esta reivindicación, que se hacen eco de las condiciones reales de existencia de una mayoría de nuestros contemporáneos, el NPA irá por mal camino si los ignorara o descartara del corazón de su proyecto, al promover la ficción de un retorno a una era pasada del movimiento obrero. El NPA debe elegir entre anticapitalismo y "laborismo". Ocurra lo que ocurra, de ahora en adelante es cierto que su creación será la ocasión de la reapertura de cuestiones esenciales que no gozaban de aprobación desde los años 1980. Aunque sólo sea por esto, es importante celebrar su nacimiento."
Comentarios
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Saludos. Me encanta este blog.
Escrito por: Vicente.2009/02/21 23:03:50.973000 GMT+1
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Escrito por: Samuel.2009/02/22 19:35:15.890000 GMT+1
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Escrito por: Vicente.2009/02/22 22:15:43.994000 GMT+1
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