El otro día fuimos a ver la pieza de teatro "Les monologues voilés", de la holandesa Adelheïd Roosen, en el Théâtre de Poche de Bruselas. Después de haber representado en los Países Bajos la obra de Eve Ensler "Los monólogos de la vagina", que no he visto, la autora decidió hacer una obra similar pero esta vez con personajes procedentes de la cultura árabe o musulmana, inmigrantes o hijas de inmigrantes, que relatan su visión de la sexualidad femenina, la intimidad o el amor en un entorno transcultural. Para ello, entrevistó a 74 de mujeres de entre 17 y 85 años que viven en los Países Bajos, pero con raíces en regiones y países tan diferentes como el Magreb, Irán o Somalia.
Son doce las historias que nos relatan cuatro jóvenes actrices que, como en la versión holandesa, comparten el hecho de ser europeas con raíces musulmanas: Hassiba Halabi, Jamila Drissi, Miriam Youssef y Morgiane El Boubsi, hermana del también extraordinario actor -y amigo- Soufian El Boubsi (recomiendo su formidable "Un monde presque parfait"). Con la música y hermosa voz de Hassiba Halabi de fondo, las cuatro actrices se sientan en un diván negro y nos cuentan algunas de las experiencias que ha recopilado Adelheid Roosen, encarnando distintas personalidades. Sin velo, aclaro.
Estas mujeres nos hablan de hammam, de orgasmos, de la sensualidad de la danza del vientre, de homosexualidad, de matrimonios forzados, de los matrimonios por papeles, de las presiones familiares sobre la virginidad... Todo ello en un tono desenfadado, con grandes dosis de humor. De alguna manera, el público se mete en el papel de una Roosen que comparte charla íntima y té de menta con estas mujeres. Nos sentimos como en casa.
Lo que se cuenta, y cómo se cuenta (excelentes interpretaciones de las actrices), permite romper con algunos estereotipos, sin caer en juicios maniqueos. Este es uno de los objetivos de la obra, que se ha conseguido en gran parte, con la única matización que plantearé después.
Frente a la imagen habitual que equipara velo/hiyab/mujer musulmana con sumisión, nos encontramos con mujeres fuertes, sensuales, cuya relación con su propio cuerpo es menos pudorosa (y conflictiva) que en las culturas cristianas. El conflicto se da más bien en relación con el mundo masculino, con la familia y con lo identitario. Tampoco asistimos a una diatriba contra el Islam a lo Hirsi Ali. En no pocos momentos, las reivindicaciones de las mujeres se apoyan en textos coránicos. Es de agradecer, teniendo en cuenta que la obra se estrenó por primera vez en 2003, entre el 11-S y el
asesinato de Theo Van Gogh.
Terminada la actuación, conversamos con algunos amigos, incluyendo Soufian, y las actrices. Curiosamente, los personajes en los que se han encarnado son en gran medida ajenos a su experiencia personal. Y es que un sector amplio de las belgas (también holandesas, o francesas...) procedentes de familias musulmanas de origen extraeuropeo, en general las de las generaciones más jóvenes, difícilmente pueden adscribir sin más sus referencias culturales y de identidad a una única fuente, y menos aún a una concepción esencialista (más mediática que real) de "lo Oriental" (que va más allá del Islam como forma cultural en sentido amplio).
Esta ausencia nos evoca un problema de representación. ¿Quiénes hablan? Básicamente, quienes ahora denominamos como "inmigrantes de primera y segunda generación" (aunque por definición esta segunda generación no puede considerarse inmigrante). Los monólogos han sido seleccionados en función de temas específicos, que solemos identificar con el mundo musulmán: desde la poligamia hasta la violencia masculina. Así que de alguna manera, los doce personajes aspiran a reflejar las diversas mujeres musulmanas que habitan la Europa de hoy, no necesariamente aquellas que portan el velo o el hiyab. Pero faltan voces como las de Halabi, Youssef y El Boubsi (¿tercera generación?). Toda selección implica una inevitable simplificación, pero los temas y voces escogidos -reales- pueden reconfortar, en el fondo, una idea preconcebida sobre lo que es una mujer de raíces musulmanas, donde aún predomine cierto exotismo orientalizante. La inclusión de la cuestión de la ablación del clítoris, en el caso de la historia de una madre somalí y su hija, parece apuntar en esa dirección, aunque la
escisión se explique por tradiciones africanas preislámicas y la inmensa mayoría de los musulmanes no la practiquen.
Lo cual está íntimamente relacionado con otra pregunta: ¿a quién se dirige? Una pista nos lo da la primera historia: el relato de una holandesa católica que se convierte al Islam : " Mi vagina tuvo una educación católica y a los veintisiete años se abrió al Islam y se hizo musulmana", explica con sorna. Que la primera voz corresponda a una holandesa , digamos, "autóctona", puede no ser casual. Facilita la identificación de un público que, al menos en este teatro, es predominantemente no musulmán, ni árabe, ni kurdo, ni persa. Nadie portaba el velo. Se trata, pues, de una audiencia que aspira a traspasar un velo socio-cultural y conocer, más que a identificarse con estas mujeres.
Se trata de una obra recomendable, que ha tenido éxito en los Países Bajos, en Berlín, en Nueva York, en Boston y en Ankara. En el Poche se representará hasta el 9 de febrero. Por cierto, ¿cómo habrá sido percibida en Turquía?
2008/01/13 12:15:5.353000 GMT+1
Monólogos velados
Escrito por: Samuel.2008/01/13 12:15:5.353000 GMT+1
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Comentarios
Escrito por: Luistxo.2008/01/14 10:27:45.702000 GMT+1
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Escrito por: Samuel.2008/01/14 11:48:49.904000 GMT+1
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